Algunas palabras sobre ESE VICIO DELICIOSO de KID CONGO POWERS con CHRIS CAMPION (LIBURUAK,2023)

Cómo puedes definir una vida como la de KID CONGO POWERS, cómo puedes vivir toda la cultura pop, la contracultura, el punk, el glam, la escritura gonzo, las revistas pulp, el metro, Los Ángeles, los grupos de soul de los cincuenta, con esos metales como agujas, esos gritos como si fueran vudú, la heroína, Blondie, John Waters, un, dos, tres… los Ramones. Todos están muertos y los que no, son fantasmas en el espejo que nadie quiere mirar.

Comenzando como todos, con anfetaminas y un fanzine. Negándose a entender el final de los setenta como el comienzo de las cajas de ritmo. Sobrevive el pantano, sobrevive para que todavía quede sangre para la Santa Muerte. Narcóticos y fiestas. Antes de que los chicanos adoren a El Santo, el muchacho buscaba amor entre los pantalones ajustados, entre los dedos pringosos del último disco auténticos de los Stones. No los nombraremos más. No habrá baterías programadas, no habrá más que el eje entre Los Ángeles-Londres-Berlín-Australia.

The Gun Club, con un Jeffrey Lee Pierce que nación para ser un ángel hinchado por el alcohol y los pinchazos, dos o tres dedos, no hace falta más. Los castillos hechos de arena y el ritmo de Hendrix, el ritmo, sí, no la guitarra. Solo aprender una canción, con una de Bob Diddley es suficiente. El que diga lo contrario miente. Mezclar a los Ramones con Blondie. Estar en una playa donde no hay olas. Punk de nueva ola, rockabilly, post punk… el libro, este libro, es una mixtape infinita, puedes elegir las canciones que va nombrando y montar una banda solo con los tres acordes que se repiten. No es pasión, no son permutaciones, es la realidad.

 

Lees “Ese vicio delicioso” y te das cuenta de que Kid Congo Powers estuvo en todos los sitios donde había que estar desde el final de los setenta hasta mediados de los noventa. Escuchas la versión acústica de Deanna de los Bad Seeds y es un espiritual que podrías escuchar en una Iglesia prohibida por la mayor parte de los cultos oficiales. Hablamos de un tipo que fue parte de la encarnación más salvaje de The Cramps, la que tocaba en frenopáticos y grababa sus propios discos piratas, la que estaba en una ciudad solitaria, la que se miraba al espejo cada día y soñaba con las huevas de mosca saliendo de dentro de su cuerpo. Si un día te llamara Lux Interior, si un día te llamara Poison Ivy… ¿Qué les dirías? Lo más seguro es que te arrancaras trozos de la piel y las pusieras a secar para tener las mejores cuerdas de guitarra del mundo.

O dormir sobre el cuerpo incorrupto de Santa Lydia Lunch y sus jóvenes acólitos, inventando el spoken word, donde las palabras están cubiertas de pintadas, cerveza caliente y chutas utilizadas en una espiral. Por el amor de Ivy, por el amor de una píldora haría lo que fuera. Casetes y Quaaludes como si fueran caramelos. Salir de The Cramps y que te fichen las malas semillas de Nick Cave.

Llegar a tiempo para salir en “El cielo sobre Berlín”, hacerte una glencha en el baño con tu ángel de la guardia. La elegancia de las bandas Australianas, capaces de no sudar en Río de Janeiro, de no mojarse en Londres y de pasar hambre en Berlín. El rastro de Berlín, tan cerca del Muro, tan colgados, que ninguno se dio cuenta de que había caído. Anita Lane, la mujer fatal, el hada madrina, carmín y más heroína. Cucarachas enojadas y hoteles de cinco estrellas. Mientras en la televisión triunfan unos tipos vestidos de pirata, Kid Congo Powers va de banda en banda, de habitación en habitación, haciendo de la distorsión y el psicobilly su único credo.

 

Tropicalismo de terror, tener el dinero justo para sobrevivir en los ochenta, la ropa usada siempre queda bien si uno está delgado por el consumo de sustancias. Eso sí que es honesto, eso sí que es brutal y, mientras, sueñas con dormir una noche sobre el piano de Nina Simone. Descubrir grupos de punk en Francia, México como una clínica barata de desintoxicación, grabar en el Hansa Estudio, girar y girar por Europa, todos pasados, todos de vino barato.

Es Kid Congo Powers el manual de instrucciones para entender la contracultura occidental… yo digo sí, yo digo que montemos una última fiesta de cumpleaños, que le robemos a la abuela su caja de vailium, que pensemos si Sally podrá volver a bailar alguna vez. El bigote queer de Kid Congo Powers podría enamorar a Lee Hazlewood. Entre John Coltrane y los Cholitos, imagina una percusión así, imagina a Odetta curando el VIH a los chicos que pedían y daban en la puerta del Viper Room.

«Solo puedo decir: si tienes quince años aún estás a tiempo, si tienes cuarenta y cinco, por lo menos léelo para saber lo que te perdiste. O igual no. Igual te lo montaste a tu manera. Siempre hay un barco que sobrevive a la tempestad. Si no no nos hubiéramos enterado de que había sucedido».

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