Semana agitada para el sistema financiero español. Muy agitada. El compañero periodista José María Olmo, de El Confidencial, publicaba este lunes que el ICAC (organismo dependiente del Ministerio de Economía) sancionará varias infracciones graves cometidas por la auditora Deloitte respecto a su labor en BFA-Bankia. La firma estadounidense, responsable de confirmar las cuentas del 90% del sistema financiero de este país, tendrá aún la oportunidad de presentar sus alegaciones.
En su momento ya habíamos informado de que el organismo regulador de las auditoras en España había abierto un expediente por motivos muy graves: Se acusaba a Deloitte de haber facturado más a BFA-Bankia por labores distintas a las de auditoría, lo que a su juicio suponía un claro conflicto de intereses. El expediente fue suspendido temporalmente por la Audiencia Nacional, y en este lapso aquellas infracciones muy graves han pasado a ser solo graves, lo que evitará en cualquier caso que la compañía pierda la licencia para operar en el mercado español. Esta inminente sanción se une a las profundas dudas mostradas por los antiguos consejeros y directivos de BFA-Bankia, que han descalificado en repetidas veces la labor de Deloitte durante la aprobación de las cuentas de 2011.
No es el único frente abierto para la auditora heredera del legado en España de la ya extinta Arthur Andersen. Desde noviembre de 2013 la más grande de las big four se encuentra imputada por su labor al firmar las cuentas de Banco de Valencia. La Audiencia Nacional sospecha que la compañía podría haber colaborado en la manipulación contable de las cuentas de 2009 y 2010 de esta entidad, que posteriormente hubo de ser nacionalizada. Una acusación muy grave, la mayor para una empresa cuyo mayor valor, precisamente, es la fiabilidad y la independencia a la hora de firmar informes de auditoría.
Casualidad o no, y a pesar de las alabanzas que el actual presidente de Bankia ha proferido a Deloitte, la auditora ha dejado de serlo tanto para la entidad nacionalizada como para Barclays. Su histórica posición dominante en la banca española se resquebraja? Veremos. Los dolores de cabeza de la entidad no se acaban aquí: El sindicato Confederación Intersindical de Crédito (CIC) ha denunciado precisamente ante el ICAC a la auditora por la labor llevada a cabo en Caja Inmaculada. Según esta organización, Deloitte no contempló las «graves irregularidades» cometidas en la caja. Otro palo muy fuerte, de materializarse.
Mención aparte merece el circo que se ha formado desde que ayer lunes el presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, responsabilizara al Banco de España de buena parte de la culpa de la crisis económica y financiera que actualmente todavía sufrimos. Hubo errores de supervisión, en opinión de una de las caras más visibles de la Troika, y yo estoy de acuerdo solo en parte. Y es que la actividad del BdE estuvo plagada de errores, como no haber diagnosticado adecuadamente la gravedad de la crisis y haber planteado soluciones inicialmente (las fusiones frías de cajas) que se demostraron no solo malas soluciones, sino que provocaron problemas peores.
Han salido los grandes banqueros (Botín, Páramo, Fainé y el propio Luis Linde) a defender la labor de Caruana y MAFO, y también altos cargos políticos del actual Gobierno. Estos últimos sí que son, en mi opinión, los más grandes responsables de la crisis. Porque fueron los partidos mayoritarios los que diseñaron el sistema financiero español, y los que dieron forma a las nuevas cajas de ahorros, organismos que si bien crecían cada vez más en tamaño, no estaban dotadas de un modelo de gobierno corporativo que les permitiera recapitalizarse cuando vinieran mal dadas.
Fueron además los gobernantes los que, durante los primeros años de la crisis, mantuvieron el mantra de que no se iba a emplear dinero público en rescatar a la banca optando en cambio por las fracasadas fusiones y poniéndolas al borde del precipicio. Mala idea, muy mala, si atendemos a lo que hicieron los gobiernos del resto de países de nuestro entorno. Todos tuvieron que taparse la nariz, mirar para otro lado, y aceptar el golpe electoral y la impopularidad de emprender una medida necesaria a pesar de la poca comprensión por parte de la ciudadanía, fatigada por los recortes en otras partidas de gasto. En todas partes menos aquí, que se pospuso esta medida hasta que era prácticamente inevitable. Y entre medias, aunque el coste de sanear el sistema financiero ha sido más bajo que en otros países, nos cargamos el tejido productivo español, con unas tasas de paro y de destrucción empresarial no registrado en ningún otro país.
Parece que, a pesar de las versiones más o menos oficiales, la historia de la crisis del sistema financiero español tiene todavía muchos capítulos por definir. Hay muchos agujeros negros que aún no han sido aclarados. Esperamos poder aportar nuestro particular granito de arena desde esta bitácora.