Me encanta volar. Tanto físicamente como con la imaginación. Cuando dejas volar la mente eres más libre, más creativo. Cuando tu cuerpo vuela -en avión, se entiende- aprendes siempre algo nuevo en tu destino. Desde el mismo momento del aterrizaje todo ha cambiado, salvo los pasajeros que te acompañan. Es quizá un nuevo país, con un nuevo clima. El cielo y la luz son diferentes. Los colores y los aromas también han cambiado. Todo a tu alrededor te avisa de que nuevas experiencias están por llegar.
Efectivamente, escribo con la influencia del reciente viaje a República Dominicana (he llegado apenas hace unas horas y aún estoy con un fuerte jetlag), pero sobre todo con el viaje de vuelta. Todo un periplo de más de 24 horas de duración desde Santo Domingo a Miami, de allí a Atlanta y luego el salto a Madrid. Tres aviones, dos escalas, mucho tiempo para pensar y… turbulencias.
Son la pesadilla de muchos viajeros. Vas volando tranquilamente, con tu música, tu libro, quizá tu café o zumo de naranja, y ahí fuera no hay ni nubes, el avión va como la seda…De repente suena un pitido de alerta y la luz de abróchense los cinturones se ilumina. Instintivamente algo te pone en alerta, y, al tiempo, comienza un verdadero terremoto celeste. El avión parece haberse vuelto loco, baja y sube sin control, se convierte en una batidora gigante que hace que la gente se mire entre sí, chille, llore o se ría nerviosamente. Todo pasa muy rápido… a veces. Otras las turbulencias duran 10, 15 o incluso más minutos. Sólo el hecho de ver cómo el avión no cae al vacío o se desintegran las alas te tranquiliza razonablemente, hasta que poco a poco, o repentinamente, las turbulencias desaparecen…
¿Qué son las turbulencias? Pues dicho en palabras sencillas son corrientes de aire, vientos flojos, moderados o fuertes que inciden en el avión desde cualquier dirección. De frente, de cola (las peores), desde arriba, desde abajo, mezcladas unas con otras direcciones y velocidades y acompañando tanto a cielos nubosos como a cielos despejados. A veces pueden ser pronosticadas y otras ocurren inesperadamente. También se producen turbulencias al atravesar nubes, sobre todo nubes de tormenta, los cúmulos congestus o cumulonimbus, pero normalmente al salir al otro lado de la nube, la turbulencia desaparece.
Las turbulencias más desagradables las producen perturbaciones -borrascas- fuertes o el propio Jet Stream cuando encuentra en su camino a la aeronave a grandes alturas y vuelos interoceánicos. Pero como os digo pueden aparecer de repente y con el cielo limpio de nubes. Son las Turbulencias en Aire Claro.
Lo primero, tranquilidad. No va a pasar nada, no va a haber un accidente. Tanto los aviones como las tripulaciones saben lidiar con este baile de San Vito celestial. El avión no se va a caer, los pilotos saben lo que hacen, las turbulencias son sus amigas y les acompañan siempre, en todos los vuelos.
Así pues tranquilos. Eso sí, hay que tener cuidado y precaución con algunas cosas. Lo principal, cuando nos dicen que nos abrochemos los cinturones no es por capricho. El despegue y aterrizaje son momentos decisivos, con mucho movimientos y nos vemos sometidos a fuerzas de aceleración y deceleración bastante acusadas. Pero en vuelo, incluso con el avión tranquilo, llevad siempre puesto el cinturón, como en los coches. Las turbulencias no avisan, y la mayoría de heridos y fallecidos en turbulencias severas lo son por no llevar abrochado el cinturón. Si el avión baja, tu subes, experimentas ingravidez, y si no estás atado, puedes llegar a chocar con la cabeza en el techo del avión. También se producen accidentes con maletas y otros objetos que pueden salir volando y golpearte. Cuando subas tus bultos al compartimento superior asegurate de que quedan bien situados. Desde luego, si te pilla en pie, puedes correr peligro de lesiones, busca cuanto antes tu asiento y átate bien. E intenta relajarte. No será fácil si eres aprensivo, pero piensa que ese plano de ala ha pasado por pruebas de certificación que les hacen doblarse hasta un ángulo inverosímil de más del 70% de inclinación. El ala no se va a romper, tranquilo.
Así pues en esos momentos en que todo se mueve sin aparente control, respira profundamente, piensa en que pronto pasará el mal momento y que al final del viaje te espera un nuevo mundo por descubrir. Y aprovéchalo bien.