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Evolución

Hay dos maneras de explicar cómo los mamíferos hemos acabado teniendo huesecillos en el oído medio. Una es analizar el desarrollo de la región en distintos animales, como reptiles (que no tienen huesecillos en el oído pero sí mandíbulas compuestas de varios huesos) y mamíferos; y comparar estas estructuras en fósiles antiguos. Y así acabar descubriendo que a lo largo del tiempo algunos de los huesos que forman parte de la mandíbula y su articulación con el cráneo de los reptiles cambiaron de posición y de función, transformándose en nuestros huesecillos del oído. La otra es afirmar que ‘alguien’ los puso allí. La primera se llama ciencia, y el mecanismo que propone se llama Teoría de la Evolución; como depende de pruebas puede explicarse a todo el mundo. La segunda se llama de varias formas (creacionismo, ‘diseño inteligente‘) y su mecanismo se llama fe; como no tiene razones, se cree o no; es imposible explicárselo a otra persona. Lo más divertido es que algunas veces los partidarios de la fe reprochan a los que creen en la razón la falta de solidez de las pruebas que esgrimen, por ejemplo la ausencia de fósiles intermedios.

La Teoría de la Evolución no es sencilla. Muchos de sus detalles son complicados y fáciles de malinterpretar. Entenderla bien exige estudiar anatomía comparada, embriología y genética de poblaciones, bioquímica y paleontología. Contemplarla en acción exige saber, y también exige imaginación. Es mucho más fácil afirmar que la complejidad del mundo natural se debe a que ‘alguien’ diseñó la belleza del mundo natural. Es mucho más sencillo no saber, incluso no querer saber, incluso negarse a ver.

El recién hallado Yanoconodon es uno de esos ‘inexistentes’ fósiles a medio camino entre dos mundos. Se trata de un mamífero muy primitivo que vivió en lo que hoy es China hace 125 millones de años, en el Mesozoico. No muy grande, parecido a una ardilla alargada, tiene un rasgo muy peculiar: los huesos de su oído medio están en contacto con un hueso de su mandíbula. Es un hecho que hay que explicar.

Podemos pensar que el oído de Yanoconodon es justo lo que esperaríamos de un animal a medio camino entre los reptiles y los mamíferos, un ser en plena transición de una a otra forma. O podemos afirmar que ‘alguien’ lo hizo así. Una explicación es breve, sencilla e imposible de refutar: pura fe. La otra es ciencia, y por tanto compleja, interesante y fácilmente rebatible (bastaría con encontrar un reptil con huesos del oído medio y mandíbula compuesta). Ambas explicaciones son producto de elevadas funciones del ser humano, la una de la fe ciega del carbonero; la otra de la razón. Pero ambas no tienen, no pueden tener, el mismo valor.

En recuerdo de Clark Howell, paleoantropólogo pionero fallecido recientemente.

Tenemos gato nuevo

Borneo y Sumatra, como el resto de las islas del Sudeste asiático, de vez en cuando nos dan alguna agradable sorpresa biológica y nos descubren nuevos animales y plantas que la ciencia nunca había visto antes. Aunque esta vez la sorpresa ha surgido no en los bosques de ninguna isla, sino en un laboratorio a miles de kilómetros de distancia, en el Instituto Nacional del Cáncer de los EE UU. Que es donde análisis genéticos han determinado que lo que se pensaba era una variante local del conocido Leopardo Nebuloso del continente es en realidad una especie diferente y nueva. Tan separada, de hecho, del susodicho Neofelis nebulosa de Tailandia, Vietnam y alrededores como puedan estarlo tigres y leones. Que, todo hay que decirlo, pese a sus diferencias cosméticas y sociales están tan próximos que son capaces de tener descendencia a medias. En cualquier caso, hay un nuevo gato en el planeta, y se llama Neofelis diardi. Albricias para todos.

Foto cortesía © WWF-Canon / Alain COMPOST

El paseo marino de Craig Venter

Debe ser la leche ser Craig Venter. No sólo el tipo se ha hecho multimillonario y va a pasar a la historia como el gran impulsor del Proyecto Genoma Humano (y principal donante de material genético; en rigor debiera hablarse del Proyecto Genoma de Craig Venter), sino que además transforma las excursiones en su yate privado en expediciones científicas. Y para colmo, hace descubrimientos importantes, suficientes como para llenar un número de PLoS Biology. Su paseo náutico por el Mar de los Sargazos, el Caribe y parte del Pacífico tomando muestras a mogollón y secuenciando ADN al por mayor ha obtenido resultados espectaculares. Y ha pegado una buena patada a cada avispero durmiente de la moderna investigación biológica, desde la propiedad intelectual de seres vivos y la biopiratería hasta la publicación abierta de resultados científicos. No está mal para un paseo en yate.

Los resultados, empero, son indiscutibles. Para empezar han aparecido numerosas variantes de genes que codifican proteínas sensibles a la luz emparentadas con los pigmentos que nos permiten ver a los vertebrados. Esto abre la posibilidad de que muchos más seres vivos de lo que pensábamos sean capaces de utilizar la luz solar en su metabolismo por medios diferentes a la fotosíntesis, lo que cambiaría por completo la ecuación energética del planeta. Además el espectro de proteínas conocidas se ha multiplicado con la aparición de varias familias antes nunca vistas. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los genes capturados por la expedición de Venter corresponden a bacterias, arqueobacterias y otros organismos unicelulares extremadamente alejados de nuestra rama evolutiva, que al fin y al cabo tiene una raíz común. Eso supone que hay un enorme parentesco molecular entre todos los seres vivos de la Tierra: cualquier incremento de la variabilidad son buenas noticias, porque aumenta el espectro y amplía la definición de ‘ser vivo’.

Aunque los métodos utilizados por la expedición son lo más avanzado en análisis genómico que existe (muchos han sido creados específicamente para estas muestras) todavía no podemos saber cuántos nuevos seres vivos han aparecido, ni siquiera describirlos sucintamente: lo único que tenemos son interesantes y tentadoras muestras de genes nunca vistos. Pero la expedición de Craig Venter en su yate ha destapado una realidad importante: en la Tierra los seres vivos somos más y mucho más variados de lo que sabíamos. Puede que se trate de un millonario arrogante, pero mal que nos pese el tipo se ha ganado su lugar en la historia.