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De mujer a mujer

Por Rosa Ciriquián Costi

(Carta a María de Villota)

Querida María: Te fuiste hace uno141750-240-180s días rápido, inesperadamente, en silencio. Lo hiciste en Sevilla, llena de recuerdos hermosos, con tu sonrisa franca, y ese parche en el ojo que tanto te favorecía, y tus otras cicatrices, las del cuerpo y tu voluntad decidida y alegre. Una vida plena, hecha a golpe de volante, corazón de mujer familiar y deportista inigualable. Tenías el listón muy alto, tu padre Emilio fue sin duda el ídolo de tu niñez, y tomaste nota de ello, vaya si lo hiciste. Calzando tus primeras ruedas, apretando los dientes, escribiste en libro de oro tus victorias. La pista, tu amiga; el acelerador, tu fiel compañero; la férrea voluntad, tu aliada perenne. Nunca renegaste de tu condición de mujer, ni del amor a tu familia. Hablabas con sencillez a los mecánicos y mantenedores cuando supervisabas “los fórmulas” al comenzar las carreras. Quitaste todo hierro posible al terrible accidente que casi te costó la vida, cogiendo el volante de nuevo, con dolores en el cuerpo, y la mitad de tu visión dañada, demostrando sin alharacas que lo que se quiere, se puede.

Entonces, la Providencia te puso por delante el amor y la felicidad que viviste merecidamente unos meses. Y Dios que te creó así, tendió una escala de seda en el albero azul del cielo, que tú subiste veloz y delicadamente. Fue tu  mejor carrera, triunfal, que algunos no entendieron con ojos de sencillos mortales. Hay que llevar puestas las antiparras de la fe, y ver de otro color la vida, enjugando la lágrima fácil y las penas.

Estás entre nubes, en altas gradas, disfrutando de la paz que sembraste en vida, del ejemplo de tesón firme, sin resquicios ni presunción innecesaria. Gracias María por tu ejemplo positivo, tus victorias y alegrías. Creo que en el Cielo hay santos de muchas clases, filósofos, mártires, sabios, niños inocentes, y tú, María, que estás en primer puesto, calzando tus ruedas, afanada al volante, y en la primera curva, sonríes al Creador que te esperaba, con corona de laurel, desde toda la Eternidad. Gracias María.