Son diecisiete canciones. Un órdago a la grande. Doble vinilo bellísimo editado por Sonido Muchacho. Un órgano casi religioso. Y de, pronto, el aullido básico de los Pegamoides. Sabías que algo así nos podría pasar, “Las mujeres y las derrotas”. Me acuerdo estar sentado en un centro cívico, en Huesca y escuchar a la banda revisar a Los Saicos. Fui feliz, como cuando encuentro una joya de pop; “Se avecina una herida” que nos lleva, en una especie de acólitos de Dick Dale, en una playa de interior, hasta “No puedo más”. Ya vamos avisados, esta noche pelea El Santo y todavía no hemos comprado las máscaras y no sabemos a quién engañaremos para que sea su rival. No os pondréis ahora a llorar, chavales, esos arpegios y esos ritmos de batería de “Cuando lágrimas arden” os los hubiera comprado Fernando Arbex a 60 euros el gramo. Un poco de electricidad para los acérrimos, no os comparo con Carolina ni con Carminha, porque yo sé que ya estabais antes, que todo es “Una consecuencia extraña”. Vuelve el órgano haciendo acorde y un teclado melodía, unas voces dobladas como cuando Fran y Sergio vivían un verano eterno en La Costa Brava, maravilloso “Si piensas en mí” y mucho mejor si sacamos uno poco de romanticismo en “Diciendo que me quieres”, sacado directamente de las radios libres de Europa, esas que llegaban por tierra, mar y aire, desde Athens.
Resultan nutricias unas buenas guitarras acústicas en “Solamente es brutal”, funcionando como la herencia de pop poderoso de cuando el mundo veía terminar la década de los noventa. Y bajamos un poco el acelerador, para un medio tiempo casi susurrante, Nick Drake pasado por Tachenko (algo que no estoy inventando, ya lo sé), pero es un punto más en el eclecticismo reinante: a dos voces “Como una bendición”. Abrimos el bajo a los sonidos más oscuros, se llama a Peter Hook y a su púa, se mete una guitarra, se mete otra guitarra y la banda usa la batería como un tanque. Se eleva la voz desde la más roja de las habitaciones para emocionar con “Estallido sin cambios”, una de mis canciones favoritas del disco.
Volvemos al hipermercado de Canut&Berlanga en 120 segundos de “La emoción y los sentidos” y, de pronto, una copa, un yate, un amago de bossa, esta fiesta era un muermo hasta que entró la base rítmica de “Por lo visto ya da igual”. Funciona para dejarnos en manos de un teclado cósmico, bailando con las acústicas, con las armonías, amor y apocalipsis en “Temporal sentimental”. Aviso a Paul Collins que, si necesita banda de compañía, estos chicos le pueden pasar “Se contempla una opción”.
Me obsesiona la versatilidad del bajo, de luz y oscuridad y todos los colores intermedios. Ya parece que no se levanta el acelerador, estamos en la ciudad, que va a toda velocidad, se mezcla noche y día, “Doblemente mal”, culpable de todo lo que soy capaz de recordar. Prometo que no volveré a caer. Pero más abajo del suelo solo está “Una pasión concreta”, de nuevo con ese teclado que parece imperturbable, avisando que la hora feliz ha comenzado, que si apretamos los dientes aguantaremos todas la noche sin desafinar las guitarras, es “Una pasión concreta”. Un volquete para hacer que la lava suba, como una turbina sin más, ahora es tiempo de arreglar lo que está estropeado o dejarlo así, hasta donde llegue la voz, la vida, la canción. Cierro el vinilo, levanto la aguja, me dices adiós con la mano desde la estación de autobuses. ¿Cuánto tiempo hasta llegar a casa? ¿Merece realmente la pena? Cómo se clava en el corazón el órgano de “Horizontal en llamas”.
Me hacéis feliz. Me recordaréis. Algún día estas canciones servirán. A los discos se les caen cubatas y a los diarios tazas de café.