Un blog sobre el (des)uso de la lengua en la política, los medios de comunicación, la publicidad, la calle...

Archivo de junio, 2012

¿Del Bosque «advierte que» o «advierte de que»?

Atención, pregunta: ¿Qué diferencias hay entre estos dos titulares?

Efectivamente: uno dice advierte de que y otro advierte que, un hecho ante el que podríamos preguntarnos: ¿hay alguna diferencia de significado entre uno y otro? Lo cierto es que podría haberla. Tal y como nos recuerda la Fundéu, cuando advertir significa ‘darse cuenta [de algo] o reparar [en algo]’, la preposición sobra. Sin embargo, cuando su significado es ‘poner algo en conocimiento de alguien’, se puede construir con y sin preposición (Advertir [a alguien] de algo frente a Advertir [algo] a alguien).

En este caso, parece evidente que el significado se acercaría más a ‘poner algo en conocimiento de alguien’, ya que no parece que Del Bosque se acabe de topar con el cansancio de sus jugadores, sino que, más bien, está realizando un aviso a prensa y afición sobre el estado de la plantilla. En este caso, es más frecuente usar la preposición. Desde luego, es la mejor opción, ya que no deja lugar a la duda acerca del significado.

Entonces, en estos dos titulares, ¿hay interpretaciones distintas? ¿Un periódico interpreta que Del Bosque se acaba de dar cuenta del cansancio de sus jugadores y el otro interpreta que Del bosque simplemente está haciendo un aviso? No lo creo, ya que, en realidad, los dos titulares de la foto son del mismo periódico (cuyo nombre hemos borrado para no hacer una crítica gratuita de un posible error que, por otro lado, no tiene mayor importancia). Como demuestra el historial de Google, la primera versión de la noticia no incluía la preposición, pero una hora después se modificó.

Así pues, parece que no hay lugar a dudas. Lo del cansancio de los jugadores no es un descubrimiento, sino un aviso. Que no se nos olvide el domingo…

El error de decir que el IVA sube un 4% (cuando en realidad sube un 100%)

Estos días estamos conociendo los planes del Gobierno de subir el IVA, una medida que, aunque esperada, en realidad no está gustando nada.

Los rumores indican que el Gobierno podría subir los productos de IVA reducido (actualmente del 8%) al IVA normal (18%), así como los productos de IVA superreducido (actualmente del 4%) al reducido (8%). Esto ha hecho que la mayoría de medios digamos que el IVA de los productos de impuesto reducido va a aumentar un 10% y el de los productos de impuesto superreducido un 4%. Y esto, queridos amigos, no es del todo cierto, como ya han detectado algunos.

El error viene de hacer una simple resta, cuando lo que hay que hacer es calcular el tanto por ciento de una cantidad medida en tantos por ciento. Y de ahí viene la confusión. Veamos un ejemplo más sencillo para aclararnos y pongamos como muestra una cantidad en una unidad de medida distinta. Por ejemplo, en euros. Si tenemos 20 euros y al día siguiente nos dan otros 5… ¿cuántos euros hemos ganado respecto a la cantidad inicial? 5. Y esos 5, ¿qué porcentaje representan con respecto a los primeros 20 euros? Un 25%. Por tanto, la cantidad de dinero en nuestro bolsillo habrá aumentado un 25%.

Volvamos, ahora, a los porcentajes. Si el IVA es hoy del 8% y dentro de un tiempo pasa a ser del 18%… ¿Ha subido un 10%? En absoluto. Hagamos el procedimiento de antes: ¿qué porcentaje representa 10 (los puntos porcentuales aumentados) con respecto a 8? La respuesta correcta es un 125%. Así pues, decir que el IVA de los productos con impuesto reducido ha subido un 10% es técnicamente falso. Lo que sí podremos decir es lo siguiente:

 

– El IVA de los productos de impuesto reducido ha aumentado un 125%
– El IVA de los productos de impuesto reducido ha aumentado 10 puntos porcentuales. (Eso sí.)
– El precio de los productos de impuesto reducido ha aumentado un 10% (Eso podría valer si se considera que se está redondeando, ya que el impuesto se aplica al precio del artículo y no al precio con IVA) (Gracias, Jorge, por la corrección :-P)

 

Vayamos al segundo caso. Si el IVA superreducido es hoy del 4% y dentro de un tiempo pasa a ser del 8%… ¿Ha subido un 4%? Tampoco. Preguntémonos: ¿qué porcentaje representa 4 (los puntos porcentuales aumentados) con respecto a 4? La respuesta correcta es un 100%. Así pues, decir que el IVA de los productos con impuesto superreducido ha subido un 4% también es técnicamente falso. Sí podremos decir lo siguiente:

 

– El IVA de los productos de impuesto superreducido ha aumentado un 100%
– El IVA de los productos de impuesto reducido ha aumentado 4 puntos porcentuales. (Eso sí.)
– El precio de los productos de impuesto reducido ha aumentado un 4% (Eso también, considerando que se redondea) (Gracias, Jorge, por la corrección :-P)

¿Por qué la RAE ‘admite’ unas palabras y no otras?

La semana pasada supimos que la RAE había hecho 1.697 modificaciones y añadiduras en su diccionario, una actuación que había permitido que entrasen en el DRAE términos tan variopintos como culamen, gayumbos, canalillo, pepero, sociata u okupa, entre otros.

Las actualizaciones del DRAE casi siempre suelen traer polémica, ya que son muchas las personas que no están de acuerdo con la inclusión de según qué términos. Hace dos años ya hubo polémica, cuando palabras como muslamen, rojillo, antiespañol o cultureta entraron en el diccionario. A menudo, las críticas a la RAE vienen por incluir términos que, a juicio de los detractores, pudiesen resultar ofensivos, machistas, homófobos o socialmente injustos. Es lo que pasa con términos como gallego (que en su quinta acepción significa «tonto»), marica (referido al hombre homosexual) o rural (cuya segunda acepción lo define como «inculto, tosco, apegado a cosas lugareñas»).

El verano pasado, el secretario de la RAE, Darío Villanueva, se defendió de las críticas y aseguró que el diccionario en ningún caso puede regirse por criterios de corrección política. Y tenía toda la razón del mundo. La RAE sufre críticas a diario e incluso parece estar empezando a perder representatividad. No obstante, antes de criticar la inclusión de según qué términos en el diccionario, habría que tener en cuenta varias cosas.

Para entender la labor del diccionario, hay que tener en cuenta que su carácter no (solo) es normativo, sino, sobre todo, descriptivo. A diferencia de su gramática, en la que sí establece normas, la motivación principal del DRAE no es realizar una lista de palabras que se pueden decir, sino registrar los distintos usos que los hablantes hacen de las palabras. Muchas veces, independientemente de que a la RAE le guste o no la forma en que se construyen estos términos.

Por eso, cuando decimos que la RAE ha admitido una palabra, estamos siendo incorrectos. La RAE no admite palabras; la RAE incluye, incorpora o registra palabras. Y el criterio no es otro que su uso. Si la RAE detecta que un término es usado por una mediana generalidad de personas con una acepción determinada, su misión es incluir esa acepción en el diccionario. El objetivo último de un diccionario, no lo olvidemos, es que cualquier persona pueda saber qué significa una palabra que otra persona acaba de decir en la calle, no saber qué significado quieren que le demos los académicos.

Así que, nos guste o no, si los ciudadanos se acostumbran a usar palabras como marica, okupa, culamen o pepero, lo lógico es que la RAE las incluya en el diccionario.

Titulares que, más que informar, desinforman

Cuando los periodistas redactamos una noticia tenemos que procurar ser concisos, exactos… e informadores. Muchas veces nos comemos la cabeza hasta que encontramos un titular adecuado, pero otras veces colocamos titulares que, lejos de aclararte las cosas, te las complican aún más.

Tranquilos, hoy no me voy a meter con ningún compañero. Hoy el toque va, precisamente, para mí mismo. Hace un par de días estuve redactando una noticia. Me llevó bastante tiempo porque era una temática algo complicada y específica, pero estaba convencido de que había expuesto todo de una forma meridianamente clara. Hasta que me di cuenta del titular que había puesto:

«Autónomos y pymes no podrán liquidar el IVA de sus facturas cuando las cobren»

 

¿Qué os sugiere ese titular? Porque a mí al principio me parecía el titular más claro del mundo, pero no tardé mucho en darme cuenta de que era más confuso que otra cosa. ¿Qué os da a entender? Cuando lo estaba revisando, pensé: «Si no conociese este tema a fondo, pensaría que a autónomos y pymes se les está prohibiendo liquidar el IVA de sus facturas», cuando en realidad no quería decir eso. Lo que la noticia contaba es que, ante la iniciativa de CiU de que autónomos y pymes liquidasen el IVA de sus facturas única y exclusivamente cuando las cobrasen (no como ahora, que lo liquidan cuando las emiten, independientemente de que cobren o no), el Gobierno había rechazado la medida (con bastante polémica, por cierto). De modo que, ante la duda, opté por un segundo titular bastante más claro:

 

«Autónomos y pymes tendrán que liquidar el IVA de sus facturas aunque no las hayan cobrado»

 

Releyendo mi primer titular, supongo que, al acabar con «cuando las cobren», estaba realizando un matiz que, efectivamente, se correspondía con el mensaje que se quería transmitir. Sin embargo, los periodistas no solo tenemos que ser exactos; también debemos ser claros. Por eso, opté por el segundo titular.

P.D.: Menos mal que cambié el titular antes de publicar la noticia. Si no, habríamos podido comprobar si era confuso o no.

¿Un «falso chamán»? ¿Es que los hay auténticos?

Hace varios días me encontré con un teletipo difundido por varios medios de comunicación (entre ellos 20minutos.es) que hablaba de un «falso chamán» acusado por abusar sexualmente de mujeres cuya voluntad había sido anulada mediante una sustancia soporífera.

La noticia fue difundida tanto por medios escritos como por cadenas de televisión. Al principio, cuando la leí, no me llamó especialmente la atención. Sin embargo, más tarde vi un tweet del guionista José Antonio Pérez que me hizo reflexionar:

 

 

«Pues tiene razón», pensé yo. ¿Acaso hay «verdaderos chamanes»? ¿Se trata de un error? ¿O hay alguna forma de justificar ese adjetivo? Después de pensar un rato, se me ocurrieron varios motivos por los que se podría justificar la presencia (o ausencia) de ese «falso»:

 

a) Si asumimos una postura científica y escéptica, parece incompatible aceptar la existencia de cualquier tipo de chamán. En ese caso, cierto es, sobraría lo de «falso».

b) Supongamos que quien elaboró la noticia también es escéptico: ¿y si ese «falso» tuviese una intención reiterativa? ¿Y si el autor de la noticia no creyese en ningún tipo de poder chamán, pero, ante la existencia de creyentes en estas prácticas, quisiese reafirmar la falsedad de este supuesto don? En este caso podríamos entender la presencia de «falso», aunque podría ser redundante.

c) Pongámonos en el caso de que el periodista presuponga la verdadera existencia de los chamanes y, por consiguiente, de sus poderes. De ser así, ese «falso» indicaría que, aunque realmente existen los chamanes, en ningún caso este señor lo es.

d) ¿Y si el periodista se mantuviese al margen del debate? ¿Y si en realidad no quiere entrar en ningún tipo de discusión y ni mojarse? En ese caso, podríamos pensar que ese «falso» indica que, existan o no los poderes de los chamanes, este hombre era un «falso chamán» porque su objetivo final no era ninguno de los asociados a los supuestos chamanes, sino, más bien, abusar sexualmente de las mujeres que caían en sus redes.

 

Y a todo esto, ¿qué dice la RAE? Según el diccionario, un chaman es un «hechicero al que se supone dotado de poderes sobrenaturales para sanar a los enfermos, adivinar, invocar a los espíritus, etc.».

Así que nada, ahora ya podemos hacer nuestras combinaciones y nuestras teorías tranquilamente… si aún no nos hemos vuelto locos.

Titulares confusos: «Cuatro de cada diez españoles temen perder su puesto de trabajo»

Ayer, navegando por Europa Press, una de las agencias de noticias más importantes de España, me encontré con un teletipo que me llamó la atención. El titular decía lo siguiente:

«Cuatro de cada diez españoles temen perder su puesto de trabajo en los próximos meses». En cuanto lo leí, lo primero que pensé fue: «Los otros seis ya lo habrán perdido». Por suerte, el primer párrafo de la noticia ya nos aclara el asunto y nos hace la matización en la que todos podríamos estar pensando:

«Cuatro de cada diez españoles, en concreto el 41%, tienen miedo de perder su puesto de trabajo en los próximos meses, según la segunda oleada del estudio internacional ‘Randstad Workmonitor’, realizado a partir de 14.780 entrevistas a trabajadores de 30 países». Hombre, esto ya es otra cosa. Resulta que no han hecho encuestas a españoles a lo loco, sino que se han limitado, evidentemente, a los que actualmente tienen trabajo.

Puede parecer una tontería, pero es un matiz importante, sobre todo cuando el titular parece tan confuso. De hecho, la importancia es mucho mayor si eres una agencia de noticias, en cuyo caso, cientos de medios de toda España publicarán tu teletipo. Muchos de ellos, incluso, tendrán un mecanismo para ‘rebotarlo’ y publicarlo en su web de forma automática, con lo que mostrarán exactamente el mismo titular, algo que podría llevar a error.

En ocasiones, una palabra (o la ausencia de la misma) puede ser importante. Lo mejor en este caso habría sido titular: «Cuatro de cada diez trabajadores españoles temen perder su puesto en los próximos meses», o «Cuatro de cada diez trabajadores españoles temen perder su empleo en los próximos meses».

Rajoy: «El que ¿he? presionado he sido yo»

Era una comparecencia esperada por todos: ayer Rajoy daba una breve rueda de prensa para explicar el rescate a España (que ya hemos visto que de positivo tiene poco) y eran muchos los que estaban enfadados por sus palabras… Incluso los lingüistas. Atentos a partir del segundo 10:

 

«El que he presionado he sido yo», dice Rajoy. A unos les pueden sonar bien y a otros mal, pero lo cierto es que el presidente del Gobierno ha cometido un error sintáctico bastante común. ‘El que he presionado’ es una oración subordinada sustantiva mal formada, ya que el artículo ‘el’ indica una tercera persona que no se ve reflejada en el verbo auxiliar (‘he’). Lo correcto, en este caso, habría sido decir: «El que ha presionado he sido yo».

De hecho, gran parte de la prensa (20minutos.es inclusive) optó por corregir el error de Rajoy.

Pero ‘rescate’… ¿no era una palabra positiva?

Vivimos tiempos de eufemismos en los que nuestros políticos, en vez de llamar a las cosas por su nombre, usan la lengua para disfrazarlas de cosas que en poco o nada se les parecen.

Es curioso, porque estaba preparando una entrada en la que pensaba hablar de cómo, de un tiempo a esta parte, los políticos han usado una palabra tradicionalmente positiva –rescate– para referirse a algo que nada tiene de positivo (y si no, que se lo pregunten a Grecia, a Portugal…). Sin embargo, al final me llevé una sorpresa: parece que rescate no es una palabra tan optimista como yo creía. Ni siquiera para el diccionario.

Si nos vamos a su verbo de origen, rescatar, tenemos que irnos hasta la tercera acepción para leer lo siguiente: «Liberar de un peligro, daño, trabajo, molestia, opresión, etc.». Pero si nos vamos a la primera, encontramos una curiosa definición: «Recobrar por precio o por fuerza lo que el enemigo ha cogido, y, por extensión, cualquier cosa que pasó a mano ajena». Vaya, resulta irónico, ¿verdad? ¿Quién será el enemigo? ¿Los ciudadanos? ¿Los políticos? ¿La Unión Europea?

 

 

Si consultamos rescate, parece que es -si cabe- más desesperanzador. Vayamos a la tercera acepción: «Facultad de la Administración de extinguir una concesión, asumiendo la gestión directa del servicio que constituía su objeto». Por desgracia, parece que esta definición se acerca más a la situación que podríamos vivir dentro de poco.

Y nosotros pensando que era una palabra optimista. Ya ni el diccionario nos ayuda…

¿Está desapareciendo el artículo?

Me lo contaba el director de este medio, Arsenio Escolar, en nuestra primera reunión: «Cuando venía para acá, he visto un cartel que decía: ‘Atención: retenciones en túnel'». Le llamaba la atención algo que cada vez pasa con mayor frecuencia: la supresión del artículo por parte de los hablantes.

Pasa muy a menudo, sobre todo en el discurso oral. Cada vez es más frecuente oír decir a una profesora que se va a reunir «con padres y madres de alumnos», escuchar a un ministro asegurar que «la mayoría de autonomías no rebajan el déficit» o ver aprobada una Ley que ha sido «consensuada por Gobierno y oposición». Es evidente que la supresión del artículo se suele llevar a cabo en discursos orales improvisados y en ningún caso dificulta la comprensión del mensaje, pero no se entiende esta incorrección gramatical.

Esta práctica es muy común -quizá demasiado- en el periodismo deportivo (que, dicho sea de paso, nos daría para varias entradas en el blog). Seguro que, alguna vez, todos hemos oído a un locutor contarnos un gol de Messi tras chutar «con pierna izquierda» o indicarnos que, ante una falta peligrosa, Casillas se coloca «bajo palos». Podríamos pensar que la supresión del artículo ayuda al locutor a ser más breve, pero, centrándonos en el primer caso, si el objetivo es la brevedad, ¿no sería más fácil decir «con la izquierda»? ¿Acaso no se da por hecho que chuta con la pierna? Vale, en ocasiones se dispara con la rodilla o incluso -si nadie te ve- con la mano, pero por defecto se hace con la pierna. Por cierto, un futbolista chuta con la pierna… ¿o con el pie? ¿Qué sería más exacto? ¿No estaríamos ante una sinécdoque?

En cualquier caso, y volviendo a la supresión del artículo, no parece una práctica muy aconsejable a pesar de que no dificulte la comprensión. Nos lo recuerda la Fundéu en su Manual de estilo: «El sustantivo común suele ir precedido de artículo, por lo que en construcciones como la mayoría de comunidades, parte de contenedores, después de verano, el resto de presos, el tanto por ciento de alumnos, etc. el artículo está omitido injustificadamente. Lo correcto sería la mayoría de las comunidades, parte de los contenedores, después del verano, el resto de los presos, el tanto por ciento de los alumnos, etc.

¿Emprendedores o empresarios?

¿Cuáles son las palabras que más estamos oyendo en los últimos dos años? Prima de riesgo, ERE… Son términos que hace tres o cuatro años casi desconocíamos, pero ahora forman parte de nuestro día a día. Uno de esos términos es emprendedor.

 

 

Seguro que todos lo hemos oído, ¿verdad? A los políticos no se les va de la boca eso de que hay que emprender y que los emprendedores son los que salvarán nuestra economía. Hay quien no sabe si hay diferencias entre emprendedor y empresario, y también hay quien cree que lo primero es un eufemismo de lo segundo. Veamos qué dice la RAE:

 

  • Empresario: (1) Persona que por concesión o por contrata ejecuta una obra o explota un servicio público. (2) Persona que abre al público y explota un espectáculo o diversión. (3) patrono  (‖ persona que emplea obreros). (4) Titular propietario o directivo de una industria, negocio o empresa.
  • Emprendedor: Que emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas.

 

La definición de empresario la tenemos todos meridianamente clara. En cuanto a emprendedor, en principio no se aplica exclusivamente al ámbito económico. De hecho, emprendedor aparece como adjetivo, no como sustantivo, con lo que puede aplicarse a cualquier persona.

Como decía antes, hay quien opina que emprendedor no es más que un pequeño eufemismo de empresario. Seguramente no le falte parte de razón, ya que, ante la mala fama que generalmente tienen los empresarios, muchos usan la palabra emprendedor para mejorar su imagen, con lo que la diferencia sería, como mucho, sociológica.

No obstante, también hay quien apoya las diferencias lingüísticas e incluso las lleva al ambito puramente económico. Hace poco, hablando con una de las mayores emprendedoras (o empresarias, como queráis) de este país, me decía lo siguiente: «Todo emprendedor es empresario, pero no todo empresario es emprendedor. El emprendedor es una persona creativa que coge algo de cero, lo transforma y lo convierte en un producto o en algún tipo de empresa. También tiene que ejercer de empresario, pero fundamentalmente es emprendedor. El empresario es aquel que tiene dinero y gestiona empresas o invierte en ellas. El emprendedor tiene un factor creativo que el empresario no tiene por qué tener«.

P.D.: La foto es de laverrue.