Una inmaculada sencillez. Una novela en tiempo real que se expande en la memoria rompiendo las leyes de la física. Narrativa pura, íntima, desbordante, nutricia. Un libro que conmueve, que se reparte como el pan recién cocinado, como una jarra de agua fresca, como la sonrisa del hola y la mueca del adiós. Eso es El fuego de Daniela Krien editado por Vegueta Ediciones de manera exquisita, como toda la producción de esta sobresaliente editorial de la que disfrutamos con menos frecuencia de lo que deberíamos en este Motel Margot.
Un matrimonio atrapado en la madurez. La sociedad, una presa infame que ahoga, el recuerdo de la unificación, la cultura de la cancelación. Treinta, cuarenta años entre medio y la duda constante de si las aspiraciones que uno tiene en su juventud se puede comprobar, mensurar, determinar, en definitiva, su cumplimiento. Pareja que utiliza tres semanas de sus vacaciones para vigilar la casa de unos amigos. La enfermedad, un ictus del artista Viktor, dueño de la casa, la tristeza de su pareja, más joven. Lejos, los otros dos, cincuentones con profesiones liberales, dos hijos, uno metódico, casi plano, la otra, cargada de sueños, hijos e impurezas. Uno aséptico en su aburrimiento, la otra egoístamente demente. Pero qué esperas, calcos formales o disruptivos de sus progenitores. Aprender a vivir mil veces, entender a los demás mil veces. El pasado se deshace como la nieve del norte en primavera. O nunca. O siempre. Por eso uno, al leer, duda de si el pasado es la nieve o lo que se oculta debajo: unas fotografías, unas notas a manos, dibujos, bocetos… un cigarrillo liado que ha esperado décadas.
Dresde. No es cualquier ciudad. Aparece en la lejanía y aparece en el pasado. Dresde es una vigilia continuada, como lo era la RDA, y sus habitantes, colmados de marcos y nata montada, sin tomar posiciones de ningún tipo, sin opinar porque nadie les había enseñado a hacerlo. Chillidos y gaviotas en la lejanía. Nadar en aguas limpias, esperar noticias, necesitar un trozo de madera y conservarlo porque es el proyecto de una obra de arte llena de belleza. Edith era la madre de la protagonista. Escapó del fuego de los bombardeos para acabar en el alcohol y el bando equivocado. O no. Nadie espera que Daniela Krien enumere todas las generaciones necesarias para olvidar el horror y caer en la desesperación. El tiempo no es algo que se utilice más allá que una formalidad en esta novela. Una novela lírica en su sencillez, bella en lo más elemental. Sostenida entre el recuerdo y la muerte, la familia y la soledad. Un simple análisis te dirá que eso es un resumen en cuatro palabras de la vida.
Dos personajes, dos protagonistas. Él, Peter, cansado de todo, fiel a unos principios que se desmontan, como una obra que permanecerá para siempre inacabada. Y ella, uno y uno. Uno porque se observa y es observada. Por nosotros, que la acompañamos, que bebemos directamente de la taza que nos ofrece. Ella también se busca en el espejo. Busca fuego y busca incendio. Pero acaba añorando la calma. Son tres semanas de ausencia. De lo urbano a lo salvaje. No tan salvaje, claro. Es la sociedad la que ha perdido la enésima pieza del rompecabezas y ahora, pandemia y senectud, sexo y egoísmo, muerte y enfermedad han dejado de ser posibilidades para convertirse en elecciones.
La ciudad de Dresde es algo más que una ciudad, como Aleluya es algo más que una canción. El Rey David y tres semanas de tragedia, de felicidad, de mezcla de ambas. Sin llegar a consumarse, todo lo que sea plenitud se ha perdido, solo queda la comida frugal, la elaborada, repostería casera, ensaladas y hortalizas, embutido y compota. Esperar la tarde y la noche, la mañana y el día siguiente. Esperar que la muerte no llame, que la cobertura se mantenga intacta. Es la voz de la vida, es ensamblar la existencia.
Uno de los libros más bellos que ha llegado a las manos de Motel Margot en los últimos años. Lo colocaremos en el cuarto de invitados, con el respeto que se merece y os animaremos a todos a echarle un vistazo. La sencillez es la mejor arma de seducción. Pero hay más, mucho más debajo, encima, entre las páginas. Ojos de vida en tiempos de sequedad. La historia de una vida, de dos vidas, de todas las vidas del mundo.