Algunas palabras sobre La soledad de Perico de Ainara Hernando Nieva (1ºparte)

La reflexión de Perico Delgado sobre su vida. Su vida es la nuestra. Tan nuestra que cada uno puede construir su existencia a través de los momentos en los que Perico lo acompañó. Esos instantes no tienen un orden cronológico, son chispas en una especie de continuo espacio-tiempo que vuelven una y otra vez. Nací en 1978. Yo viví el Periquismo. Yo soy parte de la leyenda. He leído miles y miles de páginas sobre ciclismo, desde finales de los sesenta hasta hoy, en español, inglés, flamenco, francés o italiano. Almanaques, biografías y recuerdos. Siempre, siempre, el más grande, Perico. Y este libro, La soledad de Perico, escrito por el campeón segoviano junto a Ainara Hernando Nieva me ha descubierto datos, sensaciones, pasajes, que desconocía. Y eso, para un verdadero obseso como yo, tiene un mérito enorme. Este es mi Perico. La mayor parte está en La soledad de Perico. Otro es mío. Tanto como el Motel Margot. Vamos a ello.

¿Uso un orden temporal formal o emocional? No lo sé, quizá mezcle o quizá no. Este es un artículo que se va a ir construyendo sobre la marcha.

Cojo el Velo 84 que contiene los resultados de la temporada 1983. En una de las páginas está la victoria de Perico en mayo en el alto de Brañilín (unos años más tarde salvará el primer día malo de su Vuelta de 1989 allí) en la Vuelta a los Valles Mineros. En la otra página su primer vuelta por etapas, la Vuelta Aragón 1983. Gana la etapa que va de Calatayud a Calatorao. Pasa por Ateca. El pueblo donde vivo desde que dejé de vivir en Zaragoza. El pueblo del equipo Hueso. No puede ser casualidad. Mi hijo todavía no tiene edad para saberlo, pero algún día se lo contaré, con toda la ilusión con la que os lo estoy contando a vosotros. Mis amigos Peribáñez y Ferrer me pasan el recorte del Heraldo de Aragón. No miente.

Perico comenzó su leyenda en Ateca. En la meta volante de Ateca. Luego en los puertos, en las tachuelas de Aragón, ahí Perico, así Perico. En aquel joven Reynolds de 1983.

En la Vuelta a España se le ve poco, es el año de la Masacre de Serranillos de Hinault. Podéis leer en estos enlaces una narración minuciosa de aquellos días. El mismo Perico, en el libro, habla de cómo le asustaban los miembros del TEKA o algunos antiguos componentes del KAS que sobrevivían en el pelotón profesional después del final del equipo vasco. Os van a comer en el Tour, le decían.

Pero ahí se marcharon, junto a los colombianos. Con cronos por equipos por encima de cien kilómetros y con etapas de pavé. Estaba Ángel Arroyo y estaba Perico. No había patrón, Hinault y su tendinitis, Pascal Simón con la rotura de clavícula, sin poner ponerse de pie sobre los pedales… y Sean Kelly ganando los sprints intermedios y acumulando bonificaciones. Me compré un libro magnífico, NO QUERÍAN GANAR: CRÓNICAS DE LAS PRIMERAS PEDALADAS DE LA MODERNIDAD. TOUR 1983 de JORGE NAGORE. Uno de los mejores volúmenes de ciclismo que he podido leer en mi vida.

Y llegaron los Pirineos, la décima etapa, se puede ver en la red: 10.ª etapa Tour’83 entre Pau y Bagnères-de-Luchon. La etapa a la inversa en la que Hinault se había bajado en el Tour de 1980. En esas etapas donde no se acababa en alto. Las infraestructuras no lo permitían con facilidad. Aubisque, Tourmalet, Aspin y Peyresourde. Casi de memoria. En una dirección o en otra. Y en el descenso, el loco, el loco de los Pirineos. «Le Fou des Pyrénées». Pero gana Millar, Robert. Una vez, la primera. No será la última. Todos hemos visto la imagen, la foto, es la portada de este mismo libro.

Pero lo mejor es seguir su evolución en ese Tour. Perico asegura que se veía con fuerza. Era un Tour sin líder claro, un caos, etapas monstruosas, colombianos desatados, franceses con ganas de abandonar el delfinato, Greg Lemond preparándose para ser campeón del mundo… miren esta etapa, que puede ver, con fondo de agua pura, como el maillot del Reynolds, por el Macizo Central. Daba igual, si había que arrancar se arrancaba.

Y la cronoescalada al Puy de Dome. De eso se acuerda todo el mundo. Todo el mundo conoce el doblete de Castilla, de Ávila a Segovia. Segundo en el Puy de Dome. Como en 1988. Pero sabe igual que una victoria.

Y la llegada a Alpe D´Huez de 1983. La enésima victoria holandesa. Peter Winnen. Fignon se viste de amarillo. Y ganaría una crono. Eso es fundamental en las cábalas, ya lo decía el maestro Bilardo. Perico se pone segundo en la general.

«Perico segundo. A Perico se le hincha el estómago. Perico pierde 25 minutos. Ese era su Tour. O eso dice él. ¿Podría haber ganado aquel Tour? No lo sé. Si es sí, yo le cuento cuatro al menos. 1988. Y con asterisco 1983, 1987 y 1989. Y si alguien me lo niega, que me lo niegue. «

En 1984, el último año de su primera estancia en los frailes, Perico promete mucho en la Vuelta a España. Se viste de amarillo en Rassos de Peguera, un final de poco desnivel en el Pirineo catalán y lo pierde en la segunda subida a los Lagos de Covadonga.

En los Lagos Perico es divino o es vulgar. Como siempre, como en Villard de Lans o en Alpe d´Huez. No hay término medio. La vida con Perico es una montaña rusa. Decide cambiar de aires. Se va con Perurena. Se va a aprender, a sufrir el viento, la lluvia y la espuma en la boca a través de la niebla.


En la Vuelta de 1985 Perico, vestido de Orbea, de Seat, de Perurena, gana en los Lagos de Covadonga. O gloria o infierno. Da igual. Pero luego se deshace. Es un mito, y los mitos de los ochenta son frágiles. Cuando todo está entre Robert Millar (otro que se repite en esta historia, una vez más), Cabestany y Pacho Rodríguez.

Y llega la etapa de Segovia. 11 de mayo. Desde Alcalá a Destilerías Dyc. En zona amiga. En zona de confort. Altos de la Morcuera, Cotos y Leones. Todos hemos escuchado alguna vez la historia. Incluso, durante la pandemia, recuperamos las mejores etapas de la Vuelta. Lo importante es que desde los Leones hasta Segovia había casi 60 kilómetros de llano. Menuda cama le hicieron. Pepe Recio y Perico.

Y el repecho. Los repechos, en realidad. Etapas de fuerza, de agotamiento, de pájaras. Y José María García organizando el cotarro, como si se corriera por naciones. Pero todo era publicidad, García era muy listo: vio el carisma y no lo pensaba dejar pasar. Perico gana. Segovia excitado, ardiendo los cochinillos, el acueducto. Años más tarde, caminando con mi mujer por ahí, trataba de explicarle lo que sentimos los que tenemos una pequeña parte de sangre segoviana en nuestras venas. Perico ha ganado la Vuelta a España de 1985.


Y acude al Tour de Francia. En el que Lemond iba más fuerte que Hinault. Pero había disciplina de equipo. Hinault con los ojos hundidos. El joven Roche, el tipo de los años impares… podrían haber dinamitado el Tour. Pero Hinault compra colombianos y vende Luz Ardiden. Leo un libro de Peio Ruiz Cabestany. Todavía no lo ha superado. La conspiración del día de Luz Ardiden. Él era el elegido. Pero le faltó confianza. Cada uno lee una historia. Cabestany tirará de Lemond en 1986 para reventar a Hinault. Pero en el 85 Perico gana en Luz Ardiden. Esos Pirineos. Esa manera de aparecer entre la niebla. Una etapa en el Tour de Francia. Comienza la serie de etapas en el Tour: 1985-1986-1987 y 1988.

 

En 1986 es un mes de julio. Es julio. Lo intenta Perico. Mi abuela había nacido en Nava de la Asunción. En la provincia de Segovia. Mi abuela era segoviana, como la madre de Perico. Mi abuela había muerto el año anterior. Mi padre y yo vemos la televisión en Salou. Siempre Salou. Parece que puede, parece que este puede ser su año. Pero las imágenes captan las lágrimas que le caen por toda la cara. Se detiene, se baja de la bicicleta. Los hijos de las segovianas. Los hombres que lo intentan, pero no pueden seguir.

No abandono 1986 pero voy unos años hacia delante. Intento aprobar las oposiciones: todos los veranos, en la piscina, leo libros de segunda mano en inglés. Son más baratos, ediciones de bolsillo, algunas nunca se editarán en España. Leo “Slaying The Badger”. El Tour de Lemond e Hinault. Me gusta, me gusta mucho. Leo las biografías de Roche, la de Kelly, la de Robert Millar. Todas en inglés. He viajado por Flandes, Valonia y Francia comprando almanaques y libros de fotografía.

Hablo con mi jefe de estudios. Mi hijo ha nacido ya. Me descargo la etapa. La veo completa, veo cómo Hinault se escapa con Perico en la primera etapa de montaña. Veo el monstruo que es Burdincurutcheta. La dama blanca, ahí Delgado e Hinault encuentran y dejan a Chozas y Jeff Bernard. Bernard es el ojo derecho de Tapie. Lemond está enfadado. Puede que sea la escuadra más fuerte de la historia del Tour de Francia. Más que el Renault de 1984 o el Sky de 2012. A 40 kilómetros les toca pedalear, los dos, el mito y Perico, mito e Hinault. Con su camiseta de La Vie Clarie, con ese diseño de Piet Mondrian. Gana Perico en el sprint. Es imposible que Hinault, un hombre muy potente y rápido, no se impusiera. Perico no ganaba nunca al sprint. Solo en Cerler. Ya llegaremos a eso.

Perico ha fichado por el PDM. Está solo en Holanda. Pero aprende, vaya si aprende. Al año siguiente ficharán a José Luis Laguía, el hombre de los premios de la montaña, para que pueda hablar con alguien. Pero en el PDM le piden más. Mucho más. Una vuelta mediocre y un abandono en el Tour. Pero es que la guerra era otra, es como meterse entre dos colosos, entre Lemond e Hinault solo puedes salir perdiendo.

En 1987 sigue el maillot del PDM. Hay una colección de cromos, Ases del pedal. La empiezo a comprar pero no completo el álbum hasta muchos años más tarde. No hay más que 40 segundos de gloria. Estamos de nuevo en Salou. Iba a ser el año.

Tengo un libro en mis manos. Agonía y Éxtasis: Crónica del formidable Tour de Francia de 1987 de Pablo Zamundio. Roche venía de liarla en el Giro de Italia. Van a por él, la melena de Visentini y el apoyo de Robert Millar.

Millar es salsa, es elegancia. Sube y sube mucho. El del pendiente, como le llamaban en 1985. Y luego ganará Roche al sprint el Campeonato del Mundo. La triple corona, como Merckx en 1974. Luego… solo será el sinónimo del odio de todos los pre adolescentes españoles durante años. Mejor Kelly, que se había retirado en la Vuelta de aquel año con un forúnculo. Se había ganado Lucho Herrera, cómo era posible que no ganara la Vuelta Perico.

40 segundos. Estamos en carrera. Mottet y Bernard, Bernard en el Mont Ventoux, Berlín, la crono de casi 90kilómetros, Perico al ataque. Se van camino de Villar de Lans. Siempre los mismos lugares, Luz Ardiden, Villar de Lans y Los Lagos de Covadonga.

Se viste de amarillo en Alpe D´Huez. Ataca subiendo La Plagne. Está ganadísimo. Cuando aplaudimos no nos da tiempo levantarnos del sofá. Llega Roche con el gancho, no se pueden contar los segundos. Es una mala broma. En la radio, escuchamos la radio porque hace mucho calor en Salou y los slammers están en plena efervescencia. Mi padre sin camiseta, en la litera de abajo, mi madre en la de arriba. Ganaremos el Tour, papá… no lo sé hijo.


No recuerdo el descenso a Morzine, sí que recuerdo el paripé de la botella de oxígeno. Son muy pocos segundos. La menor distancia entre el primero y el segundo hasta ese momento en la historia del Tour.

Mottet y Bernard pidiendo la hora, solo la clase de Fignon, nunca se le caen los anillos. Fignon, mi favorito, aprieta dientes gana en Ávila en la Vuelta y en La Plagne en el Tour. Nadie podía pensar qué pasaría en 1989. NADIE. Porque 1989 es una confluencia cósmica definitiva. Nada será igual después.

1988: La misma radio de siempre. La misma mesa frente al televisor. Mi abuelo come mientras ve el Tour de Francia. Tengo arena de la playa en las cangrejeras. Es la etapa de Luz Ardiden. Es la que ganará Laudelino Cubino. He visto el Tour de Perico mil millones de veces. He visto el agua mágica, el enfado cuando los espectadores lo rodean, la llegada al Puy de Dome, las lágrimas de Álvaro Pino en la cronoescalada a Villard De Lans (los mismos nombres, siempre los mismos nombres).

El beso de Perico a Martínez-Oliver cuando este gana la última crono. Recuerdo, sobre todo, que Stephen Rooks entró en los Campos Elíseos con un grupo de escapados. Pero todo estaba controlado. Todo menos el Probenid.

El calor de aquellas noches horrendas en Salou. Salou conectado con Francia. En la radio, mi padre sentado al borde de la litera, yo en el suelo, tengo diez años, el suelo tiene algo de fresco, muy poco. Mi padre solo lleva el pantalón del pijama. Hace mucho calor y a Perico le quieren sancionar por una sustancia. Para ganar el Tour hay que salir de amarillo de Alpe d´Huez y ganar una crono. Las cábalas. Esta vez se cumple todo, pero nunca son las cosas sencillas con Perico.

Villard de Lans. Otra vez. Una y otra vez. Ahí siempre.

Muchos años después. Casi veinticinco. Encuentro en internet resúmenes del Giro de Italia de aquel año. Perico se le ve fuerte. Me he convertido en un experto en ciclismo clásico. Así que veo la etapa 12, que llega a Selvino y hace segundo detrás de Hampsten.

La veo varias veces en unos meses y siempre pienso que va a ganar. La foto histórica de Perico en el Gavia. Dicen que fue la etapa más dura de la historia. Pero Perico llevaba buena cara. Estaba claro que era su año. Reviso la clasificación de aquella etapa, la del Gavia. Entra décimo. No es su guerra. Perico iba a hacer kilómetros. Veo la gansada de acudir a la salida de la Vuelta a España en Canarias. Yo también, como Jose María García, me cabreé cuando dijo que no correría la Vuelta. Pero los frailes tenían razón. Quizá no sean los frailes, quizá fuera José miguel Echavarri.

Perico aquel año hacer Tour de Romandía y hace la Flecha Valona. Esta vez es octavo. Es la primera vez que asoma la nariz por las Ardenas. En 1989, con la mejor forma de su vida, dará una de sus exhibiciones más recordadas. Pero no nos adelantemos. Gana el G.P Navarra. No encuentro el vídeo, pero tengo el almanaque. Luego hago una foto.

¿Has terminado ya, Octavio? Es que 1988 es el final. Es el momento cumbre, pero es un Tour sencillo. Roche lesionado, Lemond con un saturnismo atípico, Fignon -que avisa de su recuperación con una magnífica victoria en la Milan-San Remo-, no está en su mejor forma para el Tour.


Lucho Herrera, Sean Kelly, los gemelos dopados del PDM (escuela de Perico)… Rooks con su maillot de la combinada, de colinas a puertos y Thenuisse con las melenas, unas melenas que se caerán por la testosterona unos años más tarde, son todos irregulares, están cualitativamente por debajo de Perico en alguno de los terrenos fundamentales del ciclismo.

Perico, eso sí, con la bandera española recorriendo los Campos Elíseos. Lágrimas. Muero. Es la vida. Alegría y llanto, claro.

y con Luis Ocaña.

y la búsqueda de Leoncio en la factoría Chanante

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