Gruesas palabras para una cruel e infame realidad. A pesar del rechazo visceral al que nos invita esta clase de expresiones, su definición (DRAE) no puede ser más cierta y ajustarse de modo más preciso a una buena parte de profesionales que han vendido su empleo o autoridad abusando bajamente de ellos por interés o adulación, es decir, prostitución con todas las letras. Una situación que cuando se realiza en el ejercicio de la profesión de dietista-nutricionista adquiere el calificativo de nutricional.
Lo cierto es que llevaba un tiempo con esta entrada rondándome la cabeza. Me refiero a eso de hacer autocrítica de la profesión. No es cuestión de ver la paja en el ojo ajeno y pasar por alto la viga en el propio. En no pocas ocasiones me he dedicado en este blog a criticar la forma que tienen algunos profesionales sanitarios de ejercer su profesión cuando implica a cuestiones nutricionales (algunos médicos, farmacéuticos, biólogos… también la de otras personas sin formación definida, etcétera) pero es preciso reconocer que dentro del colectivo de dietistas-nutricionistas también hay una importante dosis de prostitución nutricional. A ella, a su ejercicio, se llega por tres caminos típicos.
A modo de síntesis tenemos, por un lado, el perfil del “profesional” poco espabilado, con pocas luces e influenciable por el boato y oropel de las pseudociencias. Unas personas a las que su título tan solo es garantía de haber superado unas pruebas (los exámenes) y en las que el conocimiento no ha dejado poso alguno en su sabiduría. Es el prototípico seguidor de las “bioenergías”, “chakras”, y algunas medicinas «tradicionales» basadas más en el acervo popular y cultural de una población que en los datos contrastables. Son “profesionales” que creen en la homeopatía, en los análisis masivos de intolerancias alimentarias, en el poder del agua hexagonal en los alimentos con calorías negativas o en sistemas dietéticos sin demasiado aval… olvidando (si alguna vez lo conocieron realmente) todo aquello aprendido en su formación universitaria.
Por otro lado, tenemos el perfil del típico profesional espabilategui o aprovechategui. En este caso el “profesional” sabe que lo que hace en el ejercicio de su profesión de poco o para nada sirve salvo para aumentar sus ingresos. Y le da igual. O a lo mejor sí que le importa, pero el caso es que a pesar de ser consciente de lo que hace, lo sigue haciendo por que es lo que le interesa desde un punto de vista estrictamente crematístico. Es un sinvergüenza de tomo y lomo.
Y por último, tenemos al profesional desesperado por encontrar un trabajo y que ve en lo que no se podría calificar de otra forma más que de “redes de proxenetismo nutricional” la oportunidad de trabajar “de lo suyo”. Estas “redes” son, muy habitualmente, las que vienen establecidas en forma de franquicias cuyo único objetivo de negocio es la pérdida de peso, o las que establecen extravagantes sistemas de diagnóstico de diversas dolencias con cuyo resultado se puedan establecer desustanciadas pautas dietéticas. Estos negocios se suelen rodear de una parafernalia “cientifista” centrando su negocio, además, en la venta obligada de productos de dudosa, por no decir nula efectividad para los fines propuestos (ellos los tildan de suplementos, complementos y coadyuvantes). Al mismo tiempo, insisto, junto a la compra obligada de estos productos, al cliente potencial se le suele captar a partir del falaz reclamo de “consulta gratuita” y se les termina dando una pauta dietética conocida en el mundillo como “la dieta del cajón derecho”. Es decir, dietas estandarizadas en las que el “profesional” captado principalmente (pero no de forma exclusiva) entre las últimas promociones de dietistas-nutricionistas tiene un limitado margen de maniobra.
Pues desde el cariño y respeto que le tengo a esta profesión y en especial dirigido a la última categoría de actuales o futuribles dietistas-nutricionistas, dejadme por favor que os dé mi opinión. No caigáis en las “redes de proxenetismo nutricional”. Trabajar para ellas no es la solución a trabajar “de lo nuestro”, aunque pueda parecerlo, es mentira. Se utiliza a los dietistas-nutricionistas para que prestéis vuestra imagen, en realidad solo vuestro título, para poder ser exhibido en el cuchitril en el que probablemente “pasaréis consulta” y dotar al acto de venta de zarandajas varias de una falsa prestancia. Vuestro contrato, lo que viene escrito en el papel por el cual termináis alquilando vuestra profesionalidad a la empresa lo deja meridianamente claro, seréis contratados bajo el epígrafe de “técnicos comerciales” o cualquier otro eufemismo para describir el verdadero y único propósito de vuestra presencia allí, que no es otro que encasquetar a los clientes (me niego en estas circunstancias a referirme a ellos en forma de pacientes) los productos y sistemas que la marca pone a vuestra disposición. Recuerda: sin venta de producto no hay negocio y… honestamente ¿tú crees que se puede adelgazar sin los mencionados productos; son necesarios… son imprescindibles… crees que se hace una adecuada educación nutricional haciendo descansar parte del éxito en ellos? (Ponte en la piel del cliente y en lo que pensará de esos productos).
Es momento de ser sincero y reconocer que un servidor también estuvo tentado en su tiempo de pasar por una de estas franquicias. Afortunadamente me di cuenta pronto del trasfondo y huí despavorido. Es más, os contaré un “secreto”. En no pocas ocasiones el colectivo de dietistas-nutricionistas ha levantado su voz, bien desde el asociacionismo, bien de forma espontánea, para denunciar lo que en su día parecía ser toda una afrenta a nuestra profesión. Habida cuenta de que hace unos años (hoy menos) muchas de las personas que “pasaban consulta” en estas franquicias no eran dietistas-nutricionistas, existía una especie de clamor popular entre nosotros que proponía cambiar las cosas y exigir que en este tipo de negocios o afines fuera un dietista-nutricionista el que estuviera al frente. Pues bien, yo opinaba lo contrario y, en una expresión que ha terminado por trascender entre muchos compañeros, afirmé (y lo mantengo) que el día que en todas estas franquicias solo hubiera dietistas-nutricionistas al frente, la respetabilidad de este profesional sería gravemente vulnerada y que, entonces, no nos lavaría ni toda el agua del Jordán.
Conozco varios compañeros que han pasado por este tipo de negocios, algunos han salido y otros aun continúan. Todos tienen todo mi respeto ya que me resulta muy costoso atribuirles un porcentaje concreto de la culpa de haber estado o de seguir allí trabajando… las “redes” saben muy bien como hacer su trabajo y las condiciones laborales, en general, para todos, son terriblemente jodidas. Pero déjame que termine con una opinión y un consejo estrictamente personales.
Estimado dietista-nutricionista, probablemente eres más joven que yo y con menos experiencia, pero trabajar en estas franquicias o en estos negocios no es “trabajar de lo tuyo”; en mi opinión y haciendo buena la segunda acepción que da el DRAE de este término, es «prostitución nutricional». Y si de NO trabajar de lo tuyo se trata, seguro que te es posible buscar otros trabajos en los que además, de rebote, no se enturbie el verdadero valor profesional de los dietistas-nutricionistas. Hay gente que ya lo probó y se salió, otros ni siquiera lo probaron. Se puede. Dignifica tus estudios y dignifica tu profesión.
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Nota 1: Quiero agradecer en el alma a una compañera, Anabel Lara (@anabelikalara) su estímulo y aquiescencia para escribir esta entrada a partir de un comentario en Twitter.
Nota 2: Reconozco que las franquicias a las que me refiero son negocios que desempeñan una actividad completamente legal (supongo). En este sentido, no tengo nada en contra de ellas. Tan solo he querido poner de manifiesto que las personas que en ellas trabajan no tienen porque ser dietistas-nutricinistas y, que en mi opinión, si lo son, las labores que desempeñan, en general, están muy por debajo de su preparación.
Actualización 28 de julio de 2014: Por fin, un compañero dietista-nutricionista (José Joaquín López, @SimplementeJJ) que trabajó en una de las franquicias señaladas ha levantado su voz y nos cuenta su ilustrativa experiencia en este post «casa» de otra compañera (Lucía Martínez, @Dimequecomes). Puedes consultarlo en este enlace: Desenmascarando a Naturhouse. Tras leerlo, y a título personal me gustaría decir dos cosas: la primera, gracias; y la segunda, me gustaría ver más entregas de esta sabrosa línea de divulgación. Ánimo y enhorabuena a ambos.
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Imagen: Ambro vía freedigitalphotos.net