Ellos estaban allí mucho antes que nosotros. Ellos son Autsaidercomics y no hace falta que te vigilen, tú te ofreces a ellos. La siguiente mancha en la corbata de tu vida es Sra. Batracio, un tebeo de Ryan Heshka, serie B, mujeres fatales, pintor realista. Es un aliado en la destrucción atómica del mundo. Desde Canadá. Chicas malas. Chicas mutantes.
Monroe, rubia, periodo de semidesintegración de cuarenta años. Ciudad Cero. Donde crecen los monstruos. No nacen. Son esporas que se transmiten a través de las páginas de los tebeos. De los prohibidos, de los que había antes, durante y después de la Guerra Fría. Piensa en la serie de Mad Men y le pones uranio enriquecido al Lucky Strike del protagonista. De todos los protagonistas. Y tendrás un poco más de lo que esperas, un poco menos de lo que te mereces. Siempre es lo mismo. Si vas más allá de los cincuenta todo estará peor: el azúcar, las grasas, los precios, la gasolina, los tratamientos contra el cáncer. La bomba atómica, los extraterrestres ya no son hombrecillos verdes, ahora son babosas que entran en tu cuerpo. Antes los aliens se mantenían fuera.
Señora Batracio es parte de la graciosa historia mutante de los vengadores tóxicos, los geniecillos de Alderete, las elucubraciones de Borges pasado de mezcal, la ciudad nova, la ciudad desnuda, todas las ciudades de Ian Sinclair y William S. Burroughs. Ya hablamos de eso cuando preparabas la cena, cariño. Hoy toca asado y vino blanco. Llegaré y me quitaré los zapatos. Nada de comodidad, deberás vestir como un insecto sacado del Playboy. No existe mejor compañía que la proteína. La señora Batracio quiere estar delgada, así que cada vez que le apetece una mosca o una galleta se fuma un cigarrillo.
«Ha visto un anuncio en una revista, cuando estuvo alisándose las patas, de unas pastillas que quitan el apellido. No sabe que cincuenta años más tarde las venderán a cien duros en las calles de Madrid y que setenta años más tarde las tomarán mis alumnos para mantener la concentración. Y yo, si se descuidan, les quitaré un par para poder ser padre, escritor, marido y rebelde libertario ultra conservador».
Ojalá tu marido fuera Philip K. Dick, al menos habría anfetaminas para todos, pero igual está buscando a otra, a otro, a otre. Las razas han mutado, pero tú puedes ser una superheroína, formar tu propio grupo de enmascaradas, hacerte la toilette antes de vigilar al vigilante. Y si te prometiera una serie limitada solo para ti, ¿lo dejarías todo y vendrías conmigo? Seguro que sí. Señora Batracio es la imitación de los cincuenta, la pesadilla final, el pulmón de cobalto, el pastel enfriándose, el ketchup y la mostaza, las palomitas, el jarabe para la tos que dejaría muerto a un caballo. El niño está atontado, envenenado, Silvia y Archie, Silvia tiene mejor ropa interior, la mejor del mundo. Silvia es una mutante sin ropa interior. Peor tu lengua, señora Batracio, ay tu lengua. Modificada genéticamente para ser encumbrada entre los peligros que deben de ser ocultados bajo una cúpula de plomo.
Sopa de tomate caducada. Heroína para los beatniks. Habrá que callarlos a todos. Hazañas bélicas, de Japón hasta Corea. Las historias de Rodrigo Fresán. Hagamos algo antes de morir. Iker Jiménez tenía razón. Dame un theremin y moveré al mundo.