"Hasta la victoria, a veces". Roberto Fontanarrosa

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Bolivia sangra por dentro

El referéndum convocado por el departamento de Santa Cruz -ganó el “Sí” con un 80 por ciento- terminó en un baño de sangre entre defensores del gobierno de central de Evo Morales y los autonomistas de la llamada «Bolivia rica».

Visto con un poco de perspectiva histórica, se trata de un episodio clave en el enfrentamiento entre las zonas poderosas de Bolivia y el altiplano pobre.

Las primeras rebeliones contra el gobierno central datan de 1877, cuando entonces era la izquierda quien se revelaba sobre contra el centralismo. Ahora, Santa Cruz está gobernado por conservadores, la región produce el 30% de la riqueza nacional y sus segmentos sociales más radicalizados muestran un fuerte desprecio hacia la población indígena. «Haga patria, mate un colla», decían varios de los carteles reproducidos por la prensa local.

Una muestra del desprecio de una parte de la población a los indígenas queda manifestada en una secuencia del documental Cocalero, que narra la llegada de Evo al poder. En ella se ve a Morales recibiendo insultos como «Colla de mierda», apenas desembarca en el aeropuerto.

A los ojos de los cruceños, el referéndum les dará más autogobierno y les permitirá absorber parte de las rentas de la explotación de los hidrocarburos. Como punto clave de la reforma figura la potestad de firmar títulos agrarios definitivos, como una forma acabar con la ofensiva de La Paz contra los latifundios de Santa Cruz.

La consulta fue considerada ilegal por el gobierno central y por varios países de América del Sur, pero su éxito daría pie a nuevas consultas en los próximos meses, de los departamentos de Tarija, Beni y Pando, que junto con Santa Cruz conforman la media luna boliviana y que son opositoras al gobierno de Evo Morales.

El gobierno ha llamado al diálogo a la oposición. De la sensatez y la cordura que ambas partes manifiesten en los próximos días dependerá que Bolivia deje de una vez por todas de sangrar por dentro.

Un repaso por la situación de Bolivia

Ahora que volvemos a ver noticias del estilo «Bolivia se desintegra», no viene mal hacer un repaso por la situación que atraviesa el país. Muy complicada, eso es seguro, pero al menos por el momento lejos de volar por los aires.

Recuerdo que conocí a Evo Morales en los 90, durante el Foro Social que se llevó a cabo en Buenos Aires. Evo era uno de los principales oradores del día y antes de dar su discurso pasó unas horas recorriendo las tiendas de campaña del Foro con un grupo de periodistas. Quienes creen que tiene un discurso radical, deberían de haberlo escuchado por esos días.

Morales basó parte de su discurso en despotricar contra el entonces gobierno de Sánchez de Losada, contra EE.UU, contra Chile y dedicó la otra mitad a pedir que se mire a su país sin clichés, que simplifiquen la situación que estaba pasando, y que por ese entonces ya era compleja.

Una década más tarde, Morales suavizó su discurso pero no retrocedió un ápice en llevar adelante el plan de gobierno que fue votado por mayoría en elecciones libres.

Las medidas del ejecutivo boliviano han despertado gran polémica, pero han servido para que el país más pobre de América del Sur recupere al menos parte de su dignidad y, por supuesto, de sus recursos naturales. La economía también ha mejorado con el nuevo plan.

Según el estudio del Real Instituto Elcano, la popularidad de Morales entre los españoles está por los suelos. Y es que su debut en España no fue, digamos, de lo más exitoso. En una de las coberturas periodísticas más infames del último lustro, el mandatario boliviano fue defenestrado por gran parte de la prensa española aparentemente… ¡por su jersey! (Vale la pena recordar esto)

La misma prensa se preguntaba cómo es posible que un indígena sea electo presidente de Bolivia. En rigor, la pregunta sería al revés: en un país con amplia mayoría indígena ¿Cómo es posible que haya pasado tanto tiempo para que gobierne un indio?

Morales no viene ni de los aparatos políticos ni de las corporaciones tradicionales de Bolivia, sino más bien de los movimientos sociales. En su país también fue víctima de tremebundas campañas de descrédito que incluyeron acusaciones como la de estar sometido, como no, al «poderosísimo lobby gay» realizado por el entorno de Alvaro García Linera, su vicepresidente.

Por otro lado, es innegable que su ascenso fue tan vertiginoso que no es extraño que su figura todavía esté llena de interrogantes y, sobre todo, de contradicciones. Una como ejemplo: a pesar de tener un discurso contrario a Chile durante su campaña, ha acercado posiciones con el gobierno de Bachelet, al punto que probablemente nunca antes dos gobiernos de esos países hayan estado tan unidos.

Ahora Bolivia ha vuelto a ser noticia por la resistencia que parte del país ha puesto al proyecto de reforma de la constitución impulsado desde el oficialismo.

La televisión boliviana dividió este fin de semana en su pantalla para mostrar de un lado, en La Paz, a Evo Morales y a sus seguidores festejando la nueva Constitución; del otro lado de la pantalla se veía otro festejo, esta vez en Santa Cruz, para negar la constitución y declarar la autonomía de «la media luna», los cuatro departamentos más ricos de Bolivia.

La “media luna” niega que lo busque sea la secesión, pero ha planteado un estatuto de autonomía fuera de la legalidad. El Gobierno, por su parte, ha conseguido aprobar la constitución dejando de lado a la oposición y tiene ahora la titánica tarea de conseguir que sea aprobada en referéndum.

Mientras tanto, los presidentes de Chile y de Brasil, se han acercado a Bolivia en un claro gesto de apoyo Morales para crear un corredor bioceánico a través del altiplano.

En rigor, Brasil y Bolivia llevan más de un año de relaciones complicadas a raíz de la nacionalización de los hidrocarburos en mayo de 2006. El presidente de Brasil nunca negó el derecho boliviano a retomar el control de sus recursos naturales, pero no ocultó el disgusto por cómo se llevó a cabo la operación: el ejército bolviano ocupó por la fuerza los campos que estaban bajo control de Petrobrás, empresa brasileña.

En el caso de Chile, el país andino se prepara para empezar a recibir gas desde Bolivia, una transacción que siempre estuvo cortada debido a la mala relación de los dos países (Bolivia tiene un centenario reclamo sobre Chile para obtener salida al Océano Pacífico).

Este es, más o menos simplificado, el escenario que atraviesa Bolivia. Difícil, seguro. Pero lo de la desintegración, por el momento, sólo es viable en las especulaciones o en los deseos de algunos.

¿Hasta dónde puede salpicar la derrota de Chávez?

Curioso ejercicio el de leer en los medios las conclusiones del «No» venezolano a la reforma de la constitución.

A toro pasado, no son pocos los que aseguran que la derrota del venezolano se puede leer como un freno al avance del socialismo en la región. Algo de razón no les falta, el entramado político latinoamericano tiene mucho de castillo de naipes y Chávez representa -apoyado en su montaña de petrodólares- los cimientos del cambio.

Los principales afectados serían Bolivia y Ecuador. En ambos países (en Ecuador menos que en Bolivia), los cambios están costando más de lo que originalmente parecía. Eso sí: ni Correa ni Morales ni Chávez han dado por el momento ningún signo palpable de marcha atrás.

Independientemente de lo te gustaría que finalmente suceda ¿Cómo crees que afectará la derrota de Chávez en las urnas al resto de países de la región?

Menos democracia en América Latina

El semanario The Economist publica un tremebundo estudio sobre la percepción de la democracia en América Latina.

Según el informe de Latinbarometro citado en el texto, en casi todos los países de la región hay menos ciudadanos que creen en la democracia como el mejor sistema de gobierno.

Los países dónde más cae el apoyo a la democracia son El Salvador, Honduras, Chile y la Argentina. Los ejemplos de la Argentina y de Chile son especialmente llamativos.

En el primer caso, el descrédito a la democracia crece a pesar de la fuerte recuperación económica que experimenta el país; y en el caso de Chile, sucede tras varios años de estabilidad económica. ¿Por qué?

Según el informe, la pérdida de credibilidad de la democracia en la Argentina se debe en parte a que este año el presidente Néstor Kirchner cediera formalmente el poder de la República en manos de su mujer, Cristina Fernández de Kirchner.

Los argentinos, tan aficionados a los records, lograron uno más. Es la primera vez en la historia democrática de occidente que un presidente entrega el bastón presidencial en manos de su mujer.

Aunque Fernández de Kirchner fue elegida legítimamente en las urnas, no resulta extraño entender porque un número de argentinos pierden la fe en la democracia.

En el caso de Chile, el desgaste de las instituciones democráticas estaría sustentado en la incapacidad de la presidenta Bachelet de lograr las mejoras sociales que prometió en 2006.

Chile es, además, el país dónde más crece el aprecio a los regímenes autoritarios (sólo superado en términos reales por Paraguay, Guatemala y Perú). Una ironía si se tiene en cuenta que Chile se ha librado por de la presencia de Pinochet hace menos de un año.

El artículo no hace mención a que en Ecuador es el país dónde más crece el apoyo a la democracia junto con Bolivia, Panamá y Costa Rica.

Si lo que dice The Economist es cierto, una posible conclusión podría ser que una mejora en la economía no garantiza necesariamente una mejora en las instituciones ni en la percepción que la gente les tiene. Y esto, a priori, es bueno. Sobre todo si tiene en cuenta que los burócratas de turno los peores monjes negros del continente justificaron durante décadas las peores atrocidades con el argumento de que «la econmomía va bien».

Los gobernantes, los ciudadanos y el tercer sector tienen el desafío de fortalecer el sistema de gobierno que tantos años ha costado mantener.


Por cierto, esto es Cruz del Sur, un blog dónde comentaremos algunas cosas que pasan (y otras que nos gustaría) en América Latina. Gracias por venir.