La historia de un embarazo o cómo la espera de un bebé pone a prueba una relación de pareja

Dos extraños

¿Conocemos realmente a nuestras parejas? Sí, sabes cosas banales de ella: su horario de trabajo, su serie favorita, el postre que más le gusta, sus costumbres… pero en el fondo, en el fondo, ¿quién es él o ella?

Puede que el parloteo sobre las pequeñas cosas se convierta en el único tema de conversación. La rutina, los hábitos, las cosas que hay que hacer, los silencios durante la cena.

Una amiga me cuenta que su pareja se ha convertido en un extraño. Me costó creerlo al principio. Llevan muchos años bajo el mismo techo y yo siempre había pensado que se llevaban bien. Me explica que las cosas pasan sin querer, sin voluntad. Hace tiempo que no hablan de deseos, de sueños, de miedos, de dudas…sólo de falta fruta; hoy llevas tú los niños a la escuela; ¿has bajado la basura?; ha llamado tu madre; la factura del gas se ha disparado. Son frases normales, habituales en la mayoría de casas pero -me dice- está claro que no deberían ser las únicas.

Mientras pienso en ello miro a Q. a los ojos y le pregunto:

Hola. ¿Cómo estás?

-Bien. ¿Y tú?

-También. ¿Eres feliz?

-… No puedo quejarme. ¿A qué viene esa pregunta? Creía que me pedirías si cenamos ya…

No, hoy no tengo hambre. Hoy, la cena puede esperar.

3 comentarios

  1. Dice ser laura

    Al leer muchos de los blogs de este periódico, tengo la sensación de que siempre se escribe sobre los mismos temas y desde el mismo punto de vista, uffffff!!!A lo mejor me pasa por haber visto series como SNY o anatomía de Grey, cuyos guiones se parecen un montón a dichos blogs.Qué pereza me da leerlos!!!

    18 febrero 2008 | 13:51

  2. Dice ser Robert

    Es muy cierto lo que dicen alla arriba. Pero con tu blog siento que puedo aprender mucho, pero mucho de lo que es realmente mantener un matrimonio. Sobre todo que no todo es el tema del sexo como otros blogs.El post de hoy me ha encantado.Un enorme beso.

    19 febrero 2008 | 4:38

  3. Dice ser caperuuucita

    Creía que le conocía pero una parte de él por siempre me fue desconocida. Porqué tanto miedo a la verdad, si de igual modo yo le quería. Pese a sus defectos y manías, mi deseo, inalterable permanecía. Y aunque pasen mil años, nunca podré entender que se escondiera entre mentiras, sólo por no saber amar o conformarse con vivir otras vidas. Más la nuestra ya no será: murió antes de nacida. Y sólo queda el recuerdo de la caricia cierta y el corazón lleno de heridas…

    19 febrero 2008 | 21:19

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