Capítulo 55 de #Mastín: la carta

imageEsto ha llegado a su fin. Al menos de momento. Ahora me toca un periodo de revisión y corrección, porque he estado escribiendo como una kamikaze cada semana y seguro que la novela gana pasando por ese proceso. Y luego quiero publicarla íntegra a beneficio de la asociación asturiana Amigos del perro, ya veremos de qué manera lo consigo.

Ha sido más de un año escribiendo sin faltar a mi cita con vosotros, 55 semanas sin interrupción, y se me hace muy extraño pensar que ya ha acabado. Voy a echar de menos a Martín, a su madre, a Mal, a Logan, a Trancos, a Juan… y a esta obligación semanal que ya formaba parte de mi rutina. Voy a seguir escribiendo, pero a partir de ahora será en privado. Tengo una segunda novela de ciencia ficción a la mitad, que detuve para centrarme en esta historia.

Os invito a que me dejéis vuestra opinión, vuestras sugerencias, a que la recomendéis y la critiquéis, sobre todo a que se la ofrezcáis a los adolescentes y jóvenes que conozcáis, porque así será cómo podremos cambiar de verdad las cosas.

Gracias por haberme acompañado.

CAPÍTULO 55:

La carta apareció tarde. Martín había dejado la bolsa en un rincón de su dormitorio y no la había querido tocar. Pensó en tirarla directamente, pero algo le frenó, no supo nunca bien el qué. Aquel día que la vio partir, que se despidieron casi sin mirarse, se había limitado a instalar a los tres gatos en casa y a dejarse envolver por un estúpido programa de subastas que ponían en bucle en la tele.

La carta apareció tarde, habían transcurrido más de tres semanas. Veintitrés días en los que el calor sofocante había cedido, los días se acortaban visiblemente y el inminente comienzo en la universidad había cobrado protagonismo y durante los que Martín había creído estar soñando despierto casi todo el tiempo. En algunos momentos se sorprendía por la frialdad con la que estaba experimentando su ausencia. Papeleos, salidas, paseos, partidas, bromas… A veces parecía que ella no hubiese existido. En todo momento se sentía dueño de sí mismo, pero también extrañamente ajeno a todo.

La carta apareció tarde y probablemente fue lo mejor. Aristóteles e Hipatia habían llegado para quedarse y terminar de destrozar el sofá, su madre había consentido finalmente. Kant se iría pronto, una familia se había mostrado interesada en adoptarla y Laura había salido satisfecha tras la visita a su domicilio, así que era cuestión de pocos días que la adopción se formalizara y tuviera que entregarla. Martín se alegraba de conservar a los dos gatitos y de que el resto hubieran encontrado buenos hogares, pero también le sorprendía su propia falta de ilusión. Estaba contento por pode conservar a la pareja de gatos filósofos, adorables y psicópatas que había criado a biberón, desde luego, pero de una manera racional y contenida que no reconocía. ¿Sería eso crecer? ¿Convertirse en adulto implicaría sentir menos, perder intensidad?

La carta apareció cuando ya no esperaba nada, una mañana gris y cálida, pocos días antes de empezar las clases. Aristóteles había decidido que si lograba volcar aquella bolsa de papel que Martín ya había olvidado, tendría un fantástico escondite desde el que acechar a su hermana o a cualquier tobillo desprevenido que pasara por delante. El golpe sordo contra el suelo convocó al chico, que vio la carta con su nombre junto a un par de novelas y un CD de música que medio asomaban de la bolsa.

Durante un instante no supo de dónde había salido todo aquello. Luego recordó la fría despedida, que ella puso esa bolsa en su mano para que se quedara su contenido y se había marchado con los ojos tristes y los labios apretados, ahogando besos y palabras. Martín había querido enterrar aquel presente, aquel recuerdo del abandono.

La carta estaba cerrada y tenía el nombre que ella le daba. Un poco de papel sobre las tablas gastadas del parqué, muy poca cosa y aún así sintió que su mundo se tambaleaba. De repente sintió demasiado. Respiró para serenarse y dejar de sentir. Casi funcionó. Por un momento pensó en cogerla y tirarla, pero luego decidió que la volvería a meter en la bolsa, aprisionada entre aquellos libros de los que no quería saber ni el título. Se agachó y en cuanto sus dedos rozaron la tinta azul con la que ella había dibujado más que escrito “Mastín”, supo que no la tiraría, que tampoco la escondería.

Se dirigió al salón con Aristóteles empeñado en asesinar los cordones de su zapatilla izquierda y con Logan siguiéndole jadeante. Ya en el sillón estuvo un par de minutos con la carta en las manos antes de decidir abrirla, como aquel que tiene que lanzarse a un mar de temperatura y profundidad desconocidas, pero necesita un tiempo para reunir el valor.

«Allá vamos», pensó, ajeno a la gatita que trepó hasta su regazo y se acomodó allí, toda suavidad y alfileres.

Hola Mastín. Sé que escribirte una carta no es buena idea, debería ser capaz de contarte lo que siento, lo que necesito que sepas. Pero no podría. Las palabras además duran muy poco, se recuerdan equivocadas, incluso se olvidan. Esta carta, salvo que la pierdas o la destruyas, siempre estará a tu alcance. Y es infinita. Si la vuelves a leer en el futuro, será como tenerme a mí de nuevo contándote lo que encierro dentro, lo que no me he sentido capaz de decirte en persona. Con la carta sé que no me dejaré nada, que no podré mirarte a los ojos y acabar haciéndote daño de nuevo. Al menos espero que así sea.

Sé que te he hecho daño. Lo hice la primera vez que te pedí que te fueras y lo he vuelto a hacer ahora. Nunca quise que fuera así, nunca quise herirte. No sé si lo compensa, pero quiero creer que también te he hecho feliz. Créeme si te digo que nunca te he tomado a la ligera, que nunca ha sido un juego. Conozco tu nobleza y también sé que no será consuelo para ti saber que a mí también me duele hasta partirme en dos. Me voy porque yo lo he decidido, pero me voy rota.

Desearía ser más fuerte. Si lo fuera no hubiera permitido que me quisieras, no me hubiera permitido quererte, y todo habría sido más fácil. Más frustrante, pero más sencillo. Habría sido más adulto, más consecuente. Perdóname porque no pude. Recuerdo perfectamente la primera vez que te vi, una alta sombra en pleno invierno. Ibas paseando a Logan. También la segunda, cuando trajiste a Bruce Willis al refugio. Te recuerdo encontrando tu sitio, creciéndote cuando podías ayudar a otros. Te vi desde el primer momento como eres, bondad y fuego. También fuerza. Me resistí, pero ahora sé que estaba condenada a quererte desde el principio. Al final me rendí pensando que estaba siendo valiente, que no podía negarme ni negarte lo que ambos deseábamos. Seguro que me equivoqué.

Te quiero Mastín desde hace mucho. Esa es mi única disculpa. Te quiero y eso es algo que nunca podría haber evitado, incluso teniendo la fuerza suficiente como para alejarte. Ahora sé que, pese al dolor, tampoco querría haberlo evitado, porque ha sido algo hermoso y verdadero.

Perdóname por habernos roto el corazón.

En uno de los libros que te dejo, el de Matthiessen, uno de los personajes dice que el único corazón entero es el corazón roto, pero tiene que estar roto del todo. Yo me he ido con el corazón roto, roto del todo. Perdóname también por no quedarme, pero es que el corazón no es lo único que tengo roto. Necesito recomponerme, verme entera, enderezar mi vida por dentro y por fuera. Hay cosas que no sabes, cosas de las que yo no quiero acordarme, pero de las que tengo que sanar. Si no lo hago, si no me marcho, si no logro estar entera de nuevo acabaré haciéndonos aún más daño. A ti, a mí y a cualquiera que se cruce en mi camino.

¿Recuerdas la canción de Fiona Apple que me oíste cantar en el coche? Tienes también el disco. Te dije una vez que era la canción de mis pecados. No quiero que vuelva a serlo. Y si no me arreglo será la banda sonora de toda mi vida.

No te cuento esto para que te quedes creyendo que volveré entera, para que me esperes. No lo hagas. Ódiame si eso te ayuda, aunque sé que eres bondad y fuego y no lo harás. Bondad, fuego y fuerza. No me olvides, sé que te resultaría tan imposible como a mí, pero intenta olvidar el dolor.

Sé feliz, eso sí, eso siempre. Mira hacia delante. Tienes mucho que dar al mundo y que coger de él.

Martín tardó en levantarse. No leyó por segunda vez la carta. Sabía que volvería a hacerlo, pero no así, no tan pronto. Buscó el libro del que ella había hablado, se titulaba ‘En el paraíso’ y en la portada se veía una orquídea creciendo sobre un montón de zapatos viejos. Metió la carta dentro y lo puso en su mesilla. Sabía que lo leería, pero aún no era el momento. Tomó el CD y se dirigió al ordenador, buscó la pista de ‘Shadowboxer’ y la puso en marcha, con la cabeza del viejo pitbull sobre el muslo y el corazón vacío, más que roto.

I’ve been a bad, bad girl
I’ve been careless with a delicate man
And it’s a sad, sad world
When a girl will break a boy just because she can

What I need is a good defense
‘Cause I’m feeling like a criminal
And I need to be redeemed
To the one I’ve sinned against
Because he’s all I ever knew of love

Era como si ella estuviese cantando. Ella, la primera mujer a la que dijo te quiero, la primera que le hizo llorar, la primera a la que amó. Su corazón se llenó y se rompió.

Y al fin volvió a sentir.

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Misha ha cumplido 10 años
, los que lleva en el refugio ya que llegó junto a su hermano Mendo (tambien en adopción) cuando aún eran unos cachorros. Todo este tiempo ha sido invisible, ningún adoptante se ha fijado en ella. Tampoco en su compañero, el podenco Lío que tiene nueve años.

Es una perra noble, tranquila y muy agradecida, en la foto aparece junto a Lío. Son dos compañeros de casetas ya mayores que necesitan una tranquilidad que ya allí no tienen, además el refugio les viene grande y el veterinario ha recomendado un hogar en el que escapen del frío del invierno y el duro calor del verano.

Contacto: protectoraelbuenamigo@gmail.com

5 comentarios

  1. Dice ser Juanma

    Qué decirte sobre esto que no lo haya hecho ya en el anterior capítulo.

    Me alegra que se marche. Mucho.

    Por lo demás, me parece perfecto el contenido de tinte animalista de la novela. Muy descaradamente metido pero, seamos sinceros, de eso va y la atención de los púberes no es para irla desperdiciando en florituras.

    Sabes qué?

    Viéndolo en retrospectiva, me alegra que la metieras. Que los jóvenes incautos sepan, que aprendan a través de golpes de papel que hay personas incompletas y, por ende, peligrosas (aun involuntariamente, pero no por ello menos condenables).

    Que no todo en la vida se soluciona con estupideces como la del protagonisma en momentos de tensión. Que existe la asertividad.

    Que aprendan.

    05 febrero 2016 | 7:31

  2. Dice ser Alex

    Una lastima que aun hoy día pasen cosas como esta, no se como gente puede abandonar animales a su suerte, despues de haber convivido con ellos.
    Pero despues de pones a pensar en todas las atrocidades que aún ocurren y…
    En fin muchas gracias por vuestro trabajo. Un saludo desde Alicante

    05 febrero 2016 | 8:29

  3. Dice ser Abril

    Yo no me he perdido ningún capítulo y sinceramente me ha gustado sobretodo por la temática animal de fondo… pero creo que para llegar a los adolescentes y que la novela les guste, no hace falta recurrir a palabras tipo «gilipollas» «puta» «follar» que han salido en diferentes capítulos… Que mucha gente hable diciendo tacos a cada momento no significa que sea la manera correcta ni que eso tenga que «representar» de alguna manera a la manera de hablar de la juventud… si no habrá cosas que no cambiemos nunca. Pero repito, es sólo mi opinión.

    05 febrero 2016 | 11:20

  4. Dice ser Mayte

    Jo que pena que se haya acabado!! Me tenias super enganchada a tu novela!!

    Te doy mi enhorabuena y espero volver a leerte pronto 😉

    Un saludo

    22 febrero 2016 | 17:49

  5. Dice ser isabel

    sabes que?….escribes bonito 😉

    02 marzo 2016 | 11:38

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