Un blog sobre el (des)uso de la lengua en la política, los medios de comunicación, la publicidad, la calle...

Archivo de agosto, 2012

Pero entonces… ¿se dice «impreso» o «imprimido»?

¿Cuántas veces has dicho «He imprimido las hojas» y te has quedado pensando si lo habías dicho bien? Lo cierto es que los participios del verbo imprimir traen a mucha gente más de un dolor de cabeza. De hecho, la preocupación llega hasta tal punto que en ocasiones se cae en la ultracorrección, llegando a establecer como leyes innegables sentencias que no son del todo ciertas.

Sobre el participio del verbo imprimir, hay dos creencias más o menos extendidas que no son ciertas. Son las siguientes:

1.- No se dice imprimido, sino impreso. En realidad, ambos términos son correctos. Imprimir es uno de esos (pocos) verbos que tienen dos tipos de participios, uno regular (imprimido) y otro irregular (impreso), de modo que el uso de ambas palabras es correcto.

2.- Impreso se usa como adjetivo e imprimido como verbo. Muchos de los que han superado el primer punto consideran que el uso de impreso se lleva a cabo cuando funciona como adjetivo, mientras que el de imprimido se emplea cuando se conjuga como verbo. Esta creencia es bastante generalizada (yo lo creía hasta hace bien poco), pero tampoco es cierta. Como nos recuerda el Diccionario Panhispánico de Dudas, «aunque existe hoy una clara tendencia, más acusada en América que en España, a preferir el uso de la forma irregular impreso, ambos participios pueden utilizarse indistintamente en la formación de los tiempos compuestos y de la pasiva perifrástica«. En cualquier caso, «en función adjetiva se prefiere en todo el ámbito hispánico la forma irregular impreso«.

Un tuit confuso… (o quizá no tanto)

Hace unos días me escribió un lector (mil gracias, Francisco) al que le había llamado la atención un ‘tuit’ de esta casa. Concretamente, el siguiente:

 

 

Como me decía Francisco, el titular podría ser ambiguo, ya que se podría pensar que el hecho de estar en el paro podría ser la causa de la rebaja en la multa o del propio robo. Una vez que entramos en la noticia, encontramos un titular más aclaratorio:

 

 

Efectivamente, la situación de desempleo de la joven incidió sobre la rebaja en la multa. Parece evidente que el ‘tuit’ no aclaraba del todo la situación. Se podría haber optado por algo distinto: Rebajan la multa, por estar en el paro, a una joven que robó una cazadora. En cualquier caso, tampoco podríamos considerarlo un error grave. En primer lugar, porque se enlaza a la noticia que aclara todo. Y en segundo lugar, porque la posible ambigüedad, realmente, no cambia tanto el sentido real de la oración.

De hecho, como me decía Francisco en su correo, parece bastante probable que el hecho de estar en el paro también haya jugado algún papel a la hora de que la joven robase la cazadora, con lo que la pequeña confusión tampoco ocasiona demasiado caos.

P.D.: Ayer encontré una palabra divertidísima que, como dice el autor, el castellano debería adaptar: ¡pilkunnussija!

 

RTVE ‘deborando’ el diccionario

Gracias a Yolanda Tejado, de la Fundéu, me encuentro con este gazapo de TVE cazado por uno de sus followers:

 

Casi nada. Los encargados de los títulos han escrito deborar en lugar de devorar. Hace un par de meses ya nos hicimos eco de algún fallo más de los telediarios de TVE:

 

 

Sin embargo, aquellos errores eran menores e incluso discutibles. No obstante, este llama mucho más la atención, ya que se trata de una falta por la que cualquiera debería llevarse una colleja.

Siendo flexibles, hemos de reconocer que los fallos tipográficos en televisión son algo más que comunes. Al ritmo al que se trabaja, cualquier editor puede perdonar sin mayor problema un fallo como este. No obstante, también es cierto que, al tratarse de un medio de comunicación, convendría tener bastante más cuidado.

En cualquier caso, disculpamos, de nuevo, a TVE. Pero seguiremos pendientes.

¡Qué mal usamos (a veces) los periodistas el estilo directo!

Una de las cosas más básicas que debe hacer un periodista es manejar correctamente el estilo directo y el indirecto al insertar unas declaraciones. Sin embargo, en más de una ocasión (y me señalo a mí mismo el primero) los mezclamos y los usamos mal. Hace tiempo, en pleno rescate de la banca española, leí la siguiente frase: Rajoy aseguró que «no estoy preocupado por la situación del país», cuando lo ideal habría sido usar otras fórmulas como Rajoy aseguró que no está preocupado por la situación del país o Rajoy aseguró: «No estoy preocupado por la asituación del país».

Lo cierto es que, pese a su gravedad, el error es cometido demasiado a menudo por los periodistas. La propia Fundéu recogió en su momento este error: «(…) Puede producirse el error de utilizar sujetos distintos en el texto y en la cita, como en: El presidente dijo que «yo no estoy de acuerdo». Lo apropiado en este caso habría sido escribir: El presidente dijo que él no estaba de acuerdo o el presidente dijo: «Yo no estoy de acuerdo»».

Hace unos días encontré un ejemplo similar:

 

 

En ambos casos, el periodista mezcla el estilo directo con el indirecto. Aunque esta práctica no es recomendable, tampoco es demasiado grave… siempre que no se mezclen los sujetos ni los verbos. Y es que las oraciones quedan algo confusas (o directamente incorrectas) cuando, al mezclar estilo directo e indirecto, en la oración principal se usa un verbo en tercera persona y dentro de las comillas uno en primera persona, como ocurre en estos dos casos.

Lo ideal, en este último caso, habría sido recurrir a fórmulas como Pepe Mel señaló tras la disputa del último Clásico que los sacará de pobres o Pepe Mel señaló tras la disputa del último Clásico: «Nos va a sacar de pobres».

«En base a»: un calco mal adaptado

Es la noticia del momento: el Gobierno de Ecuador ha concedido asilo político al fundador de Wikileaks, Julian Assange. De entre las muchas crónicas que hay sobre este hecho, me ha llamado la atención la siguiente que me he encontrado en un medio del norte de España:

Me ha llamado la atención el uso de la expresión en base a, que hace varios años se usaba bastante, pero que, de un tiempo a esta parte, ha caído -por suerte- en desuso, sobre todo en el discurso escrito (no tanto en el oral). Es importante destacar que el uso de esta expresión es erróneo, ya que su construcción no tiene sentido gramatical si nos atenemos a las normas del español.

Según el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), «las preposiciones en y a no están justificadas». Pero, ¿de dónde nos hemos sacado esta construcción? Según el DPD, «podría tratarse de un calco del italiano in base a, única lengua de nuestro entorno en la que se documenta —desde finales del siglo xix— esta locución, ya que en inglés se dice on the basis of y en francés sur la base de«.

¿Qué fórmula usamos, entonces? En la Fundéu nos recomiendan algunas tales como con base en, sobre la base de, en función de, basándose en, a partir de, de acuerdo con o según.

¿»No deje de visitarlo»?

Mis compañeros de oficina y yo llevamos un tiempo buscando un piso donde instalarnos para trabajar y, tras unos días de búsqueda, he de decir que el mundo inmobiliario siempre me ha llamado la atención por el uso (en ocasiones) distorsionado que los vendedores hacen de la lengua.

A todos nos la han colado alguna vez con eso de que el piso es íntimo (diminuto), acogedor (es un estudio), exterior (tiene un secarral al lado), tranquilo (en el quinto pino), a 10 minutos del centro (quizá si viajas en nave espacial), etc. Sin embargo, lo que más me ha llamado siempre la atención son los eslóganes para captar nuestra atención. Atentos a esto:

Al margen de la ausencia de tildes, mayúsculas e incluso comas (que lo vamos a pasar por alto), me llamó la atención la penúltima frase:

¿»No deje de visitarla»? ¿Qué pretenden, que esté permanentemente en la casa hasta que decida si me quedo allí o no? Es evidente que, ante la frialdad de observar fotos en una web, el anunciante quiere dejar un mensaje positivo y que el cliente no pierda la oportunidad de acercarse a la vivienda y verla de cerca, pero, ¿de verdad que, una vez allí, ya no puedo dejar de visitarla?

Pese a haber visto este eslogan antes, me pregunté si el verbo dejar, como intransitivo, tendría algún significado que a mí se me había escapado. Pero el DRAE no plantea dudas:

El caso es que, aunque sea una oración bastante extraña, se trata de un eslogan que cada vez se usa más a la hora de promocionar viviendas, hoteles, restaurantes, etc. Agradecemos la amabilidad de los anfitriones, pero ya sabes: si alguna vez visitas un sitio así, antes de entrar asegúrate… de que te van a dejar salir.

Sánchez Gordillo y la neolengua al servicio de la ironía

En este blog hemos hablado algunas veces de la facilidad que tienen los políticos para usar eufemismos y de lo que a Rajoy le costó decir la palabra rescate (igual que a Zapatero le costó decir crisis).

Es parte de la llamada neolengua, esa habilidad que tienen los políticos (casi sin excepción) para referirse a un hecho con un nombre que maquille o exagere su significado y su sentido real. Así, nos encontramos con que en España antes no había crisis, sino recesión, del mismo modo que ahora no hay recortes ni estafas, sino ajustes y errores de gestión.

 

Seguro que, a estas alturas, ya conoces a Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda, diputado de las Cortes de Andalucía por IULV-CA y miembro del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT). Hace unos días, Gordillo fue uno de los encargados de coordinar la acción en la que varios sindicalistas se intentaron llevar alimentos de dos supermercados (consiguiéndolo en uno de ellos).

Dentro de los detractores, muchas personas han hecho uso de los más variados términos para referirse a este hecho: «robo», «pillaje», «asalto», «sabotaje»… A Sánchez Gordillo, por su parte, le han llamado «ladrón», «bárbaro», «terrorista»… Él, por su parte, ha defendido la acción, definiéndola como una «expropiación» y una «socialización de alimentos».

Sánchez Gordillo cree verdaderamente en estos dos conceptos, pero las nomenclaturas, además, le han venido de perlas para tirar de ironía contra gran parte de sus detractores -habituales de la neolengua-. En una entrevista a Punto Radio, el alcalde de Marinaleda defendía su terminología y criticaba la contraria: «Esta crisis es un gran robo. (…) Aquí se llaman las cosas de distinto nombre. Si los ricos roban, ¿cómo se llama? Que estamos en crisis. Pero si robas una gallina o en un supermercado, eres un ladrón».

¿Tiene razón Sánchez Gordillo? ¿O está recurriendo también a términos artificiales? En cualquier caso, este es un buen ejemplo de que, si haces uso de la neolengua, alguien podrá usarla para responderte. Y Sánchez Gordillo ha respondido.

P.D.: La foto es de Manuel Rodríguez/EFE.

Titulares que podrían resultar ambiguos

Ayer, navegando por 20minutos.es, me encontré la siguiente noticia:

Seguro que todos hemos entendido lo que quiere decir, ¿verdad? Que la familia real no acudirá a ninguna competición de los Juegos olímpicos, con lo que no podrá animar a ninguno de nuestros deportistas en vivo y en directo. Comprendemos sin problema la oración porque conocemos el contexto y, sobre todo, el sentido, con lo que no hay nada que reprocharle a nuestro compañero.

Sin embargo, este titular nos sirve como excusa perfecta para explicar posibles construcciones que, aunque sean de sencilla comprensión, podrían resultar algo ambiguas. Porque, si nos atenemos estrictamente a lo que dice el texto, ¿qué podríamos entender? Si fuésemos estrictos, para animar a nuestros deportistas en Londres sería una subordinada adverbial final. Ahora bien, como la mayoría de subordinadas finales, no afectaría solo al verbo de la principal –irá-, sino a toda la oración principal –La familia real no irá a ninguna competición-. Estaríamos, por tanto, ante una negación parcial.

Si hiciésemos este análisis, podríamos pensar que la finalidad de no ir a los Juegos Olímpicos, precisamente, es animar a nuestros deportistas, cuando se trata, justamente, de lo contrario. Se trata de establecer una negación total -también llamada oracional-, en cuyo caso, el adverbio negativo no modifica solo al verbo, sino a toda la oración. Es decir, también afecta a para animar a nuestros deportistas en Londres.

Para entender mejor la diferencia entre negación parcial y total, veamos este par de ejemplos que también pueden resultar ambigüos sin una debida explicación:

No te doy dinero para que aprendas a ahorrar. A primera vista, la finalidad de no darle dinero a nuestro interlocutor es que aprenda a ahorrar. Estaríamos ante una negación parcial.

No te doy dinero para que aprendas a ahorrar. Supongamos que al final de esta oración añadimos (o suponemos) sino para que te compres algo que te guste. En ese caso, el adverbio negativo estaría modificando también a para que aprendas a ahorrar. Estaríamos, entonces, ante una negación total.

Querid@s amig@s de la arroba para tod@s

En los últimos años, la corrección política -unas veces- y la lucha de género -otras- ha hecho que muchos hablantes, al expresarse, se esfuercen en dejar constancia de su apelación a personas de ambos sexos en sus intervenciones.

Así, viene siendo bastante común ver expresiones como todos y todas, alumnos y alumnas, bienvenidos y bienvenidas… Frente al uso del masculino como genérico (agrupando a hombres y mujeres), mucha gente opta por usar ambos géneros gramaticales (el masculino y el femenino) en un esfuerzo por hacer visible la presencia de las mujeres.

Nadie duda de la encomiable labor de quien quiere hacer valer esta pluralidad, pero también es evidente que este uso duplicado ayuda muy poco a la economía lingüística de nuestra lengua. Por ello, desde el principio hubo quien comenzó a pensar en otras formas de expresión. La más común es la del uso de la arroba (@). Así, en el lenguaje escrito, y para evitar decir todos y todas, hay quien prefiere escribir tod@s.

De forma más minoritaria (yo he empezado a verlo más desde el 15-M), otras personas optan por la x, escribiendo, de este modo, todxs.

Como decimos, nadie puede dudar de la buena voluntad de quienes usan estas fórmulas, pero lo cierto es que no acaban de ser demasiado correctas. La RAE ya da cuenta de ello en el Diccionario Panhispánico de Dudas:

«La arroba no es un signo lingüístico y, por ello, su uso en estos casos es inadmisible desde el punto de vista normativo; a esto se añade la imposibilidad de aplicar esta fórmula integradora en muchos casos sin dar lugar a graves inconsistencias, como ocurre en Día del niñ@, donde la contracción del solo es válida para el masculino niño«.

Así pues, y pese a la buena voluntad de sus usuarios, tanto la arroba como la x no solo tienen un uso bastante restringido (solo se pueden usar en el lenguaje escrito), sino que, además, no parecen buenos ni correctos ejemplos de cómo aludir a ambos sexos. De modo que habrá que seguir recurriendo al masculino y femenino u optar por el masculino genérico.

Lo cual nos lleva a otro debate: ¿discrimina el masculino genérico a las mujeres? ¿Es lo mismo el género que el sexo? Eso ya lo veremos con más calma.

Palabras inventadas… que entendemos sin (demasiado) problema: intraemprendedor

¿Quién no se ha inventado alguna vez una palabra? Casi todos lo hemos hecho. Bien por ignorancia o bien por improvisación, lo cierto es que a veces nos inventamos términos si pensamos que en nuestra lengua no existe ninguna palabra concreta que defina con exactitud aquello a lo que nos referimos.

Ya vimos hace un tiempo que, a la hora de expresarnos, no hay (demasiado) problema en inventarnos una palabra siempre que tenga un mínimo de sentido gramatical y/o etimológico, ya que será medianamente fácil acertar su significado. No obstante, hay veces que nos inventamos términos basándonos en aspectos diferentes que, sin embargo, no dificultan demasiado su comprensión.

Seguro que todos habéis oído y leído el término emprendedor, referido, grosso modo, a aquella persona que lidera o gestiona un proyecto propio. Pero, ¿alguna vez habéis oído hablar del intraemprendedor? Es un término que cada vez se usa más, sobre todo en contextos de emprendimiento. El intraemprendedor es una persona que, como el emprendedor, lidera un proyecto determinado poniéndolo al servicio de su propio criterio y sus propias decisiones. Sin embargo, este proyecto no es propio. El intraemprendedor es aquel trabajador de una empresa que se encarga de un departamento o un proyecto y consigue aplicar sus propios criterios, llegando a conseguir cambios significativos en los métodos de trabajo y, sobre todo, en los resultados. Es un emprendedor, pero dentro de una empresa.

Ahora bien: ¿por qué se le llama intraemprendedor? Para saberlo, tenemos que irnos al inglés. En inglés, emprendedor es entrepreneur. Con el tiempo, los hablantes de esta lengua comenzaron a referirse a este tipo de personas que emprenden dentro de una empresa, optando por el término intrapreneur. De ahí es de donde los españoles adoptamos la traducción intraemprendedor.

¿Tiene sentido gramatical o etimológico esta palabra? Gramatical, quizá no mucho; etimológico, puede que incluso menos. Ahora bien, ¿se entiende el significado? Lo cierto es que, dentro de los contextos de emprendimiento, sí. ¿Acabará esta palabra teniendo un uso aceptado y generalizado? No es fácil saberlo, pero no parece difícil.

No olvidemos que, al fin y al cabo, la lengua no la hacen los filólogos ni los académicos, sino los hablantes.