Prometí no olvidar jamás la adolescencia

Por Paula Arenas Martín-Abrilpaula_arenas

Me lo repetí muchas veces: No olvides nunca cómo te sientes, no lo olvides jamás.

Era adolescente y la incomprensión habitual que rodea a esa edad entre maldita y bendita me llevó a hacerme la promesa, algo que no hago nunca, o casi nunca. Esa vez lo hice.

Al ver, vivir, sentir y sufrir las reacciones que generaban aquel no saber dónde estar ni por qué de repente no había un hueco claro me obligué a no olvidarme de aquella chica que no era capaz de explicarse y tampoco de entender por qué aquellos adultos habían olvidado lo que se sentía.

túIncluso me pregunté si ellos no lo habían sentido jamás, si la adolescencia era patrimonio de mi generación. En todo caso tenía pinta de que con la mía no se cerraría el círculo y algún día yo, con un hijo o hermano o sobrino, necesitaría recordarlo.

Hace un tiempo, unos años, leí (Noguer), de Charles Benoit, y aquella promesa y lo que me indujo a hacérmela me vino de golpe a la cabeza. Al recuperar hoy aquel libro prestado he vuelto a decirme: acuérdate de tu promesa. 

La historia de Benoit con ese protagonista en un instituto de perdedores y con una brutal explosión de emociones lleva al lector hasta su propio pasado. 

El universo interior del adolescente (que, por cierto, nos obliga a mirar lo que hacemos y sobre todo lo que no hacemos) es tan digno de identificación que casi asusta. Por eso, imagino, lo recomiendan en algunos institutos y seguro que aquellos adolescentes que lo lean sentirán al menos compañía. 

Pero sobre todo es a los mayores a los que mejor nos viene su lectura. No se puede evitar la pregunta: ¿cuándo empezó a torcerse todo?, pero sí empezar a recordar cómo éramos nosotros cuando éramos como ellos.

2 comentarios

  1. Dice ser promesas al viento

    Yo prometí no creer en nada que me dijeran que era verdad absoluta. Prometí no creer en las tradiciones, no seguirlas, porque prefiero el presente y el valor de la luz superada. Prometí no cerrar mi mente a la frontera que me marcaban los libros de Historia ni las políticas, ni las religiones. Prometí pensar distinto a como se piensa cuando se tiene que pensar igual.
    No se lo deseo a nadie. El sufrimiento, la impotencia que alcanza el pensamiento tras reconocer las cosas vistas de otra manera, desde fuera, sólo encuentra consuelo en la esperanza de que alguien mas, muchos más, algún día así las vean y se construya de una vez por todas un planeta humano libre como nunca jamás hubo antes.

    25 abril 2014 | 01:07

  2. Dice ser manuel

    Prometí no olvidar jamás la adolescencia
    y el fantasma del amor dibujado en la noche
    me hizo retroceder en mi caballo blanco,
    y encontré en la niñez semillas de mi esencia.

    29 abril 2014 | 17:38

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