El pop es confesión, es pop es un diario que registra entradas de 180 segundos. Condensar en tres minutos un año, un lustro, una semana, no siempre es sencillo. Este disco de Rocío Saiz editado por Primavera Labels lo consigue. Porque estamos acostumbrados a disfrutar de lo más básico, de la línea que une el baile con el sentimiento, como el tema con el que abre el LP, “Autoboicot y Descanso” donde Rocío se acompaña con el fraseo de TAURO, en un juego de espejos que no tiene nada que ver con género, solo es un instante de costumbrismo popular. Un poco de sintetizador macarra para “Déjate llevar”, con bombo a negras, mirándose al espejo, proclamas de pista de baile. Un curioso ejercicio que mezcla aquellos maravillosos discos de Pastora, con los metales orgánicos y una pizca de italo-disco. Aparece FUTURACHICAPOP y un piano elaborado, que nos lleva a una mezcla de rabia, donde la calma dura unos pocos segundos hasta que los zarpazos de las programaciones nos recuerdan que este material tiene neón y algún combinado, de amor y destilado.
“He llorado en todas las terrazas de Madrid”. Hay algo de punk romántico, de Emily Brontë con ganas de acid-house, buscar zolpidén o la tarjeta del gimnasio, como una solución que te mantenga dentro del cuerpo y el alma, con química o sin ella. Tiene algo distinto este “No estoy bien”. Hablar de declaración de intenciones no funciona ni como ironía. “Guapa y lista” comienza con un deje a lo María Jiménez pasada por las mejores máquinas de ritmos que te permite el siglo XXI. Juntas, Rocío y Chica Sobresalto, pasan por Mecano y encumbran el recuerdo de Vainica Doble, las favoritas de Carlos Berlanga y sus Indicios de Arrepentimiento. Puede que se me escape alguna cita. Pero esbozo una sonrisa pensando una maldad (venga, lo digo, Jordana B. mataría por un estribillo como el de esta canción. No se me enfade, por favor). Me imagino a Rocío Saiz con una americana tres o cuatro tallas más grande, mirándose frente al espejo y soñando con ser David Byrne (o, quizá, mejor Tina Weymouth), el amor después del amor, Claudia Puyó y los Miranda. Discos que escuchas una y otra vez, no importa el formato, solo la melodía. De “Arquitectura del afecto” hasta “Apegos feroces”. Uno intenta explicar las canciones mientras las disfruta.
Hace unas canciones que le hemos dado la vuelta al disco, ahora estamos en el dreampop de “Cuando te tengo a mi lado…” y dejo puntos suspensivos, se acerca la canción de la ceniza, del que espera luz en la ventana. Noches frías y mañana cálidas, justo en el momento en el que el frío de la capital hace que la calefacción del turismo nos devuelta la esperanza en la vida moderna. Rocío Saiz nos lleva a los ochenta, a los noventa en “Abyectas” y eleva el BPM hasta hacernos recordar que las canciones de Chico y Chica, las de Las Bistecs, incluso Putilatex, tenía un fondo de sentencia final y generacional. Pero tú, ¿para qué quieres un hombre de verdad? Alaska estuvo años buscándolo y acabó feliz con Vaquerizo. “Quedarse-acto revolucionario” es tecnopop de manual, introspectivo, frío y afterpunk, como una fiesta tropical en una playa del Cantábrico. Nos quedamos con un estribillo lindo, con las luces cruzando, como una mirilla en busca del primer muerto que dejará de ser viviente. El final con “Ha llegado el momento de querernos bien”, es la soflama más pop de todo el disco, con sencillez orgánica, un pequeño cuento inexorable, que en su misma dulzura ya avisa de que nada irá bien al final, encontrar un póster de Joan Jett y arrancar esa mirada seria de Dave Gahan de la pared. Ya es suficientemente jodida la vida como para, encima, que estropee las canciones hermosas. Como las de este disco.