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El Quijote cabalga de nuevo… en América

Excelente homenaje de Jordi Soler (que no es primo mío) al ingenioso creador del Quijote en el Día del Libro, aniversario de muerte. Hoy me desayuné, con mucho gusto, su artículo de El País y os lo recomiendo. También yo descubrí El Quijote (y a mí mismo) al otro lado del Atlántico. En la Universidad de Harvard (1976-77), de la mano del profesor argentino Raimundo Lida (un curso completo sobre el Quijote), del exiliado español Juan Marichal (en su curso Humanities 55) y de los escritores Carlos Fuentes y Octavio Paz (en reuniones y seminarios) recuperé el orgullo y el placer de compartir la lengua de Cervantes… y de Rubén Darío.  Un buen artículo de Jordi Soler al que solo descubrí una errata. Como dice mi amigo Manolo Saco, otro cervantino, «las erratas son las últimas que abandonan el barco».

Artículo de Jordi Soler, hoy en El País.

Una de mis primeras tallas de Cervantes en madera de cedro. Fue mi pequeño homenaje a Lida y a Marichal por enseñarme a amar El Quijote.

Con mis colegas de tallasmadera.com (en Bellas Artes Coronado) presumiendo de mi Cervantes.

El artículo de Jordi Soler me trae muchos recuerdos entrañables del otro lado del Atlántico.

Con Solita Salinas y Juan Marichal en su casa de Cambridge (Mass) dando de comer a mi hijo David, el padre de mi nieta Ana Isabel.

Con Solita Salinas, Juan Marichal, Vicente Llorens y su esposa Amalia, en una excursión a Newburyport y Plumb Island (Mass).

Juan Marichal y Solita Salinas, en mi casa, con el juez Garzón, celebrando la detención del dictador chileno, Augusto Pinochet.

Con mi maestro, Juan Marichal, en Cuernavaca (Mexico), donde falleció poco después de nuestro último encuentro.

 

 

 

Emocionado al presentar mi libro en campo propio

Hacía tiempo que no pisaba Almería, la capital donde nací a la vida. El martes, 18 de octubre, lo hice no sin emoción. ¡Cuantos abrazos debidos a tantos amigos y paisanos! Solo por reunirme con ellos en el Teatro Apolo, donde actué de niño, valió la pena publicar mi libro de memorias «La prensa libre no fue un regalo». La Voz publicó una crónica  que agradezco de Manuel León, uno de los que fundaron conmigo La Gaceta de los Negocios a finales de los 80. Gracias, Manolo.

Crónica de La Voz de Almería sobre la presentación de mi libro en el Teatro Apolo, donde yo actué de niño.

Me encantó reunirme con tantos amigos, colegas de la Universidad de Almería (UAL), vecinos de mi barrio y parientes a quienes hacía tiempo que no veía. «Almería.., quién te viera» es el titulo de la serie de artículos que, con ataques de nostalgia, suelo publicar en La Voz. Pues el martes, por fin, pude ver y sentir mi Almería. ¡Qué fácil es triunfar en campo propio con el público a favor! Me emocionaron.

Jams reina en el Apolo: presentación de las memorias de un hombre de acción

El periodista Martínez Soler comparece con su obra ‘La prensa libre no fue un regalo’

MANUEL LEÓN
16:13 • 19 OCT. 2022 / actualizado a las 16:40 • 19 OCT. 2022

Ocurrió anoche en el Apolo lo siguiente: se apagó la luz del orlado coliseo y apareció un tipo en una pantalla diciendo con voz aflautada “Hola, soy Martínez Soler” y a continuación un fotograma en el que se veía al protagonista con un traje, una flor en la solapa y peinado de Elvis, cogido del brazo de una chica de Boston con la que se acababa de casar; e inmediatamente se vio a ese mismo hombre con el ojo arruinado, como si acabara de boxear con Urtain, y a su lado, la misma mujer americana mirándolo con ternura, sufriendo por él, como se sufre por un ser lastimado al que se quiere. Ese hombre, ese periodista indaliano, acababa de ser secuestrado y torturado por un comando de la Guardia Civil en Madrid en 1976, cuando España era aún como un campo de minas desconocido donde los españoles tenían que aprender a pisar, a no embestir, a pensar, como dejó escrito Machado cuando se moría en Collioure muchos años antes

Fue ese fotograma la fiel demostración del título del libro que ha venido a traernos nuestro curtido paisano: “La prensa no fue un regalo, cómo se gestó la Transición”. Esa imagen describió, más que todas las palabras juntas, el fragor de los bisoños periodistas de entonces por conseguir el oxígeno de libertad. Eso debió de pensar José Antonio aquella mañana, mientras Elvis se atiborraba de somníferos en Las Vegas, cuando fue sometido a un fusilamiento simulado entre pinos y castaños de Guadarrama, por haber publicado un artículo sobre la purga de mandos moderados en la Guardia Civil. No apretaron, venturosamente, el gatillo y Martínez Soler, el almeriense, el hijo de Pepe el del cemento, ha vivido para contarlo, como el título de la última novela que escribió el nobel colombiano. Y lo contó anoche, con todos los matices, durante dos horas de película, en el teatrillo de Obispo Orberá, ante un grupo amplio de amigos y teniendo a su lado a escuderos y colegas como Manuel Saco, Amalia Sánchez Sampedro, Rafael Quirosa, Antonio Cantón y Antonia Sánchez Villanueva, que actuó como conductora de un acto organizado por La Voz.

Inauguró el acto para contar este inapelable relato de unos hechos tan recientes, tan lejanos, la subdirectora de La Voz quien resumió en ocho los motivos para leer este libro al que definió como “un relato ágil, entretenido, en un estilo divulgativo que nos retrata, que nos explica, con un despliegue impactante de hechos, lugares y personajes”.

El periodista y colega del autor, Manuel Saco, compañero en la redacción de la legendaria Cambio 16, con la media voz de un tango, desplegó toda una colección de perlas cultivadas de la memoria, complicidades de aquellos tiempos compartidos, con protagonistas de la época como Marcelino Camacho, rememoró aquella letra ávara del almeriense que era su jefe en la publicación, cuando ya la imaginación empezaba a servir para burlar la censura de curas y falangistas trasnochados.

Amalia Sánchez Sampedro, merideña (ahora casi veratense), veterana de las cámaras de televisión, de crónicas apresuradas desde los intestinos del Congreso, sacó a colación todo ese miedo legítimo de la época, sus coincidencias en la calle con Martínez Soler, con aquel Mariano Guindal que aún sobrevive, todo ese periodo del semanario Doblón, de los Gal, de Calviño, de la ¡Otan no! y luego ¡Otan sí! “son las memorias narcisistas de Jams” (José Antonio Martínez Soler) dijo, mientras el autor gesticulaba, ávido de agarrar en algún momento el micrófono.

Rafael Quirosa, catedrático de Historia de la UAL, subrayó que la Transición no fue un proceso idílico, que se encontró con muchos obstáculos, “a pesar de la ventana que abrió la Ley Fraga” y esbozó algunos títulos de esa prensa que empezaba a derribar las puertas de tantos años de férreo control dictatorial como Triunfo o Cuadernos para el Diálogo.

Antonio Cantón, ingeniero almeriense de Telecomunicaciones, “el hermano pequeño de José Antonio”, como se autodefinió, con su voz rotunda de Jazztel, relató cómo se fue tejiendo hace cinco años el cañamazo de estas memorias recién editadas por Marcial Pons, cómo fueron urdiéndose todas esas páginas que llegaron a un millar, y de las que hubo que amputar las de la niñez y la juventud almeriense, “a través de navegaciones y de las reuniones almerienses con Andrés Cassinello, fue surgiendo esta obra”.

Llegó por fin el turno del protagonista del acto quien aferró el micrófono como el náufrago se engancha a una tabla y entre bromas de Unamuno y sus inicios como mal estudiante de arquitectura, relató cómo se hizo periodista por accidente en el diario Pueblo cuando le pilló estudiando en la silla vacía del redactor jefe Balbín y le sorprendió la campanilla de la Agencia EFE anunciando un golpe de Estado en Indonesia. Habló y no paró José Antonio, con gracejo almeriense, de sus años lasalianos con el Hermano Rufino, de sus peripecias con los censores de la época –“uno se apellidaba Sordo, ¡vaya censor!”– Y se puso serio para rememorar que la clave de la Transición fue que “no conocíamos la debilidad del otro, nosotros parecíamos muchos pero éramos cuatro gatos, igual que los comunistas o los falangistas, no sabíamos a dónde íbamos, marchábamos a tientas, con miedo legítimo, entre ruido de sables, entre el flu flu de las sotanas, con represión policial, sin saber a dónde llegaríamos. El miedo en ambas partes nos hizo demócratas, eso y la generosidad de nuestros padres y la nueva clase media que estaba emergiendo”.

Y lanzó laureles, José Antonio, a otro almeriense, Andrés Cassinello, teniente coronel -allí estaba su hermana Mercedes- el jefe de los servicios de inteligencia en la época de Suárez, de quien recordó que ayudó a facilitar la legalización del Partido Comunista y la vuelta de Tarradellas, escenas que parecen ya como de la noche de los tiempos.

Y seguía y no paraba este Jams -más dicharachero que León Salvador, que Robles el de los botijos, que aquel Gustavo reportero de Barrio Sésamo- el hijo del Rumino de Mojácar, contando incidencias, fechorías, entrevistas a González, a Aznar, sus aprietos con Calviño, pasajes de esos caudalosos años que hicieron que hoy los españoles -los almerienses- seamos lo que somos, seamos como somos, con la Constitución de 1978 como el mejor prontuario al que llegó esa prensa libre, que no fue un regalo. Ahí está su cara en las hemerotecas, la cara quemada del almeriense Jams, como prueba del ocho de que la libertad en las rotativas no cayó del cielo; esa cara ahora más arrugada pero dura como el cemento que vendía su padre y que felizmente no sucumbió ante un pistolón hace ahora tanto como 46 años.

Presentadores de mi libro en el Apolo

Luego tertulia en El Tomate, junto al mercado donde mi madre y mi abuela hacían la compra y donde yo escuchaba fascinado a los charlatanes que vendían ilusiones contra los celos y otras dolencias… y te regalaban un peine.

Tertulia en el Tomate

Acompañado por un trío de ases (Cantón, Saco y Flavio) en la puerta del Teatro Apolo.

Y antes de comenzar el acto, mi amigo Alfredo Sánchez me impuso el PIN de los Coloraos que luzco con orgullo en mi solapa. Representa el final del Pingurucho de mármol de Macael donde homenajeamos cada 24 de agosto a los Mártires de la Libertad, fusilados por orden de Fernando VII, el rey felón, ese mismo día de 1824. Pronto celebraremos el Bicentenario de aquellos que murieron por defender la libertad, pisoteada por el absolutismo y la Inquisición del peor rey de la historia de España.

Con Alfredo Sánchez y el PIN de los Coloraos en mi solapa poco antes de comenzar el acto del Apolo.

 

 

 

¡Hala! El martes, 18 a las 20.00h, en el Teatro Apolo de Almería

El próximo martes, 18 de octubre a las 20.00h, estáis invitados a la presentación de mi libro «La prensa libre no fue un regalo» en el Teatro Apolo de Almería, donde yo actué de niño. ¡Qué ganas tenía de pisar mi tierra!. Si estáis por allí, no os lo perdáis.

Invitación al Teatro Apolo, el martes próximo, 18 de octubre, a las 20.00 h.

Me acompañarán en la mesa del venerable escenario estos amigos que glosarán mi libro (aunque sea a favor, con merecidas críticas):

Pedro Manuel de la Cruz, director de La Voz de Almería

Prof. Dr. Rafael Quirosa, catedrático de Historia Contemporánea de la UAL

Manuel Saco Cid, autor del preámbulo, periodista de TVE, cofundador de Cambio 16, El Sol y La Gaceta de los Negocios.

Amalia Sánchez Sampedro, periodista, corresponsal política de TVE y otros medios.

Antonio Cantón Góngora, empresario y moderador del acto.

Para aquellos que no puedan asistir, copio y pego a continuación un artículo resumen de mi libro que escribí hace unos días para El Siglo, a petición de Pepe García Abad, cofundador del semanario Doblón.

«Mi amigo y colega Pepe García Abad (a quien vi el martes 27 en la primera fila del venerable salón de Actos del Ateneo) fue subdirector del semanario Doblón y director en funciones, mientras yo me recuperaba de las heridas provocadas por las torturas de mis secuestradores. Es un periodista y escritor brillante, clave en la Transición y más allá, con quien he compartido grandes aventuras profesionales y muchas risas. Y hasta la construcción de nuestras casas en el mismo barrio. Me ha pedido que le escriba una reflexión sobre mi libro para la revista elsiglodeeuropa.es que él fundó.

Mi artículo en elsiglodeeuropa.es

Lo hago de mil amores y lo comparto también con mis lectores de 20minutos.es. Todo aprovecha para el convento. Gracias, Pepe.»

La prensa libre no fue un regalo

 José A. Martínez Soler

Mi último libro (“La prensa libre no fue un regalo”) trata de la forja de un periodista que transitó de la Dictadura a la Democracia, sin querer volver a las andadas de otra guerra civil tras la muerte de tirano. Fue una lucha larga y arriesgada de los periodistas, pero, sobre todo, de la sociedad española entera a la que el traje, rígido y opresor, impuesto por el dictador se le rompía por las costuras.

Ahí cuento como peleábamos por la libertad de expresión palabra a palabra. Nos procesaban en distintos tribunales especiales, ordinarios o militares, por delitos de prensa o de orden público, la censura nos prohibía el reparto de ejemplares, la policía nos perseguía, nos detenían… Yo mismo fui secuestrado, torturado y sometido a un fusilamiento simulado por haber publicado un artículo sobre la purga de mandos moderados en la Guardia Civil. Con una pistola a dos palmos de mi frente ensangrentada, pensé que iba a morir. Y sigo vivo para contarlo. Por fin, me atrevo a contarlo.

Esta es una historia de periodistas y políticos, de empresarios y trabajadores, que trata de describir, a veces explicar, cómo se gestó la Transición pacífica en España. Una rara historia de éxito. Algunos jóvenes piensan ahora, quizás con razón, que nos quedamos cortos al optar por la reforma política y no por la ruptura total con el pasado. Posiblemente, no saben que tuvimos miedo, mucho miedo. Miedo legítimo al ruido de sables y a la represión policial.

A medida que el dictador se acercaba a su fin, los franquistas, vencedores de la guerra civil, también tuvieron miedo a la eventual revancha de los vencidos. El miedo mutuo, una pizca de generosidad y la desconocida debilidad de ambas partes, nos hizo demócratas. Por eso nació la Constitución del 78, la más larga, y la única en paz, de la historia de España. Por fin, le quitamos la razón al gran poeta Ángel González. Decía que la historia da España era como la morcilla de su pueblo: “se hace con sangre y se repite”. Pues, no. Esta vez no fue así. Se hizo sin sangre y, pese al intento de Golpe de Estado del 23-F de 1981, no se repite.

Aunque no lo parezca, mi generación lo tuvo fácil. Cuando, por razones también biológicas, saltó el tapón generacional de los ex combatientes, incrustados en la prensa de la Dictadura, los jóvenes periodistas, ansiosos de libertad, ocupamos su lugar. Gran oportunidad. Teníamos un presente oscuro y un futuro brillante. Mi compañero de mesa en el diario franquista Arriba nos hablaba de sus batallas en la División Azul que luchó a favor de Hitler. En el despacho de al lado, Antonio Izquierdo solía poner su pistola junto a su máquina de escribir. Cerca de mi mesa había dos redactores próximos al Partido Comunista. Fascistas abiertos y comunistas y demócratas clandestinos convivíamos en la misma redacción. Los primeros, en declive; los segundos, en alza. En la muerte de Franco, la curva descendente de los franquistas se cruzó con la curva ascendente de los demócratas. Eso también ayudó la Transición pacífica.

La Iglesia católica, con el cardenal Tarancón al frente (“Tarancón, al paredón”, gritaban los fascistas del bunker) fue evolucionando lentamente del rígido nacional catolicismo, que bendecía al dictador bajo palio en sus templos, hacia posiciones mas abiertas y dialogantes. Algo parecido ocurrió con el Ejército. Ante la muerte cercana de Franco ya no era una piña. Surgieron los oficiales y jefes de la UMD (la Unión Militar Democrática) que envidiaban a sus colegas portugueses que, con claveles en sus fusiles, nos precedieron en la transición en paz de la Dictadura a la Democracia.

Y la prensa ayudó lo que pudo. Lo contaba como podía. Denunciaba la corrupción generalizada del franquismo y su incapacidad para homologarnos con Europa. Queríamos ser ciudadanos libres, como nuestros vecinos del norte, y no súbditos oprimidos por un tirano que venció en la guerra civil con la ayuda de Hitler y Mussolini.

Muerto Franco, Adolfo Suárez y otros franquistas, convertidos en demócratas de toda la vida, contribuyeron a desarmar las instituciones de la Dictadura, mediante la Ley de Reforma Política, y legalizaron a los sindicatos y partidos clandestinos, incluido el Partido Comunista. Los extremistas o inmovilistas del bunker franquistas se refugiaron durante décadas en sus cuevas. (Solo ahora enseñan su patita con las siglas de VOX). Los demás firmaron los Pactos de la Moncloa y acordaron la Constitución de 1978, la única aprobada sin ruptura con el pasado. Surgieron líderes extraordinarios (Suárez, Abril Martorell, González, Guerra, Carrillo, Fraga, etc.), propiciados por una situación de alto riesgo también extraordinaria. Fue una transición bastante ejemplar, con sus luces y sombras, que ha servido de ejemplo para otros países.

Creo que toda la sociedad española debe felicitarse por ello y animar a los jóvenes para que no se duerman en la defensa de la libertad. “Por ella, Sancho, se puede y se debe aventurar la vida”, dijo don Quijote. La libertad, como el oxígeno, se valora más cuando te falta. Y ésta no nos tocó en una tómbola. Ojalá nunca les falte a los jóvenes de hoy, mejor formados que nosotros. Este no es un libro de texto para futuros periodistas, pero puede ayudarles a construir y consolidar su futuro en libertad conociendo mejor el pasado de su padres y abuelos. Así sea. Y a los de mi generación puede provocarles un ataque de nostalgia (“La sonrisa al trasluz” que decía Gómez de la Serna) y, ¿por qué no?, un chute de amor a España. Amén.

Parta abrir el apetito a posibles compradores, también copio el prólogo que, por ser almeriense y amigo, escribió para mi libro el teniente general Andrés Cassinello, cuyo libro ha sido presentado en Madrid el pasado 5 de octubre:

Prólogo del tte general Cassinello

Prólogo (2) pag 16

Y, ya puestos a presumir, ¿por qué no copiar y pegar el Preámbulo que ha escrito mi amigo Manuel Saco? Ahí va:

Preámbulo que escribió para mi libro Manuel Saco, que editó primorosamente el manuscrito, junto con mi hijo Erik, mi esposa (awestley.com) y el general Cassinello.

Preámbulo (2) pag 18

Preámbulo (3) Pag 19

Preámbulo (4) Pag 20

Primera página de mi libro.

 

 

«No podemos archivar esta foto»

Mi libro «La prensa libre no fue un regalo» me sigue dando sorpresas. Un colega del grupo «Gente 16» me acaba de enviar este comentario editorial del semanario Realidades (marzo, 1976) con la primera foto que me hicieron en la Asociación de la Prensa, tras mi secuestro por un comando franquista de la Guardia Civil del general Campano. Gracias, colega.

Editorial del semanario Realidades, dirigido por Guillermo Díaz Plaja, en marzo de 1976.

Y el texto me confirma que, mientras me refugiaba y curaba las heridas en Soria, fue Miguel Angel Aguilar, (valiente, como siempre, casi temerario) quien entregó esta primera foto al ministro de Información franquista, Martín Gamero, y le pidió explicaciones. Gracias, Miguel Angel.

Fue Miguel Angel Aguilar quien, en la rueda de prensa del Gobierno, entregó mi foto al ministro de Información, Martín Gamero.

A Miguel Angel Aguilar no le escapa ni una. Me visitó en la caseta de Marcial Pons en la Feria del Libro, nos dimos un fuerte abrazo, me compró y leyó el libro y fue el primero en detectar una errata relevante en la página 291. ¡Cómo no la iba a detectar si fue él mismo, ahora lo veo, quien le entregó mi foto al ministro Martín Gamero!

Miguel Ángel Aguilar, siempre honrando la memoria de su diario Madrid, cerrado por Franco.

Por mi mala cabeza de jubilado, no hice el doble chequeo, obligatorio para cualquier periodista que se precie, y di por bueno que aquel ministro era el viejo y famoso Gamero del Castillo, otro ex ministro franquista, y no Martín Gamero, del mismo apellido pero mucho más joven. Pido disculpas al público lector y a la Editorial Marcial Pons, permiso para corregir la errata. Manolo Saco, autor del preámbulo del libro, suele decirnos, con razón, que «las erratas son las últimas que abandonan el barco».

Por ahora, la corregiré a mano. ¿Por qué me habré fiado de mi mala memoria? Lo siento. Habrá más erratas. Ya lo creo, Manolo. Y se te habrán escapado también a ti, que has editado primorosamente el manuscrito. Y también al teniente general Andrés Cassinello (autor del prólogo), a Ana Westley, mi esposa, y a mi hijo Erik que han leído y corregido los borradores.

¡Ay, las erratas! ¡Qué lección de humildad, tan necesaria! Ahí va, corregida a mano.

 

Pag. 291. Corregida.

Página 292

Página 293

Página 294

Audio de promoción de mi libro de un minuto y pico:

 

 

 

Bodas de oro de Cambio 16

Manuel Saco y yo brindamos hoy con churros y porras por las Bodas de Oro del semanario Cambio 16 y por nuestra amistad ininterrumpida que nació hace ahora 50 años.

Manuel Saco y yo celebrando las bodas de oro de Cambio 16

Ambos fuimos los primeros contratados, en septiembre de 1971, (recomendados por Heriberto Quesada, de la Agencia Delfos) para fundar el semanario Cambió 16. Manolo fue a comprar los primeros folios y una grapadora. ¡Ahí queda eso!

Portada del número cero (y luego del número 1) del semanario Cambio 16 en septiembre de 1971

Cambio 16 cambió la prensa de entonces y fue el embrión de la prensa libre. Manolo cardó la lana y yo me llevé la fama. ¡Tiempos duros y emocionantes!

Portada de Cambio 16 (al año de nacer) sobre unas declaraciones arriesgadas del príncipe Juan Carlos a la tele alemana.

 

Manuel Saco y yo a la orilla del mar en Almería. En septiembre, es tradición.