¿Sabes lo que es el peligroso síndrome de “voy a ir al gimnasio” aplicado a los animales?

Nos prometemos que vamos a ir al gimnasio cada dos días, que correremos al menos tres por semana o que el lunes comenzará la dieta. Y nos lo creemos. Estamos convencidos de que así será. Incluso comenzamos con un entusiasmo exagerado que nos deja baldados los primeros días o con la nevera tan llena de productos bajos en calorías que seremos incapaces de comerlos todos antes de que caduquen.

Poco tiempo después empezamos a flaquear, el propósito que nos planteamos ya no parece hacernos tanta ilusión. Vamos espaciando las visitas al gimnasio, las salidas en zapatillas y nos decimos que no pasa nada por cenar pizza con todos esa noche.

Pasa mucho, es muy humano.
Y es aplicable a muchas otras realidades, más allá de las típicas de hacer ejercicio, iniciar un régimen o dejar de fumar.

El problema es cuando esa falta de voluntad, ese exceso de entusiasmo inicial, ese engañarnos a nosotros mismos, redunda en el sufrimiento de otros.

En el caso que nos ocupa, esos otros pueden ser los animales que decidimos integrar en nuestra familia.

Nos entusiasma la idea de la adopción o la compra, nos volvemos locos los primeros días que tenemos al perro (o al gato, el conejo o el loro) en casa. Gastamos más de lo necesario en chuches y juguetes para él, nos quedamos embobados mirándoles, bajamos con ganas al paseo aunque haya que madrugar o abandonar la fiesta los primeros.

Pero pasado un tiempo, que puede ser más corto o más largo, llega el desinterés, el desamor, la pérdida de ilusión.

Ya no nos compensa dejar la juerga los primeros porque el perro nos esté esperando en casa. Cuando llegamos, de madrugada, ha hecho sus cosas, hay que bajarlo. ¡Qué pereza! Y además las vacaciones se complican con él. Hay que pagar para que esté atendido o hacer otros planes.

El problema es que con el gimnasio basta con dejar de pagar la cuota y si fuera un novio se iría por su pie, pero aquí hay un ser vivo que depende completamente de nosotros. ¿Qué hacemos con él? Un marrón.

Según el último estudio de Fundación Affinity sobre el abandono, el mejor que tenemos en este país para hacernos una imagen de esta problemática, el 10% de los abandonos se deben a una pérdida de interés por el animal.

Es inasumible. Por eso hay que seguir insistiendo en la necesidad de pensarlo a fondo antes de abrir las puertas de nuestro hogar a un animal. Si tenemos dudas, si no lo tenemos claro, por mucha ilusión que haga hay que frenar esos deseos.

Tenemos que ser responsables.

Para contar la historia de Ness, hay que remontarnos un poco antes de su nacimiento. Apareció un día una perra, estaba delgada y no tenía chip. La familia que la acogió intentó buscar al propietario, pero nunca nadie la reclamó.

Después de unas semanas de su acogida, se dieron cuenta que estaba preñada. Tuvo nueve cachorros. Les buscaron familias entre familiares, amigos, conocidos y amigos de amigos…
Todo parecía que había acabado bien. Finales felices para todos, incluida la madre. Pero no fue así Devolvieron a Ness.

A veces los humanos somos muy ligeros para tomar algunas decisiones.
No nos cansaremos de decir que la decisión de adoptar un animal debe ser algo pensado, meditado, y no un «quiero y luego ya no quiero»

Ahora Ness necesita una nueva familia. Buscamos una adopción responsable para este cachorrete guapetón.

Contacto: AGERAA, Asociación para la Gestión Ética y Responsable de Animales Abandonados. ageraaproyectohogar@gmail.com 670959688

1 comentario

  1. Dice ser Makore

    Y nosotros en casa q pillamos las vacaciones separadas para q nuestra perri pueda estar acompañada por los dos una semana entera, q no salimos de noche por no dejarla sola…

    14 julio 2019 | 12:28

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