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Antídotos para salir de la autocompasión

Por Paula Arenas paula_arenas

La vuelta al colegio. Mi cabeza está mirando desde el patio de mi hijo. Soy yo, estoy dentro y llamo a mi madre, me llamo a mí. Quiero que venga y que volvamos a la playa o a casa. Sí, con estar en casa bastaría. A salvo.

Estás proyectando, te dices, me digo. Pero no del todo. Es muy pequeño y yo, a veces, como ésta, también. Sólo un libro puede salvarme, distraerme, sacarme del patio. Él ya está dormido, y sus últimas palabras han sido: “Mañana (que será hoy cuando lo lean o incluso ayer) cuando me llaméis y encendáis la luz no voy a levantarme. ¿Qué vais a hacer?”

Leer para que no duela

Qué leer la noche antes de su vuelta al cole

Lunes. Va a ser (ya habrá sido…, pero no mientras lo escribo y en este caso importa que sea domingo y también 8 de septiembre). Malo, malo y malo, va a ser una asco. Esto es un blog de libros, y ellos son parte de mi vida, no los separo. Y eso da problemas.

La vida no es literatura. Menos divagación. Paula, haz memoria, no es momento de jugársela con una novedad, por muy segura que creas la apuesta. Y entonces, clic, Nicanor Parra, poemas, antipoemas, del poeta que acaba de cumplir 99 años y me arranca siempre una sonrisa.

Dicen (algunos lo han comentado) que leer no mata pero sale caro… Pinchen Parra y lo leen gratis. Y a quien no le guste que no se lo compre, él mismo lo ha avisado siempre: “Suban, si les parece. Claro que yo no respondo si bajan echando sangre por la boca”.

Me hace reír un poco. Vuelvo a él con ansiedad, estoy buscando esa manera suya de darle la vuelta a lo que para él había sido muchas y tanto tiempo la poesía: el paraíso del tonto solemne. ¿Estaré en él, Nicanor? Rozo la ñoñería, la cursilada que tanto te espanta y de la que tan bien has librado a la poesía. Ay, tu Autorretrato, tus Artefactos, tus antipoemas, tu Advertencia al lector:

Según los doctores de la ley este libro no debiera publicarse:
La palabra arco iris no aparece en él en ninguna parte,
Menos aún la palabra dolor,
La palabra torcuato.
Sillas y mesas sí que figuran a granel,
¡Ataúdes!, ¡útiles de escritorio!
Lo que me llena de orgullo
Porque, a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a pedazos.

Me da igual los premios que no te den, la verdad es que ya tenías que tenerlos todos.

Queda mucha noche y el sueño se me escapa siempre que caigo en la autocompasión y la pena, la tragedia. Me sacas de la tragedia. Te leo en el ordenador y luego cojo tus Obras completas.

Sigue quedando noche y me aterra. Necesito saltar a otro. Volver…, pero ¿quién me llevará lejos? Y busco en una de las pilas de libros que me rodean. Maldigo mi desastre, como siempre que busco y no busco. Si no sé qué estoy buscando por qué me quejo.

No quiero encender el maldito ordenador y empezar a meterme en páginas de educación y crianza y ver lo malo, lo bueno, y todo los puntos de vista encontrados que voy a encontrar (por supuesto que podría sustituir por ‘hallar’, pero no es lo mismo). Y Elizabeth Fodor, otro libro (muy recomendable cualquiera de los que dedica a la infancia) , me la sé de memoria.

Viejo, muy viejo, y con tapas blandas y polvo como para que coja una toallita del niño (se han convertido en el limpia-todo oficial), lo tengo en mis manos. Es fino y lo recuerdo, pero volverá a engancharme. Es el francés Boris Vian (1920-1953) y su primera novela (muchos se estarán acordando ahora mismo de esta obra), Escupiré sobre vuestra tumba. Lo que necesitaba. Antídoto brutal.

Tan brutal que el tiempo no le ha quitado un milímetro de virulencia. Sigue siendo un rey. Ese protagonista rubio de cuerpo tan hermoso y fuerte como el de un negro (no puedo y no debo ‘reventar’ el motivo, aunque me muera de ganas), lleno de ira y deseoso de venganza, va a hacer que mi cabeza pase de la, gracias, Parra, sonrisa a la absoluta pérdida de la noción de mí misma.

Me hace tanta falta… Siento que a él le saliera tan cara (fue condenado a pagar una buena suma y censurado) la obra (y no sólo ésta), pero al menos, sigue salvando. Me salva.

Vian, escupiremos juntos esta noche, y tu catarsis y venganza, tu manera de usar la violencia para denunciar el racismo me va a dar a mí mucho más que cualquier somnífero.

Sobre todo, porque así mañana cuando tenga que llevar a mi niño al colegio no tendré ese efecto terrible de la química y estaré mucho más que despierta. O con la ira suficiente para no dejar que la ñoñería perjudique a al que menos se lo merece. Ni una lagrimita.

Gracias, Vian.