Un deportista es aquel que sabe que el triunfo del otro es también una recompensa: la de haber encontrado alguien mejor

Archivo de mayo, 2008

Tiburones en el Báltico

La noticia es, naturalmente, la victoria del Zenit de San Petersburgo en la Copa de la UEFA. Antes de ver el partido ya eran favoritos: habían eliminado a dos equipos alemanes, lo cual no es mucho decir, tras ver la exhibición del Getafe ante el Bayern Munich, y también, y esto son palabras mayores, al Villarreal.

Eran favoritos antes de verlos jugar. Después mucho más. El Glasgow Rangers dio una pálida noticia de su fútbol en un par de arreones en el segundo tiempo, cuando los tiburones del Bático hacían la siesta después de perseguir salmones durante una hora sin demasiado fruto. Pero ahí acabó la presencia de un equipo que seguramente juega al fútbol: sencillamente, no le dejaron.

Dispone Advocaat de los jugadores ideales para practicar aquel invento de su paisano Marinus Mitchells que fue el fútbol total. Son incansables estos jugadores rudos: siempre lo han sido. Muy rápidos, con mucha intuición para adelantarse en los cortes y una inteligente presión sobre el más torpe, al que sistemáticamente roban el balón. Luego, con la pelota en los pies, son sinfónicos: practican un fútbol muy armonioso, de constantes apoyos, que siempre termina por dar su fruto. Sea a distancia, porque disponen de una artillería de lujo, sea entrando por abajo entre centrales muy altos. Así fue el primer gol, el de Denisov: balón robado en una banda, el jugador que ha robado deja la bola cerca de una bota inteligente y lanza un desmarque vertical sencillamente insuperable.

Tuvo su oportunidad Álvaro Novo en el descuento: uno de esos melones que caen del cielo, tan del fútbol británico. Pero el gallego no es Drogba, como bien saben en el Manzanares; falló y, de algún modo, contribuyó con ello a la justicia: el fútbol de los rusos no merecía una prórroga porque habían sido muy superiores. Lo certificaron un minutos después: un chico coreano que había salido de refresco reeditó la fábula de Aquiles y la tortuga ante un lateral agotado y dejó el balón en la puntera de un compañero, cualquiera: todos tienen llegada desde atrás. Dos a cero: un resultado razonable.

Estamos hablando de nuestros rivales en la Eurocopa: hasta seis jugadores del campeón están en la selección de la Casa Rusia. Y no van a venir con amor, precisamente. Por su potencial Rusia es, como España, un equipo con un historial por debajo de sus méritos. Esta vez me temo que pueden construir un equipo muy serio. Nos conviene aprender la lección: no nos van a dejar jugar. Y cualquier equipo de jugones sin balón es muy poca cosa. España, sin ir más lejos.

Estos, además, ya han probado el sabor de la sangre y quieren más: cuidado con los tiburones del Báltico.

El rey en su ciudad

Ciudad Real no ha querido ser menos que Vila.Real y ha hecho honor a su nombre: el rey de Europa en handball habita allí. Sigo sin entender por qué el balonmano no es un deporte de culto en España, después de tantos años de éxito y siendo, como es, un deporte bello de verdad. Por esta vez le haremos, como merece, un hueco en portada: ¡ahí es nada, remontar dos goles en contra ante el temible Kiel alemán, maniatar a Karabatic y ganar la Copa de Europa!

Ha sido una hombrada: de todos. De Skrebic hasta el gran Olafur Stefanson: contando con las bajas de Rutenka y Mledicic, con Rolando Uríos entre algodones… Tremendo. Aquí ya lo habíamos dicho, porque era difícil que el Ciudad Real jugara dos partidos seguidos con errores en defensa tan claros. Es mucho equipo: y ayer tuvo la virtud de atascar el juego de otro grande, maniatarlo y hacer un puñado de goles más que él.

Que los manchegos enmarquen esta temporada con el lazo morado de Castilla, porque las cosas nio suelen repetirse. Se han llevado todos los títulos. Y se puede decir con orgullo que la liga ASOBAL o la Copa de España equivalen a medio título europeo. El otro medio aye, en el Sparkasse de Kiel. Fantástico, chicos…

A la orillica del Ebro

Estuve comiendo con un periodista deportivo de Valladolid. Bueno, hoy os aburriréis, ¿no? «¿Y eso?» Empate a cero, por supuesto: os vale a los dos. «No creas: no me fío del Madrid». ¿Entonces te fías del Almería? «Déjalo.»

Lo dejamos. El Real Madrid resultó fiable: fundamentalmente por el estado de nervios del equipo maño. Fallan los delanteros, los defensas permiten que Robinho, con las botas torcidas, emta un gol y deje en bandeja otro… En fin, Pilarín: a ver qué pasa. Hombre a hombre tienen mejor plantilla que el Mallorca, pero los bermellones componen un gran equipo, sabiamente derigido, y están oliendo a Europa tras hacerle un roto más al harapiento traje blaugrana. Lo normal es que baje el Zaragoza, el de mejor historial entre los cuatro candidatos. ¡Y con esa pléyade de jugones!

Pero hay cuatro. Osasuna hizo los deberes con más pena que gloria, el Recre se aprovechó de la bonanza primaveral que sopla en Almería y el Valladolid, que no quería guerra con el Getafe, anda puntito a puntito, a ver si les vale. Desde luego que sí: pero el puntito del próximo domingo puede no resultar tan barato como el de esta semana, dependiendo de las noticias que lleguen.

Que un equipo de fútbol es un estado de ánimo (que hay que trabajar durante muchos meses, por supuesto) lo pusieron de manifiesto los maños y los dos equipos de Barcelona. ¡Qué ruina de segunda vuelta!

El gran Edu Casado, que tanto sabe del pasado, habrá respirado por fin: el Atleti vuelve a la Liga de campeones, que siempre debe ser la suya. A todos nos escuece todavía aquel penalty fallado por Juan Eduardo Esnáider, ¿verdad, Edu? Ahora hay que esperar grandes cosas de un equipo al que le está costando fraguar, pero que tiene mimbres de oro para hacer un cesto importante.

Entre el Villarreal y el Atleti han dejado sin sitio al Sevilla, que vuelve a «su» torneo. Hay un hueco: para el Rácing de Marcelino o para el Mallorca de Manzano. Por cierto: dos de los cuatro grandes entrenadores de esta Liga. Los otros, por supuesto, son Schuster y Pellegrini. Un peldaño por debajo deben andar Emery o Lotina. Y, sin duda de ningún tipo, Michael Laudrup. Y convienen no olvidar la estupenda faena de Chaparro. Y el crédito ganado por algunos de los que se han ido: Quique. Y Víctor Fernández.

Quizá el hombre más recordado ayer, a la orillica del Ebro…

Más allá del reglamento

No había visto hasta hoy una noticia verdaderamente deportiva que se produzco en la jornada del miércoles. De las que me hacen feliz. Se produjo en Riazor y todos la conocéis, pero vale la pena relatarla de nuevo. Pitido inicial: saca el Depor. Los jugadores del Levante han acordado unos segundos de huelga para protestar por su infame situación. Algo que nos subleva a todos. También al árbitro, supongo, y a los jugadores del equipo gallego.

Y, sin embargo, todos cumplen su papel. Los huelguistas haciendo huelga, parados en el centro del campo; el árbitro, señalando el comienzo del partido y dejando correr la pelota. Y los blanquiazules, atónitos, le dan la pelota a Sergio. Un internacional. Sergio mira y ve al árbitro correr a su lado. Avanza solo hacia la puerta vacía. Y, ahí, en el borde del área, se para y decide. Porque en estos asuntos, diga lo que diga Manzano, PUEDEN decidir los jugadores: más tarde el entrenador puede dar la cara por un tramposo que hace falta, deja a un rival tendido en el suelo y aprovecha la continuación de la jugada para hacer gol. Para las estadístticas, gran temporada del Mallorca. ¿A ese precio?

Sergio hizo lo que haría cualquier deportista que se precie: echó el balón fuera. Gracias a los jugadores del Depor por dejar en las botas del sabio y decente canterano periquito, del veterano internacional deportivista, la decisión. Y olé tus cojones, Sergio…

La Victoria de Samotracia

La estatuaria clásica ha representado el tormento, el esfuerzo o la victoria. Con alas, por cierto. Pero nunca la derrota, para la que sólo quedan las palabras de Brenno, aquel bárbaro que invadió Roma: ¡Vae victis!

Ay de los vencidos, sí… El Fútbol Club Barcelona naufragó ayer ante un rival que, ebrio de victoria, tenía alas. Atrás quedaron las dudas, que nunca pusieron de manifiesto: ningún equipo puede cerrar una liga con 38 exhibiciones y tampoco lo ha hecho el equipo de Schuster, abonado en muchos partidos al esfuerzo sin brillo y a la suerte. Ayer, completamente cosido, con cada jugador pisando el terreno que conoce y el subidón de adrenalina propio de los campeones, arrasó un Real Madrid excepcional. Hizo cuatro goles, que pudieron ser más, y encajó uno por una especie de justicia poética: el pase de Lionel Messi era la culminación de un segundo tiempo del crack argentino que merecía mejor recompensa que un helado 4-0. El toque de Henry hizo el resto, y fue impecable, como corresponde a un gran jugador, al que no termino de ver en declive.

Ahora hay que pensar. Todos los equipos tienen que pensar. En Chamartín pueden recordar que la estatua del Louvre no tiene cabeza y sería muy útil que ellos la conserven. En la Masía no pueden dejarse engañar por la derrota: apostaron por dos torneos coperos y han sido apeados de ellos muy cerca del final. Hay mucho material aprovechable: y lo que sobra, fuera… Cuanto antes: tipos como Ronaldinho deberían ceder todos sus ingresos a una ONG.

El Sevilla, que tiene mucho mejor plantilla que el Rácing, se dedicó a demostrarlo, y ya está ahí. Sería curioso que la debilidad mental del Atlético en los grandes momentos le sirviera al Espanyol para resucitar tan a destiempo. Hoy se verá.

Valencia y Betis ya se han salvado, y el Valladolid está muy cerca de hacerlo. Queda entre el mártir de esta Liga, Osasuna (ahí sí que hace falta pensar mucho y llorar poco en estos días), el Zaragoza y el Recreativo de Huelva la plaza que lleva a segunda división. No merecen el descenso ni la directiva de Osasuna ni la plantilla del Zaragoza ni nadie en Huelva: pero uno de los tres debe acompañar a Murcia y Levante. Habrá once jugadores llorando dentro de dos domingos, y otros veintidós bañados en champán. Es el rito de todos los años, y es bueno, aunque duela en algún sitio. Ya saben: Vae victis…

Pasillo y fango

Se ha acrecentado una polémica tan absurda como estúpida: la del pasillo al campeón. A veces da vergüenza pertenecer a esta profesión y ver cómo el medio de mayor difusión de España se regodea con una contraportada para mayor felicidad de los necios.

Aquí no pasa nada. El fútbol es un viejo deporte y parte de su éxito está que se cumplen milimétricamente los rituales. Pese a tantos esfuerzos de quienes confunden informar con deformar, empeñados en volver a la selva. Lo siento: es un invento inglés, un asunto de caballeros, por fortuna. Y cualquier sportman sabe que determinadas cosas están por encima de los deseos, de las filias y las fobias personales. Al terminar un partido de tenis los jugadores se dan la mano en público, aunque no se hablen: y eso por encima de todas las cosas. Alguien encontrará hipócrita el gesto y acaso no le falte razón: le debemos mucho a la hipocresía, que es el homenaje que el vicio rinde a la virtud. Nadie está obligado a llevarse bien con nadie, pero todo el mundo está obligado a defender y amparar los cimientos del juego, uno de los cuales es la cortesía.

La cortesía obliga a hacer un pasillo al campeón de la Liga. Le ha tocado al Fútbol Club Barcelona, que tiene la obligación de ser un club señor y que muchas veces lo es. Para sus aficionados y para sus jugadores la cosa tiene un punto menos de gracia que para los de cualquier otro equipo, si exceptuamos a los del Atlético de Madrid. Estamos hablando de equipos acostumbrados a recibir pasillos. Como el Real Madrid, que es quien va a recibirlo este año.

Pues nada, se le forma un pasillo, se aplaude al campeón y se da una lección de civismo que, convenientemente traducida, pueden absorber los más jóvenes, los más necesitados de ejemplos. Los que tienen que aprender aquella vieja milonga de Yupanqui:

El que me quiera igualar/ hay tener buen parejero;/ yo me quitaré el sombrero/ porque así me han enseñau/ y me doy por bien pagau/ d´entrando atrás del primero

Lo demás no es deporte, ya lo siento: es confundir la bota de Guti o de Xavi con el Gran Bertha. Lo verdaderamente duro sería que el pasillo se lo hicieran al campeón el Murcia o el Levante, que ya han descendido. ¡Pero el Barça, que ha hecho una excelente campaña europea…!

La grandeza de la Liga

Había empezado la jornada con dos partidos sorprendentes: un Atlético-Recreativo en el que volvió a destacar la debilidad defensiva de los onubenses, que les puede costar la categoría, y un Zaragoza-Deportivo de leyenda, con los maños empeñados en fallar todo el fútbol generado por el gran Sergio García (hace muchos meses que aquí hemos pedido su ingreso en la selección, por cierto), de manera que tuvo que ser Foberto Fabián Ayala quien marcara en el descuento. Justicia en ambos casos: y, como en el poema de Bécquer, se veía el contraste entre un jugador en el final de su carrera y alguien que caba de nacer y que se llama Ignacio Camacho.

Luego, el domingo, casi todo el mundo había hecho su tarea. El Betis para salvarse y el Almería para alejarse de la ventana del ático, que produce vértigo; el Villarreal para consolidar un segundo puesto que sabe a campeonato, el Rácing para seguir soñando, el Murcia para acomodarse con la máxima dignidad a su nueva casa, el Sevilla para ocupar la plaza que por plantilla le corresponde, el Mallorca para regalarle a Güiza un Pichichi más que merecido… Falló el Espanyol en la que acaso era su última oportunidad. Porque Valladolid y Getafe tenían demasiado toro qye lidiar. Y quedaba el Valencia, en la misma delicada situación: esperando una limosna de la desesperación del Barça.

Seis goles: La mejor respuesta de un club grande al que esta semana pasada no le faltó grandeza, sino fortuna.

Así que andando sobre tizones ardientes, como si fuera San Juan en tierras de Soria, salió el Osasuna a jugar su partido ante el Madrid. Tres puntos le supondrían un balón de oxígeno: uno, al menos, le sacaba de los puestos de descenso.

Y salieron los navarros con lo que tienen. Y lo hicieron muy bien: obligaron a los campeones a jugar el juego que menos les convenía. Fue un partido físico en el que los señoritos de blanco no se arrugaron nunca: si había que jugar un partido de barrio, se jugaba.

Uno pensaba que el empate, al final, no era malo para ninguno. Pero no fue así. Los dos se fueron a la guerra como si del mismísimo Mambrú se tratara. Y fue un partido épico, salpicado por los desaciertos y los aciertos de Medina Cantalejo. A cinco minutos del final, un penalty que debió suponer la expulsión de Heinze, que no se produjo acaso para compensar la injusta tarjeta roja a Cannavaro, dio a Patxi Puñal la oportunidad soñada. Y el chaval no la desaprovechó.

Entonces, cuando un Madrid que no había merecido perder estaba deshauciado, apareció esa sobredosis de casta que ha llevado al equipo merengue a ganar su segunda Liga consecutiva. Marcó Roben de cabeza, que algo tiene de delito, y marcó el impagableHiguaín, el rey de los finales de liga y de partido.

Fue una respuesta llena de grandeza: la que tiene la Liga, la competición por excelencia, la que ganan los equipos serios, como ya hemos dicho otras veces.

A uno le cuesta creer que el equipo pamplonica corra el riesgo de descender tras haber visto el partido que hizo ante el campeón. Quedan tres jornadas, nueve puntos en disputa y una plaza en el tren que viaja hacia el infierno. Hay cinco equipos implicados, por lo menos: aunque creo que entre Osasuna, Recre, Valencia, Valladolid y Getafe están dadas todas las papeletas. Ya no a mí: a Europa entera, con Beckenbauer a la cabeza, le costará creer que el Getafe sea uno de los candidatos. Del Valencia ni hablamos: ¿cómo es posible?

Es la grandeza de una competición ejemplar. En el día de hoy sólo queda decir lo obvio: ¡Hala, Madrid!

Con D (nación)

Casi nunca pasan tantas cosas a la vez: condenado domingo, en el que los gritos de triunfo, siempre los mismos, siempre igual de vacíos, siempre ¡oé, oé, oé…!, no dejan escuchar el rumor, a veces el calro sonido, de otros deportes y otros deportistas. De oro.

Aunque esta vez se escriben con D varios que son de plata. Nobilísimo metal: en deporte, como en la vida, premia al que llega hasta la última raya y encuentra, desolado, alguien mejor en el camino. A veces ni siquiera es la plata: con D nado domingo para el deporte alavés, viendo al TAU a cuatro puntos de la gran final y obligado a pelear con desgana un tercer puesto que se fue para Italia. Era mucho CSKA, como todos sabíamos.

La D más clara, la más nuestra, la que más sentimos, fue la de David Ferrer. El alicantino se enfrentaba al mejor Nadal que se recuerda y, al menos, arañó un set al monstruo de Manacor, como ya estuvo a punto de hacer en el principado de Mónaco. Grande David: al rebufo de otras dos Des, Djokovic y Davidenko, para ocupar el lugar más alto tras los siderales Federer y Rafa.

Que sea noticia una victoria de Valentino Rossi explica cómo ha cambiado el cuento en Moto G.P.: el Dottore Lupo empieza a encontrarse unas Caperucitas que enseñan mucha pierna. La gesta la hizo sin duda Jorge Lorenzo. Y la barbaridad: no sé a qué esperan en esa federación para regular un poco las cosas, con corredores que se saltan la baja laboral más obvia. Pero el mallorquín es una locura y va en serio a por el campeonato, así que con un tobillo hecho puré se montó en su missil japonés, anduvo buscabndo su ritmo durante unas vueltas y luego, cuando lo encontró, se fue en busca de la altísima clase media de la categoría y sólo cedió ante Rossi y Pedrosa, que parecían tener soldados los carenados, y el campeón del año pasado, Stoner.

Tiró al principio Dani, la D de plata en esta ocasión. Acaso le faltó convicción, porque el espejismo duró dos vueltas: Rossi fue a por él, consciente de que si le dejaba un par de segundos de ventaja la carrera era del de Castellar del Vallés. Bailaron juntos muchas vueltas: luego, décima a décima, el excepcional campeón italiano se fue marchando de nuestro Dani. Sin remedio. Pedrosa, que es inteligente, lo vio y levantó el pie: él también busca el campeonato del mundo, que no siempre coincide con el Gran Premio de China.

Causa extrañeza encontrar un equipo que juegue mejor que el Balonmano Ciudad Real. Pero existe: viene de allá, de Kiel. Con D se escribe Dushejvaev, el timonel del barco manchego: apostó por un tanque ligero, al estilo de su oponente, dejando a Rolando fuera de la convocatoria (acaso estaba lesionado) y una defensa cinco-uno, con david Davis adelantado. Estaba bien pensado: pero todo saltó hecho astillas ante la fortaleza de los alemanes desde los nueve metros. Y, en el segundo tiempo, coincidió un nublado de Joseja Hombrados, rápidamente sustituido, con una explosión de clase y de fortuna del portero francés del Kiel. 27 a 29.

Por cierto, se puede levantar. Ahora hay que proporcionar (por tercera vez consecutiva) la misma oportunidad al público alemán: que puedan comprobar, con extrañeza, cómo hay un equipo que juega mejor que el suyo. Lo veremos. ¿Lo veremos? Desde luego allí estaremos, de todo corazón.

Edurne, Talant y el Asia Central

La semana va a venir apretada: puede haber campeón de liga, hay motos en Shangai, el TAU aspira de nuevo a la corona europea y se está jugando el Nadal, digo el Godó. No sería justo que dejáramos de lado dos noticias: y las dos tienen que ver con Asia central.

De allí, del Uzbekistán cuya perla es Samarkanda, vino a Cantabria un jugador irrepetible, único, asombroso: Talant Dujshebaev. He seguido el balonmano español desde los tiempos del Atleti, cuando jugaban Velilla, Harguindey o De Miguel. Tierra de grandes porteros, como Parramón, como Lorenzo Rico, como Barrufet…; de extremos rápidos, hábiles e incisivos, de Urdiales a Julián Ruiz, de Cabanas a Juanín; de poderosos bombarderos a dos manos, como Garralda, como Urdangarín, como Cecilio… Con gente muy interesante en los demás puestos, siempre un pelín por debajo del estrellato, como el querido Jaume Puig. Y con la posibilidad de llegar a lo más alto desde ciudades pequeñas y pueblos con arrojo: a los más alto llegaron Alicante o Granollers, Santander o Irún: y ahora mismo Pamplona (el viejo Anaita…), León (el no menos viejo y entrañable Ademar…) y Valladolid se las tienen tiesas con el gran Barcelona, al que Valero Ribera llevó tan alto…

Pero el rey está en La Mancha. Un empeño en que tiene que ver Cecilio, y que pilota como nadie el más grande jugador que yo he visto jamás, nuestro uzbeko cañí, el pasmo que vino del Este. Han ganado la liga ASOBAL esta semana, después de ganar la Copa. Y esto no ha terminado. Felicidades al Ciudad Real.

Otra de mis debilidades es esa niña de Tolosa, con su ingeniería a cuestas y que podría dedicarse a vivir espléndidamente de su talento. Pero tiene un sueño, como todo aquel que ha probado la montaña. La montaña es un dulce veneno: sabes que te puede matar, pero te engancha. Su adición no es química: tiene que ver con el alma, con haber vislumbrado algo que los demás no vemos, esa forma de claridad que el poeta Claudio Rodríguez afirma venir del cielo.

Edurne Pasabán, para quien urge todo el apoyo nacional que necesite si se anima con los cuatro que le faltan (el Annapurna, entre ellos: nada menos…), ha conquistado su décima cota por encima de 8000 metros: el Dhaulagiri. Es alguien que ha perdido dos dedos en la empresa, que ha visto caer esos amigos entrañables que sólo se conocen en condicones extremas, que ha tenido que superar una inmensa depresión engógena, de las que vienen de la propia historia: es una heroina. Una vez más, sin química: hablamos de su temple indomable, de su ambición, de un permanente desafío con ella misma que gana día a día: era su tercer intento a la cumbre nepalí, y ese tesón, ese coraje a mí me pone los pelos como escarpias. Eres maravillosa, Edurne. ¡Me recuerdas tanto aquellos versos de Herberto Padilla, uno de mis poetas de guardia! Que de algún modo sepan/ que no todo fue inútil:/ que tuvieron sentido mi impaciencia,/ mi canto…

No es que tengan sentido tus hazañas, guapa, guapísima: es que nos devuelven el sentido a los que te miramos ascender, metro a metro, hasta las nieves altas de tu nombre… Y, si uno fuera andaluz, te diría que nos haces perder el sentido. ¡Qué grande eres, tolosana!

ChelSI LiverNOol

Pues tampoco pudo ser. Ya que no iban a estar en la final Víctor Valdés, Carles Puyol, Xabi Hernández, Andrés Iniesta o Bojan Krikic, nos conformábamos con ver a Pepe Reina, Álvaro Arbeloa, Xabi Alonso o Fernando Torres. Pero no pudo ser. ganó, con toda justicia, el equipo que no queríamos que ganase.

Es decir: ganó el mejor. Ya lo había anunciado Michael Ballack: Somos el equipo más en forma de Europa. Tenía razón. Bajo la lluvia londinense el Liverpool ofreció el rostro de cualquier equipo de Benítez: lineas bien engarzadas, algo menos esta vez dado el partido particularmente gris de Gerrard y un enorme ritmo. Pero si el Chelsea va a perder un partido no será por el ritmo del contrario: a ellos les sobra. Cuando el equipo rojo atacaba Rafa Benítez debía recordar una canción de su infancia: tengo una muralla vestida de azul. El canesú lo ponía la enorme velocidad con la que se despliegan sus delanteros y el infinito talento de ese tapado que este año no aparece en las quinielas y que se llama Drogba. Drogba dura fue para el bueno Pepe Reina su eimpecable remate en el primer gol: un latigazo seco y raso al primer palo. Por cierto: ayer Van der Sar volvió a explicar, en un balón comprometido, el oficio de portero: el balón se despeja hacia un lado. Pepe (como Casillas tantas veces) lo despejó hacia el campo. Alguien dirá que hacia donde pudo: pero eso, que es cierto, no es válido para un gran portero. Y Reina lo es.

Durante sesenta minutos el Liverpool estuvo por debajo del Chelsea, que defendía con mucha ventaja las nada lúcidas aproximaciones de los reds y contraatacaba con tremendo peligro. Pero desde la época de Gordon Pirie conozco una frase que no sólo es válida para el cross: no se puede decir que un inglés ha perdido una carrera hasta que no haya muerto. Ésa era nuestra esperanza (la mía, perdón) y se cumplió: un balón decente (¡por fin!) de Benayum al Niño y llegó el empate.

Y la prórroga. Pero ahí empezó a funcionar la frase del jugador alemán: un Liverpool fundido se volvió mantequilla en la media hora de prolongación, con dos nuevos goles, de Drogba (¡cómo no!) y Lampard. El postrero gol de Babel sirvió para demostrar que cualquier portero se equivoca y para maquillar el resultado.

También para hacer justicia al indomable espíritu del equipo de la ciudad de los Beatles, que ofreció un partido a la altura de su historia. Simplemente el otro equipo era mejor: that´s all…