Como consuelo, algo más que escaso, a la absurda interrupción de las competiciones deportivas más señaladas, nos queda el baloncesto. Lo fue (consuelo) durante mucho tiempo: a aquel Torneo de Navidad del Real Madrid, que también fue Torneo Philips, hace tiempo que no le queda ni un afeitado. Pero ha sido sustituido con ventaja por la competición liguera, demasiado larga acaso en su fase regular. Eso obliga a comprimir partidos en exceso y a veces encuentra a los chicos con los plomos fundidos. No sé si cabe otra explicación para la segunda parte del Joventut en Vitoria este domingo.
Pero no es el único caso que se ha dado este año, como recordarán los muchos aficionados al deporte de la canasta: los torneos europeos también son demasiado largos y no hay equipo que se mantenga fresco jugando a alto nivel tres partidos a la semana, con un viaje a Europa por medio.
Ésa es una gran virtud de esta Liga ACB que está cumpliendo veinticinco tacos. No es el club de Flo: no hay monólogos. Examinar la clasificación ahora lo explica todo; como, de otro modo, lo explicó el altísimo nivel de cuartos, semifinales y final del año pasado (se podría haber dicho la fase final: más castellano que lo de play-offs, desde luego, y con el mismo sentido). Como televisión española es televisión madrileña salvo algún afortunado despiste, como el de este domingo, tuvimos ocasión de comprobar el altísimo peaje que el equipo blanco tuvo que pagar en Valencia y Badalona, y eso demuestra que esta liga de baloncesto goza de envidiable salud.
De los equipos de la fase final anterior faltan dos ahora entre los ocho de arriba. Faltan dos: la tragedia de este año, el Estudiantes (¿quién concibe una Liga ACB sin el equipo del Ramiro en ella?) y el Unicaja, que está pagando caro el divorcio entre la directiva y Scariolo, el altanero y sabio entrenador italiano que ha encumbrado al equipo. Se ha colado en esa zona un Granada admirable, que tiene mucha tarea para resistir el tirón de los lebreles que tiene detrás, incluyendo entre ellos a los malagueños. Y se ha colado, y de qué modo, el Iurbentia. Ha vuelto el Águilas, señores: no parecía de recibo que una ciudad como Bilbao, grande por tantas cosas, estuviera fuera de la elite del baloncesto español. De ahí a llegar a esta jornada en la primera posición hay un trecho; y han sabido recorrerlo a la orilla de la ría del Nervión. Ahí andan, no sé si en la vieja Casilla de antaño, luciendo la pantorrilla como la sardinera. Que dure: se lo deseamos de todo corazón