Menudo lío volvemos a tener en Grecia. Resulta que los partidos con representación en el Parlamento Griego han sido incapaces de llegar a un acuerdo para nombrar a un nuevo presidente de la República (el candidato del Gobierno era Stavros Dimas, antiguo comisario europeo), lo que ha obligado a una nueva convocatoria de elecciones legislativas para el 25 de enero, de las que se espera (según la mayoría de sondeos) que la formación izquierdista y euroescéptica Syriza resulte clara vencedora.
El simple hecho de que Alexis Tsipras (líder de Syriza) pueda llegar al poder ha alertado a los mercados internacionales (la bolsa de Atenas ha caído un 3,91%) y a las autoridades económico políticas que hemos dado en llamar La Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional). A las pocas horas de conocerse el adelanto electoral el FMI ha anunciado la suspensión de la ayuda financiera pendiente hasta que se forme un nuevo Gobierno. Ataque para la democracia para unos, prudente medida técnica para otros, lo cierto es que para mi lo que está ocurriendo estos días en el país heleno es toda una paradoja del sistema en el que vivimos (España también). Lo intentaré explicar en diez claves:
1) Rechazo del electorado a las medidas impopulares: Si Syriza está a punto de llegar al poder en Grecia mediante las urnas es en buena parte el resultado de la aplicación de medidas políticas fuertemente impopulares por parte de los dos grandes partidos tradicionales griegos (socialdemócratas y conservadores). Tanto el socialista Papandreu, como el banquero Papademos, como el conservador Samaras no han podido o sabido ofrecer otra opción que los tijeretazos de gasto público y la venta de patrimonio estatal. Esta falta de alternativas con un mínimo de credibilidad y carácter ilusionante han acabado por aupar a nuevas formaciones que oscilan entre la radicalidad y la heterodoxia, como Amanecer Dorado, Syriza u otras, que proponen salidas distintas y con, aparentemente, menos coste para los ciudadanos.
2) La reestructuración de la deuda de Syriza: Situado en la órbita ideológica de Podemos (no digo que sean calcos) la coalición Syriza ha ido suavizando su discurso euroescéptico a medida que ha ido atrayendo a parte del electorado. Hoy por hoy, su propuesta ya no pasa por salirse del euro ni por impagar radicalmente la deuda pública. Su programa actual de Gobierno apuesta por renegociar una devolución de los bonos griegos y suspender los pagos de los mismos hasta que se recupere la economía. Es decir, que se acabaría la amenaza de la unilateralidad (lo que ponía histérico a los inversores internacionales) y se optaría en su lugar por una vía negociada (que tampoco es que tranquilice a los mercados). También proponen medidas como un tramo máximo de la renta del 75%, la prohibición de los derivados financieros o la abolición de los privilegios de la Iglesia.
3) La Troika, juez y parte: Las autoridades europeas e internacionales han jugado y juegan un papel esencial en la crisis griega, toda vez que desde 2010 el país heleno no es capaz de financiarse por si mismo y ha tenido que recurrir desde entonces a más de 240.000 millones de euros en préstamos a través de los socios comunitarios o del FMI. Esta asistencia financiera no ha sido gratis, ni mucho menos. Ha venido acompañada de una durísima condicionalidad (obligación de aplicar recortes de gasto, adelgazamiento de la administración, venta de patrimonio…) que ha acabado por convertir a los hombres de negro de la Troika en el paradigma de la política antidemocrática y practicada a espaldas del pueblo.
4) Un ajuste que se ha de hacer sí o sí. El problema a priori en Grecia es que el país en su conjunto está sobreendeudado a unos niveles tales que no sólo impiden el crecimiento económico, sino prácticamente un simple funcionamiento autónomo. De ahí el rescate financiero. Actualmente, y pese al proceso de desapalancamiento y las quitas aplicadas desde 2010, la deuda total de Grecia sigue superando el 300% de su PIB, unas cifras muy por encima de lo que la ortodoxia económica considera sostenible. Además, la caída de la recaudación y la actividad, unido al aumento de la deuda soberana (actualmente supera el 170% del PIB) han convertido también en insostenibles sus finanzas públicas. Es decir, se antoja inevitable el ajuste y la imposición de pérdidas para poder volver a la senda del crecimiento. El problema está en quiénes serán los pagaderos de estas pérdidas.
5) El Norte, en defensa del acreedor patrio. Desde 2010 y desde nuestra perspectiva española, la actitud de la canciller alemán Angela Merkel y otros líderes políticos del norte de Europa ha sido la de una especie de madrastra obsesionada por aplicarnos a los del sur un duro escarmiento tras la fiesta que fue la burbuja. Una posición entendible desde el punto de vista alemán, dueños de buena parte de la deuda pública y privada griega, y uno de los países que saldrían más perjudicados ante una quita desordenada de la deuda. Pero que esta posición sea entendible no quiere decir que sea defendible. A semejanza de Francia, cuando se mostró inflexible con el cobro de la deuda alemana durante el periodo de entreguerras (lo que ayudó a que llegara el nacionalsocialismo al poder en Berlín), ahora Alemania se muestra inflexible en la aplicación ortodoxa de la austeridad, sin tener en cuenta (aparentemente) el contexto político y social en el que se imponen estas medidas. En mi opinión esta gestión de la crisis por parte de las grandes economías europeas ha sido nefasta, no solo por la imposición de las medidas en sí, sino también por el relato y la forma en que . Por lo pronto, han conseguido que un partido dispuesto a romper con la Troika esté a las puertas del Gobierno en Grecia.
6) El FMI no es una ONG. A pesar de que su labor es proporcionar financiación y liquidez a aquellos países en problemas, lo cierto es que el Fondo Monetario Internacional dista mucho de ser una ONG. Y tampoco es aséptica ideológicamente. La asistencia financiera del FMI no es incondicional ni es caritativa, se entrega a partir de unos compromisos impuestos al beneficiario. Compromisos que, es cierto, suelen ir casi siempre en la misma dirección: equilibrio presupuestario, privatización de servicios públicos, liberalización de mercados… vamos, lo que yo llamo Un Completo. Los estados ya saben que la aceptación de las condiciones del FMI no es un plato de buen gusto y de ahí que todos los gobiernos se resistan como gato panza arriba antes de solicitar formalmente su intervención. Esta ha sido la situación en la que Grecia tuvo que recurrir a la Troika: con los mercados internacionales completamente inaccesibles y en medio de una crisis económica sin precedentes que obligaba al país a financiarse si quería sostener el Estado. Caldo de cultivo perfecto para que tanto FMI, como BCE y Bruselas impusieran fuertes condicionalidades.
7) Lo impopular vs lo necesario: En el caso griego, como en ningún otro, se han mostrado las contradicciones del actual sistema democrático. Contradicciones entre lo que desean los representados y lo que creen los representantes que hay que aplicar. Los electores no están dispuestos a aceptar unas medidas que consideran negativas e injustas y castigan a los partidos que, una vez en el poder, las llevan a cabo. Y los partidos, conscientes de esta impopularidad, proponen medidas alternativas, que se tornan en impracticables cuando alcanzan el poder, lo que a su vez retroalimenta el descontento ciudadano. Lo hemos visto en Grecia y, en parte, en España. Partidos de signos políticos en principio antagónicos se ven incapaces de practicar políticas alternativas a la austeridad. Se presentan así las medidas y las políticas como «necesarias», inevitables o imprescindibles, de forma que se consagra el fracaso de la política entendida como la disciplina que hace posible lo imposible. Y de nuevo más descontento. El miedo o la incapacidad de los políticos de explicar a sus electores por qué y cómo se llevan a cabo los ajustes económicos han llevado a los votantes a buscar soluciones rupturistas con el statu quo, como supone ahora la coalición Syriza.
8) Qué podemos esperar: Aquí juego a ser adivino, pero creo que es de desear que la situación no alcance puntos de ruptura, y que incluso con Syriza en el Gobierno se imponga el acuerdo y la negociación, aunque suponga una dosis de impopularidad, por encima de otras opciones. Será responsabilidad de Tsipras explicar a sus ciudadanos que no hay salida fácil y sin costes de esta crisis. No la hay. Y también será responsabilidad suya explicar a acreedores y autoridades internacionales que una quita ordenada o una reestructuración es una solución mejor que cualquier otra. Las otras opciones pasan por una absoluta incertidumbre (salida del Euro, quita desordenada…) o por mantenernos como hasta ahora. Ambas me parecen pésimas opciones.