Archivo de diciembre, 2013

¿La obra del mejor cuentista español de todos los tiempos?

Por María J. Mateomariajesus_mateo
Puede que, después de todo, vivir sea una cuestión lumínica. Y que los días dependan, no ya del cristal con el que miramos, sino de la luz que proyectamos. O de la luz que los objetos (y los días) irradian.
Es lo que primero que pienso al acabar Técnicas de iluminación (Páginas de Espuma), la última obra de Eloy Tizón (Madrid, 1964), de quien llego a leer estos días que es «el mejor cuentista español de todos los tiempos».
9788483931523_04_h-639x1024Yo no sé qué decir después de leer una frase así. Supongo que me marean un poco esas declaraciones. Que me causan cierto estupor y también cierto vértigo, e imagino que en parte simplemente por desconocimiento: porque no conozco lo suficiente el género del relato como para ser tan categórica.

Sí sé, sin embargo, que hacía mucho tiempo que no leía una colección de relatos tan redonda. Una obra en la que cada cuento viene a superar al anterior —si es que estableciésemos un orden— y en donde cada palabra aparece justo en el lugar exacto en el que parece corresponderle. Como si Tizón se hubiera propuesto colocar las piezas de un puzzle ya existente, de una obra que, de tan perfecta, pareciera haberse escrito de antemano.

Cierro el libro y recuerdo aquella reflexión de Milan Kundera que durante un tiempo tanto me gustó y en la que venía a reducir la existencia a una cuestión de peso y levedad. Pienso ahora en que puede que Tizón tampoco ande desacertado en su parámetro. Y que los días sean un reguero de momentos alumbrados de forma intermitente. Un trasiego de estados cambiantes, mostrados con distinta intensidad. De ocasiones fugaces que podríamos distinguir en función de su claridad: instantes brillantes e incluso eléctricos, algunos; e instantes sombríos, lúgubres y tristemente cubiertos, otros.

Fogonazos, a fin de cuentas, que van más allá del sistema binario de luces y de sombras, y que construyen relatos tan deliciosos como El cielo en casa, Ciudad dormitorio y Manchas solares, mis tres favoritos de la obra.

Todas ellas historias imbuidas de esa «extraña normalidad» de la que se habla en la contraportada del libro y en las que aparecen personajes perdidos, vagando a tientas, en busca de una razón —luz natural— o una justificación —luz artificial— para actuar como lo hacen.

Historias descritas en lugares que se definen en función de su luminiscencia y que identificamos fácilmente: un vagón de cercanías que puede ser el último de la noche o el primero de la mañana en la hora de la «explosión solar», ese «resol naranja de pájaros y jaulas»; una discoteca en la que «convulsionan luces epilépticas, cadavéricas»; un manicomio en el que el tiempo son «manchas de colores diluidas en aguarrás»;  un despacho oscuro sumido en el «submundo de las catacumbas de un edificio inteligente»;  un escenario con los focos desmontados; o un cielo en el que las estrellas «siguen siendo un jeroglífico», esa vertiginosa  y misteriosa «instalación eléctrica» que nos cubre.

Espacios circunscritos en narraciones que son sobre todo poéticas y en las que descubrimos a un cuentista que, si no es el mejor de todos los tiempos, al menos sí está, o estará, en un lugar imprescindible.

 

 

Libertad…, ¿sin pan y sin educación?

Por Paula Arenas Martín-Abrilpaula_arenas

Frente al autor de la serie negra protagonizada por Kostas Jaritos, Petros Márkaris (1937), uno siente que nada de lo que hay en él es falso o parte de la promoción. No le importa si las preguntas que le hago son o no de su libro, el autor nacido en Estambul y afincado en Grecia, está indignado.

Y su indignación es tan poderosa y tan de verdad que Márkaris está muy lejos de lo que algunos, no sé si jóvenes o modernos o ambas cosas (¿voy a acabar escribiendo la palabrita?), llaman postureo.

El escritor Petros Márkaris en Madrid (FOTO: JORGE PARÍS)

Petros Márkaris, de visita en Madrid por su novela Pan, educación, libertad  (FOTO: JORGE PARÍS)

«Al final van a tener que salvarnos ustedes de la crisis, porque los jóvenes y los no tan jóvenes, estamos atontados» le digo. Su generación que lo ha vivido todo (no todos, claro, sólo algunos), sabrá cómo… Digo yo.

De hecho es él quien, con mucha habilidad, se ha servido de la novela negra y su popular detective Kostas Jaritos para denunciar lo que está ocurriendo. Así, ha cerrado la Trilogía de la Crisis con Pan, educación, libertad (Tusquets), el lema que usaron los griegos en el 73. 

«Empecé a escribir novela negra a los 50 años» me dice, y no sé si va a reírse o a soltar alguna ironía, «y uno de mis maestros fue Vázquez Montalbán». No se lo digo, pero pienso que seguramente ya habrá quien diga lo mismo citándolo a él como ejemplo. Más con estas tres últimas novelas que, sin ofender, sacude las verdades a la cara del que lee.

«Alemania cree que puede seguir actuando sin escuchar a la gente, y por eso esto va a acabar muy mal», dispara, «Se han olvidado de las personas para hablar de cifras», dispara, «Lós jóvenes no saben cómo luchar porque para ello hay que aprender, y eso es lo que les falta», vuelve a disparar.

Todo lo que dice Márkaris es un titular, y ninguno premeditado o aprendido. El enfado se le ve en el rostro, en los gestos, en las maneras. En ese modo de preguntar retóricamente cómo es posible que estemos todos tan tranquilos mientras nos quedamos en un vacío absoluto.

El vacío que muestra, no como elemento fundamental de la ficción pero sí con la suficiente maestría para que no pase inadvertido, en  Pan, educación, libertad. Historia que, por cierto y esto es aventurar bastante: nos lleva hasta una Grecia que ha vuelto al dracma, una España con peseta y una Italia con lira. Hay asesinato, por supuesto, y hay investigación. Por eso se lee tan bien, porque no tenemos la sensación de que alguien nos adoctrina tras las páginas. Hablando con Márkaris tampoco se tiene tan incómoda sensación. Y eso es lo más complejo: decirlo, denunciarlo, incluso gritarlo, sin querer imponer nada a nadie.  

 

Entender mal con intención: explicación a la agresividad contra Cayetana Guillén Cuervo

Por Paula Arenas Martín-Abrilpaula_arenas

Puede que Cayetana Guillén Cuervo sea una persona que no caiga bien a muchos, puede que sea una actriz que no guste a algunos, puede que sea una presentadora de televisión que no convenza a unos cuantos… Pero ¿por qué tanto insulto infundado?

Vamos a ver. Entrevisto a Cayetana Guillén Cuervo, que está (como escribía mi compañera Mariaje en la entrada anterior) representando el texto de Camus El malentendido, y ocurre al publicarla algo que ni de lejos imaginaba. Puede que sea más inocente de lo que pensaba, o que haya mucha gente dirigiendo en sentido equivocado la rabia, el enfado, la impotencia y el malestar. Que comparto y quién no, si vamos todos en el mismo barco… Ya, algunos no entran en ese ‘barco’, pero no me refiero a esos. Miedo me da ‘el malentendido’.

La actriz posa para '20minutos' (JORGE PARÍS)

La actriz, para ’20minutos’ (JORGE PARÍS)

 Desde Twitter hasta los comentarios en la entrevista publicada en 20minutos casi todo eran palabras molestas y gratuitas hacia la entrevistada, que si de algo pecó durante la charla fue de cauta. Tan cauta que el fotógrafo Jorge París (por cierto, una vez más sacó la mejor cara de la retratada) le preguntó el motivo.

«Estoy harta de que me usen para determinadas batallas» le respondió Cayetana, así que tratamos de que el titular no fuera tan sangrante como un «Nunca haría corazón», que lo dijo, pero que fuera de contexto parecía no venir a cuento. Sobre todo porque no estábamos hablando de su programa de televisión sino del montaje que ha subido a escena.

El titular fue otro, y…  cayó peor que si hubiéramos sacado a Rajoy hablando de lo difícil que es tomar decisiones como cerrar cadenas de televisión. Pero no vamos a irnos tan lejos. Aquí dejo el titular y la entrevista a Cayetana, espero que antes de tuitear insultos o malas opiniones quien vaya a hacerlo la lea entera:   «La rebeldía tiene un punto que no me interesa, la risa es más útil»

El matiz importa: señala que tiene un punto, no que no le interese la rebeldía o que la juzgue innecesaria. En fin, si se lee la entrevista entera se ve que hasta dice lo cansados que estamos de que no pase nada. Y ya, que es un error volver a alimentar a quienes, ocultos tras falsos nombres, viven encantados de sacar su violencia en estas direcciones…