Capítulo 28 de Mastín: Juan

imageAquí os dejo un nuevo capítulo de mi folletín animalista. Quiero hacer una buena novela juvenil, capaz de gustar a adultos y con el marco de la protección animal de fondo para dar a conocer la problemática existente.

CAPÍTULO 28:

– Comencé a decir a los diez que era del Madrid por llevar la contraria a mi padre que era del Atleti. Pero realmente me la trae al pairo que ganen o que pierdan unos u otros desde que él murió. El baloncesto también lo hacía por él. A mí lo que me gustaba era correr. Mi padre, el del Atleti, me apuntó de crío a su club de atletismo. A veces íbamos juntos a alguna carrera popular –

– Ya no corres tampoco – afirmó él.

– No era ninguna estrella – contestó él encogiéndose de hombros.

– A mí me gusta el pádel y el tenis. Tampoco soy ninguna estrella, pero lo paso bien. Mi padre juega desde antes que yo naciera. Ahora empiezo a ganarle –

Martín miró a Juan con detenimiento, no tenía ni idea de que le daba a la raqueta. No tenía idea de nada en lo que tocaba a su vida fuera del instituto la verdad. No dejaba de ser chocante teniendo en cuenta que iban juntos a clase desde el primer año de Secundaria.

– También me gusta esquiar, aunque últimamente no vamos mucho. Cuando era más pequeño sí que nos íbamos al menos una semana al año a esquiar, pero desde hace cuatro o cinco, nada – continuó contando Juan.

– ¿Y eso? – preguntó automáticamente Martín mientras comenzaba a encajar a su compañero en el universo de los niños pijos, o al menos en el de los que venían de familia con pasta como Andrés, que de pijo no tenía nada y tampoco tenía culpa de que sus padres no tuvieran que hacer números para llegar a fin de mes.

Aquel instituto era un sitio en el que la mayoría sí que tenían que hacer esos números en mayor o menor medida, unos cuantos estaban bien jodidos, aunque no era algo que fueran anunciando precisamente, y solo unos pocos parecían vivir despreocupados. Aunque no había ningún millonario tampoco, gente normal con más o menos ingresos simplemente, tal vez con más o menos suerte.

– Mi padre perdió el curro. Luego encontró otro, pero en esa época se divorciaron y ahora tiene que pagar dos casas, pasar la pensión y todo el plan de vacaciones ha cambiado bastante, la verdad –

Logan apenas se separaba ya de él, caminaba tranquilo si la menor intención de echar alguna carrera. Antes era acercarse al pinar y comenzar a ponerse nervioso, para salir corriendo desbordante de energía y alegría en cuanto le soltaban la correa. Procuraban ir a horas en las que un pitbull desmadrado no pudiera asustar a nadie. Todos los perros necesitaban verse sueltos de vez en cuando y era una putada que con razas como la de Logan les pusieran las cosas tan difíciles, por mucho que el perro fuera una malva. Lo mejor sería que algún experto fiable evaluase al perro para comprobar si era equilibrado y confiable, independientemente de su raza, y entregasen una chapita o algún distintivo. Estaba convencido de que era una idea cojonuda, que jamás podría llevarse a la práctica. No solo por la falta de medios y ganas, sino porque aunque los hubiera no se haría bien. Ahora se estaba examinando a la gente que quería tener a esos perros y daba la risa. Se hacía en los mismos sitios en los que te sacabas lo del carné de conducir y el permiso de armas, pagando por ello. ¿Cómo iban a ponerse duros en las evaluaciones? Si alguno de esos sitios de verdad fuera serio perdería todos los clientes. A menos que te vieran claramente un peligro público no te iban a negar el permiso. Así no se podían hacer las cosas.

Mientras pensaba miraba en torno suyo. Sabía bien lo que estaba buscando; recordaba perfectamente aquellos ojos dorados del podenco que encontró allí con Manu. No tenía esperanzas de volver a verlo varios meses después, pero no podía evitar buscarlo. Además, buscándolo fue como encontró a Bruce Willis. Bruce Willis que estaba muerto, pero que al menos había acabado su vida atendido y feliz en la protectora.
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Tan concentrado estaba pensando en lo suyo, doblando en el interior de su mano la correa de Logan, que no se dio cuenta de que Juan había dejado de hablar hasta que lo hizo de nuevo cambiando por completo el tono.

– ¿Por qué miras todo el rato alrededor? ¿Esperas encontrarte con alguien? ¿Es que te daría palo que te vieran conmigo? –

Martín se paró en seco. Juan sonaba al mismo tiempo enfadado, incómodo y tímido.

– De eso nada. No me preocupa lo más mínimo –

– ¿Y entonces porqué has querido que nos viésemos en este sitio? No hay ni un alma – insistió Juan, aún enojado.

– Ese sitio me gusta. Y así podía venir con Logan. Creí que aquí charlaríamos tranquilos, no hay más – explicó Martín, conciliador, preguntándose si tal vez su compañero tenía un poco de razón. Puede que, inconscientemente, había elegido ese sitio para evitar encuentros incómodos.

– Sí, claro. Por eso estás mirando todo el rato a ver si viene alguien. Y no te preocupa lo que te cuente, ahora mismo estabas a lo tuyo, sin escucharme –

– Vale, mira. Aquí me encontré no hace mucho dos perros abandonados, uno al que pude ayudar y otro al que no. No puedo evitar mirar por si veo algún otro, puede que ese que se me escapó – dijo sintiéndose aún algo culpable.

Juan se limitó a observarle, aún contrariado.

– Y sí, me despisté un poco. Lo siento. Tendría que haberte escuchado con más interés –

El chico siguió mirándole un momento y luego algo en él se relajó y echó a andar, Martín se puso a su lado en cuanto logró apartar a Logan de un resto casi fosilizado de tórtola que al pitbull le parecía perfecto para revolcarse y oler como debe hacerlo un perro.

– Vale. No pasa nada. Pero dime por qué has querido que nos viéramos. No creo que fuera para hablar de tenis –

Martín se encogió de hombros

– No, no sé. La verdad es que mi madre me dijo que hablase contigo cuando le conté lo de la pelea, porqué me había metido en ella –

– ¡Se lo contaste! – dijo Juan molesto de nuevo – ¿Es que te molaba hacerte el héroe? Eso me incumbe solo a mí –

– ¿Y qué querías que hiciera? – espetó Martín – Mírame la cara, aún se me nota. Llegué a casa hecho un cromo. Además quería denunciarlo, hablar con tus padres. ¡Qué sé yo! Me pareció mala idea y quedamos en que al menos yo hablaría contigo, para que supieras que si querías denunciar podías contar conmigo y para asegurarme de que estabas bien. Sé que no suena bien, parece que es mi madre la que me ha obligado a quedar contigo, pero no es así. Yo también quería –

Juan asintió. – Vale. Y estoy bien, en serio. Estoy bien y estaré mejor. Creo que lo peor ha pasado ya, he logrado salir de aquel sitio de mierda –

Dieron unos cuantos pasos más en silencio por aquel pinar alfombrado de amarillo. La breve primavera madrileña había desaparecido. Por suerte Logan tenía el pelo muy corto y poco propenso a que se le clavarán espigas.

– Has tardado en hacerlo – dijo Juan.

– ¿En hacer qué? –

– Hablar conmigo después de aquella noche –

– Sí, es que no estaba por la labor de hacer nada. Lo dejé con Manu, lo de la universidad me agobia un poco, metí la pata hasta el fondo con una persona importante, mi madre me quiere presentar a su novio… yo qué sé. Demasiado en poco tiempo. Solo quería estar en casa con la consola. Pero me he dado cuenta de que no se puede uno pasar la vida en el sofá con un mando en la mano –

– ¿Te apetece venir a casa a echar una partida a algo? Tengo la Play 4 – invitó de repente Juan.
– ¡Joder! ¿Tú también? – rió Martín.

– ¿También? ¿Quién más? –

– Andrés. Por pasar la Selectividad –

– En mi caso fue mi cumpleaños, hace poco. Tengo el nuevo Batman si le quieres echar un ojo –

¿Le apetecía en serio pasar la tarde jugando con un tío al que no había hecho ni caso todos los años precios de instituto? La verdad es que Martín no tuvo que pararse a pensarlo mucho. Sí que quería. Estaba a gusto con él, cómodo, le ayudaba a pasar a un segundo plano sus problemas.

– Vale, pasamos por casa a dejar a Logan y vamos. Te pega que te guste el Batman – añadió Martín.

– Jodido mentiroso. Lo que acabas de pensar es que me pega que me guste Robin – bromeó Juan dejando a Martín de piedra durante un par de segundos, sin saber cómo reaccionar hasta que Juan rió y Martín lo hizo con él.

– Y no te preocupes por tu cara. Un corte en una ceja nunca le ha sentado mal a un tío. Puede que incluso te favorezca. El rollo malote y tal, ya sabes –

No hablaron más que de videojuegos el resto de la tarde, estuvieron un par de horas echando un vistazo al Batman y compitiendo al FIFA, relajados y bromeando, y se despidieron sabiéndose ya colegas y en el camino de ser buenos amigos.

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Alguien recogió a esta mastina de una carretera, a punto de ser atropellada, y la dejo atada en un polígono de Ejea de los Caballeros (Zaragoza).

La pobre está en los huesos, se ve que llevaba varios días vagando por la carretera.no hay sitio para ella y es muy probable que acabe en la perrera, es preciso encontrar para ella una casa de acogida, de ello desde su vida.

Contacto: ejeacontraelmaltratoanimal@gmail.com 622 026 953

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Si buscáis lectura para el verano, podéis comprar mi primera novela, Galatea, una novela de ciencia ficción solidaria con los perros y gatos abandonados, ya que la mitad de los beneficios irán destinados a ellos.

Algunas reseñas y entrevistas sobre Galatea en Lectura y Locura, JotDown, Público, El Diario, Nuevo BestSeller Español, Microsiervos, 20minutos, PACMA o TodoLiteratura.

1 comentario

  1. Dice ser carey

    Buff… no sabes cómo me alegro de que a Juan le empiece a ir todo bien 🙂

    31 julio 2015 | 10:18

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