Juan Carlos Escudier

Gallardón va sobrado y lee a Rajoy su programa de Gobierno (II Acto de la tragedia)

Le escuchaba boquiabierto ese ‘todo Madrid’ que siempre se deja ver en las ocasiones que presume importantes. Estaban los constructores de rigor y con bigote como Del Rivero el de Sacyr, adeudados promotores inmobiliarios como Fernando Martín, más conocido por su sobrenombre futbolístico de El Breve, viejas glorias de la banca como Sánchez Asiaín, amigos navieros del estilazo y el nivelón de Fefé Fernández Tapias, ex empresarios desmejorados como Alfonso Cortina, que en Repsol y con Aznar siempre vivió mejor, abogados liberales a más no poder como Garrigues, y altos ejecutivos como el eléctrico Sánchez Galán, que además pagaba la fiesta en el Casino que organizaba el diario ABC. Frente a ellos y ante una nutrida representación del PP, que va con la lengua fuera entre desayunos, comidas, conferencias e intervenciones de sus prohombres ante sus correspondientes comunidades de vecinos, se presentaba Alberto Ruiz-Gallardón con un objetivo: mostrar al mundo entero su disciplina de partido y su sincera admiración por Mariano Rajoy. Casi lo hunde, si no lo ha hecho ya.

Y es que el alcalde no tuvo bastante con sortear con habilidad la crisis del PP y hacer un discurso apañadito para ponerse, luego, a las órdenes del timonel Rajoy. No. Gallardón tenía que lucirse, tenía que mostrar a la concurrencia que el cerebrito de la derecha no había perdido facultades. Y, por eso, ante el asombro general, se permitió el lujo de elaborar un programa de Gobierno –un discurso de investidura en opinión de un colega de la prensa- como quien rellena el 7/39 de la ONCE con el ‘boli bic’ de Chikilicuatre.

El alcalde mostró que tiene un proyecto de país, un plan o, en sus palabras, una “agenda de asuntos urgentes” que tendría que permitir que en 12 años España alcance en renta per cápita a Alemania. ¿Qué cómo se consigue? Aumentando la población, fundamentalmente con originarios nativos de la UE –“un jubilado europeo que pasa 11 meses en España equivale a 50 turistas”-, haciendo frente común social y económico con Portugal y apostando sin excusas por Iberoamérica. A su juicio, a ese gran proyecto se debe convocar a los partidos nacionalistas, dentro de una política de “planteamiento abierto”, aunque ni su rechazo ni sus trabas deberían impedir este tránsito hacia la modernidad. Según explicó el desarrollo económico favorecerá la cohesión, algo que ya se vislumbra en Cataluña, donde se habla menos de lengua y de bandera y más de ferrocarriles, metros y PIB.

Gallardón se permitió citar a Felipe González para mostrarse partidario de la energía nuclear –“un país con una dependencia energética del 85% no puede despegar”-, de un plan hidrológico que conecte las principales cuencas, del diálogo social y del actual marco institucional. Hizo aquí una defensa cerrada de la Corona y, de paso y sin citarle, le dio un mandoble al radiopredicador Losantos, que “no puede pasar por compañero de viaje del PP”.

Rajoy ya debía de andar anonadado cuando su ‘humilde’ colaborador se permitió utilizar las figuras de Aznar y Fraga para sostener que el mejor de los caminos para que el PP retorne al Gobierno es que ocupe el centro, “nuestro espacio característico”, que no podía ser un paréntesis en la historia del PP, un “centro reformista”, tolerante y “aconfesional”, alejado del conservadurismo y de las actitudes doctrinales.

Gallardón gustará o no, pero mientras desgranaba su plan cualquiera se hubiera preguntado qué tipo de miopía o de tiranía impera en el PP para que sea imposible que este hombre pueda regir alguna vez los destinos de la derecha (perdón, del centro). “No soy el tapado para ser secretario general” afirmó primero en respuesta a una de las preguntas del coloquio. “Yo no he pedido nada ni quiero nada”, manifestó a continuación. Parecía que todo estaba dicho sobre este asunto hasta que pronunció la frase final: “Eso sí, nunca he estado fuera de la colaboración que se me ha pedido por quien ha dirigido el PP”. En definitiva, que si Rajoy se lo pide será el secretario general del PP. Y Botella, alcaldesa. No todo puede ser perfecto.

El ‘caserío’ del PP: de María sí se fían

Emilio Olabarría, diputado del PNV, acababa de leer la ponencia política del PP y entró con paso decidido en Casa Manolo, el bar de cabecera de sus señorías. Se acercó a una mesa frecuentada por periodistas y preguntó en voz alta antes de sentarse: «¿Se admiten terroristas?».

Salvando las distancias, la reacción de Olabarría fue similar a la que momentos antes había expresado públicamente el portavoz de los nacionalistas vascos, Josu Erkoreka quien no dudó en atribuir las referencias que el documento hace de su partido – «no se puede decir que el PNV es partidario del terrorismo de ETA, pero sí podemos afirmar que no colabora en su derrota»- al bolígrafo de María San Gil, presidenta del PP vasco, que había creado un cisma interno en su partido al renunciar a suscribir el texto por «discrepancias fundamentales» con su contenido.

Es cierto que el proceso precongresual del PP se ha convertido en un circo de tales dimensiones que un ‘ayudante de pista’ como el diputado Gustavo de Arístegui, un día con Rajoy y al siguiente con quien camine por el alambre, se permite proclamar que muchos militantes le han pedido que se presente como alternativa. Pero la actitud de María San Gil no se podía tomar a chirigota. La dirigente vasca, indiscutible referencia interna, había asestado a Rajoy el golpe más duro de los que ha recibido hasta el momento. Los enanos crecen solos.

Conscientemente o no, San Gil, hija política de Mayor Oreja, un hombre desesperado al que se le acaba el chollo porque Estrasburgo no paga traidores, se erigía en el ariete de los opositores al gallego. ‘Todos somos María’ venía a ser la proclama de este sector del PP, que ha afirmado sin recato por boca del propio Oreja, de Esperanza Aguirre, de Ana Botella o del silente Acebes que lo que dijera Sal Gil iba a misa y que si el icono de la derecha vislumbra en Rajoy el germen de la traición a los sacrosantos principios populares da igual lo que sostenga la ponencia política.

Así se llega la esperpento actual en el que un texto brutal para con los nacionalistas sustenta la desconfianza de quienes ven en Rajoy a un renegado que busca emular a Zapatero y hacerse querer en la periferia. «No ha habido ningún cambio en el trato que el PP nos dispensa», manifestaba el portavoz de CiU en el Congreso, Durán Lleida, a preguntas de 20 Minutos. Como guinda, la propia María San Gil, que ayer se vio con Rajoy y le reiteró que no se fía ni de su sombra, se ha permitido dar un plazo de cuarenta días al supuesto líder para que demuestre que merece su crédito. El mundo, al revés.

Todo ello tendría algún sentido si la estrategia de demonizar a los nacionalistas hubiera rendido frutos, especialmente en el País Vasco y en Cataluña, dos de los bastiones en los que los socialistas sustentaron su triunfo en las elecciones. En Euskadi los populares son la tercera fuerza y el predicamento de San Gil, una mujer cuya valentía está fuera de toda duda, no es equivalente al que goza en su partido. El 9 de marzo perdió 30.000 votos y un diputado. Nadie por el momento le ha pedido responsabilidades; ahora su reelección está en el aire, aunque decidiera ‘perdonar’ a Rajoy y presentar su candidatura.

Rajoy se enfrenta a lo que parece ser un plan perfectamente diseñado para administrar el caos a su alrededor. A los abandonos registrados, que en definitiva se circunscriben al de Zaplana y al anuncio de Acebes de que se irá pero sin decir cuándo, le seguirá en los próximos días el de Juan Costa, que no perdona a Rajoy que no le hiciera portavoz y le pone a caldo sin recato. Asegura , y será verdad, que siendo diputado pierde dinero. Se marchará cuando duela más, por eso del buen rollito.

Comiendo con el enemigo

Antes, al parecer, se dormía con el enemigo; ahora, sólo se come. Finales del pasado mes de abril. Restaurante Astrid & Gaston, alta cocina peruana en Madrid, nada que ver con esos locales que sirven ceviche para turistas. Alrededor de la mesa de uno de sus reservados se sientan Juan Costa, flamante redactor del programa electoral del PP y próximo candidato a darle a Rajoy con la puerta en las narices; Ernesto Ekaizer, editor ejecutivo del diario Público, y Jaume Roures, el dueño del periódico y de La Sexta y de Media Pro y de los derechos del fútbol y…

La cita se produce unos días después de que el periódico haya publicado una extensa información sobre Rato, sus empresas y el papel de sus familiares en la estructura societaria. A Rato, está claro, aquello no le ha gustado, y, posiblemente, ha mandado a Costa, que sigue siendo su chico de los recados, a sondear las intenciones futuras del medio.

Costa tiene buenas relaciones en el grupo de Roures. El día antes de que se hiciera público el nombre del portavoz parlamentario del PP, domingo para más señas, había sonado su móvil. Era Antonio García Ferreras, ex cadena Ser, ex Florentino Pérez versión Real Madrid, actualmente capitoste de La Sexta, pero sobre todo, amigo de Zapatero. Siempre al cabo de la noticia, Ferreras, el adelantado que convirtió a Acebes en presidente del PP desde los micrófonos de Polanco, llamaba a Costa para felicitarle por su portavocía. El hombre se lo creyó y se llevó el disgusto de su vida al día siguiente cuando Rajoy anunció que la ganadora del concurso era Soraya Sáenz de Santamaría y que él, si quería, podía ser como mucho dama de compañía.

A lo que íbamos. El encuentro ha sido montado por Ekaizer, aunque bien hubiera podido ser apañado por Ferreras, que eso sí que lo borda, y no es un almuerzo informativo clásico porque a esos no suelen ir los propietarios de los medios. Se habla de Rato, es evidente, de sus intenciones respecto al partido, de la poca enjundia de Rajoy, que sigue vivo aunque el periodista argentino lo matara con nocturnidad un día del mes de marzo, de él mismo, que piensa anunciar su vuelta a la empresa privada en el momento en que más daño haga al gallego, en fin, de esas cosas.

La comida, necesariamente, ha sido discreta, no vaya a ser que alguien con muy mala idea señale a Costa como fuente del periódico de la izquierda. Ha sido beneficiosa para todos, especialmente para Rato, que se está forrando el tío, que no perdona un euro, que hasta le cobra a Esperanza Aguirre por ser la estrella invitada del nacimiento de ‘Madrid, Centro Financiero’, una sociedad que se ha inventado la presidenta. Ya a los postres, su imagen vuelve a bruñir como plata frotada con sidol.

María San Gil queda en evidencia

Salvo que María San Gil pretendiera que la ponencia política del PP incluyera insultos directos a la cuñada de Arzalluz o al sobrino de Ibarretxe, del que nadie se acuerda pero alguna culpa ha de tener en todo esto, la decisión de la dirigente vasca de no suscribir el texto presentado hoy resulta del todo incomprensible, salvo que su intención fuera apuñalar a Rajoy por la espalda con una daga prestada por Mayor Oreja.

Lejos de iniciar un acercamiento a los nacionalistas como se suponía ante la iracunda reacción de San Gil, la ponencia –que por cierto es manifiestamente mejorable en su redacción- es un completo manual de cómo hacer amigos en el PNV. Léase, por ejemplo, su punto 84: “El PNV condena el terrorismo pero, al mismo tiempo, todos sus actos desmienten sus palabras. Su actitud en relación a la lucha antiterrorista es siempre obstruccionista. No se puede decir que el PNV es partidario del terrorismo de ETA, pero sí podemos afirmar que no colabora en su derrota”. O el 85: “La actitud del PNV ha contagiado al resto de nacionalismos que hay en España. El conjunto de nacionalismos coincide en dar entidad a una ofensiva nacionalista y en intensificar un proceso disgregador de la Nación española”. O el 62: “La permanente deslealtad al marco autonómico y sus límites han otorgado a los partidos nacionalistas una capacidad de arbitraje y desestabilización del modelo diseñado en nuestra Constitución que no podemos consentir”.

Pudiera pensarse que el documento pasa de puntillas por alguno de los postulados fundamentales de los populares pero tampoco es así. España es la nación más antigua de Euroa (punto 53), el Estatuto de Cataluña es una castaña inconstitucional (67 y 68), el derecho a estudiar en castellano es básico e inaplazable (111), y la educación para la ciudadanía es infumable (113).

¿Acaso le ha molestado a San Gil que el PP se defina como un partido de centro y moderado (37), además de liberal (45) y hasta reformista (43)? ¿Ha herido su corazoncito que se reafirme que el partido está dispuesto a hablar con todos –se supone que también con los nacionalistas- sobre las materias propias de pactos de Estado aunque se subraye que la búsqueda de soluciones estables corresponde al PP y al PSOE?

Es posible que el texto omitiera alguna referencia que para la dirigente vasca fuera fundamental y que sólo tras su órdago de no suscribir la ponencia se hubiera incluido. Ello no sería óbice para que, tras manifestar cuál es la adenda, terminara por estampar su firma. No hacerlo sólo puede indicar que ha decidido plantar cara a Rajoy y alinearse con sus adversarios, algo muy legítimo siempre que así se reconozca. María San Gil es un referente dentro del partido y está obligada a decir qué echa de menos en la ponencia o qué postulado histórico de lo populares se ha descafeinado. Y con ella deberían hacer este mismo ejercicio quienes la han dado su apoyo sin leer el documento. ¿Podrían explicar Mayor Oreja, Ana Botella, Esperanza Aguirre o Ángel Acebes dónde está la errata?

Rajoy se hace ‘marxista’

De las escaramuzas y otros avatares que están salpimentando la crisis interna del PP, el abandono por parte de María San Gil de la ponencia política por discrepancias fundamentales con el texto es el primer contencioso ideológico verdadero al que se enfrenta Rajoy. ¿Deben los populares buscar el acercamiento y el acuerdo con el llamado nacionalismo moderado como, al parecer, se pretende ahora o, por el contrario, han de continuar demonizando a quienes podrían en un futuro tener la llave de la Moncloa?

La ponencia se inclinaba por la primera opción y San Gil, con bastante coherencia personal, ha puesto punto y final a su colaboración con el texto y se ha ido dando un portazo. Rajoy sale del trance bastante mal parado porque a la dirigente vasca, que ha puesto la cara cuando otros como Mayor Oreja ponían tierra de por medio, que se juega la vida a diario y que ha llegado a la conclusión de que el verdadero problema de Euskadi es el PNV, no se le puede pedir un día que defienda el tarro de las esencias y al siguiente que lo haga añicos contra el suelo.

Los partidos suelen ser muy marxistas en lo que a los principios se refiere –“estos son mis principios, si no le gustan tengo más” (Groucho)- y al PP la cruzada antinacionalista le ha costado muy cara electoralmente hablando en Cataluña y en el País Vasco. La nueva estrategia de Rajoy pasa por reconducir la relación con el PNV y CiU, dos fuerzas con las que comparte visiones muy parecidas en todo lo que no sea el modelo territorial y que, de hecho, hicieron posible que Aznar llegase al poder en 1996. A finales de la pasada legislatura, el presidente del PP hizo algún intento de salvar, al menos, la relación personal con algunos líderes nacionalistas, con los que mantuvo encuentros discretos que no tuvieron traducción política.

Un cambio de actitud como el que se pretende no puede sino chirriar porque en los últimos años se llegó demasiado lejos en una criminalización insensata que tuvo el efecto contrario: reforzó a fundamentalistas como Ibarretxe y presentó al PP como el Torquemada del nacionalismo, con Acebes en el papel de antorcha purificadora.

De todo lo anterior no debe deducirse que Urkullu, Más y Rajoy yacerán juntos, pero tendría que hacer posible construir una nueva relación, que permita, por ejemplo, formar frentes comunes contra el PSOE en el Congreso y evitar a los populares una soledad parlamentaria que en los últimos tiempos se convirtió en proverbial.

Lo ocurrido con María San Gil erosiona gravemente a Rajoy, que en el pecado llevará la penitencia. Si con la ponencia política se quería acometer este giro copernicano por encima de cualquier otra consideración fue un error designarla como redactora; y si lo que se buscaba era hacerla partícipe de un proceder diferente el presidente del PP hubiera debido atraerla hacia la causa en vez de ningunearla y buscar su asentimiento acrítico. Con San Gil se podrá estar o no de acuerdo pero se merece un respeto.

Y para colmo Acebes salió rana

El anuncio de Ángel Acebes de que nos deja ha servido a algunos de excusa para rasgarse las vestiduras y simular idéntica fatalidad a la que se experimenta con los óbitos inesperados. «Siempre se van los mejores» dicen quienes quisieran que otro fuera el muerto. Acebes hubiera debido besar por donde pisa Rajoy, que le ha regalado cuatro años de vida en política tras su actuación estelar en la gestión del 11-M, pero, en vez de eso, el jardinero fiel se ha puesto digno y se ha ido dando un portazo. A las 24 horas se le ha visto compartiendo mantel con Zaplana, lo que da una idea del hambre que da ser renovado.

Al gallego le están poniendo las cosas difíciles en el PP porque sus adversarios, una legión y media, han cambiado de estrategia y en vez de hacerle frente en el Congreso de junio han decidido desgastarle y darle batalla y matarile en el próximo cónclave de 2011, con el objetivo de que no sea el candidato a las generales del año siguiente. Ya lo decía el difunto Pío Cabanillas: «Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros».

Parte central de esta estrategia es aparentar que con Rajoy el partido se deshace, y de ahí el goteo de despedidas, muy sentidas todas ellas, como si se quisiera facilitar una excusa para que el gran timonel de la derecha, o sea Aznar, intervenga como hizo Fraga en el siglo pasado con Hernández Mancha y ponga orden en el caos que ellos mismos han provocado. O, incluso, dar la idea de que el PP puede acabar igual que la UCD si continúa en manos del señor de las barbas. No es descartable, en consecuencia, que los abandonos continúen, y ya se hacen apuestas sobre el día en que el gran Pizarro anunciará su marcha “porque esto, chico, no te haces idea, es como una jaula de grillos”, dicho sea con sus propias palabras.

Lo que le piden ahora a Rajoy es que adelante el nombre de la futura dirección del partido, algo que haría bien en evitar salvo que pretenda suicidarse. Cualquiera que sea el elegido para la secretaría general recibirá sin piedad el fuego amigo, ya sea por haber cambiado a un pura sangre como Acebes por una burra sin fuelle, por elegir a un dinosaurio y hacer una renovación de medio pelo o por cualquier otra razón que se les ocurra a Ramírez & Losantos, la pareja de periodistas independientes a los que corresponde la divina misión de investir al líder de la derecha patria.

Rajoy, que les ha salido más listo de lo que imaginaban, ha dado hoyla callada por respuesta sobre este particular. Lo único que reconoció fue una situación «difícil» mientras prometía a militantes y votantes que imperará la sensatez y la sangre no llegará al río, se supone que la suya. Mantener esta incógnita es vital para inmovilizar a Aznar en el proceso, ya que la posibilidad de ver convertida a su señora en alcaldesa si es Gallardón el designado le convierte en parte interesada. Y siempre es mejor que Aznar hable de Pla, como hizo el martes, que de uno, y mal.

Además de Gallardón, cuyo nombre entró en liza para desactivar una hipotética candidatura de Esperanza Aguirre, las quinielas de los últimos días para la secretaría general han incorporado una galería pintoresca, en la que cuelgan retratos como el de Javier Arenas, incombustible pese a su afición a perder elecciones, o el de Jorge Moragas, un diputado menos famoso que su mochila. Como quedan paredes libres, sirva el dibujo a carboncillo de Gabriel Elorriaga, secretario de Comunicación, el único marianista de pura cepa que permanece descolocado y en espera de destino.

Lo que sí parece decidido es la creación de una portavocía específica del partido, puesto que existió en su día y que todo el mundo adjudica al diputado valenciano Esteban González Pons, algo más que un tributo al apoyo incondicional de Francisco Camps. El presidente valenciano es de los que creen que Rajoy debe continuar y que en 2011 será otro cantar con él como tenor invitado.

Sea porque el volantazo al centro desgasta mucho las ruedas o porque la crisis interna aprieta y también ahoga, lo cierto es que los populares tienen muy abandonadas sus tareas de oposición, al punto de que en el PSOE la consigna es no mover ni un músculo mientras sus adversarios se cuecen a fuego lento. España ya no se rompe pero se queda en paro y se echa en falta la voz del líder del PP. Rajoy, ocupado como está esquivando balas de los suyos, no termina de desenfundar.

El tridente del PP: renovados, renovantes y renovables

A efectos meramente prácticos, y tal y como están las cosas en el PP, alguien debería ordenar adecuadamente a sus dirigentes en los actos públicos a los que asisten. Lo razonable sería distribuirles en tres grupos -renovados, renovables y renovantes-, de manera que uno sepa de antemano si eran del viejo equipo de Rajoy, si lo son del nuevo o si están a punto de caer en desgracia y han de buscar un curro en Telefónica.

Esta división evitaría graves confusiones porque en el totum revolutum no se sabe bien si Pujalte es uno de los renovados aunque hable con Jorge Moragas, quien al parecer es uno de los renovantes, o si el hecho de que Ana Torme, la diputada díscola, trate de situarse a menos de un metro de Rajoy implica que quiera dejar de ser renovable.

Esto es lo que ha ocurrido hace unas horas en el bautismo del libro Vascos y navarros en la historia de España, coordinado por el ex diputado Jaime Ignacio del Burgo, escrito por unos señores a quienes el anterior ha dado las gracias, y presentado por la singular pareja de baile compuesta por Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre. Por la Puerta del Sol de Madrid han desfilado, además de los mencionados, Soraya Sáenz de Santamaría (claramente renovante), Juan Costa (renovado a su pesar), Jorge Fernández, Ana Pastor y Federico Trillo, estos tres últimos un poco renovados, un poco renovantes y bastante renovables.

La cita se las traía ya que por la mañana Ángel Acebes había hecho público que se renovaba a sí mismo y sugería que después del congreso de junio dejaría su escaño de diputado a imagen y semejanza de su colega Zaplana. Salvo Esperanza Aguirre, que ha explicado en un aparte que transmitía desde allí su cariño y gratitud al secretario general cesante, nada se ha dicho de Acebes, aunque el tema le era singularmente propicio: las grandes mentiras de la historia.

Ha empezado hablando la presidenta de Madrid, que últimamente se adorna con alguna frase en inglés para lucirse. En esta ocasión ha citado a Kipling, en concreto el epitafio que dedicó a su hijo, muerto en la Primera Guerra Mundial a los 18 años, para ilustrar cómo “políticos oportunistas, historiadores de campanario e intelectuales en nómina” estaban contribuyendo a falsificar la historia de España para alimentar los falsos mitos en los que se asientan los nacionalismos. Frente a ellos -en su opinión- se alzaba Jaime Ignacio del Burgo, del que ha alabado su “pasión por la verdad, algo de lo que ya éramos conscientes tras sus impagables contribuciones al esclarecimiento de lo acontecido el 11-M.

Ha hablado después Del Burgo, en lo que ha sido una lección magistral de navarrismo. Por él hemos sabido que los antepasados de Aguirre eran vascos y se las tuvieron con los moros en la batalla de Clavijo y que Sancho el Fuerte era en realidad Sancho el Alto porque medía más de dos metros y puso en fuga a Miramamolín en las Navas de Tolosa (1212), y gracias a ello evitó que toda España-que entonces no existía salvo para Del Burgo, volviera a caer bajo el yugo musulmán.

Se trataba, en definitiva, de remarcar que los nacionalistas se inventan la historia. “Desconectada de España no hay historia vasca ni Navarra y sin la contribución de vascos y navarros España se queda también sin historia”, ha dicho. Y sobre ese mismo tema ha abundado Rajoy, al que se le ve relajado pese a la que está cayendo. Al concluir hasta se ha tomado una coca-cola con Esperanza Aguirre en amigable charla.

Previamente, el presidente del PP ha podido hablar de algunos de sus temas clásicos como la nación, “un proyecto colectivo que se ha ido formando con los siglos”, de la “utópica Euskal Hería”, que “sólo existe en la mente enajenada de unos pocos”, de Navarra, “que será lo que quieran los navarros” –confusa frase- y de Zapatero, del que ha remarcado que ha ido rectificando con el tiempo y que, si de verdad cumple con su promesa de impedir que Ibarretxe celebre su consulta autodeterminante, tendrá todo su apoyo.

A Rajoy, del que antes se decía que era un diletante y ahora un tipo retorcido, debían de pitarle los oídos porque en la intimidad del refrigerio posterior algunos altos cargos de Esperanza Aguirre aprovecharon para cortarle un traje a medida. La presidenta, en cambio, dio ejemplo. Cuando terminó la disquisición de Rajoy sobre el libro se la pudo ver mover los labios y dirigirle un expresivo “muy bien”. ¡Qué bonito es el amor!

El ‘conseguidor’ ataca de nuevo: Iberdrola para Florentino; Fenosa para los franceses

Al conseguidor, o sea, Florentino Pérez, se le ha metido en la cabeza zamparse a Iberdrola, que es esa eléctrica que parece que produce energía machacando hierba, de lo verde y ecológica que se nos presenta en la tele. Y quienes conocen a Pérez saben de su constancia y de sus dotes de persuasión. La operación tiene su complejidad pero eso jamás fue un impedimento para el de ACS. ¿Acaso no era imposible levantar en la zona verde de la Ciudad Deportiva del Real Madrid cuatro torres de 250 metros de altura, ingresar 86.000 millones de pesetas y que, además, IU votara a favor? Pues eso.

Es fácil imaginar el preámbulo de la historia en esas cumbres previas a los consejos de administración de la constructora en las que participan los March y los Albertos (ricos, riquísimos, los verdaderos dueños de la empresa) junto a Florentino (el empleado de lujo y tercer accionista); cómo se decidió primero que Unión Fenosa (ACS) se hiciera con el 10% de Iberdrola, y cómo luego, tras constatar lo imposible del abordaje, se llamó a las puertas de Électricité de France (EdF), la compañía pública francesa, para consumar una compra de billar a tres bandas, siempre y cuando se salven los dos grandes obstáculos: el carácter estatal de EdF y los reguladores españoles.

Obsérvese la jugada. No se trata de que ACS y EdF rompan sus huchas de cerdito y se lancen al cuello de Iberdrola, OPA mediante. No. Lo previsto es que los franceses formulen oferte pública sobre Unión Fenosa, que es de ACS, y que Florentino y los suyos hagan lo mismo por Iberdrola de manera simultánea. Los franceses lograrían de esta forma su propósito de entrar en el mercado español, aunque sea en la tercera compañía del ránking; y Florentino obtendría fondos para el asalto a Iberdrola, a la que después trocearía para poner en venta dos de las joyas de su corona: la británica ScottishPower y su división de Renovables. En resumen, que Iberdrola dejaría el verde, que es un color que no se lleva este año, y Pedro López Giménez, el soberbio chico de los recados que Pérez colocó en Fenosa, se pondría violeta.

De los obstáculos, claro, se ocupa Florentino, el allanador más extraordinario al este del río Pecos. Miguel Sebastián, que ya ha hecho varios viajes a Francia, antes incluso de ser nombrado oficialmente ministro de Industria, ha empezado a conocer el acoso de Pérez por tierra, mar y aire. Visitas, llamadas telefónicas, comidas en el Señorío de Alcocer –el restaurante donde Pérez tiene su reservado-, todo lo necesario para convencer al Gobierno socialista de que la primera empresa constructora necesita esta deglución para no entrar en crisis. Al fin y al cabo, que ACS se quede con Iberdrola encaja esa definición de los “campeones energéticos nacionales” que Zapatero se inventó en los inicios del culebrón Endesa.

La timba del PP

La querencia del PP a los juegos de mesa es una constante histórica. Aznar, que sigue sin abrir la boca respecto a la crisis de su partido, inauguraba los cursos políticos echando un dominó en Quintanilla de Onésimo, donde por intercesión del abad de Silos el seis doble ponía fin al verano como si fuera un solsticio. En esta nueva etapa se han impuesto los naipes. Esperanza Aguirre le da al póquer y al mus, y la portavoz Soraya Sáenz de Santamaría tampoco oculta sus simpatías por Heraclio Fournier. Así, entre faroles, envites, órdagos y descartes, el PP vive una insólita timba ambientada por el humo blanco y espeso de los habanos de Rajoy.

A estas alturas de la partida pueden extraerse varias conclusiones. La primera es que jamás hay que confiar en ganar por incomparecencia del adversario, sobre todo si es gallego y, como es habitual, no se sabe si sube o si baja las escaleras de Génova; la segunda es que ir de farol resulta altamente peligroso, especialmente cuando se juega con las cartas marcadas; y en tercer lugar, conviene prevenirse de los mirones, porque ya no son de piedra como en el pasado sino que tienen importantes intereses económicos depositados en la victoria de uno de los contendientes y utilizan sus radios y sus periódicos para inclinar la balanza a su favor.

La mano disputada ya ha arrojado una clara perdedora, la presidenta madrileña, que es de las que no se resignan y pide revancha. La lideresa, azuzada por sus aduladores meditáticos, ha exhibido una candorosa ingenuidad, no ya por esperar que Rajoy se rindiera sin más –Viri, su señora, tira más que dos carretas- sino por confiar en que los barones del partido la rindieran pleitesía gratis et amore. Su error ha sido creer que ella y el presidente del PP eran los únicos interesados en quedarse con la banca, cuando la realidad es que había más jugadores pugnando por el bote. Como reacción se ha inventado una enmienda en la que exige primarias para elegir en 2012 al candidato, una buena manera de dar utilidad a las papeleras y hacer feliz a su enemigo Ruiz-Gallardón.

Según fuentes solventes, uno de los que han pedido cartas es el propio Rodrigo Rato, al que se suponía alejado de la política e inmerso en operaciones empresariales de altura, a mayor gloria de su cuenta corriente. “Rodrigo ha instado a los suyos a que se mantengan en sus escaños”, aseguran estos interlocutores. Ella sería la razón por la que Juan Costa no ha tomado las de Villadiego o explicaría por qué Manuel Pizarro sigue sin hacer mutis por el foro después de escuchar a Rajoy tras la derrota: “Bueno, Manolo, ¿y ahora qué vas a hacer?”.

En semejante tesitura a la de Rato se encontraría el propio Aznar, quien al parecer, silente y todo, no ha renunciado a que su esposa Ana Botella esgrima el bastón de mando de la alcaldía de Madrid. Lo tiene difícil porque para que ello ocurriera Esperanza Aguirre tendría que haber plantado cara a Rajoy en el congreso de junio, única circunstancia que empujaría al gallego a elevar a Ruiz-Gallardón a la secretaría general del PP.

En idéntica circunstancia a la de Rato se encontraría Francisco Camps, quien considera que acumula tantos méritos como Esperanza Aguirre para liderar el PP. A Camps le adorna la virtud de la paciencia y es de los que esperan agazapados sus oportunidades. Zaplana, que está decidido a aguantar como diputado raso y tomarse la venganza en plato frío, puede dar fe de las habilidades de Camps para mimetizarse con el paisaje antes de ocupar el primer plano y sacar al resto del encuadre.

El cuento ha cambiado de tal manera que de Rajoy, al que antes tomaban por un flojo muy simpático pero más vago que la chaqueta de un guardia, pasa ahora por ser un demonio, “una mala persona”, a juicio de sus contrincantes. El presidente del PP tiene ganada esta baza pero la partida es larga. ¿Será el candidato? Se admiten apuestas.

Esperanza Aguirre saca a escondidas la bandera blanca

Entre los que intuían que Esperanza Aguirre siempre ha ido de farol en esta partida de naipes que está resultando ser la crisis del PP no ha causado sorpresa que la lideresa se haya declarado esta tarde jugadora de póquer y de mus, en presencia de un Francisco Camps, que si juega a algo es a caballo ganador. Para los no iniciados, ir de farol consiste esencialmente en atemorizar al contrario fingiendo disponer de lo que no se tiene para forzar su retirada. El problema surge cuando el oponente lleva cartas y, además de aceptar el envite, lanza un órdago mientras silba la banda sonora de El Padrino. En esas se encuentra Aguirre, sobre la que se cierne una desgracia adicional: ha atraído hacia sí el calor de tantos focos que el maquillaje se le agrieta sin remedio. En definitiva, le han pillado de farol y, para colmo, no puede ni poner siquiera una cara de póquer que resulte convincente.

Lo de Aguirre es un pequeño drama porque en el algún momento creyó que iba a tomar el fuerte sin pegar un solo tiro y hete aquí que el señor de la fortaleza, al que incluso los suyos tomaban por un flojo, lejos de rendirse, ha sacado a pasear la artillería con notable desparpajo. La invitación que le envió este pasado fin de semana para que hiciera las maletas y refundara el Partido Liberal es de las que hacen daño a la altura del bazo. “No me creo que el presidente de mi partido quiera echarme a mí del PP”, ha dicho con fingida afectación. “Pero como todos los medios lo han interpretado así, sería muy bueno que lo aclarará”.

Esto de la Prensa cada día está peor. Todos los medios habían interpretado también que la presidenta madrileña había pedido días atrás abrir el debate ideológico en el PP pero, por lo visto, erraron porque, según ha explicado, lo que ella quiso decir era que había que dar la batalla ideológica contra el PSOE pero no dentro del PP, que es “la casa de todos”, el lugar donde “sentirme más cómoda es imposible”, un sitio capaz de representar a liberales, conservadores, democristianos y socialdemócratas, el centro del universo, en resumidas cuentas. “¿Se siente usted liberal?”, se le ha preguntado a Camps, a renglón seguido. “Me siento del PP”, ha afirmado el valenciano, un hombre que para no mojarse sólo habla del agua y de Zapatero.

Para la presidenta de Madrid se impone forzosamente un cambio de estrategia., toda vez que está escrito en las estrellas que Rajoy ganará el Congreso de junio sin despeinarse y ella lo perderá sin presentarse. Así las cosas, sus únicas bazas están en las próximas citas electorales. Este año se celebrarán elecciones en el País Vasco y al siguiente habrá europeas en toda España y autonómicas en Galicia. Unos malos resultados reabrirían el debate sobre el liderazgo del partido, si es que sus siempre agradecidos aliados mediáticos, El Mundo y la Cope, lo cierran alguna vez.

“Nunca he tenido intención de presentar una candidatura alternativa al presidente de mi partido”, ha sostenido Aguirre mientras volvía a reclamar una reflexión sobre lo ocurrido. Incluso, ha citado a Álvarez Cascos: “Hay que llamar victorias a las victorias y derrotas a las derrotas”. Por lo visto, Aguirre ha empezado a aplicarse el cuento. Algo similar a una bandera blanca ondea desde hoy en la Puerta del Sol de Madrid.