El Real Madrid se ha despedido de Europa, una vez más, demasiado pronto. Difícil será consolarse pensando que antes lo ha hecho el Sevilla: se trata de una doble pena, simplemente.
La noticia, obviamente, es la clasificación del Fútbol Club Barcelona. No por esperada menos meritoria: también se esperaba más de los otros dos equipos españoles. En octavos de final caulquier equipo te da un susto: acaso la excepción haya sido este encogido equipo escocés. Jugar durante ochenta y cuatro minutos contra un equipo que tiene la obligación de atacar y que se dedica a merodear tiene que ser un placer. Bien: el Barça ya está en cuartos: es él único equipo español que lo ha merecido y, visto lo visto, el único con solvencia suficiente para dar algún paso más. Por mucho frío que haga allá afuera, por mucho respeto que haya que tener a los ocho equipos, este Barça da miedo: por la calidad de sus hombres, por la profundidad del banquillo, por la versatilidad que ofrece a los de arriba, tan sumamente buenos, el estado de gracia goleador de Xavi, porque juegan con los ojos cerrados y porque está delante de su gran desafío histórico: una competición que sólo le ha sonreído dos veces. Pocas para el potencial del gran equipo blaugrana. la pésima noticia, la lesión de Messi. Pero hay gente y, además, la Pulga volverá. ¡Anem, nois…!
También el Sevilla, presente en una de las primeras ediciones, se encontraba delante de su propia historia: nunca ha tenido un equipo tan completo como el de ahora. Siento cargar sobre Manolo Jiménez otra vez: pero fue una cadena de desaciertos las sustituciones. Con 3-1 cabe la posibilidad de encajar otro, y parece más razonable buscar el cuarto que reservar a Luis Fabiano. Sucedió lo contrario: la estrella brasileña se fue, el equipo encajó un gol aparentemente tonto (pero los balones en esa zona llevan soempre veneno) y luego no hubo modo de romper la defensa turca, con un portero que empezó de locutor de tómbola y terminó crecidísimo. Tanto que pudo con tres lanzameintos desde el punto de penalty. Será difícil que haya otra oportunidad como ésta: no seimpre habrá un Demirel regalando un par de goles. Quizá todo el mundo, ahora, se lamente de los excesos de confianza: yo el primero.
No está el Madrid confeccionado para soportar demasiadas bajas. Sin Ramos, con Pepe siendo una sombra de sí mismo, sin Van Nistelrooy, sin Snejder… Demasiado para un equipo que tiene algunos puestos claves sin doblar. Y más frente a un equipo italiano que debió perder la eliminatoria en el Olímpico y que la ganó sobradamente en Chamartín. Una expulsión, la de Pepe, absolutamente justa, y dos goles en los momentos claves, con esa sabia administración del tiempo de los equipos trasalpinos. Por si alguien lo olvida, hubo también dos trallazos al palo.
Enfrente, poca cosa. La bici de Robinho estaba sin engrasar y el Madrid suele hacer los recados en ese vehículo. Raúl volvió a marcar en fuera de juego, o al menos eso me pareció. Mucha lucha y poca claridad. Y otra vez a casa. esta vez había mucho temor, y la Roma justificó plenamente ese sentimiento. Lo del miedo escénico y todas esas jaimitados volvió a no funcionar, una vez más: es fútbol, once contra once: y ellos fieron mejores. Lo demás sobra.