Archivo de febrero, 2022

Un escaneo de la mar nuestra

Bastante gente está empeñada en decir adiós a los plásticos en su vida diaria. Una parte casi lo consigue, de hecho ya no compran sus alimentos envueltos en plásticos aunque deben cargar todavía con la servidumbre de las bolsas para ciertos productos alimenticios. Eso sí, algunos supermercados ya las proporcionan elaboradas con materiales casi biodegradables en poco tiempo. Otra porción de consumidores hace tiempo que abandonó el intento, al verse superada por las circunstancias. ¡Por más que se empeña no hay manera! Además de todos estos, no se sabe qué proporción pasa de semejante maniobra; ya sea por descuidos, negacionismos o creencias diversas. La realidad es que vivimos esclavos del plástico, para bien o para mal. Y no todos los plásticos son iguales. Por cierto, la Unión Europea ya ha prohibido muchos, España lo cerrará en 2023. Con tanta plastificación los mares están hechos una mierda, sin quitar ni una letra.

La Fundación Biodiversidad nos explica muy bien cuáles son los nuevos habitantes de las aguas libres del ancho mundo. Es como si se hubiera escaneado océanos y mares; no dicen nada de los ríos y lagos. Cuantifiquemos aquellos objetos plásticos que son más nuestros: recipientes para alimentos que tardan 1.000 años en descomponerse y suponen en 18 %; buena parte de los 5 billones de bolsas de plástico que se compran cada año y tardan 500 años en desaparecer; muchas del millón de botellas, sus tapones y tapas que se compran cada minuto en el mundo y tardan 500 años en descomponerse; buena parte de los famosos bastoncillos de algodón que van directamente al inodoro y ya suponen el 60 % de los desechos plásticos que contienen las aguas residuales y tardan 300 años en descomponerse; y así un largo etcétera compuesto por cubiertos y pajitas, toallitas (que no se biodegradan a pesar de lo que digan los fabricantes en su envoltorio) y tampones, vasos y platos, colillas de cigarros, etc.

Cualquiera que lo piense reconocerá que puede hacer mucho por evitar la colmatación del basurero plástico. Empezaría por no utilizar el inodoro como papelera, con lo cual disminuiría considerablemente la carga (bastoncillos, tampones, toallitas, etc.), tendría cuidado en llevar todos los recipientes para alimentos a los contenedores amarillos y así unas pocas cosas que eliminarían muchos plásticos. ¿Tan difícil es? ¿Tanto cuesta?

De tal dimensión es el asunto que dentro de no muchos años la mar océana puede contener más plásticos que peces. Hay quienes lo niegan. Deberían pasarse por esta página de Greenpeace, el Mediterráneo plastificado,  y ver cómo se ha originado semejante problema y lo que cada uno podemos hacer para evitarlo. Su estado debería ser una vergüenza para los países ribereños. Ya hemos hablado de ello en este blog. Pero hay que volver a recordar que en sus aguas se pueden capturar macroplásticos, mesoplásticos, microplásticos y nanoplásticos.  Lo de capturar es un decir. Sus impactos son graves y se pueden apreciar en las especies marinas pero también entran en las cadenas alimentarias, lo cual es más difícil de limpiar.

Todavía hay gente que no ha oído hablar de las cinco grandes islas de plásticos; son solo una evidencia de “nuestra” mar muerta. Se encuentran, y las fotografían los satélites, en el Índico; dos en el Pacífico, una enorme al norte (con una superficie estimada de 4 veces España y que alguien ha calificado como “El séptimo continente”) y otra al sur; la del océano Atlántico norte cerca del Caribe y otra en el Atlántico sur frente a las costas de Brasil. En realidad no son islas sino acumulaciones asociadas a los grandes giros oceánicos que circulan por allí. Son grandes pero no paran de crecer ya que cada año se tiran a los océanos y mares unos 8 millones de toneladas de plásticos. Aunque su producción en masa comenzó tras la segunda guerra mundial, se estima que la mitad de los objetos de plástico que hoy deambulan por el mundo han sido producidos en los últimos 15 años.

Montañas de plástico que cubren la playa de Kerobokan, en la isla indonesia de Bali, cuyos 4,5 millones de habitantes generan 1.000 toneladas de desperdicios. (EFE/ARCHIVO)

Una parte de esta inmundicia la generan las plataformas petrolíferas y de otros tipos además de los barcos, que de vez en cuando sueltan sus residuos al agua, mejor de noche. No vaya a haber algún satélite o dron de agencias ambientales o de los ecologistas que los descubran. Pero el 80 %, más o menos, y aquí viene lo grave, es cosa nuestra. Por los ríos van hasta el mar. Si alguien se lleva la palma en este menester son los grandes ríos asiáticos. Los plástico que transportan proceden de China, Indonesia, Filipinas, Vietnan y otros. No se pierdan el reportaje que se cita en el apartado anterior. Por cierto, en el escaneo no salen los miles de millones de objetos plásticos que van al fondo de las aguas o que por su tamaño o dispersión no llegan a formar islas que puedan apreciar las estrategias medidoras.

Hay gente preocupada por esta cuestión como el artista canadiense Benjamin Von Wong que construyó una enorme escultura La separación del mar (por eso de la separación bíblica del Mar Rojo) elaborada con más de 168.000 pajitas de plástico usadas. Pretendía remover las conciencias de los vietnamitas y recordar la ingente cantidad de residuos de plástico que terminan contaminando sus ríos y mares. Se trataba de una obra de 3,3 metros expuesta en un centro comercial de Ho Chi Minh (antigua Saigón). Con ella quería “crear algo bello y único a partir de una tragedia medioambiental”. O los artistas que construyeron el “Dimoni del mar”, una falla elaborada en Badalona con materiales plásticos de uso cotidiano, para criticar el uso que de él hacemos. Desconocemos si fue quemada o no en las fiestas de mayo de 2019, lo cual nos preocupa por el asunto de las dioxinas. O aquella otra más humilde “Este pez sí come plástico” que lució en el paseo marítimo de El Palo para fomentar la concienciación ciudadana. Escultura de más de dos metros fabricada con gravilla de materiales de obra, junto con otras acciones (pintada de peces junto a alcantarillas de la calle, fabricación de ceniceros tragatodo, etc., de los estudiantes de Formación Profesional para alertar a los habitantes de ese barrio de Málaga de la necesidad de acercarse al ODS. 14. Conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible, cuanto antes mejor.

Nos preguntamos quién sería capaz de recogerlos; tarea difícil. A pesar del acuerdo firmado en 2017 llamado Mares limpios, ahí siguen como especies marinas. A pesar de las restricciones de la UE los plásticos ahí siguen. No perderse la última noche temática de Rtve “Plástico en las venas”. Lo verdaderamente difícil será explicar a las generaciones futuras cómo y porqué se decidió utilizar los mares como vertederos de plásticos. La cultura social es descuidada con estos temas. Ya lo apreciaba Juanjo Millás en su atinado artículo La teología de las bolsas de plástico del 19 de octubre de 1992, hace casi 30 años. Aquí seguimos incrementando lo inadecuado, cual especie rara que se afana en ensuciar su propio nido. Como dijo en una ocasión el escritor Manuel Vicent “El fin del mundo no llegará con una lluvia de fuego anunciada por las trompetas del arcángel ni será producto de las enormes calabazas de una guerra nuclear. Este planeta puede acabar ahogado bajo el insondable cúmulo de mierda que expele la humanidad. Nuestra alma es biodegradable, pero el plástico es inmortal“.

Olimpiadas de invierno en camiseta

Mientras se celebran los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín, aquí estamos en otra casi primavera veraniega intercalada a mediados de invierno. Como las pruebas en China tienen lugar a sus horas y la afición a estos deportes aquí es minoritaria, poca gente les hace caso. Por más que se celebren las medallas logradas por la representación hispana. Suenan recuerdos de F. Fernández Ochoa, medalla de oro en Sapporo en 1972. Una hazaña que dio lustre al desatendido deporte español, fútbol aparte, durante la Dictadura.

En aquellos tiempos nevaba más, y no estábamos en la cuarta glaciación ni en ninguna edad del hielo. Decíamos que ahora se disputan en Pekín los juegos de la nieve alfombrada; es decir, sin nieve excepto la que fabrican los cañones por la noche. Justo para llenar el pasillo deportivo. Y es que los chinos son la repanocha. Mira que querer unas Olimpiadas de Invierno en las cercanías de la capital.

Claro que allí en China cualquier cosa es posible. Si no he leído mal, para estos juegos se utilizarán unos 185 millones  de metros cúbicos de agua para hacer nieve artificial. Eso supone tener funcionando cientos de cañones de nieve con ventilador y otros tantos de agua nebulizada 24 horas al día para crear 1,2 toneladas cúbicas de nieve sobre la que los deportistas competirán. Eso sí, aseguran que todos estos sistemas funcionarán con energías renovables (sic). Hay muchos puntos oscuros pero la blanca nieve los cubrirá todos en las cercanías de Pekín, donde nieva poco. Pero claro, tener el honor de albergar unos Juegos Olímpicos de Invierno (2022) y otros de verano (2008) solamente lo ostentará por mucho tiempo la capital de China. Dicen las malas lenguas que la elección de esta sede se realizó en una atmósfera de nubarrones oscuros, aires densos y rincones apartados.

– Shaun White de los Estados Unidos durante una carrera de práctica antes de la final de Snowboard Halfpipe masculino. (EFE/EPA/MAXIM SHIPENKOV)

No pensemos que esto de la nieve artificial es único en estas justas deportivas invernales. Parece que la nieve artificial supuso en Sochi (enclave veraniego ruso) alrededor del 80%, y en la ciudad  de Pyeongchang (una zona árida de Corea del Sur) se utilizó un 90%. Aún se recuerda al único deportista de Islas Caimán ataviado con Bermudas en el desfile inaugural. China, previsora, ya construyó, o está en ello, un megatrasvase  de casi 500.000 metros cúbicos de agua del sur al norte, con un coste que superaba los 60.000 millones de dólares. Ahí es nada.

Pero los desastres ambientales no acaban ahí. Se dice que para conseguir la candidatura se hubo de comprometer la construcción de un tren de alta velocidad. Además de “limpiar” el aire de las hipercontaminadas ciudades limítrofes, al coste de unos 100.000 millones de dólares. Una vez que los JJ.OO. acaben, uno se preguntará qué uso se dará al agua transvasada, si seguirán funcionando las pistas de esquí, si el tren llevará viajeros, si… Todo sea por las medallas de las grandes estrellas y por poner a China en la cabeza del mundo.

Leímos en un diario español algo así como “deporte menguante se compensa con arma política creciente”. Parecida consigna se atisba también en el caso de que el COE  (Comité Olímpico Español) solicite de verdad los juegos para 2030. La convicción que lo mueve parece la verdad impostada. Ahora mismo, el COE  tiene la idea de un proyecto, sin proyectar que se sepa, de solicitar unos juegos de invierno que se desarrollarían en los Pirineos. Pero la cosa no es tan sencilla. La creciente beligerancia política entre Cataluña y el Estado domina las pretensiones para 2030, con Aragón en medio, que ocupa una buena parte de los Pirineos. No es nuevo el combate político nivoso. Ahora mismo tenemos el caso de Navacerrada, estación con concesión caducada que debería estar cerrada y sigue abierta para desairar al Gobierno del Estado, que da la casualidad de que es del partido rival al que gobierna en Madrid y Castilla y León.

Tenemos constancia de que nos encontramos en medio de una crisis climática que viene acompañada de un calentamiento global. Lo cual puede provocar la disminución o ausencia de nevadas en los lugares de siempre, los días del calendario elegidos, hasta el extremo de que los deportistas compitan en camiseta. Nos da por lanzar la imaginación a lo lejos y mirar hacia el año 2030. Vemos nuestros Pirineos sin apenas nieve y dudamos de la conveniencia de esa aventura. Por eso nos preguntamos la pertinencia de celebrar esos juegos. Además en ese año en el que deben estar muy rellenas las Agendas 2030 de cada territorio. Como escribamos en la nuestra un asunto como el de remolcar la nieve para que unos cuantos se deslicen y otros aplaudan –que habrán llegado allí en transportes diversos más o menos contaminantes- es capaz de lanzarnos la tinta a la cara.

Escuché decir a algún político de no me acuerdo qué partido que la falta de nieve no es problema, que se fabrica y si hace falta se alfombra la pista llevándola con camiones. Por cierto, eso me ha traído a la memoria imágenes de enero y febrero llevando nieve a Panticosa o Formigal (Aragón). Lo peor del asunto es que desde la entidad que gestiona las estaciones de esquí manifiestan que esta práctica no es solo de ahora (sic). Para más inri, los responsables de tal trasiego propagaban su buena acción de haber guardado nieve acumulada del invierno anterior, que se conservaba en lugares adecuados con mantas protectoras. ¡Toma!, como hacían en Fuendetodos, el pueblo de Goya pero también en otros muchos de toda la península, con sus pozos neveras hace cien años. Como no tenían mantas térmicas la prensaban bien y la protegían con mantos de paja. También recordamos aquella imagen tan rimbombante que testificaba el transporte de nieve en camión y helicóptero a Baqueira (Cataluña).

Pero es que en el evento que se propone existen desacuerdos hasta en el nombre; no digamos ya en el asunto de ponerse las medallas sobre quién figura a la cabeza, o lleva el liderazgo. Los dirigentes de las autonomías que en principio se harían cargo, que son Aragón y Cataluña (en momentos se habló de algo de Francia y de Andorra), se ocupan en trifulcas sobre quién debe ser el protagonista y sobre qué zona pirenaica lo haría mejor; lo colectivo no se concierta sobredimensionando las diferencias entre vecinos. Hemos escuchado que se estima un coste de 1.400 millones de euros si se hicieran en Aragón. Eso según cálculos de ahora, que no nos extrañaría que llegase a los 2.500 millones, por poner una cifra. De quién se haría cargo de los gastos apenas se dice nada, que si el COE y entidades privadas. Además, hemos leído hace un par de días que se quiere llevar alguna prueba a Bosnia (sic).

Pensemos detenidamente para entender el complejo sodoku de los pirenaicos juegos. En este asunto, como en otros muchos en los que interaccionan economía, ecología y sociedad hay que ser muy precavidos. Apenas se tienen en cuenta las externalidades y aflicciones que provocan en cada escenario. En ambas comunidades autónomas se postula, más o menos, el evento argumentando la riqueza que va a llevar a la gente de la montaña, el reclamo turístico de invierno y de verano, además de la lucha contra la despoblación. Se dice el alto valor añadido de la inversión, que cada euro gastado supondrá después no sé cuántos, que se pondrán los Pirineos en el escenario mundial. Habría que conocer los estudios científicos en los que se basan para realizar semejante afirmación con tal seguridad. ¿En qué modelo socioeconómico se está pensando en el mismo año que se revisarán las Agendas 2030? ¿Es conveniente priorizar un territorio concreto de una Comunidad Autónoma cuando hay tantos con necesidades básicas sin cubrir? Es posible que la población afectada desee que el evento se celebre en su territorio. De cualquier forma la respuesta debería fundamentarse en evidencias cuantificables, no solo en la publicidad de los gestores de tal o cual actividad política, deportiva o empresarial. Pues en la oscuridad suenan comentarios de entrega casi incondicional a la especulación inmobiliaria.

Parece que apenas se tienen en cuenta las lecciones aprendidas en gastos y construcciones sin uso en “Expos y eventos por el estilo”. Algunas fuerzas políticas han publicitado estos juegos como un ejemplo de sostenibilidad y que están en sintonía con la lucha contra el cambio climático; que servirán para dar oportunidades al ocio y al turismo ambiental; además mejorarán la despoblación porque desarrollarán las cabeceras comarcales. Qué peligroso es hablar de futuribles cuando se debate un proyecto de proyecto que todavía no existe; menos aún de repoblar los valles pirenaicos con un evento que dura unas semanas.

Por lo que algunos opinamos, lo más probable es que estemos en minoría, supone un despropósito a manos llenas. Tendría más valor añadido gastar todo ese dinero en hacer más sostenible la vida colectiva, lo cual tiene unos réditos fundamentales en la salud de las personas y del planeta en su conjunto. Por eso, no hay que desdeñar la relación coste/beneficio de las cuantiosas inversiones que hay que realizar para poner a tono todo el entramado olímpico, con sus servidumbres. ¿Quién se hará cargo de pagar si los gastos en España son similares a los que ha tenido que hacer China? Esperemos que aquí no se empeñen en hacer dos líneas de alta velocidad: una entre Barcelona y el enclave más alto de los Pirineos Orientales y la otra entre Zaragoza y Jaca o más al norte. Esta última ya estaba prevista en el fiasco de Jaca 98, que insistió en 2002 y 2010.

Otro asunto a considerar es la posible falta de nieve y todo lo que supone. Por poner solo unos ejemplos. El Instituto Pirenaico de Ecología del CSIC (Jaca) en su análisis de índices climáticos de octubre de 2020 insistía en que en el Pirineo aragonés, “disminuye la cantidad de nieve, seguramente relacionado con el aumento de las temperaturas”. Otra más. Afirma la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA) que la “extensión de la cobertura de nieve en el hemisferio norte ha decaído significativamente en los últimos 90 años. La mayoría de reducciones se han dado a partir de 1980”. Lo dice también la Sociedad Geográfica Española. Un detalle: 2021 ha sido un año nefasto para los glaciares de Aragón, y llevábamos ya varias décadas de reducción de su superficie y espesor. La Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) realiza unas proyecciones que avisan de que habrá aumentos de temperatura que multiplicarán la vulnerabilidad ambiental y social. Además habrá que tener en cuenta, por su repercusión en las masas de aire, el incremento constante de las temperaturas de los océanos, investigación que acaba de publicarse. Pero claro, la ciencia no es determinante para modular la política. Ya se vio cuando hubo que suspender por falta de nieve los Mundiales de Esquí Alpino Sierra Nevada 96. Desde aquellos años la temperatura media global no ha hecho sino aumentar. Por eso, no sería de extrañar que los deportistas españoles tuviesen que entrenarse como aquel equipo jamaicano de bobsleigh que compitió en Calgary 88. Por cierto, los caribeños, que solo ven la nieve en documentales, han vuelto a insistir este año.

Puede que seamos pocos los que queramos saber más de los juegos para ilusionarnos con ellos. ¿Sería mucho pedir que en cuestiones como estas hubiese un concierto político con la ciudadanía en general para ver si prefieren estos empeños o la mejora de los asuntos sociales que ahora dañan a tanta gente? Dado el momento en que nos encontramos, a ocho años vista, con una COVID-19 que está dejando tantos rastros que durarán aún varios años, se podrían proponer otras cosas que mejoren la ecosociedad que formamos, que tuviesen un recorrido a más largo plazo y con un permanente valor añadido. Estos últimos meses muchos profesionales de la sanidad, la educación, la ciencia, los servicios sociales y asistenciales o habitantes de las zonas rurales, etc., han dado eco a los desastres vividos y todavía no resueltos, se dice que por falta de recursos económicos.

Nos preguntamos ¿cómo describiría don Ramón Mª del Valle Inclán semejantes situaciones? Quizás sirva esta idea sacada de una “Rosa gnóstica” de entonces sobre el complejo existir de hoy: Nada será que no haya sido antes. Nada será para no ser mañana. Eternidad son todos los instantes, que mide el grano que el reloj desgrana…

Con todos los respetos, proponer España como sede de los Juegos Olímpicos 2030 en este año de tantas incertezas por llegar nos parece inventarse una realidad deformada. Por ella podría deambular un personaje similar a Max Estrella, de Tirano Banderas. En fin, qué los dioses del Olimpo iluminen el pensamiento y la reflexión compartidos de quien corresponda sobre si el asunto es una necesidad social o un lujo.

Un operario retira la nieve en el acceso a la Ciudad Prohibida de Pekín. (EFE/ Wu Hong)

La tortura social de las migraciones vista por Rosalía de Castro, Amancio Prada, Manu Chao y otros

Migrantes que viajan por veredas tortuosas, no como los pájaros que siguen los caminos libres del agua y del aire. Así lo manifestaba Eduardo Galeano: en inmensas caravanas, marchan los fugitivos de la vida imposible. Viajan desde el sur hacia el norte y desde el sol naciente hacia el poniente. A millones de habitantes de oriente próximo o África les han robado su lugar en el mundo. Han sido despojados de sus trabajos y sus tierras. Muchos huyen de las guerras, pero muchos más huyen de los salarios exterminados y de los suelos arrasados. Los náufragos de la globalización peregrinan inventando caminos, queriendo casa, golpeando puertas: las puertas que se abren, mágicamente, al paso del dinero, se cierran en sus narices. Algunos consiguen colarse. Otros son cadáveres que la mar entrega a las orillas prohibidas, o cuerpos sin nombre que yacen bajo tierra en el otro mundo adonde querían llegar. Sus familias perdieron su imagen, ni siquiera conocen cuál fue su fin.

Una parte emigran porque perdieron sus trabajos, sus tierras o sus salarios son de esclavitud. Los hay que huyen de sus casas porque las guerras, o sus consecuencias, llegan hasta el último rincón del mundo olvidado expandiendo sus miserias, en donde se ensañan con los más pobres. A demasiados habitantes del mundo ni rico ni medio pudiente se les empobrecieron los suelos o los condicionó demasiado el cambio climático; y no solo eso, pues los males siempre viajan acompañados. Hoy el mundo es una valla continua, tenga pinchos o no, para los migrantes pobres. A muchos les arrebataron su dignidad en el camino; otros ni siquiera llegaron al paraíso imaginado, aunque habían hipotecado su economía y las de sus familias, que no saben qué consiguieron o si ya no viven. Los migrantes ricos juegan al balón, cantan o proporcionan pingües ganancias a algunos personajes o estados. Algunos viajan acompañados de grandes sumas de dinero, que pasan los controles cual aire en libertad.

No sé si habrá que sentirse migrante para enriquecer el pensamiento. Aquí hemos querido presentar una visión diferente a las que vienen llenas de fechas; nos queremos detener en sentimientos poemados o cantados. Por eso hemos apelado a Rosalía de Castro a la que alguien llamó la poeta de los emigrantes. Esta gallega vio cómo sus paisanos partían hacia América, allá por la segunda mitad del siglo XIX. Fueron tantos que a los españoles se les llama gallegos en una buena parte de Latinoamérica. Casi se puede decir que ella era migrante social desde su nacimiento: hija “ilegítima” de un miembro del clero y de una dama hidalga. ¡Cuántas clases sociales entremezcladas! La rígida moral de su tiempo le supondría desconocer si el lugar en el que se situaba su cuerpo era el que transitaba por sus pensamientos, en qué escala social la veían y se veía ella misma. Pero logró encontrar su sitio.

Rosalía Castro de Murguía. (Dominio Público)

Sin embargo, el sufrimiento zigzaguea con impulsos diversos y cambiantes por sus poemas. A menudo clama por los suyos, les presta sus palabras. Pero detrás de todo está la desolación junto con las aflicciones de un pueblo que son muchos, en todos los continentes. La mayoría castigados también por el subdesarrollo que se les ha echado encima. El campesinado en concreto (mal)vive como si Dios hubiese dejado a mitad su obra, tal cual si lo hubiese abandonado como a los explotados manufacturados.  Parece que fue ayer y sin embargo, muchas de las penurias de las que se lamentaba Rosalía se repiten en algún lugar del mundo, más bien en muchos. Llorarán las madres africanas al ver partir a sus hijos hacia el dudoso paraíso. Ella clama por las ausencias que causan dolor para siempre. En Follas Novas un poema va dirigido “As viudas de os vivos e as viudas de mortos”. Que en una traducción libre diría “Les vendieron todo lo que era o podría haber sido”. Dice más o menos así en español, aunque al escucharlo así se pierda un poco el lirismo del corazón gallego:

Le vendieron los bosques,
le vendieron las vacas,
la olla de caldo
y la manta de la cama.
le vendieron el carro
y las haciendas que tenía;
lo dejaron solo
con la ropa puesta.
«María, soy joven,
No soy dado a pedir;
voy por el mundo
para ver cómo ganarlo.
Galicia es probar,
me voy a la Habana…
Adiós, adiós, ropa
¡desde mi corazón! «


Así cantó Amancio Prada el poema de Rosalía hace ya 50 años. Ahora las televisiones nos acercan el drama migratorio. Tantas veces lo vemos que al final se invisibilizan hasta los muertos que intentaban llegar a Europa en patera, algunos ataviados con la camiseta de un club famoso de fútbol europeo. Las migraciones son otro gran problema mundial sin resolver que tiene mucho que ver con el hambre y la pobreza. Eso que hizo huir a muchos españoles hacia América y que no debería pasar ahora en sentido contrario. ¿Seremos capaces de establecernos en Marte antes de ver feliz a la gente cerca de allí donde nació y estaban sus raíces? Cualquier reportaje de televisión entristece.

En cierta manera las migraciones que penaba Rosalía de Castro tenían algo de climáticas. Sí porque vida social y clima siempre lo han estado; lo saben muy bien los millones de animales que cada año recorren miles de kilómetros para no perder a su especie. La nuestra, que añadió como rasgo distintivo la capacidad de generar pensamientos elaborados, se ve sometida a parecidos rigores. Quiere migrar pero no puede por las vallas que no existen en el aire. Pero los discursos xenófobos que calan en Europa y América del Norte hacen las vallas cada vez más impenetrables. ¿Qué diría de esto Rosalía de Castro? Lo cantó como pocos Georges Moustaki, otro migrante que soñaba con un mundo mejor, más compartido. Nicola di Bari parece que nos avanzaba lo que les iba a suceder a africanos y africanas, no se sabe si encontrarán el cariño del que habla el italiano.

Lo han experimentado quienes viven de la tierra y ahora se ha vuelto estéril por sequías y otras catástrofes. Sobre todo aquellos clandestinos que van del sur hacia el norte, en busca de una vida “prohibida” al no llevar papeles, como canta Manu Chao trayéndonos a la conciencia a los que llegan, o no, en patera con sus penas y condenas. Qué decir del sueño errante de “El emigrante” de Celtas Cortos que llama la atención de que serán mal vistos en todas partes; toda la miseria para ellos. Los vagabundos del sueño errante, que con toda su pobreza tiran p’adelante. O la “No soy de aquí ni soy de allá” de Facundo Cabral que iba y venía en busca de la libertad de su hermano pero apenas tenía porvenir, como muchos migrantes africanos que viajan hacia el norte. Seguramente Rosalía de Castro hubiera escuchado con atención estas composiciones.

A veces no hacen muchos kilómetros y el viaje es menos penoso. Los desplazamientos internos no dejan de fluir en el mundo. Las migraciones climáticas expulsan a mucha gente de sus territorios. Allí dejan un complejo mundo para llegar a uno soñado que no lo es tanto. A veces las migraciones se hacen invisibles. Plantémonos un día cualquiera delante de la televisión para ver un informativo. Si quieren estadísticas aquí las tienen.

El dolor de la emigración española, plasmada en la canción de otros tiempos y sentimientos parecidos o no de Antonio Molina –que apela protección a vírgenes y santos- para los nostálgicos que en los años 50 a 70 del siglo pasado debieron marchar, debería ayudarnos a entender a los que llegan. O acaso por la versión del “Emigrante” de Juanito Valderrama interpretada por varios cantantes españoles o extranjeros. Por si quieren una visión más moderna no dejen de escuchar lamentos y esperanzas en “Aires armenios” de Ara Malikian, un migrante permanente que tiene uno de sus nidos en España. Algo diferente en la composición “El extranjero” de Enrique Bunbury, que allá donde va lo llaman el extranjero. Me he encontrado con esta versión conjunta de los dos poetas y músicos. Algo así como lo que avanzaba Rosalía de Castro para los que se iban, pero visto desde el lugar de llegada. La migración obligada sigue siendo una tortura social, ya sea dentro de un país o hacia otros.



¿Demasiados enlaces?
La ocasión lo merece; todos somos parte de aquellos primeros migrantes que salieron del este de África. Escuchen con oído inquieto cada una de las canciones. Un recuerdo especial para todos los que se fueron, para quienes en estos momentos esperan, hacinados en campos de internamiento en Europa o América, para traspasar las vallas.

Los mayores responsables del cambio climático

Tienen historias grandiosas, llenan libros y la web, copan los mercados, “revolucionaron” la vida en la Tierra en diversas etapas. Hoy mismo son poderosos. A menudo nos despistan con su magnanimidad, más bien nos mienten porque engañar también es decir la verdad con cuentagotas, a veces metida en un frasco de negrura. Eso sí, con brillo y etiqueta, como el carbón humanizado que está en el origen y en el meollo de una parte del cambio climático; sin olvidar otras causas como los pedos y eructos de la desproporcionada ganadería intensiva. Y muchas otras operaciones que en conjunto se llama carbonización de la vida y del aire. El asunto causa, ocasionará, graves problemas. Al tiempo, el mundo sigue en su desajustada monotonía, con exabruptos políticos tipo del amor por Ucrania y desdichas universales como el hambre y la pobreza, como el olvido de África. ¿Se arreglará algún día? ¡Vaya usted a saber!

Va cundiendo por ahí la idea de que si hemos llegado a esta situación, y las cosas no son siempre milagro o evolución de la naturaleza, habrá unos responsables, grandes o pequeños, antiguos o modernos. O habría que llamarlos irresponsables. Albert Camus sigue vivo, a pesar de haber fallecido en enero de hace ya 62 años. Nos quedamos con aquello de que “Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea quizás sea más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga”.  Será que, como él y otros muchos filósofos, poetas y escritores han lamentado que “todas las desgracias del hombre provienen de no hablar claro”. Suficiente material para la reflexión de si somos o no los principales, o algo, responsables del cambio climático.

Me ha hado por introducir descarbonización en el buscador de Internet y en los primeros lugares aparecen una industria energética, un gran banco que tiene parte de su dinero en fondos de inversión poco beligerantes con el intento de hacer el aire más respirable, seguidas de otras dos multinacionales de la energía. Por no hacer pesado el planteamiento no incluiré las siguientes, que ya barruntarán que son más o menos de la misma índole. A poco que alguien sea avispado y piense, entenderá que si semejantes empresas se promocionan como líderes en la descarbonización es por algo. Apuntemos que quizás actúan así porque que sienten remordimientos por sus antiguas y nuevas prácticas o, muy probablemente, porque necesitan presentar su teñido de verde a la ciudadanía. En cualquier caso méritos cuestionables en el mundo en el que los ecogestos adornan lenguajes y visiones del mundo.

(GTRES)

Es bien cierto que sin el uso de la energía fósil, acelerado desde hace 100 años, no estaríamos en el entramado de crecimiento actual, no disfrutaríamos de muchas comodidades ni medios productivos. Pero vistas hoy las cosas, y más de cara a los años 2030 y 2050 que están convocados exámenes globales, habrá que buscar mucho más, actuar rápidamente para no quedarnos en un lavado de cara. Sabemos los porqués, luego no permanezcamos como estúpidos sin hacer nada. Porque los males carbonizadores, pequeños o grandes, no hacen sino verificar que son graves incongruencias de futuro. Quienes más los cometen lo hacen sin complejos, y así, de golpe, le quitan transparencia a la vida.  Es más, se encuentran entre los grandes patrocinadores de las cumbres climáticas o conferencias sobre el mundo que nos espera o la filosofía que es vivir. Para colmo, de la impresión de que no les avergüenza casi nada de sus contribuciones contaminantes. Al menos eso parece. No hemos escuchado grandes proclamas de estas empresas pidiendo disculpas a la ciudadanía y hacer propósito de enmienda; norma pseudoética y casi religiosa que tanto se promueve ahora. Echemos una mirada a la relación de las grandes empresas españolas y subrayemos aquellas que más tendrán que ver con la carbonización del aire que respiramos, de la vida en suma.

Los ecologistas, y otras gentes que no lo son, tienen una parte de la solución y quieren hacerla transparente. Dicen que habrá que ir eliminando, muy rápido, las causas. Reconocen que la descarbonización total de la economía no se puede hacer de golpe. La gente normal ha escuchado hasta la saciedad que la carbonización económica está en el origen del cambio climático, pero cuesta apuntarse al recambio climático. Recordamos que en cada cumbre climática, necesarias a la vez que algo inútiles, cualquier país se proclama autorresponsable. Pero en la proporción que se marca para todo se olvida que deben reducir más quienes han provocado, y siguen con ello, la actual emergencia climática. No se puede pedir lo mismo a países con una parte importante de población en pobreza severa que a los grandes emporios/países responsables históricamente de que ahora nos encontremos ante el cambio climático. El CO2 acumulativo de algunos resta una parte de la vida de muchos. En las infografías del enlace anterior se explica todo mucho mejor, tanto de las emisiones directas (EEUU, China -se ha triplicado en los 20 últimos años-, Rusia, Alemania, India, Reino Unido, Japón, etc.) como de las emisiones debidas a la deforestación y nuevos usos del suelo (Brasil, Indonesia, Rusia, EEUU, etc.).

Allá por 1896, Svante Arrhenius, premio Nobel de Química unos años más tarde (1903), predijo que los niveles de CO2 atmosféricos podrían alterar sustancialmente el clima de la Tierra.  125 años después, a pesar de la evidencias, los mayores contaminantes, quizás un poco cada uno de nosotros, seguimos sin creer del todo aquella predicción. Por eso hay que descarbonizar la mente y la vida con urgencia, cada cual en sus responsabilidades, que todos las tenemos.  «La verdad, como la luz, ciega. La mentira, por el contrario, es un bello crepúsculo que realza cada objeto». También lo expresó con dulzura Albert Camus. Las cosas que mueven el mundo están tan críticas que ya no consuela el refugio del doliente; esta generación no puede dejar pasar la oportunidad de cambiar el mundo. Si no lo hace, la siguiente entonará aquello que cantaba el ciudadano de origen griego nacido en Egipto (1934) y fallecido en Francia (2013) Georges Moustaqui  “Il y avait un jardin qu’on appelait la Terre-” (1971). Han transcurrido 50 años desde aquella historia contada a los niños de entonces, en la que ya hablaba de los grandes contaminadores de la vida. Vaya desde aquí nuestro homenaje a aquel creador de cultura universal. Escuchen la versión de Marina Rosell quienes no dominen el francés. Dan ganas de  unir nuestras voces para decir cuatro verdades a los grandes contaminadores.