Juan Carlos Escudier

Ni el Parlamento se salva de la crisis del PP

La convulsa situación interna del PP no sólo está afectando a Aznar, que se puso triste cuando Ortega Lara dejó la militancia y no se le ha pasado el disgusto al hombre, sino que se ha trasladado a algunas instituciones como el Congreso de los Diputados, donde algunos de sus órganos aguardan a que los populares acaben de despedazarse a mayor gloria de la unidad del centro reformista para poder constituirse.

En ese estado se encuentra la Diputación Permanente de la Cámara, que es la que asume los poderes del Congreso entre los sucesivos períodos de sesiones, en los estados de alarma excepción y sitio y a la disolución o expiración del mandato de las Cortes. Además de la importancia institucional, pertenecer a la Diputación Permanente tiene dos ventajas añadidas para cualquier parlamentario: no deja de cobrar un solo euro en período electoral y conserva en todo momento la condición de aforado, un seguro de vida ante los tribunales de justicia.

Los portavoces de los grupos parlamentarios han mantenido un par de reuniones en las que han abordado la constitución de la Diputación Permanente, pero ya en el último de estos encuentros el PP pidió que se aplazara cualquier decisión hasta después de su congreso, que tendrá lugar a finales de este mes de junio. La Diputación Permanente ha de estar formada antes del 2 de julio, que es cuando finaliza el actual período de sesiones y comienzan las vacaciones de sus señorías.

“Tiene sentido que el PP pida este aplazamiento hasta después de su congreso porque en la Diputación Permanente suele estar representada la plana mayor del grupo parlamentario y es un reconocimiento añadido”, afirma un comprensivo portavoz. Por el momento, se ha avanzado en su composición definitiva –ha de tener al menos 21 miembros pero ya en la pasada legislatura superó los 40-, en la los grupos minoritarios contarían con dos representantes.

Claro que no sólo la Diputación Permanente está sufriendo la crisis del PP. Otras instancias como la delegación española ante la Asamblea Parlamentaria de la OTAN también se encuentran con el botón de pausa encendido. “Me han dicho que no se puede constituir porque el PP sigue sin dar los nombres de sus tres representantes y tenemos una reunión esta semana que viene a la que no podremos ir”, afirma un diputado socialista.

Rosa Díez se lleva al huerto al PSOE y al PP

Con la máquina de fabricar leyes fuera de servicio, porque el Gobierno debe pensar que ya elaboró bastantes en la anterior legislatura, y el PP haciéndose oposición a sí mismo o acodado en la barra del bar de la esquina –una terapia que empezó a practicar ayer Rajoy con algunos de sus diputados-, la actividad parlamentaria languidece y, de eso ha sacado provecho Rosa Díez, que va de piragua entre dos portaviones, pero de piragua insumergible.

La diputada ya había exhibido una patente habilidad para sacar de quicio a Zapatero y esta semana ha logrado poner de los nervios al PP con una proposición no de ley sobre víctimas del terrorismo, que invadía uno de sus territorios habituales. “La estudiaremos con cariño”, le dijo a Díez el viernes pasado el portavoz de Interior de los populares, Ignacio Cosidó, juzgando erróneamente que la iniciativa decaería por falta de apoyo. En último extremo –o eso creía Cosidó- la propuesta les sería útil para reafirmar los principios del partido y, de paso, para poner en entredicho le pretendida unidad de acción contra ETA que se reclamaba desde el Gobierno. Resumiendo, el PP estaba dispuesto a votar a favor después de poner su sello en el texto pero no a dar protagonismo a quien ya considera una peligrosa adversaria.

La proposición introducía una gran novedad: ampliaba el concepto de víctima para incluir bajo esta denominación no sólo a los afectados directamente por atentados sino también a los amenazados, es decir, a aquellos que ven coaccionada su libertad y sus movimientos por la acción del terrorismo, especialmente en el País Vasco y Navarra. Nadie entre los populares ni muchos socialistas –“¿que qué vamos a votar? Pues que no”, respondía un diputado del PSOE a preguntas de 20 Minutos- imaginaban el desenlace.

Ayer a media mañana, el portavoz socialista Antonio Hernando hacía llegar a Rosa Díez un primer borrador de enmienda transaccional. El nuevo texto comprometía al Gobierno a elaborar una nueva ley en la que se reconocieran nuevos derechos sociales pero suprimía la ampliación del concepto de víctima. Rosa Díez lo rechazó, aunque se avino a negociar y remitió al parlamentario del PSOE una nueva redacción.

Posiblemente, el PSOE supuso que el PP iba a aprovechar la coyuntura para aliviar su crisis interna sembrando dudas sobre su voluntad real de pactar la política antiterrorista, y quiso adelantarse. O consideró que dar alas a Rosa Díez abre a los populares más vías de agua. O ambas cosas a la vez. El caso es que Hernando se aplicó a la tarea. Elaboró una contrapropuesta y se plantó poco después en el despacho de la diputada. Tras aceptar que los amenazados fueron considerados como víctimas del terrorismo, el acuerdo no tardó en alcanzarse.

Díez había ganado. Comunicó su victoria a un sorprendido Cosidó, que en esos momentos viajaba en coche hacia Madrid. Poco después era el PP el que hacía llegar a toda prisa sus enmiendas. La diputada de UPyD sólo aceptó incluir uno de sus párrafos, en concreto el que instaba al Ejecutivo a dialogar con las asociaciones de víctimas. El PSOE dio su visto bueno a este último punto tras escuchar de los populares su “plena disposición” al pacto. El pleno del Congreso lo refrendó con el único voto discrepante de Esquerra. La piragua había conseguido que los dos trasatlánticos pusieran el rumbo que la convenía.

Quienes menospreciaban a Rosa Díez van a tener que cambiar de opinión a toda prisa. El sábado su partido celebra su primer aniversario. Los 303.535 votos que obtuvo el 9 de marzo se habrían más que duplicado según la última encuesta del CIS. Ojo con esta mujer, que sólo es frívola con sus botines de colores.

Costa, o sea, está desilusionado, qué le ilusionará…

Juan Costa, o sea, ha tomado la palabra en la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP para afirmar que la militancia del partido está desilusionada y que ello se debe a que Rajoy, que se nos ha vuelto un sociata y un traidorzuelo, o eso parece, no integra como debiera, sobre todo a él.

Costa, en efecto, está muy desilusionado, o sea, porque después de coordinar el programa del PP en las pasadas elecciones esperaba la llamada de Rajoy para ofrecerle ser el portavoz en el Congreso, que para eso había dejado Ernst & Young Abogados ganando un pastizal. Pero Rajoy, que desilusionando es una máquina, sólo le ofreció la portavocía adjunta, algo inaceptable. O sea.

O sea que el ex ministro se ha puesto al servicio de los opositores al gallego y se ha creído eso de que es el Zapatero de los populares, singular camelo que ha hecho circular ese apóstol de la libertad de expresión que dirige El Mundo. Pero se resiste a dar el paso porque, pese a su vocación de suicida y las palmadas en la espalda de los desilusionados, no termina de verlo claro, y está esperando a que su jefe Rato le diga cuál es último pétalo de la margarita, antes de valorar la oferta de General Electric de la que presume.

Además del discurso de Costa la reunión de la plana mayor del PP ha aportado para la galería la salida precipitada de Esperanza Aguirre con cara de pocos amigos, no se sabe si porque Costa no se ha decidido a hundirse el puñal en la boca del estómago, porque Vida Cuadras, que iba de crítico, ha optado por no seguir mordiendo la mano que le da de comer, o por el lema del congreso del partido: Crecemos juntos. O sea.

Juan Costa, el perfecto suicida

Será hoy, mañana o quizás el lunes, que es el día de pasión en Génova, 13, pero ya nadie duda en el PP de que el hecho se producirá. Los adversarios de Rajoy han encontrado al suicida perfecto, al hombre que, salvo arrepentimiento postrero, se inmolará a mayor gloria de sus propios y contrapuestos intereses. Se llama Juan Costa, el mismo que un día fue ministro porque se empeñó Rodrigo Rato y que ahora juega a ser candidato a la presidencia del partido por esta misma razón.

Sin posibilidad alguna de salir victorioso del envite, lo que se pretende de Costa es que aglutine el descontento y ponga a Rajoy en un nuevo brete ya que, incapaz de conseguir los 600 avales necesarios para optar a la elección, tendría que ser el gallego quien se los prestase o arrostrar las descalificación de que tiene miedo al debate y de que la democracia interna le importa un bledo. Que se sepa, sólo Esperanza Aguirre conserva intactos los 208 avales del PP de Madrid. “Nadie nos los ha pedido todavía”, asegura una persona de confianza de la presidenta madrileña.

Quizás Costa se haya creído realmente que debe dar el paso y que, más adelante cuando Rajoy se estrelle –la única hipótesis contemplada por los opositores- el partido se volverá hacia él y le investirá como líder en colectiva genuflexión, pero lo cierto es que ninguno de quienes tratan de utilizarle le toman en serio. “Costa no es nadie, sino lo que representa”, subraya el interlocutor ya citado. O sea -una expresión muy de Costa, por cierto-, que verde y con asas.

Lo que se vive en el PP es un ajuste de cuentas pendiente desde 2003, cuando el dedo de Aznar señaló a Rajoy e ignoró a los otros dos tenores, que han visto cómo llegaba la hora de su venganza operística. El más activo, al menos públicamente, ha sido Mayor Oreja, “que como todo el mundo sabe no mueve un dedo sin pedir la venia de Aznar”, señala un parlamentario vinculado al presidente del PP. Rajoy, en definitiva, tiene enfrente a Aznar y a Rato, que aguarda su oportunidad mientras ofrece el aperitivo de Costa, pero también a Esperanza Aguirre y a otros barones como Francisco Camps, que le apoya por motivos puramente estratégicos. A ninguno les une el amor sino el espanto, y no dudarán en batirse en duelo a muerte si el sillón quedase libre.

“Cada vez aprecio más a Rajoy porque se lo están haciendo pasar fatal. Es el único que ha demostrado responsabilidad. Si se hubiera ido como pretenden se despedazarían entre ellos. Y lo podía haber hecho, lo podía haber dejado para estar con su familia… tiene un niño pequeño al que me dice que apenas ve. Pero se que va a resistir, está decidido a seguir”, tal es la reflexión de un miembro de su equipo.

Asistimos, en definitiva, a algo bastante parecido a una cacería, instigada por los dos grandes santones de la derecha, uno de los cuales, sentado ayer en el banquillo por injurias graves al alcalde Ruiz-Gallardón, dio una nueva lección magistral de periodismo al situar dentro de su “ánimo informativo” expresiones tales como “traidor”, “bandido” o “hijo de Satanás”, o manifestar que al regidor le daban igual los muertos del 11-M con tal de llegar al poder. Losantos contó con Ramírez como testigo de la defensa, toda una garantía.

En esta estrategia de desgaste un día es Gabriel Elorriaga quien le apuñala por la espalda y sostiene que no hay liderazgo y otro es un tal Ballestero, el diputado desconocido, el que le pide que se vaya porque “20 años son muchos para cualquiera”. Dicen que en Elorriaga no ha influido que Rajoy le haya dejado de lado tras haberle confiado la dirección de la campaña electoral ni que a su padre se le impidiera ser candidato al Senado por Castellón, provincia ésta en la que, por fin, pensaba comprarse un apartamento.

Entre tanto, la cena del primer aniversario de la victoria en las municipales y autonómicas de Madrid sirvió este martes para descubrir la discrepancia ideológica que separa a Rajoy de Esperanza Aguirre. El primero define al PP como un partido de centro y reformista; la segunda advierte que nadie entendería “cambios radicales”. ¿Tan lejos queda el centro para algunos?

Un tal Ballestero tampoco se fía de Rajoy

Está visto que, aun siendo una unidad de destino en lo particular con sólidos principios y firmes convicciones, el PP ha sucumbido al deporte de poner a caldo a Rajoy y un día uno le escribe al coronel y otro un tal Ballestero da una rueda de prensa con malévolas intenciones. Éste último, de nombre Alejandro Francisco, diputado por Toledo, y conocido en su casa a la hora de comer, ha convocado a los medios para decirles que los populares “tienen un problema de liderazgo” y que su partido necesita un nuevo impulso porque “veinte años en primera línea son muchos para cualquiera”.

El de Toledo, en realidad de Madrid, 39 años, desde el 93 vinculado a cargos proporcionados por su partido, ha protagonizado una de las comparecencias más patéticas que se recuerdan. El hombre debe de estar molesto porque él vale mucho y no cuentan con su talento –“tengo un historial largo de renuncias, pero esto es un juego de equipo”- y ha estallado en sede parlamentaria sugiriendo que hay una generación absolutamente preparada –la suya, claro-, de la que forman parte el inefable Juan Costa, Francisco Camps, Esteban González Pons y hasta Soraya Sáenz de Santamaría, que tendría que tomar el relevo.

Al tal Ballestero le sabe mal que María San Gil y Ortega Lara hayan hecho mutis y que Rajoy no haya corrido a convencerles a domicilio para que continuasen, y ha explicado que propalaba sus reflexiones internas a los cuatro vientos porque ha intentado hablar con el presidente del PP y no estaba o le daba comunicando. Esto, claro, le ha molestado mucho y, de ahí, a concluir que en el PP no hay democracia interna había un paso que ha recorrido con presteza. ¿Más o menos que con Aznar?, se le ha inquirido. “Pues mire, a Aznar ya le dije que estaba preocupado porque en el partido había poco debate interno”. Por alguna razón inexplicada no fue apodado entonces Alejandro el Valiente.

El diputado en cuestión estaba hoy preocupadísimo, pero no tanto como para renunciar a la nómina.

-Lógicamente, si Rajoy gana el congreso y no hay avances en la democracia interna del PP, usted por coherencia renunciará de inmediato al escaño… -, le he preguntado.

– Confío mucho en el congreso. Eso me lo tendrá que preguntar después-, ha respondido.

-No se preocupe. Lo haré.

El vodevil del PP: Rato se equivoca de libro y casi mata a Rajoy de un infarto

La culminación del sainete que se vive en el PP acaba de producirse en el Hotel Intercontinental de Madrid donde Esperanza Aguirre ha presentado un libro sobre sus antepasados liberales publicado por FAES, la fundación donde Aznar tiene su trono. Salvo algún que otro sutil mandoble dirigido a Rajoy, no se preveían grandes sorpresas porque Aguirre ya había cubierto cuota por la mañana cuando desmintió que fuera a presentarse como candidata para plantar cara a Rajoy, y, en consecuencia, parecía improbable que hubiera cambiado de opinión tan pronto.

Esperando a Aguirre estábamos cuando la puerta giratoria del Intercontinental comenzó a moverse y apareció en el vestíbulo el personaje inesperado. Se trataba de Rodrigo Rato en su mismidad corpórea, quien enfrentado a la horda de cámaras y micrófonos, hizo el dribling de su vida, recorrió la banda a grandes zancadas y se introdujo en el salón entre los aplausos enardecidos de los liberales que ya lo llenaban.

Aquello sólo podía tener una lectura. El hombre que había rechazado tener un encuentro a solas con Rajoy porque ni tenía nada que decirle ni le apetecía escuchar lo que pudiera planteársele se dignaba aparecer junto a la presidenta de Madrid, en lo que se presumía una alianza mortífera contra el gallego. ¿Acaso el ex director gerente del FMI buscaba el apoyo de Aguirre a la hipotética candidatura de quien hoy es el Zapatero del PP, en palabras de Pedro J., y ayer era su chico de su chico de los recados, o sea, Juan Costa?

Rato apenas permaneció unos segundos en la sala. Hubo quien le escuchó de sus labios algo parecido a un “coño, si no es aquí” antes de partir con viento fresco. No había alianza, ni conjura, ni Cristo que lo fundó. El infalible ex director gerente del FMI había confirmado su asistencia a la presentación de otro libro, El malestar de la democracia, de Víctor Pérez Díaz, que estaba teniendo lugar a bastante distancia de allí y se había confundido de lugar. La secretaria de Rato debe de estar ya buscando trabajo, aunque es casi seguro que Rajoy, al borde del infarto, la acogerá en su seno.

Rato ha tenido que respirar aliviado porque le hubiera tocado sentarse al lado de Ana Botella, posiblemente la persona que impidió que el dedo del todopoderoso Aznar le señalara a él y no a Rajoy como sucesor, incapaz de perdonarle esa ruptura matrimonial que tanto daño había causado a su gran amiga Gela.

De lo que acontenció después sirva este pequeño resumen. Se presentaba Liberales de 1808, un libro con aspecto de tostón al que sus padrinos han definido como “denso”. Como era de esperar, Aguirre ha aprovechado el curso del río Pisuerga para establecer comparaciones con la situación actual del PP, en especial en lo referente a la definición de crisis, ese período “en el que lo viejo no acaba de morir (Rajoy, se entiende) y lo nuevo no acaba de nacer”.

Todo el mundo se ha enterado de que ésta era la idea fuerza de su discurso porque la presidenta la ha repetido tres veces. Por el medio, ha deslizado una bomba de profundidad en relación a la actitud que sus antepasados ideológicos mantuvieron a raíz del levantamiento contra el invasor francés y la que mantiene ella respecto al ocupante gallego: “Por una vez en la vida, los liberales fueron lo bastante hábiles como para manejar los medios de comunicación de la época y conseguir que se convocaran las Cortes. Ya podríamos aprender algo los liberales de hoy”. Frase redonda, si no fuera porque doña Esperanza, en lo que a manejo de medios se refiere, es una alumna aventajada de los Quintana, Blanco White y Agustín de Argüelles.

San Gil hace mutis cuando Rajoy amenaza con la ‘bomba G’

Para facilitar las cosas, el PP se ha dividido en dos categorías claramente identificables. Por un lado están los duros, que además de estar ya un poco pasaditos mantienen que el partido ha de mantenerse fiel a sus principios como las viudas de antaño al luto; y por otro, los blandos, con Rajoy a la cabeza, quienes añaden otra característica: se mueven hacia el centro en estampida.

El parte de guerra de esta semana, pródigo en escaramuzas, se ha completado con la reciente baja de María San Gil, que anuncia que se va no ya porque no se fía de Rajoy sino porque ha comprobado que es la mayoría del PP vasco la que no se fía de ella. Ayer se lo comunicó en persona en una reunión secreta más que notoria.

El lunes había abierto el fuego Aznar, que es un duro antiguo del estilo de Bogart pero con pulseras de colores. El líder carismático había guardado un silencio de película muda hasta ese día, en el que mandó un recadito a su sucesor que sonó a cañonazo: «Hay que procurar jugar con los mejores, y además tener voluntad y la decisión de llamarles y de agruparlos en torno a un gran proyecto», dijo. Era, así lo vieron todos, un misil dirigido a Rajoy, al que ahoran miran mal porque no se sabe si sube o si baja, como si esto fuera extraño en un gallego.

La entrada en liza de Aznar había avivado los ánimos un tanto decaídos de los duros, que andaban esos días viendo si convencían a Juan Costa para que se inmolara presentando una candidatura alternativa. A Costa, el perfecto mayordomo de Rodrigo Rato, se le ha visto crecido después de que el oráculo de la derecha, o sea Pedro J. Ramírez, descubriera en él al Zapatero del PP. Las risas, lógicamente, se han escuchado a gran distancia.

Se esperaba, en consecuencia, el contraataque de los blandos, que se produjo al día siguiente. Había acudido Rajoy a un acto con universitarios, y aprovechó para invocar al demonio. ¿Será Gallardón el secretario general del PP?, le preguntaron. «Cuento con él para la próxima dirección del partido», respondió. «Tengo que llamarle y hablar con él», añadió, como si siguiera punto por punto el consejo del Saturno de la derecha.

Gallardón es la bomba atómica de Rajoy y tiene el inconveniente de que su onda expansiva puede llevárselo a él por delante. Si de verdad quisiera convertirle en su número dos no debería anunciarlo ahora, porque sus adversarios y sus propios aliados verían en el acto la designación de su delfín, y les faltaría tiempo para unirse en un objetivo común. Hay demasiados aspirantes al trono en uno y otro bando y, salvo a Aznar, que se convertiría en alcalde consorte gracias a la promoción de su señora, a nadie beneficia que Gallardón tome el mando de la sala de máquinas del partido. Mantener la incertidumbre favorece a Rajoy, que ha movido ficha como Kasparov, pensando en las diez próximas jugadas.

Para que Gallardón sea el secretario general tendría que darse una confluencia astral, en la que además de que Venus se alinee con Marte, Rajoy ha de creerse realmente eso de la ocupación del centro político y, al tiempo, dejar de temer que el regidor aproveche la coyuntura para labrarse su porvenir como futuro líder del PP. En resumen, que es más fácil que el cometa Halley aterrice sin novedad en Cabo Cañaveral.

El alcalde tiene mucho peligro, como se vio el lunes, cuando le invitaron a dar una conferencia y aprovechó para dictar casi su programa de gobierno. Le veremos, sí, en la dirección del PP aunque es improbable que a la diestra del padre. Rajoy no se quiere suicidar pero no se descarta que en la batalla decida morir matando por bomba interpuesta.

El ‘huracán Ibarretxe’ toca las costas de la Moncloa: acabará en tormenta tropical

El noveno encuentro en cuatro años que el presidente del Gobierno y el lehendakari vasco han protagonizado hoy en La Moncloa ha tenido el desenlace previsto. Ibarretxe había venido a pedir la luna, esto es, el apoyo de Madrid a su plan soberanista, y Zapatero volvió a decirle que nones, una respuesta que el dirigente nacionalista sigue sin asimilar: “No aceptamos el no por el no”, afirmó un “tenaz” Ibarretxe, entre otras expresiones del estilo “no doy por cerrado el pacto”, “sigo creyendo que aún estamos a tiempo” o “no pierdo la esperanza”.

Ibarretxe se presentó en Madrid con un ‘documento-trampa’, que diría Mayor Oreja, ya que recogía hasta las comas del denominado ‘pacto de Loyola’, un texto que en octubre de 2006, en plena negociación con ETA, los socialistas vascos y el PNV suscribieron con Batasuna. En el citado documento se reconocía la identidad nacional de Euskadi, la creación de un órgano institucional común entre el País Vasco y Navarra y la celebración de un referéndum sobre los acuerdos a los que llegaran los partidos vascos. Argumentaba de nuevo el lehendakari que lo que entonces era constitucional y contaba con el respaldo de Zapatero, no podía ser rechazado si lo proponía él. “No sé muy bien con qué ha venido”, ironizó el presidente.

Además de este reproche, Ibarretxe desgranó varios más. Según explicó, Zapatero era el único presidente que no había realizado ni una sola de las transferencias pendientes, que los nacionalistas cifran en 37 y que avalan su denuncia acerca del incumplimiento del Estatuto de Guernica. Añadió que vio al inquilino de la Moncloa “a la defensiva”, pensando sólo en las elecciones “en vez de en las soluciones”.

Sobre lo que ocurrirá a partir de ahora guardó silencio por eso de “subir las escaleras de una en una”, aunque si cumple su programa los pasos están claros: en el último pleno de junio del Parlamento vasco, debería de aprobarse la convocatoria de una consulta en la que, a su vez, se autorizaría a los partidos a iniciar una negociación política para, finalmente, someter el acuerdo resultante –la autodeterminación o similar- a referéndum en 2010. Las elecciones, salvo cambio de criterio, se adelantarían a octubre de este año, aunque podría apurarse la legislatura para distanciarlas de las generales, donde los socialistas obtuvieron un resultado excelente.

Zapatero, claro, ha dicho que verdes las han segado y que nadie ha de tener dudas de que “no se producirá ningún acto sobre consultas y referéndums que no respete las reglas”. La posición del Ejecutivo es meridiana: si el Gobierno vasco quiere modificar el Estatuto que respete los procedimientos y se olvide de “viajes a ninguna parte” y “aventuras”. Si es cierto lo que ha afirmado, es la primera vez en cuatro años que el lehendakari saca a relucir el asunto de las transferencias, sobre las que está dispuesto a hablar.

Como un padre aconseja al hijo descarriado, Zapatero ha pedido a Ibarretxe que insista en donde sabe que hay campo para el acuerdo, tal que la alta velocidad ferroviaria, el centro tecnológico europeo que se negocia para el País Vasco y las políticas sociales. Ibarretxe ha mantenido que Euskadi “no es una parte subordinada de España”; Zapatero ha respondido que es “una parte de España –como no puede ser de otra forma- que goza de un amplio autogobierno”. Así las cosas, la comunidad es la tercera región de Europa en renta per cápita y la primera de España. Está visto que el dinero no da la felicidad.

De Taguas a Torrente, el brazo listo de la Armada

Acabamos de enterarnos por boca del diputado del PNV Emilio Olabarria que el ‘caso Taguas’ -el ex jefe de la Oficina Económica de Moncloa al que la patronal de los constructores ha fichado como presidente y ha comenzado a pagarle 300.000 euros al año por su cara bonita- tiene su antecedente inmediato en el secretario de Estado para la Política de Defensa, Francisco Torrente.

El almirante Torrente, el brazo listo de la marina, dejó su cargo argumentando problemas familiares y al mes se instaló como un pachá en la presidencia de Explosivos Alaveses, una empresa que como su propio nombre indica apenas tiene relación con los temas de Defensa. Torrente llegó a manejar en su día los ingentes presupuestos de compras de nuestra invencible Armada y debió de hacer amistades ya que es un hombre muy sociable.

Esta tarde se ha votado una moción de Iniciativa per Catalunya para regular la relación entre la política y lobbies como Seopan, al que desde el Gobierno se ha llegado a definir como una asociación sin ánimo de lucro, o sea la mismísima ONG del ladrillo. El PSOE se ha opuesto y ha ganado la votación, gracias a la inestimable ayuda de CiU, que de grupos de presión y de sus donativos entiende un rato.

Lo de Taguas, el amigo de Sebastián, no resiste un análisis ético y asola el discurso que los socialistas desempolvan periódicamente sobre la regeneración de la vida pública. El escándalo es mayúsculo porque, como ha dicho el diputado del PP, Rafael Merino, se puede presuponer que la brutal subida de la luz que nos depara el destino no es casual, dados los fuertes intereses en el sector eléctrico de algunas constructoras asociadas a Seopan. «Para algunos socialistas no hay crisis sino aceleración económica», ha afirmado con razón Merino.

A última hora se ha sabido que el honesto aparato del PSOE había abierto expediente a su diputado Juan Antonio Barrio de Penagos por votar a favor de la moción de Iniciativa. De Penagos ya había proclamado que lo de Taguas era infumable, aunque a última hora le ha entrado miedo y ha explicado que votó en contra de su grupo por error. Le caerá una pequeña multa y poco más. La dignidad es difícil de mantener.

Aznar, como Saturno, empieza a tener hambre (I Acto de la tragedia)

Vestíbulo del hotel Wellington. Retrato del susodicho fechado en 1812. Alfombra redonda con motivos florales. Mesa redonda con florero. Periodistas con cámara. Periodistas sin cámara. Periodistas con micrófono, uno de ellos de metro y medio e hinchable. La puerta giratoria gira. Flashazos. Llega un señor repeinado y con bigote. Es Aznar.

Periodistas: ¡Señor Aznar, señor Aznar…!

Aznar:…

Escolta 1: Abran paso

Periodistas: ¡Señor Aznar, señor Aznar…!

Aznar:

Escolta 2: Que abran paso (y lo abre)

Aznar se introduce con esfuerzo en una sala contigua. La masa periodística se desplaza siguiendo la estela ex presidencial como la marabunta. Uno de los cámaras pierde el equilibrio y casi se parte la crisma junto a la alfombra de motivos florales. Instantes antes del discurso de apertura de la jornada de FAES sobre el 10 aniversario de la entrada de España al euro, se masca la tragedia.

A Aznar han venido a escucharle gente que aprecia en lo que vale el tema de la moneda única. Está Esperanza Aguirre, a quien le encanta los euros; ha acudido su vicepresidente, Ignacio González, otro que tal baila; ha venido Pedro Antonio Martín Marín, a quien Aznar hizo ganar algún que otro euro; y Pizarro, que de euros está puestísimo; y Ana Torme, la diputada que critica a Rajoy, interesadísima en el aniversario; y la rubia Cayetana; y Ana Pastor; y Fraga, que a Espe la pone muy nerviosa. Sorprende la escasa afluencia de fieles a Rajoy. ¿Les importará un bledo la conmemoración?

Aznar se ha hecho acompañar de José María Fidalgo, el líder de CCOO, con el que se reconoce unido por una “cordial amistad”. Al gran líder, como a Saturno, se le nota con hambre y no sería extraño que pronto comenzara a devorar a sus hijos, especialmente a Rajoy, que antes decían que estaba crudo y ahora, según parece, se ha pasado bastante.

Como es un estadista, a Aznar hay que leerle entre líneas. Nuestro prohombre no critica que su sucesor se nos haya moderado de repente, sino que recuerda “que en la vida política, entonces y ahora, es decir siempre, la confianza y la defensa de los principios es esencial”. Y por supuesto no hace mención a que Zaplana ha abandonado el barco, que Acebes esta a punto de lanzarse por la borda y que María San Gil se está pensando el remojón, no, afirma que “siempre hay que procurar jugar con los mejores, y además tener voluntad y la decisión de llamarles y de agruparlos en torno a un gran proyecto”.

Con este hombre, que como Esperanza Aguirre, tampoco se resigna, hay que hacer de kremlinólogo para saber por dónde respira, aunque a veces lo pone muy claro: “Participamos, desde cualquier posición en un proyecto nacional, reformista y abierto (…) capaz de liderar la derrora sin transacciones del terrorismo (…) Un proyecto de éxito y ganador (…). Renovamos España sumando a muchos y no prescindiendo de nadie”.

Con esto de los principios se han puesto muy pesados los adversarios de Rajoy dentro del PP y Aznar se apunta al carro. Esos principios. son los que “preservan la política frente al tacticismo que, por cierto, nada tiene que ver con la necesaria administración inteligente de un proyecto político”. ¿Nos vamos enterando?

Ana Botella, apasionada por cumplimiento español del Tratado de Maastricht, escucha a su marido con delectación. Aznar le aprieta las tuercas a Rajoy, que tiene en su mano la carambola del año: hacer a Gallardón secretario general para que la política que mejor suma peras y manzana sea alcaldesa. ¿Calmará con eso la voracidad de un Saturno, al que ya se le abre la boca y enseña hasta la campanilla? Seguro.