Además de su jugoso vocabulario, de los curiosos nombres de sus personajes y de las excelentes vueltas de tuerca de sus historias, Gabriel tiene un increíble talento para otorgarle veracidad a las fantasías más fantásticas.
Me recuerdo leyendo el remate de «Mito Solidario» y sintiendo algo muy similar a la envidia. Si la memoria no me engaña, desde ese microrrelato en adelante comencé a leer cada una de las publicaciones de Gabriel Bevilaqua, y «El elefante funambulista» se convirtió en uno de mis blogs preferidos.
Bienvenidos a la serie «Inspiraciones Ajenas», un espacio creado para disfrutar de escritores y blogueros que leo desde hace tiempo. Hoy, en la primera entrega, Gabriel Bevilaqua nos escribe en 150 palabras.
El infiltrado.
CORRÍA EL RUMOR de que un dragón se ocultaba en la Corte bajo forma humana. Era la única explicación racional a los cadáveres medio comidos y chamuscados que empezaron a aparecer en el castillo. Los ministros le sugirieron al rey la comparecencia del ilustre hechicero Batelius a fin de dar con el infiltrado. Una vez en la Corte, Batelius congregó a todos en la sala principal y dijo: «Majestad, aunque los dragones son especialistas en el arte de la transformación, esta aguja tiene la propiedad de devolverlos a su forma original». Uno a uno, nobles, soldados y siervos, se expusieron al pinchazo verificador sin consecuencias. Al cabo, el hechicero dijo: «Sólo faltáis vos, Majestad…». Entonces el rey despertó, se dirigió hasta un ventanal y desplegó sus alas. Confiaba en llegar a la casa de Batelius antes que sus enviados.
Seán Ó Conaill, Breves historias de dragones y hechiceros (Dublín, 1893)