Por Julio Ortega Fraile
Mataron a cada dibujante, prendieron fuego a cada viñeta y asesinaron a cada lector.
Al acabar, pisando las cenizas y los cadáveres, levantaron la vista al cielo esperando escuchar la sonrisa de Alá, pero sólo les llegó ruido de llanto primero y sonido de plumás sobre el papel después.
Únicamente los idiotas matan por una mentira, y solamente los imbéciles creen que es posible asesinar la libertad.