Por Alberto Tirado Parra
En el mundo globalizado actual, donde el capital muestra una fluidez intangible como el mercurio, el rico que quiere aumentar aún más su riqueza tiene el camino allanado por la ley para eludir el fisco y colocarla allá donde le plazca. «¿Cuántos cientos de miles de personas honradas se comportarían igual que nosotros si tuvieran ocasión?», argumentan. «No es egoísmo, es ser práctico». «Si quieres aullar únete a la manada«.
No parece haber otra opción: o te enfrentas a los lobos o te unes a ellos. Porque el sistema es reacio al cualquier cambio, como podemos comprobar tras 8 años de Gran Recesión, con las arcas de los estados vaciadas después de haber rescatado a la banca y un Parlamento europeo catatónico que se sigue lavando las manos con los paraísos fiscales.
Por descontado que en los papeles de Panamá hay buenas personas, almas caritativas como la piadosa Pilar de Borbón. Gente simple de gran corazón cuyo único mérito es dar patadas a un balón o altivos, hiperbólicos y pomposos escritores laureados con el Nobel. No hay alternativa: o te conviertes en un sinvergüenza o en un antisistema revolucionario.