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Belleza de la mujer, blanca

Los pintores llevan siglos intentando reflejar mediante su arte la Belleza; un concepto abstracto que va más allá del deseo sexual, o incluso de las características de una persona individual. Cada cuadro, cada retrato, es un estudio no sólo de los detalles del rostro de un ser humano, sino una propuesta de lo que el pintor entiende por Belleza. Este pequeño clásico utiliza la técnica del ‘morphing’ para mostrar cinco siglos de búsqueda de la Belleza en el rostro femenino. De la mujer, eso sí, occidental y blanca, la única área donde la pintura se ha desarrollado de esta forma. En cualquier caso, es fascinante contemplar cómo los rostros cambian, pero dejando algo atrás; un hálito, una huella de algo más grande que cualquier pintor o modelo: la Belleza.

Corregido el género de área el 02/06/2007; gracias, yo.

La inocencia de la enfermedad

Un reportaje publicado en El País comenta el estudio de un oftalmólogo estadounidense aficionado al arte que, llevado de su deformación profesional, considera que la evolución de los estilos de Monet y Degas se debió más a sus enfermedades oculares que a su progresión artística. El impresionismo y la pintura abstracta estarían en deuda con las cataratas y la degeneración macular. No hay duda de que las enfermedades de los artistas afectan a su obra, y no son los primeros pintores cuyas peculiaridades de estilo se achacan a razones médicas. Pero la afirmación del oftalmólogo aficionado al arte no se sostiene, por una razón filosófica interesante: los sesgos de observación son neutros para un pintor.

Usemos una analogía. Supongamos que un pintor sufre un repentino cataclismo cerebral de los que tan bien describiera Oliver Sacks y pasara a ver azules todas las cosas rojas. La sangre sería para esta persona de un azul marino profundo, y la organización humanitaria sería la Cruz Azul. Y sin embargo nada cambiaría en sus cuadros, si esta fuese su única afección y se empeñase en pintar exactamente lo que estaba viendo, por una razón muy sencilla: el cambio también le afectaría durante el acto de pintar. La pintura roja la vería azul, y la utilizaría en las figuras donde correspondiera ponerla. El cuadro sería, para un no afectado, perfectamente normal.

Si las cataratas hubiesen desenfocado la visión de Monet, como argumenta el oftalmólogo, en un grado X, y el pintor hubiese trasladado ese desenfoque al cuadro, sus ojos al ver el cuadro habrían percibido un desenfoque de 2X. Para que la reproducción sea fiel a la realidad a la vista de un ojo enfermo la reproducción debe ser idéntica al original, o el ojo enfermo verá la diferencia. Es muy probable que la enfermedad cambiase el modo de ver el mundo de Monet y Degas, influyendo quizá en la evolución de sus estilos pictóricos. Pero de seguro que no del modo crudo y directo que supone nuestro oftalmólogo. Que nosotros podamos remedar el efecto de un cuadro de Monet mediante la mímica de una enfermedad habla de nosotros, no de él. De esto las cataratas son inocentes.