Un deportista es aquel que sabe que el triunfo del otro es también una recompensa: la de haber encontrado alguien mejor

Archivo de mayo, 2008

Las aguas de Mombasa

Hacer pronósticos en deporte es complicado, pero a veces te dan pistas que no dejan lugar a dudas. Cuando en Memorias de África, ahora tan de moda por la muerte del gran Sidney Pollack, se rompe una presa los kikuyus le explican a la baronesa Blixen: «Las aguas quieren ir a Mombasa«. Por eso se rompen las presas: porque las aguas quieren seguir su curso. Hace meses leímos con absoluta facilidad el descenso del Zaragoza: era un vestuario enfermo. Y hace cuatro días decíamos que la Liga ACB se iría a Vitoria, dada la diferencia de juego en la pintura entre uno y otro equipo. Lo siento por un lector que admira, como yo, a Ilyashova: pero no era bastante, decíamos, para detener el juego de Spliter y sus muchachos.

Ayer se vio de nuevo. Salieron con la puntería afinada los dos bombarderos azulgranas, Acker y Lakovic, pero duró un cuarto la inspiración: lo que tardó el TAU en ajustar la defensa y hacer desafinar a los violinistas. El resto fue terrible: un segundo cuarto en el que el finalista de la liga parecía un menesteroso. Quizá lo es, en el fondo: no se puede ir por la vida con Kasum y Malconato, y Basile, que en tiempos veía el aro como una piscina, se enfrenta ahora al ojal de un chaleco.

TAU se fue. Y no se fue del todo por la garra, el coraje y la clase de Roger Grimau.

Luego, el previsible arreón en el tercer cuarto sirvió para acercar a cuatro al equipo blaugrana: pero el nivel de acierto de los vitorianos y su capacidad para mantener la cabeza fría en los momentos difíciles estiró la puntuación hacia la zona cómoda. Y en ningún momento bajaron la concentración: mostraron toda la riqueza de un juego versátil, en el que hay mucha gente capaz de asumir responsabilidades: Pablo, , Singleton, Planinic o Rako... Aunque la figura fue, como ya se ha dicho, un pivot que hizo mucho daño, que arriesgó dentro con acierto, descongestionando su temible perímetro y atinando casi siempre en sus decisiones. Spliter, en efecto. No durará mucho.

El Barça es más de lo que vimos. Sin duda. Esperamos que esta fiesta no acabe por la vía rápida, pero el calendario, tan cargado, pasa facturas a quienes no tienen compensada la plantilla. En ese aspecto TAU es modélico, y Joseán Querejeta bien merece llevar a la ciudad del Zadorra un título que les birló Alberto Herreros en su última canasta como jugador en activo. Habrá que esperar al sábado.

El sábado, también, el Gavia y el Mortirolo. En situación parecida llegó Abraham Olano hace unos años y perdió el Giro. Pero estamos hablando de Alberto Contador, que es otra cosa cuando la ruta se empina. Toda la suerte del mundo para el campeón de Pinto.

Chocando bajo la lluvia

No era ayer el día de hacer experimentos en Montecarlo. Cuando llueve, la carrera del principado se convierte en un ejercicio de supervivencia en el que sólo se salva quien no comete errores. ¿Qué voy a decir yo que un piloto de Fórmula 1 no sepa?

¿Y qué le pasa a nuestro campeón? Con lluvia el séptimo puesto era bueno: se trataba de aguantar. Salió algo mejor que un par de colegas y, de pronto, le dio el sirocco de adelantar en la curva más lenta del mundo y en un lugar en el que no caben dos monoplazas ni haciendo fuerza. Sucedió lo inevitable: lo que se pudo evitar corriendo con la cabeza que estaba tan fría otros años. Quizá lo más terrible que se puede decir después de esta carrera es que Alonso no sólo está donde merece su coche: está donde merece, simplemente.

Suerte para la próxima, a ver si vuelven los motivos para sonreír. Y unos cubitos de hielo en la frente, hombre…

Haciendo la goma

Que voy, que vuelvo, que ya estoy aquí, que no llego, que éste es mi año, que nos cogen… Es muy gráfica la frase ciclista «hacer la goma»: es lo que hace ese corredor que ni caza ni se descuelga. Pero es aplicable a otros deportes.

Al baloncesto, sin ir más lejos. La inercia nos invitaba a creer que no eran los favoritos y ya están en la final. A los dos les ha sobrado un tercer partido. Y los dos cuentan con entrenadores con escasa historia en la liga ACB: dos herederos del banco del hosco Ivanovic, con menos chuscos en su biografía y pinta de haber estudiado para Estodo Mayor. Pudo y debió forzar Unicaja el tercer partido, con cuatro puntos de ventaja a falta de diez segundos. Algo les sobró: quizá el miedo a volar. Les queda como consuelo el hallazgo de una auténtica perla negra: Boniface Ndong. La Penya, en cambio, no estuvo nunca a la altura de un Barcelona con un juego interior de baja calidad (a ver cómo se lo montan contra los chicos de Spliter) pero con dos jugadores en estado de gracia. Si TAU consigue parar a Lakovic y a Acker la liga se irá a Vitoria. En caso contrario la cosa está más igualada y puede haber un nuevo debutante de la casa, Pascual, alzando el trofeo más caro del deporte de la canasta.

La goma hizo también, subiendo la Marmolada, un Alberto Contador espeluznante. Una prueba como el Giro requiere una preparación específica y el de Pinto no está al cien por cien: el brazo, el asma… Aún así está vestido de rosa, tiene un equipazo a sus órdenes y es muy bueno contra el reloj. La crono de mañana dirá mucho acerca del ganador de la cvuelta italiana este año. Pero apuesto por un golpe de autoridad de Alberto que deje la carrera como cosa de dos. El otro, desde luego, no es pobre…

El que sólo hace la goma porque se apellida Gómez es ese fenómeno del triatlón, que nada kilómetro y medio, pedalea durante cuarenta y se mte de postre una prueba atlética de fondo. Gómez Noya: en un deprote durísimo en el que ya teníamos el honor de contar con Iván Raña ha aparecido este monstruo que parece destinado al oro de Pekín. Que como sabemos los que peinamos canas, no es el oro de Moscú. Volvió a ganar ayer en Madrid, la ciudad del diluvio. Enhorabuena, campeones…

Como moscas

Así están cayendo los favoritos en la fase final de la Liga ACB. Si en la primera ronda caýó el lider de la fase regular, con toda justica, de otro lado, la noche del jueves vio cómo caía en su casa, en Badalona, el segundo clasificado. Una vez más no cabe hablar de sorpresa: enfrente estaba el Barcelona, que al parecer ha sido el más afortunado en los cruces. No porque Iurbentia Bilbao sea un mal equipo: sencillamente son más bisoños. El equipo de Vidaurreta se encontró un Barcelona muy bien recompuesto, con un vestuario más tranquilo que en la época de Dusko (tampoco era difícil) y con jugadores muy aptos para asumir nuevas responsabilidades y más minutos en la fase crucial.

Cayeron los bilbainos en dos partidos. Eso le ha dado al equipo de la ciudad condal un plus de oxígeno: noventa y sís horas de descanso frente a la mitad de su vecino. Se notó, ya lo creo que se notó. La Penya, que ha hecho una temporada espléndida (campeón de Copa y de la ULEB) puede que esté cerca del final de la misma. Siento una pena verdinegra, pero es así: sólo un esfuerzo de voluntad asombroso ha metido en el partido en el último cuarto, cuando el Barça tenía todo a su favor.

Aun así no pudo ser. El acierto sobrehumano de Lakovic y Acker en los tiros libres acababa con cualquier sueño. Un marcaje férreo a Rudy y la fatiga del resto de los artilleros fue suficiente. En la última posesión dejaron tirar al hondero balear: pero desde Cornellá. Y así no hay manera.

Falta saber si a igualdad de fuerzas se puede tornar la historia. El sábado lo veremos. Pero, de momento, la ventaja es azulgrana.

¿Sucederá lo mismo en la otra semifinal? Akasvayu y Pamesa han desgastado notablemente las fuerzas de badaloneses y vitorianos mientras que los malagueños de Unicaja han disfrutado de la plácida oposición del Madrid, que le ha permitido acumular fuerzas. ¿A cuánto se habrá pagado en las apuestas una final Barça-Unicaja? Alguien muy clarividente se va a forrar, seguro… Si se produce, claro.

Si yo fuera rico (1)

Se ha abierto la veda de los rumores, de los pregones de toros falsos, de los cuentos soplados a la oreja, que a veces cae algo… Hay demasiada gente que vive del trasiego de jugadores y alguna vez habrá que dar el Nobel de economía al agente de Anelka.

Pongamos que yo fuera rico: presidente del Real Madrid, por ejemplo. ¿Qué tengo que fichar para apuntalar a un equipo que ha ganado una segunda liga con más solvencia que la anterior, que se ha desenvuelto con soltura en Europa, siendo campeón de su grupo y haciendo un partido primoroso (e inútil) en la ida de los cuartos de final? Poco. ¿Y qué tengo que hacer? Examinar las fuentes del éxito y del fracaso, potenciar las primeras y remediar las segundas.

¿Qué falta hace Cristiano Ronaldo en ese planteamiento? Ninguna. Hombre, si nos hacen un precio no diría que no, claro. Pero el chico se va a cotizar en libras, en muchos millones de libras. Los merece.

El chico juega por banda y hace uso del enorme trabajo de Rooney, nunca suficientemente valorado, y de su fantástico talento. Porque sólo un jugador de mucho talento es capaz de ser preciso en un equipo que juega a un ritmo de todos los demonios.

Sólo que si de algo puede presumir el Madrid es de bandas: Arjen Robben y Robinho, bien cuidados (¡ay, qué delicadito es el astro brasileño en lo moral: casi tanto como el tulipán en lo físico!) son dos de los mejores extremos del mundo mundial. Lo que no tiene es gente arriba de refresco: Van Nistelrooy y Raúl son dos jugadores que pasan de la treintena, que pueden esperar con alguna seguridad la visita de lesiones largas, porque han sido exprimidos desde su juventud. Y no hay recambio. Ésa sería mi prioridad si yo fuese rico.

Hacen falta más cosas: el final de la carrera de Salgado, al que tanto deben en el Bernabéu, parece evidente, y no hay recambio por la derecha, porque Torres es un remedio más que un recambio. Un remedio no demasiado fiable, qué le vamos a hacer. En la otra banda parece lógico confiar en la juventud de Marcelo, pero mentalizándolo: nunca va a ser Roberto Carlos, que tanto peligro creó en su propia área, no sólo en la contraria. En cuanto aprenda que su sitio en el Madrid pasa por afilar los cuchillos y navegar lo menos posible a vela Marcelo, que es un estupendo carrilero, dará mucho más fruto.

¡Ah! Guti tambíén ha pasado de la treintena (aunque está menos desgastado, al menos en los campos de fútbol) pero no hay recambios para los ángeles.

Sangre, sudor y lágrimas

Tenía que ser una final británica para que cobraran todo su sentido las espléndidas palabras de Churchill cuando asumió en plena guerra la presidencia del gobierno. Era -ha sido- la final de la Liga de campeones (dicho así, en español, para disimular ausencias) y sólo había un objetivo, la victoria, para dos soberbios equipos. Hubo sangre: la de Paul Scholes y la de Nani, que por algo la sangre es roja. Hubo sudor: bajo el diluvio moscovita los jugadores dieron una lección de entrega y la mitad de ellos acabaron con los gemelos en el cuello.

Y hubo lágrimas. Las de Cristiano Ronaldo, fulgurante en el primer tiempo, con un primer cuarto de hora en el que parecía un cruce entre Romario y Van Basten; desparecido en combate más tarde, cuando los azules empezaron a asfixiarle con una vigilancia por parejas y con las subidas de Essien, que lo dejaron exhausto; una arrancada suya, pese a todo, demostró lo que significa mantener un jugador de verdadera jerarquía en el campo, porque sembró el terror en la defensa londinense. Las lágrimas del portugués tuvieron que ver con el fallo de «su» penalty.

Porque el partido acabó a uno y la prórroga no sirvió de nada. Bueno, sí: para demostrar que hasta los más afamados árbitros son muy malos.

Para llegar a la prórroga tuvimos que disfrutar de noventa minutos maravillosos. ¡Qué partido! El Manchester de la primera mitad hizo un fútbol de lujo mientras los jugadores del Chelsea intentaban ajustar las lonas para detener aquel vendaval. Marcó Ronaldo, de perfecto cabezazo, en el que Essien dio muestras de valer muy poco por alto. Y Tévez, que aprovechó perfectamente el sacrificio de Rooney, siempre fuera de su zona, llegó dos veces. En una de ellas Cech paró un cabezazo raso que llevaba cianuro y, en el rechace, Carrick disparó al muñeco; en la otra el balón rozó los tacos de su bota cuando estaba solo ante la puerta vacía. Estaban perdonando, evidentemente; y eso se suele pagar.

La primera acción del Chelsea en ataque demostró las carencias de Lubos Michel ignorando una peligrosísima falta al borde del área. Los londinenses sólo oponían fe y trabajo a la lucidez del equipo de Manchester: pero no es poco en un equipo cuajado de estrellas. Y tuvieron una recompensa por encima de sus merecimientos empatando en el típico gol de churro, con un disparo lejano que tocó en un defensor para que la bola cayera franca ante Lampard. Gol psicológico: estaba acabando el primer tiempo.

Se notó en el segundo tiempo el doble efecto de ese gol, que supuso el empate y, además, la resurreción de Lampard. Y, con él, de todo su equipo. Salvo el maniatado Drogba, que tenía como pareja de baile a un muro infranqueable llamado Rio Ferdinand (pese a lo cual hizo lo mejor de la noche: un disparo seco e inesperado que se estrelló en el poste de Van der Sar), los azules empezaron a carburar con enorme calidad, manteniendo además el terrible ritmo del primer tiempo. Suyas fueron las mejores ocasiones: del Manchester tuvimos noticia en ataque gracias a una arrancada impresionante del prodigioso Evra, con centro de la muerte incluido que se solventó con otro tiro al muñeco, Tery esta vez. Los azules hicieron todo lo demás, con otro disparo al poste, esta vez de Lampard, que añadir al haber.

Estaba claro que la suerte no estaba con ellos. Y eso es más grave que perdonar: parece que hay veces en las que el cielo decide por ti y San Jorge, desde luego, podía haber mostrado cierta neutralidad.

También Lubos Michel, que se ensañó contra el Chelsea, seguramente con la mejor de las intenciones, no faltaba más.

Para la prórroga quedaba poca gasolina y llovía con ganas en Moscú. Una tangana se saldó con la justa (reglamento en mano) expulsión de Drogba y la injusta permanencia de su agresor, creo que Vidic, sobre el césped. Se ve que el hombre no tenía su día: tengo ganas de verlo en un día bueno, que es que yo soy muy desconfiado.

Y llegaron los penaltys. Y las lágrimas de Cristiano Ronaldo, tras tirar horriblemente el suyo. Alguna lagrimita se le escaparía a Giggs al batir el record de Bobby Charlton (que algo tiene de blasfemia para los que vimos juagra al divino calvo), pero no le perturbó a la hora de tirar el suyo. Realmente nadie fallaba: de manera que el último lanzamiento, con empate a cuatro, le correspondió al capitán, John Terry. Y ese lanzamiento era la Copa de Europa: la que nunca ha ganado el equipo de Londres. Lo comenté con mis hijos: «es un acierto. Ahora que dispare fuerte, por el centro, a romperla…» Pues no: colocadita y a la derecha. Engañó completamente al portero holandés. Pero, ¡ay! resbaló… Pelota fuera: esto no ha acabado, señores.

Sí había acabado: ningún equipo puede remontar tanta mala suerte, tanta enemistad del destino. Así que el séptimo lanzamiento, el que servía para seguir vivos, le vino grande al pequeño Nicolás. Falló Anelka. El United, capeón de Europa.

¿Justo? ¿Y qué es justo en fútbol? El Manchester no fue superior al Barcelona y pasó la semifinal; no ha sido en absoluto mejior que el Chelsea y ha ganado la final. Campeón de Europa, campeón de la Premier… Se diría que sir Alex Ferguson ha hecho un pacto con el diablo. O con San Jorge, quién sabe… Pues nada: congratulations.

El pájaro (de) Pinto busca un traje rosa

Ya se ha dejado ver el gran Alberto Contador en una prueba tan vedada para los ciclistas españoles como el Giro de Italia: sólo Miguel Induráin en dos ocasiones (hubo una tercera en la que perdió con un ruso de diseño, Berzin, que desapareció del mapa: una probable farmacia dando pedales). En el Giro se han estrellado todos: Pérez Francés, Fuente, Galdos, Olano…

Veremos qué pasa este año. Las sensaciones, desde luego, son muy buenas: iba Alberto camino de Urbino, con un tramo final muy parecido a la subida a Ávila, a ritmo de vencedor de la etapa pero una llovizna tardía dejó el pavimento como para andar con cuidado, y se dejó una veintena de segundos en la segunda parte de la crono. Ha dado, desde luego, un golpe de autoridad. Y, lo que es mejor, lo ha dado su equipo. Quien quiera atacar al equipo de Kazakistán tiene que ocuparse de dos ruedas, a cual más peligrosa: la del español y la del alemán Andreas Kloden. Una situación parecida a la de la primera vuelta de Perico: había que vigilar a Peio Ruiz Cabestany y el segoviano suelto (y reciamente acompañado) hacía mucho daño. Esperemos que suceda algo parecido: en cualquier caso, que este Giro sea para el Astana.

He visto la indignación de algunos comentaristas ante la inhibición de TVE para retransmitir este evento. Ni entro ni salgo. Lo que me ha producido un enorme cabreo es que en el Telediario de la noche ni siquiera lo hayan comentado. María Escario ha preferido contarnos una historia de beisbol, ya ven…

Tiene el ciclismo español tres auténticos ases: Freire, Valverde y un chaval de Pinto que puede ser un campeón de época. Digo yo que habrá que tratarlo con el respeto que merece un ganador del Tour al que no le han dejado competir en los despachos, que está lesionado con una microrrotura de escafoides y que ha tenido cuatro días para mentalizarse y preparar la gran vuelta italiana. En cuanto ha tenido terreno favorable ha demostrado quién manda entre los grandes del pelotón y, si no desfallece, nos dará el alegrón del mes de mayo: un jersey rosa sobre su enteco torso de escalador, de pájaro con tubos de aluminio en los huesos y muelles de acero cromado en las piernas. Que, además, es bueno contra reloj. Y muy joven.

Lo dicho, señores: un respeto.

¿En tierra de nadie?

Dani Pedrosa anunciaba hasta hace poco bocadillos de Nocilla. ¡Pero si es un niño!, decía la mamá: y tenía razón. Pero un niño con dos campeonatos mundiales de 250 c.c., el único por entonces de atentar contra el trono de Valentino Rossi. Él lo sabe mejor que yo: es el fin de la infancia.

Parece Dani un piloto disñeado para la felicidad: cuando todo sale a pedir de boca, cuando no hay contratiempos, es capaz de imponer un ritmo que nadie puede seguir: como el mismísimo Rossi, por otra parte. El deporte de las dos ruedas se dio ayer un homenaje en la mítica pista de Le Mans, la carrera que había ganado Jean Louis Trintignan en Un homme et une femme: ya ha llovido. Il Dottore había igualado a Nieto, y Ángel le rindió la preciosa pleitesía de llevarlo hasta el podium: ya sólo queda Agostini, el de la MV Augusta. Pero ahí está la trinidad del deporte de las motos, los tres grandes. Todos los demás están por debajo.

¿Todos? Queda mucha vida deportiva en las muñecas de aquel niño que anunciaba la Nocilla. Y una sombra. Alguien, más joven que él, no parece necesitar el día sin arrugas para alcanzar la gloria. Yo pedía que Jorge Lorenzo fuera detenido por los médicos, pero al parecer es imposible. Con los tobillos hechos cisco salió, se fue acoplando a la moto y al circuito y, de repente, empezó a volar. Como explicando que el auténtico heredero de Valentino es él y que los demás van a quedarse en tierra de nadie.

Caían unas chispas en el circuito cuando Dani desistió de dar caza al campeón: un segundo puesto era bueno. La célebre calculadora de Pedrosa, tan alabada. Quedó cuarto. Quizá se amedrentó ante la posibilidad de una caída: el caso es que el niño de Mallorca lo pasó como una bala, como una exhalación y tomó distancias, las justas para`ptotegerse de un posible contraataque.

No lo hubo. Al parecer el tercer puesto era bueno.

Quedó cuarto.

¿Se va a quedar en tierra de nadie Dani Pedrosa? ¿Podemos esperar algo del nuevo motor Honda? Algo está muy claro: es muy grande, muy grande Jorge Lorenzo. Ahora hace falta ques e cuide un poco.

Va de gallos

«Esta es la historia de un sábado…» cantaba Billy Joel. Han sucedido en este sábado exacto de mayo muchas cosas, cada una con su carga de tiempo: historias cruzadas llenas de ayer, de mañana y, a veces, de nunca.

Estaba llena de ayer una historia cantada: Raúl González no cabe en un corral en el que son bien visibles los enormes espolones de Luis. Es su selección: punto. Probablemente nunca conoceremos la verdad del todo y, además, no vale la pena. Tampoco sabremos todo lo que hay alrededor de la llamada fallida de Bojan y, además, no hace falta. En su defecto el seleccionador, que al menos sí que sabe de fútbol, ha convocado a dos chicos con excelente futuro, Santi Cazorla y Rubén de la Red, y a alguien para quien reclamábamos la elástica roja en estas mismas páginas hace varios meses, Sergio García. Todo muy razonable, pero… Habrá tiempo para hablar del asunto.

Lo que está claro es que dos gallos no pueden convivir en el mismo corral sin gresca. Que se lo pregunten a nuestros dos jóvenes maestros de moto GP. Se adivina muy largo el duelo entre el catalán y el mallorquín. A veces me pregunto si los médicos pintan algo en el circo de las motos, a la vista de las barbaridades que está haciendo un campeón joven que tiene mucha prisa. Demasiada.

Igual de largo va a ser el duelo entre otro balear, Rafa Nadal, y el serbio Djokovic. Desde su trono imperial Roger Federer debe estar meditando la que se le viene encima con dos tiburones como estos siguiendo su estela. Quizá pueda tomar ejemplo de la gran Justine, que dice adiós en la cumbre y con veinticinco años.

Por cierto: por cuestión de estilo no vamos a opinar sobre el comportamiento del presidente de la Federación española de tenis. Está claro que es un fenómeno: haber concitado el desdén de todos los tenistas de élite españoles, que son unos cuantos, está al alcance de muy poca gente. Que lo canonicen, hombre…

Por lo demás el Madrid de baloncesto ha caído exhausto ante un gran rival. Siempre sufre en el primer cruce: ya lo hizo el año pasado ante el Pamesa. Esta vez no ha podido superar el buen juego de Unicaja: ni, por supuesto, sus propias carencias. Por lo que vimos este sábado de mayo, me quedan dos pregunta antes del adiós de los blancos: ¿qué diferencia de precio hay entre Boniface Dong y Lázaros Papadopoulos? Sería interesante conocer la respuesta. Tampoco me importaría saber quién coño decidió el fichaje de Pelekanos.

Ahora van a ser cuatro gallos los que disputen tres puestos en la Liga de Campeones: el cuarto se lo ha llevado el campeón de la liga regular. Una decisión evidentemente horrible: a lo mejor la eliminación del equipo blanco tiene que ver con la idea de haber cumplido el objetivo. No sé quién fue declarado mejor entrenador el año pasado, que fue el año de Plaza. Éste, desde luego, no ha sido el suyo: se va con un diploma de más.

Cuatro van a ser también los gallos al otro lado del charco, en la NBA. Uno de ellos es un icono sagrado del basket, el equipo angelino de los Lakers. Y en él juega (y deslumbra) el mejor baloncestista español de todos los tiempos. ¡Ánimo, Pau!

Telón sobre el agua de los ríos

Se consumó la tragedia zaragozana. El agua del Ebro, que no viajará, por lo visto, a buscar al Turia o al Segura, contempla desde hay la misma tristeza. El resto de lo que ha sucedido no tiene demasiada importancia, si exceptuamos que el dedo de la justica ha señalado El Sardinero como estadio europeo: eran demasiadas jornadas acumulando méritos y ha tenido que ser el niño Iván Bolado el culpable del éxtasis cántabro. Hasta la raya ha llegado el Mallorca de Manzano, que ha hecho una campaña admirable: como el Rácing, ha sido un equipo consistente en la Liga y ambicioso en la Copa, y no creo que se pueda pedir más.

Tragedia: ese drama en el que intervienen los dioses para castigar la hybris, la autocomplacencia excesiva, el triunfalismo desmesurado de los seres humanos. Pero los hombres no aprendemos. El año pasado el Barcelona iba a ganar siete competiciones, todas aquellas en los que iba a competir: y ahí está, para el desguace. El año pasado, también, el Zaragoza, de la mano de un sabio como Víctor Fernández, realizaba una campaña ejemplar que, al parecer, supo a poco.

Este año soñaban: y soñábamos los enamorados del fútbol con la consolidación del proyecto del entrenador maño, tan adicto al fútbol de seda. Pero los sueños, ¡ay!, sueños son. Se empezaron a exigir resultados a una plantilla descompensada, en la que habían llegado refuerzos a la zona rica y se habían dejado lagunas de las que cuesta mucho secar. Cuando Víctor anunció su marcha por no haber sabido responder a las expectativas despertadas tuve la seguridad de que el Zaragoza tendría problemas. Los entrenadores que se buscaron duraron lo que un papel de fumar en el infierno, y ha tenido que ser Manolo Vilanova, un hombre de la casa, quien asumiera la responsabilidad de acompañar a unos chavales desconcertados a su destino menos natural, que era la segunda división. ¡En una plantilla trufada de internacionales, qué barbaridad! ¡Con César, Zapater, Ayala, Sergio García, Celades, Diego Milito, Oliveira…!

Pues sí. El fútbol es como la vida y siempre se paga la falta de humildad, que es la verdad, en el decir de Teresa de Jesús. Queda el consuelo del inevitable regreso, una vez que alguien haga la necesaria limpia de un vestuario carísimo y magullado. Al año que viene, cuando la plaza del Pilar se llene de jotas, recordaremos que los dioses traman y cumplen el destino de los hombres para que los venideros tengamos algo que cantar.

Y que nadie se queje: los directivos han dejado, una vez más, un espléndido espejo en el que pueden mirarse los demás. Pero muchos no lo harán: seguirán mirándose a sí mismos en el espejo falso de la adulación y de la autoborrachera. Y es que en cuanto ganan un puñado de euros se creen algo, caray…