Un blog sobre el (des)uso de la lengua en la política, los medios de comunicación, la publicidad, la calle...

Archivo de julio, 2012

Titulares ‘raros’ y difíciles de leer

A menudo nos encontramos con noticias cuyo texto, aunque sea compensible, resulta algo extraño. Con los titulares pasa menos, ya que se tiene un mayor cuidado, pero también puede suceder. Ayer me encontré con lo siguiente:

Vale, sí, me queda claro el mensaje. Pero… ¿esa construcción? ¿A qué viene? ¿Ha sido intencionada? Pues la verdad es que sí… y no. Lo que parece, más bien, es un problema de maquetación, probablemente debido a que el periodista se haya podido ver obligado a encajar el titular en una línea y recortarlo a (casi) la mínima expresión.

Pero aún así, puestos a recortar, ¿seguro que es la mejor construcción posible? De entrada sorprende que no se haga una interrogación con todo el titular y que la oración no lleve la estructura interrogativa más común (Verbo + sujeto + complementos), pero podemos pensar que, a toda costa, se quería mantener el nombre de la infanta al principio de la oración. En ese caso, ¿no sería mejor poner algo antes de abrir la interrogación? Algo parecido a esto:

Evidentemente, no es, ni mucho menos, la mejor opción, pero si nos empeñamos en mantener a la infanta al principio, podría ser una opción medianamente buena. En cualquier caso, recomendamos otras tres posibilidades:

Ya sabíamos que el Gobierno conocía el viaje del Rey (la sintaxis nos lo chivó)

Este miércoles hemos sabido oficialmente que el Gobierno sí conocía el viaje que el Rey hizo a Botsuana. Según el propio Gobierno, estaba «plenamente informado» y con «suficiente antelación» de todos los desplazamientos públicos o privados que realiza Don Juan Carlos.

Estas declaraciones se convierten en el reconocimiento oficial de que el Gobierno estaba al tanto de este viaje, pero, ¿saben qué? No hacían falta, ya que la sintaxis nos chivó hace un tiempo ese conocimiento por parte del Gobierno.

Viajemos un poco en el tiempo. Concretamente, al 15 de abril, cuando el vicesecretario de Organización del Partido Popular, Carlos Floriano, habló de este tema:

 

 

“Lo sabía cuando sufrió el accidente”, dijo Floriano, pretendiendo argumentar que el presidente del Gobierno no supo nada hasta que le llegó la noticia del accidente del Rey.

Sin embargo, y pese a que todos sabemos que esa era la intención de Floriano, lo cierto es que sus palabras dicen justo lo contrario si las interpretamos en un sentido lingüístico estricto. Veamos despacio la oración:

Floriano intenta establecer una simultaneidad entre las dos acciones (saber o conocer el asunto, por un lado, y sufrir el accidente, por otro). Sin embargo, en la oración principal usa un pretérito imperfecto (sabía), mientras que en la subordinada temporal hace uso del pretérito indefinido o pretérito perfecto simple (sufrió).

Tanto el pretérito imperfecto como el pluscuamperfecto marcan una anterioridad frente al pretérito indefinido, con lo que, la oración “Lo sabía cuando sufrió el accidente” lo que en verdad está diciendo es que Rajoy conoció la existencia del viaje en un momento anterior al momento en que se produjo el accidente.

Para que la oración no hubiese dado lugar a dudas, Floriano debería haber dicho lo siguiente: “Lo supo cuando sufrió el accidente”, estableciendo así la simultaneidad que pretendía.

De modo que, señores del Gobierno, muchas gracias por la aclaración, pero no era necesaria.

Los peligros de una mala traducción

¿Alguna vez te has planteado por qué llamamos ‘Alta’ y ‘Baja’ a las dos etapas que formaron la Edad Media? Si eres aficionado a las curiosidades, es posible que alguna vez hayas oído que todo podría deberse a una mala traducción: en Alemania hablaban de la Vieja o Antigua Edad Media, pero viejo en alemán es alt. De ahí se dice que vino el error de los españoles y, por consiguiente, la Alta Edad Media.

Es el (relativo) problema que surge cuando traducimos algo de manera errónea. En España tenemos varios ejemplos de malas traducciones, sobre todo desde el inglés. Todos nos hemos reído alguna vez del compañero de clase que, mientras se sonaba la nariz, decía que estaba constipated, cuando en realidad constipated significa estreñido.

La mayoría de los ejemplos más frecuentes son conocidos por casi todos. También es frecuente el caso de exit, que al principio traducíamos como éxito, cuando en realidad significa salida. Este era un caso prácticamente superado con el que casi nadie se confundía ya, pero en los últimos años está volviendo, sobre todo al ámbito empresarial. En el mundo del emprendimiento, cuando un accionista (principal o secundario) de una empresa vende sus acciones, se habla de exit, que, efectivamente, equivale a salida (o, más metafóricamente, a venta). Sin embargo, es evidente que la venta de una empresa suele ser un éxito para todo emprendedor, con lo que los dos términos están empezando a mezclarse de nuevo.

Hay otro caso de error que cada vez me llama más la atención, ya que su uso se está popularizando. Se trata del free software. ¿Qué dirías que es el free software? ¿Software gratis? Pues no, precisamente. Es cierto que free puede significar gratis en según qué contexto y, sobre todo, en según qué posición, pero, en este caso, free software significa software libre.

Son muchas las personas que ya lo traducen como software libre, pero sigue sin quedarles clara la diferencia y siguen pensando que, se le llame como se le llame, el software libre es software gratis. (Aquí podéis ver la diferencia.)

Y es que hay que tener cuidado con los false friends 😉

A vueltas con el ‘solo’ y ‘sólo’

Seguro que muchos recordáis uno de los primeros posts de este blog, en el que hubo bastante polémica al hilo de si el adverbio solo debía llevar tilde y si la recomendación de la RAE debía tomarse como una mera recomendación o como una norma estricta.

Pues bien, ayer navegando por Twitter me encontré una nueva discusión sobre este asunto:

 

El titular original al que se refería José María Mateos era el siguiente: «El PP vota solo los recortes y evita los aplausos en el Congreso». Y entonces comenzó lo bueno:

 

 

 

 

 

 

 

¿Alguna conclusión? Sí, dos: en primer lugar, que a casi nadie le terminó de quedar claro si hay que poner tilde o no a sólo/solo cuando es adverbio y puede haber confusión. En segundo lugar, que más de uno dudó muy seriamente del valor real que pueda tener (o no) la RAE a la hora de aconsejar o normalizar ciertas prácticas ortográficas.

En cualquier caso, parece que los compañeros de El País optaron por hacer caso del consejo de la Academia: «Los casos reales en los que se produce una ambigüedad que el contexto comunicativo no es capaz de despejar son raros y rebuscados, y siempre pueden evitarse por otros medios, como el empleo de sinónimos (solamente o únicamente, en el caso del adverbio solo), una puntuación adecuada, la inclusión de algún elemento que impida el doble sentido o un cambio en el orden de palabras que fuerce una única interpretación».

Por eso el titular que podemos ver ahora no es «El PP vota solo los recortes y evita los aplausos en el Congreso», sino «El PP vota en solitario los recortes y evita los aplausos en el Congreso».

‘Incierto’ SÍ equivale a ‘no verdadero’

Ayer, navegando por internet, me encontré con el artículo de uno de los blogueros de esta casa, Daniel Díaz, que se preguntaba: ¿Por qué mienten [in]ciertos periodistas? Nada más leer el artículo, me fui corriendo a los comentarios para ver si alguien le había dicho algo por usar el término incierto, pero, por suerte, nadie lo había hecho.

En una época de constantes trifulcas políticas y periodísticas, es medianamente frecuente ver o escuchar términos como incierto, pero más frecuente aún es observar reacciones de personas que consideran que se está haciendo un uso incorrecto. Muchas veces leo comentarios como el siguiente: «Incierto no significa falso, sino desconocido, inseguro…». Un comentario muy frecuente… pero erróneo.

No hay más que mirar el DRAE:

Efectivamente, la primera acepción es «No cierto o no verdadero». Es en la segunda donde encontramos «Inconstante, no seguro, no fijo» y en la tercera «Desconocido, no sabido, ignorado».

Es curioso, porque, observando la tradición léxica de nuestra lengua, nos damos cuenta de que hubo un tiempo en que lo no verdadero no era tan diferente de lo no seguro o lo desconocido. Nos lo demuestra la edición del DRAE de 1791:

 

 

Es en 1803 cuando la primera acepción de incierto pasa a ser «no cierto o no verdadero»:

 

De modo que el uso de Daniel es correcto.

Faltas de ortografía que te encuentras cuando miras el correo

Un día estás mirando tranquilamente el correo… y te encuentras con cosas como esta:

 

Por si no os habéis fijado, aquí ampliado:

Seis formas de no decir la palabra «rescate»

Hace poco hablábamos de los eufemismos que usan a menudo los políticos y ayer tuvimos una nueva oportunidad de comprobarlo.

Ayer Mariano Rajoy anunció -entre otras cosas- la subida del IVA. Lo hizo con un discurso que no dejó indiferente a nadie en el Congreso de los Diputados y en el que el presidente del Gobierno procuró ser claro y directo.

Sin embargo, su discurso, además de ser visiblemente suave, evidenció ese temor que tiene Rajoy a usar la palabra prohibida: rescate. Tan solo la usó una vez, como recordaba ayer Jaime Jiménez, subdirector de 20minutos.es. Lo podemos ver en la página 14 de su intervención: «[Estos acuerdos] permiten que la zona euro actúe de manera más efectiva sobre sus mercados financieros, utilizando todo el rango de instrumentos que permiten los fondos de rescate, e involucrando de forma más eficaz al Banco Central Europeo».

Entonces, ¿no se refirió Rajoy al rescate de la banca española, a la intervención que sufrirá la misma o algún tipo de medida que incluye el rescate? Sí lo hizo, pero con otros términos. Aquí hemos encontrado hasta seis distintos:

1.- Recapitalización:

«La recapitalización de los bancos españoles requiere para su efectividad la aprobación por unanimidad del Memorándum de Entendimiento en el Eurogrupo». (pág. 3)

«El primero, se refiere a la recapitalización bancaria directa». (pág. 11)

2.- Asistencia:

«La asistencia será facilitada inicialmente por la Facilidad Europea para la Estabilidad Financiera (FEEF), hasta que entre en funcionamiento el MEDE». (pág. 12)

3.- Reestructuración:

«Significa transferir a una instancia europea la responsabilidad de supervisión, estableciendo mecanismos europeos de garantía de depósitos y de reestructuración y liquidación de entidades bancarias». (pág. 8)

4.- Cesión de soberanía (quizá el más llamativo, ya que es casi más bestia que decir rescate):

«La contrapartida de la cesión de soberanía sería, si así se decide, la instauración de un pasivo soberano conjunto y múltiple». (pág. 9)

5.- Ayudas:

«Estas ayudas irán acompañadas de condicionalidad financiera y/o individual, conforme a la normativa de ayudas de Estado». (pág. 12)

«Los Estados Miembros de la zona euro reiteraron su apoyo a España, así como la necesidad de concluir todos los pasos necesarios para desbloquear las ayudas a nuestro sistema financiero lo antes posible». (pág. 12)

6.- Préstamos:

«Los miembros del euro han acordado que el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) podrá otorgar préstamos directamente a las entidades bancarias que lo necesiten». (pág. 11)

(Pincha aquí si quieres leer el discurso íntegro.)

P.D.: La foto de Rajoy es de Ángel Díaz (EFE).

Políticos: los reyes del eufemismo

Cuando en el colegio me explicaron lo que era un eufemismo, me pareció una figura de lo más interesante. Una expresión medianamente sutil sería una herramienta perfecta para suavizar una frase que, dicha de manera recta, podría sonar algo bestia.

Siempre recordaré el primer ejemplo que me pusieron: “Siento lo de tu madre”, como eufemismo de “Siento que tu madre haya muerto”. Si algo bueno le vi a la lengua por entonces era precisamente la posibilidad de hablar, de manera suave, de cosas que no lo son.

Pero claro: hecha la ley, hecha la trampa. Con el tiempo, los eufemismos han acabado casi teniendo una imagen mala por sí mismos, ya que a menudo son usados no para suavizar un hecho, sino precisamente para manipularlo o restarle importancia.

Los reyes en esto del eufemismo son los políticos. Aquí van algunos ejemplos de las palabras y eufemismos que a menudo escuchamos:

– Crisis. Una de las más famosas. Cuánto le costó a Zapatero decirla, ¿eh? Desaceleración, recesión, reajuste, coyuntura negativaIgnacio Escolar recopiló hasta 14 eufemismos en una comparecencia en el Congreso.

– Léxico de guerra. El contexto bélico es el que más se presta a los eufemismos: daños colaterales (muertos inocentes), ataque preventivo (ataque sin provocación previa), apoyo aéreo (bombardeos), zonas de confinamiento (cárceles ilegales)…

– Copago. Hay quien directamente lo llama repago, ya que los servicios públicos se financian gracias a los impuestos de ciudadanos. Pero copago no es el mayor eufemismo. Para Soraya Sáenz de Santamaría, se trata de un “recargo temporal de solidaridad”.

– Racionalización. Muy típico en estas fechas. Para los políticos, los servicios no se recortan ni se eliminan; como mucho, se racionalizan, se ajustan o se reestructuran.

Y así… hasta el infinito.

P.D.: No quiero dejar pasar la oportunidad de poner por aquí el interludio del disco ‘Un tipo cualquiera’, del rapero Tote King, en el que aparece un pequeño discurso de su amigo David Bravo, un abogado conocido por su lucha en favor de las descargas (y del que hemos hablado aquí hace poco). En este tema, David habla sobre los eufemismos y exageraciones de los políticos:

P.D.2: La foto de Soraya Sáenz de Santamaría es de Ballesteros/EFE.

Así que el agua tiene memoria, ¿eh?

Hace unas semanas me escribió una lectora (gracias, Eva 😉 ) que me decía lo siguiente:

«Me gustaria que escribieras un artículo dando tu opinión sobre la cantidad de palabras y adjetivos que se utiliza hoy en día en la industria de la belleza, que a lo mejor estan ortográficamente bien escritas, pero que no tienen sentido. (…) Por ejemplo, champús con el que el pelo te va a quedar ‘exquisito’ o ‘sabroso’, (…) productos de dietética que te dejan la piel ‘efervencente’… Se llaman buzzwords«

Tenía toda la razón Eva. Son muchos los anuncios publicitarios que recurren a este tipo de expresiones o palabras para sumergirnos en un mundo de preciosas sensaciones… que poco o ningún sentido tienen. ¿Qué es eso de que la piel es efervescente o los ojos respiran? Un publicista podría decirnos que están recurriendo a una metáfora o que, incluso, están haciendo uso de una prosopopeya. Cierto, pero la prosopopeya es una figura retórica y, como tal, debería usarse en contextos medianamente literarios, que están bastante alejados del contexto publicitario.

Tengo un vago recuerdo de cuando era pequeño: en un anuncio de televisión, una señora con pinta de lista anunciaba una serie de cremas (creo que) adelgazantes. Pero claro, cualquier crema no sirve para cualquier persona, de modo que esta empresa vendía un pack de unas 5 ó 6 cremas distintas, cada una de un aroma y propiedades distintas (naranja, trébol…). Pero, ¿cómo saber cuál era la perfecta para nosotros? Aquí viene lo bueno: no puedo recordar quién anunciaba esto, pero recuerdo la frase (casi) a la perfección: «Cada crema produce un efecto y la piel responde a ese efecto con pequeñas vibraciones. Cuanto más vibre nuestra piel, mejor será el efecto».

¿Perdón? Que mi piel qué? ¿Responde? ¿Y con movimientos, encima? Recuerdo este spot porque el solo hecho de imaginarme a mi piel respondiendo con vibraciones me daba pánico. Lo siento, señora, pero no me apetece ver cómo responde y vibra mi piel.

Hace pocos días me encontré con otro ejemplo similar. «El agua tiene memoria y estado de ánimo», nos cuenta una agencia de noticias. Al principio pensé que se trataría de una metáfora o, de nuevo, una prosopopeya. En caso de ser así, tampoco estaría justificado, ya que no parece muy acertado que en una cuestión científica como esta deba recurrirse a ningún tipo de metáfora. Pero es que ni siquiera es así. Si leemos la noticia podemos ver lo siguiente:

El agua tiene memoria y refleja el entorno donde ha sido recogida como si se tratara de un estado de ánimo, sostiene el investigador japonés Masaru Emoto. (…) Según sus investigaciones, el agua es un reflejo de las vibraciones que recibe, por la capacidad que tiene ese movimiento, que el define como HADO, se modifica la estructura subatómica, la «esencia» de las cosas.

No es necesario investigar mucho para comprobar que este investigador ha sido invitado por una marca española que se dedica al embotellamiento de agua y que recurre a los aparentes descubrimientos del tal Emoto para enaltecer las propiedad de su producto.

De hecho, no son pocos los divulgadores científicos que se han echado encima de este investigador que, en la campaña publicitaria de la embotelladora, asegura que «cuanto más cerca está el agua de la naturaleza, más bella es la forma de sus cristales», algo que justifica esa aparente memoria que parece poseer el agua.

Una vez más, conviene aclarar que el agua NO tiene memoria, de modo que, señores publicitarios, les invitamos a hacer uso de todo tipo de prosopopeyas la próxima vez que escriban un poema. Pero no cuando intenten vendernos sus productos.

P.D.: La foto es de Scott Robinson.

Lo que dice el diccionario NO va a misa

La semana pasada ya estuvimos hablando de los criterios que sigue la RAE a la hora de incluir (o no) según qué palabras en el diccionario. Como vimos, el DRAE no establece las palabras que podemos usar y el significado que debemos darles, sino las palabras que los hablantes usan y los distintos significados que les dan. En otras palabras: la labor del DRAE no es normativa, sino descriptiva.

Saber esto nos ayuda también a comprender que en ningún caso podemos ser talibanes del diccionario, que, si bien establece una serie de pautas mínimas, no puede ser el vademécum de la lengua. Sobre todo, en según qué sectores, cuya especialización y temática requieren comportamientos léxicos diferentes.

Y si no, que se lo pregunten a David Bravo, uno de los mejores abogados de España en lo que a propiedad intelectual y descargas se refiere. David Bravo defendía a un webmaster al que sus denunciantes acusaban de difundir material protegido por copyright. Como la jurisprudencia existente aseguraba que mostrar enlaces a obras protegidas no constituía una difusión de las obras, los demandantes desecharon la definición legal de difundir y optaron por acogerse a la definición del DRAE, intentando, de ese modo, llevar la razón.

El propio Bravo explicaba por qué este aparente cambio de definición no podía ser tenido en cuenta a efectos legales: «Me limitaré a poner un ejemplo. Desde el punto de vista jurídico, el robo es apoderarse de algo ajeno con fuerza, intimidación o violencia, mientras que si la sustracción no se hace de tal modo, se considerará hurto, delito con menor pena que el robo por razones obvias. ¿Imaginan que un juez condena a alguien que realiza un hurto como autor de un robo sólo porque la segunda acepción del diccionario considera sinónimas las dos palabras? Que la definición del diccionario de la RAE considere también robo a ‘hurtar de cualquier modo que sea’ sólo significa que los hispanohablantes usan las palabras robo y hurto indistintamente, no que sean legalmente indistintas.