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José Luis Corral y Arturo Pérez-Reverte: duelo sin rival

Por Paula Arenas Martín-Abrilpaula_arenas

«El pasotismo es apoyar al sistema y gente como Arturo Pérez-Reverte es lo que hacen». José Luis Corral se despachó a gusto cuando, entre pregunta y pregunta sobre su obra El médico hereje (Planeta), le pregunté sobre posturas, en mi opinión también combativas, como la de Pérez-Reverte.

No sabía que desataría las fieras del historiador y autor de la aclamada obra El Cid, aunque puede que no anduviera yo muy fina ese día, y que arremetería Corral contra la postura del creador de Alatriste y El francotirador paciente (Alfaguara) como si de un ataque personal se tratara.

corralIncluso llegó a decir: «Ya sé que los medios le bailáis el agua»… Por un momento parecía que el propio Corral encarnara a Miguel Servet y su misión fuera defenderse del polémico e inteligente Reverte como si de la Inquisición se tratara.

Sólo que…, ni estaba Pérez Reverte ni había posibilidad de resucitar a Servet. Era pues un duelo sin rival ni personaje por el que pelearse.

Tras varios «Hacen falta más Servet en estos momentos«, el médico que se jugó y perdió la vida por defender la libertad (además de haber descubierto el sistema circulatorio), y una llamada de atención sobre esta figura poco recordada, terminó la charla hablando de Arturo Pérez-Reverte (tras mi pregunta, quede claro que fui culpable de mencionar el nombre del periodista y escritor).

La llamada a la acción del historiador y su deseo de recuperar personajes de nuestra historia como Servet son afortunados, igual que su novela, pero ¿por qué le enfadó tanto el escritor al que aludí? Lástima que la conversación terminara justo ahí.

(Iba a no decirlo, pero lo voy a decir: Reverte no sale de la lista de los más vendidos desde que publicó su última novela, El francotirador paciente).

 

París: mucho más que una bonita postal en manos de Jorge

Por Paula Arenas Martín-Abrilpaula_arenas

A veces creemos que entrevistar, cuando el entrevistado o el entrevistador no tienen el día o no se salen del esquema o llevan la lección aprendida o no hay ganas o no encajan, es misión imposible y nos frustramos. Pero ¿y qué me dicen de los fotógrafos que en esas mismas entrevistas han de buscar la mejor manera de captar al personaje?, ¿qué ocurre cuando la persona a retratar detesta la cámara?

Hace unos días Federico Moccia estaba en España haciendo la promoción de su última novela Ese instante de felicidad (Planeta). Una historia que sigue la línea de amor de sus anteriores obras (Perdona si te llamo amor, Perdona pero quiero casarme contigo…), y que, le pese a quien le pese, tiene una legión de lectoras tan potente que hasta los que lo aborrecen igual se preguntan ¿qué es lo que no entendí?

Federico Moccia (FOTO: JORGE PARÍS)

Federico Moccia (FOTO: JORGE PARÍS)

En fin, al margen del romance entre la chica y el chico, italiano y española esta vez, el asunto más complejo era la foto. Al fotógrafo de 20 Minutos, Jorge París, no le convencían las opciones. Unas escaleras en la editorial (demasiado típico), una terraza que hubiera dado juego de no ser porque diluviaba (pese a todo allá se lanzó París), una sala sin posibilidades…

Mientras lo entrevistaba, Jorge seguía tomando retratos. Hasta que se detuvo y se sentó. De pronto salió de la sala, supuse que tenía prisa, algún otro tema urgente que atender, así que continué preguntando y repreguntando a Moccia. Amor, lazos entre Italia y España, algo de crisis, creación…

Se abrió entonces la puerta otra vez y Jorge volvió a sentarse. Terminé la entrevista y Jorge salió y entró de nuevo en cuestión de segundos. Parecía una comedia, pero no, su retorno venía cargado de ‘razones’: una Olivetti en sus manos, una pesada y hermosa máquina de escribir, justificaba sus idas y venidas.

Le dio a Moccia la máquina, que la sostuvo sonriente y se puso la gorra (dando ya el toque final al retrato), y entonces ya sí Jorge disparó convencido. Pero aún quedaba una parada: quería que el escritor cogiera la Olivetti como si fuera un acordeón y que como tal la tocara. Accedió sin titubear. Me entraron ganas de aplaudir. Y no fui la única: algunas personas de la editorial sacaron su móvil e inmortalizaron la idea de Jorge.

A veces ellos, los fotógrafos, hacen grande una entrevista o un tema. ¿A veces? No: muchas veces. Incluso pueden salvar a un periodista en apuros cuando se abre la puerta de un tema que…

Ayer mismo intentaron copiar sin pudor su idea al situar a los nuevos creadores de Astérix y Obélix (Astérix y Los Pictos) de un modo que…, sencillamente no se le había ocurrido a ninguno. He protestado, incluso me he puesto delante para que su falta de ética no llegara a buen puerto. Pero ésa ya es otra historia. Y ésta que acabo de contar es sólo una minúscula muestra de cómo la técnica sola no basta: hace falta talento y hace falta arriesgarse.

París es una ciudad indiscutiblemente hermosa, pero ¿realmente cualquiera sacaría lo mejor o lo más original de ella?

Pues eso: que en manos de Jorge, París es mucho más que una postal. Gracias, colega.