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Si nos hubieran dicho que los Hombres Grises de ‘Momo’ seríamos nosotros…

Por Paula Arenas Martín-Abrilpaula_arenas

Echo de menos una nueva edición de aquel libro con el que al menos mi generación creció, Momo, aquella fascinante y por desgracia tan real ficción creada por Michael Ende en 1973. Los de treinta y pico (y treinta y tantos)  lo leíamos atemorizados ante aquellos Hombres Grises que convertían el mundo de la niña protagonista, Momo, en un lugar feo, lleno de prisa y con una ausencia absoluta de felicidad, y lo peor: de su búsqueda.

momoAquel universo nos parecía el infierno: en él la imaginación, y por tanto los sueños, eran terreno prohibido. Y ‘eso’ recuerda tanto a ‘esto’ que no sé por qué las editoriales no han  aprovechado para sacar todo tipo de ediciones de Momo. Supongo que porque la crítica a las sociedades modernas servía igual para entonces… Aunque, contradecirse es sano, hoy es más válido que nunca.

Michael Ende nos daba a leer a la que hoy ha quedado ya bautizada como la generación estafada una realidad que ni siquiera sospechábamos que nos pudiera alcanzar. Ende nos contaba la historia de nuestra historia. Sólo que…, ¿dónde se esconde Momo?

Recuerdo bien aquel extraño sentimiento que me prococaron los Hombres Grises, los recuerdo mejor que el personaje de Momo, y eso que es maravilloso, porque esa pequeña era la imaginación, la única manera de darse persmiso y poder empezar otra vez. Momo era el verdadero poder y la salvación, y ellos, los Hombres Grises, daban tanto miedo que… Incluso muchos decíamos aquello de: «Ni que estuviéramos en el mundo de Momo…».

Hasta que nos convertimos en los protagonistas de aquella ficción inolvidable que hoy deberíamos volver a leer aunque solo sea para comparar lo que provoca en nosotros. ¿Habrá ese mismo extrañamiento o rechazo? ¿O habrá dolor y frustración? Y aún peor: ¿qué hacen quienes con el traje gris ya no tienen prisa porque no hay oficina a la que acudir?

Momo debería ser el libro de nuestros hijos. Aprenderán de él lo que seguramente no seremos capaces de enseñarles. Al menos no con el ejemplo. Aunque nosotros lo leímos… Pura contradicción, ya…

 

Mamá, ¿tú quién eres?

Por Paula Arenas Martín-Abrilpaula_arenas

-Mamá, ¿tú quién eres?

-Pues… Pues… Pues, hijo, la verdad es que no lo tengo muy claro.

La pregunta de mi hijo, y la respuesta de su madre, o sea yo.

Por una vez no ha habido ‘repregunta’. No ha insistido ni ha esbozado el habitual ¿por qué? Y eso que en este caso habría tenido mucho sentido. Para un niño de cuatro años debe de ser raro que un adulto, y más si es su madre, responda que no tiene muy claro quién es.

A lo mejor tendría que haber dicho: «Tu madre, eso soy: tu madre». Pero él comenzó su pregunta con un ‘Mamá’ que hacía difícil tal respuesta. Imagino que por eso no respondí como puede que algún manual que no he leído (y he leído muchos y alguno verdaderamente recomendable como cualquiera de Elizabeth Fodor) recomiende responder en estos casos.

Aunque…, y mira que me cuesta decir esto: No todo está en los libros. Es más, hay muchos libros sobre maternidad que sólo ayudan a la desazón y al nerviosismo. Sobre todo al principio, cuando te encuentras con un ser diminuto entre tus brazos, y estás tan aterrada como llena de amor.

Libros, consejos, frases hechas, comentarios, supermujeres y más libros y muchos contrarios en sus tesis se suceden durante días, meses (y si no frenas: años): que si déjalo que llore, que si todo lo contrario; que si los brazos son malos, que si son lo mejor….

Hasta que te niegas y te das permiso, y dejas que lo que te pide el cuerpo, el instinto, la emoción o lo que quiera que sea (supongo que ese metafórico corazón), se imponga y haces lo que de verdad no te lleva a contrariarte.

Imagino que algo así es lo que me ha sucedido cuando mi hijo me ha preguntado quién soy yo. Ahora estoy esperando a que se lo pregunte a su padre. O al mío. Me va a gustar verlos responder. Y sobre todo: a Nico preguntar.