Olimpiadas de invierno en camiseta

Mientras se celebran los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín, aquí estamos en otra casi primavera veraniega intercalada a mediados de invierno. Como las pruebas en China tienen lugar a sus horas y la afición a estos deportes aquí es minoritaria, poca gente les hace caso. Por más que se celebren las medallas logradas por la representación hispana. Suenan recuerdos de F. Fernández Ochoa, medalla de oro en Sapporo en 1972. Una hazaña que dio lustre al desatendido deporte español, fútbol aparte, durante la Dictadura.

En aquellos tiempos nevaba más, y no estábamos en la cuarta glaciación ni en ninguna edad del hielo. Decíamos que ahora se disputan en Pekín los juegos de la nieve alfombrada; es decir, sin nieve excepto la que fabrican los cañones por la noche. Justo para llenar el pasillo deportivo. Y es que los chinos son la repanocha. Mira que querer unas Olimpiadas de Invierno en las cercanías de la capital.

Claro que allí en China cualquier cosa es posible. Si no he leído mal, para estos juegos se utilizarán unos 185 millones  de metros cúbicos de agua para hacer nieve artificial. Eso supone tener funcionando cientos de cañones de nieve con ventilador y otros tantos de agua nebulizada 24 horas al día para crear 1,2 toneladas cúbicas de nieve sobre la que los deportistas competirán. Eso sí, aseguran que todos estos sistemas funcionarán con energías renovables (sic). Hay muchos puntos oscuros pero la blanca nieve los cubrirá todos en las cercanías de Pekín, donde nieva poco. Pero claro, tener el honor de albergar unos Juegos Olímpicos de Invierno (2022) y otros de verano (2008) solamente lo ostentará por mucho tiempo la capital de China. Dicen las malas lenguas que la elección de esta sede se realizó en una atmósfera de nubarrones oscuros, aires densos y rincones apartados.

– Shaun White de los Estados Unidos durante una carrera de práctica antes de la final de Snowboard Halfpipe masculino. (EFE/EPA/MAXIM SHIPENKOV)

No pensemos que esto de la nieve artificial es único en estas justas deportivas invernales. Parece que la nieve artificial supuso en Sochi (enclave veraniego ruso) alrededor del 80%, y en la ciudad  de Pyeongchang (una zona árida de Corea del Sur) se utilizó un 90%. Aún se recuerda al único deportista de Islas Caimán ataviado con Bermudas en el desfile inaugural. China, previsora, ya construyó, o está en ello, un megatrasvase  de casi 500.000 metros cúbicos de agua del sur al norte, con un coste que superaba los 60.000 millones de dólares. Ahí es nada.

Pero los desastres ambientales no acaban ahí. Se dice que para conseguir la candidatura se hubo de comprometer la construcción de un tren de alta velocidad. Además de “limpiar” el aire de las hipercontaminadas ciudades limítrofes, al coste de unos 100.000 millones de dólares. Una vez que los JJ.OO. acaben, uno se preguntará qué uso se dará al agua transvasada, si seguirán funcionando las pistas de esquí, si el tren llevará viajeros, si… Todo sea por las medallas de las grandes estrellas y por poner a China en la cabeza del mundo.

Leímos en un diario español algo así como “deporte menguante se compensa con arma política creciente”. Parecida consigna se atisba también en el caso de que el COE  (Comité Olímpico Español) solicite de verdad los juegos para 2030. La convicción que lo mueve parece la verdad impostada. Ahora mismo, el COE  tiene la idea de un proyecto, sin proyectar que se sepa, de solicitar unos juegos de invierno que se desarrollarían en los Pirineos. Pero la cosa no es tan sencilla. La creciente beligerancia política entre Cataluña y el Estado domina las pretensiones para 2030, con Aragón en medio, que ocupa una buena parte de los Pirineos. No es nuevo el combate político nivoso. Ahora mismo tenemos el caso de Navacerrada, estación con concesión caducada que debería estar cerrada y sigue abierta para desairar al Gobierno del Estado, que da la casualidad de que es del partido rival al que gobierna en Madrid y Castilla y León.

Tenemos constancia de que nos encontramos en medio de una crisis climática que viene acompañada de un calentamiento global. Lo cual puede provocar la disminución o ausencia de nevadas en los lugares de siempre, los días del calendario elegidos, hasta el extremo de que los deportistas compitan en camiseta. Nos da por lanzar la imaginación a lo lejos y mirar hacia el año 2030. Vemos nuestros Pirineos sin apenas nieve y dudamos de la conveniencia de esa aventura. Por eso nos preguntamos la pertinencia de celebrar esos juegos. Además en ese año en el que deben estar muy rellenas las Agendas 2030 de cada territorio. Como escribamos en la nuestra un asunto como el de remolcar la nieve para que unos cuantos se deslicen y otros aplaudan –que habrán llegado allí en transportes diversos más o menos contaminantes- es capaz de lanzarnos la tinta a la cara.

Escuché decir a algún político de no me acuerdo qué partido que la falta de nieve no es problema, que se fabrica y si hace falta se alfombra la pista llevándola con camiones. Por cierto, eso me ha traído a la memoria imágenes de enero y febrero llevando nieve a Panticosa o Formigal (Aragón). Lo peor del asunto es que desde la entidad que gestiona las estaciones de esquí manifiestan que esta práctica no es solo de ahora (sic). Para más inri, los responsables de tal trasiego propagaban su buena acción de haber guardado nieve acumulada del invierno anterior, que se conservaba en lugares adecuados con mantas protectoras. ¡Toma!, como hacían en Fuendetodos, el pueblo de Goya pero también en otros muchos de toda la península, con sus pozos neveras hace cien años. Como no tenían mantas térmicas la prensaban bien y la protegían con mantos de paja. También recordamos aquella imagen tan rimbombante que testificaba el transporte de nieve en camión y helicóptero a Baqueira (Cataluña).

Pero es que en el evento que se propone existen desacuerdos hasta en el nombre; no digamos ya en el asunto de ponerse las medallas sobre quién figura a la cabeza, o lleva el liderazgo. Los dirigentes de las autonomías que en principio se harían cargo, que son Aragón y Cataluña (en momentos se habló de algo de Francia y de Andorra), se ocupan en trifulcas sobre quién debe ser el protagonista y sobre qué zona pirenaica lo haría mejor; lo colectivo no se concierta sobredimensionando las diferencias entre vecinos. Hemos escuchado que se estima un coste de 1.400 millones de euros si se hicieran en Aragón. Eso según cálculos de ahora, que no nos extrañaría que llegase a los 2.500 millones, por poner una cifra. De quién se haría cargo de los gastos apenas se dice nada, que si el COE y entidades privadas. Además, hemos leído hace un par de días que se quiere llevar alguna prueba a Bosnia (sic).

Pensemos detenidamente para entender el complejo sodoku de los pirenaicos juegos. En este asunto, como en otros muchos en los que interaccionan economía, ecología y sociedad hay que ser muy precavidos. Apenas se tienen en cuenta las externalidades y aflicciones que provocan en cada escenario. En ambas comunidades autónomas se postula, más o menos, el evento argumentando la riqueza que va a llevar a la gente de la montaña, el reclamo turístico de invierno y de verano, además de la lucha contra la despoblación. Se dice el alto valor añadido de la inversión, que cada euro gastado supondrá después no sé cuántos, que se pondrán los Pirineos en el escenario mundial. Habría que conocer los estudios científicos en los que se basan para realizar semejante afirmación con tal seguridad. ¿En qué modelo socioeconómico se está pensando en el mismo año que se revisarán las Agendas 2030? ¿Es conveniente priorizar un territorio concreto de una Comunidad Autónoma cuando hay tantos con necesidades básicas sin cubrir? Es posible que la población afectada desee que el evento se celebre en su territorio. De cualquier forma la respuesta debería fundamentarse en evidencias cuantificables, no solo en la publicidad de los gestores de tal o cual actividad política, deportiva o empresarial. Pues en la oscuridad suenan comentarios de entrega casi incondicional a la especulación inmobiliaria.

Parece que apenas se tienen en cuenta las lecciones aprendidas en gastos y construcciones sin uso en “Expos y eventos por el estilo”. Algunas fuerzas políticas han publicitado estos juegos como un ejemplo de sostenibilidad y que están en sintonía con la lucha contra el cambio climático; que servirán para dar oportunidades al ocio y al turismo ambiental; además mejorarán la despoblación porque desarrollarán las cabeceras comarcales. Qué peligroso es hablar de futuribles cuando se debate un proyecto de proyecto que todavía no existe; menos aún de repoblar los valles pirenaicos con un evento que dura unas semanas.

Por lo que algunos opinamos, lo más probable es que estemos en minoría, supone un despropósito a manos llenas. Tendría más valor añadido gastar todo ese dinero en hacer más sostenible la vida colectiva, lo cual tiene unos réditos fundamentales en la salud de las personas y del planeta en su conjunto. Por eso, no hay que desdeñar la relación coste/beneficio de las cuantiosas inversiones que hay que realizar para poner a tono todo el entramado olímpico, con sus servidumbres. ¿Quién se hará cargo de pagar si los gastos en España son similares a los que ha tenido que hacer China? Esperemos que aquí no se empeñen en hacer dos líneas de alta velocidad: una entre Barcelona y el enclave más alto de los Pirineos Orientales y la otra entre Zaragoza y Jaca o más al norte. Esta última ya estaba prevista en el fiasco de Jaca 98, que insistió en 2002 y 2010.

Otro asunto a considerar es la posible falta de nieve y todo lo que supone. Por poner solo unos ejemplos. El Instituto Pirenaico de Ecología del CSIC (Jaca) en su análisis de índices climáticos de octubre de 2020 insistía en que en el Pirineo aragonés, “disminuye la cantidad de nieve, seguramente relacionado con el aumento de las temperaturas”. Otra más. Afirma la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA) que la “extensión de la cobertura de nieve en el hemisferio norte ha decaído significativamente en los últimos 90 años. La mayoría de reducciones se han dado a partir de 1980”. Lo dice también la Sociedad Geográfica Española. Un detalle: 2021 ha sido un año nefasto para los glaciares de Aragón, y llevábamos ya varias décadas de reducción de su superficie y espesor. La Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) realiza unas proyecciones que avisan de que habrá aumentos de temperatura que multiplicarán la vulnerabilidad ambiental y social. Además habrá que tener en cuenta, por su repercusión en las masas de aire, el incremento constante de las temperaturas de los océanos, investigación que acaba de publicarse. Pero claro, la ciencia no es determinante para modular la política. Ya se vio cuando hubo que suspender por falta de nieve los Mundiales de Esquí Alpino Sierra Nevada 96. Desde aquellos años la temperatura media global no ha hecho sino aumentar. Por eso, no sería de extrañar que los deportistas españoles tuviesen que entrenarse como aquel equipo jamaicano de bobsleigh que compitió en Calgary 88. Por cierto, los caribeños, que solo ven la nieve en documentales, han vuelto a insistir este año.

Puede que seamos pocos los que queramos saber más de los juegos para ilusionarnos con ellos. ¿Sería mucho pedir que en cuestiones como estas hubiese un concierto político con la ciudadanía en general para ver si prefieren estos empeños o la mejora de los asuntos sociales que ahora dañan a tanta gente? Dado el momento en que nos encontramos, a ocho años vista, con una COVID-19 que está dejando tantos rastros que durarán aún varios años, se podrían proponer otras cosas que mejoren la ecosociedad que formamos, que tuviesen un recorrido a más largo plazo y con un permanente valor añadido. Estos últimos meses muchos profesionales de la sanidad, la educación, la ciencia, los servicios sociales y asistenciales o habitantes de las zonas rurales, etc., han dado eco a los desastres vividos y todavía no resueltos, se dice que por falta de recursos económicos.

Nos preguntamos ¿cómo describiría don Ramón Mª del Valle Inclán semejantes situaciones? Quizás sirva esta idea sacada de una “Rosa gnóstica” de entonces sobre el complejo existir de hoy: Nada será que no haya sido antes. Nada será para no ser mañana. Eternidad son todos los instantes, que mide el grano que el reloj desgrana…

Con todos los respetos, proponer España como sede de los Juegos Olímpicos 2030 en este año de tantas incertezas por llegar nos parece inventarse una realidad deformada. Por ella podría deambular un personaje similar a Max Estrella, de Tirano Banderas. En fin, qué los dioses del Olimpo iluminen el pensamiento y la reflexión compartidos de quien corresponda sobre si el asunto es una necesidad social o un lujo.

Un operario retira la nieve en el acceso a la Ciudad Prohibida de Pekín. (EFE/ Wu Hong)

1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser el fin de la Humanidad no será bonito

    Cuando mueran de repente, muchos seres humanos en algunos lugares del planeta por calor, cuando cantidades ingentes de cuerpos se pudran y generen centros inmensos de infecciones, y los que vivan sepan que han de cambiar de lugar, migrar para sobrevivir, con la consiguiente lucha por el territorio, entonces se darán cuenta de la terrible realidad de lo que se viene encima. Alguna generación lo verá, lo sufrirá y no lo superará. Qué terrible nuestro sino siendo conscientes de lo que sucederá.

    15 febrero 2022 | 12:04 pm

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