Plena pausa de Jota (inspirado por Iván Zulueta, 2023)

Jota e Iván Zulueta. La mezcla definitiva, la plata y el amor. Madrid y Granada. Jota enamorado, Zulueta revivido, sacado de las mejores profundidades, con su bata blanca, con su albornoz abierto. Jota pensando en la plata. Para fumar. La plata para vivir. Un océano por el medio. Edita Ejército Rojo y Casa Maracas.

Jota sabe qué toca. Es el Rey Midas. Es el Sombrerero Loco. Es el Largo Halloween. Es Inmortus y es Kang. Caras de la moneda más visitada del reino. Y hay un listado de canciones. Pero también hay caras B y caras Z. Como en el cine de bajo presupuesto, como en Super 8, revelando las películas, bajo el grano sepia donde el tiempo queda atrapado. Empiezo con ellas y, luego, añadiré unas cuantas pistas para que ustedes, si quieren, las sigan. ¿Has escrito a tu hermana pequeña, Octavio? Ella fue la primera que me creía. La última es mi mujer. Ellas saben qué hacer si me encuentran varado y con exceso de medicación. Legal, todo legal. Te lo prometo.


Interludio 0: ¿no habías dicho que ibas a empezar con el disco? He mentido. Estoy en un momento de avanzada soledad, con el alma dura porque he empezado a entender otra vez a Jota, como cuando éramos jóvenes. Cuando tenía el katovit y las cintas TDK de mi lado. Zona temporalmente autónoma en el año 2017. Toda esperanza había desaparecido. Gualberto y Manuel. El garrotín. Yo quería caño roto y tú me dabas ácido. Faltaba un año para ser padre. Estuve en Granada, en el Albaicín, el día que murió Enrique Morente. Decían que los ángeles caían de los edificios como si los hubieran envenenado. Y que había un fantasma con albornoz blanco con una cámara registrándolo todo. Están los 213 segundos de Islamabad. Que te erizan las venas. Y estaba Ready pa morir, que te apalancaba las arterias. Se lo explicaba a mis alumnos. Ellos eran de un pueblo a doscientos kilómetros de Bucarest, pero conocían La Mafia del Amor. Diez años antes habían grabado “Si me diste la espalda”. Y la Sra. Trueno Negro graba un EP de versiones “Qué quieres que te diga” en 2017. Y graba “Si me diste la espalda”

El disco. Y la nave va con letra de Soleá Morente, evangelista quinta con discos de 5 1/4 para los amigos de los sintetizadores analógicos. Como con las Soleares del loco, todo va bien hasta que deja de estarlo, hasta que después de unos días pillar bolitas de un moro te moquea la nariz y te duelen los riñones. Tormenta eléctrica que tiene un fraseo sencillo, clásico. Busca en la habitación de color rojo o en ese momento que puso tan nervioso a Mikel con The Lightning Seeds. Pero es fantástica. Una vez escribí un poema que hablaba de los problemas de King Kong, su afición al jugo de buganvillas.

Natalia dice. El primer sencillo. La primera canción. Me escribe mi amigo Rubén. Tengo que hablar con él. Tenemos mucho de lo que hablar. “There is so cold in Alaska”. Las chicas de la pandilla son Caroline, Stephanie y Candy. Caroline aparece dos veces. También invitan, años después a Jane. Jane tiene un problema con las sustancias, pero nadie dice nada. Es parte del sistema. Enfisema divino, de resina y purpurina. Y ahora llega Natalia. Y los 107 Faunos. Hablo de la canción e incluyo un interludio. Pop sencillo, fonética del amor. El sol en una habitación es la promesa de una prisión con las puertas abiertas. Cómo ha terminado Jota metido en el rock argentino. En el lowfi después de la pesadilla de Cromañón.




Ha escapado de Virus, Soda y Charly. Pero sueña con Jaime Sin Tiera y Rosario Blefari. O ella le hace soñar. No hay que darle más vueltas. Es, y que Jota me permita el tópico, tan sencillo como lo que había en el “Loaded” de la Velvet Underground. O sea Lou Reed y Doug Yule y Mo Tucker (con el ritmo minimalista) y Sterling, profesor de instituto. Es decir, todos menos John Cale, que se marchó con sus anfetaminas, su jarabe para la tos y el cuerpo de Nico metido en un harmonio (o al revés)

Interludio 1: Volvemos a 2017. Aparece en el disco de los Planetas “La seguidilla de los 107 faunos”, una versión adaptada, un vampiro que sorbe y deglute en ebriedad compartida el movimiento de “Por ir a comprar”, el tema original de los 107 faunos que aparecía en “Últimos días del tren fantasma”. Es el tercer disco de la banda. Aparece en 2014. Hay un bosque entre Gimnasia y Esgrima que está habitado por faunos. Como el laberinto. Tan lejos de Buenos Aires como la pandemia permitía.


Y llegamos a las Romeras de Betty Boo. Y ya da para otro interludio. Pero es que tendría que mezclar la caja de ritmos hipnótica de “Se quiere venir” y las voces del principio del tema, las guitarras puntiagudas, aquel tema de “Las canciones del agua”.

Granada, papel transparente, blanco, blanquísimo, sintetizadores como sacados de una fuente. Y la voz de Khaled, en el infinito, como si la distopía no se tuviera en cuanta a la hora de cerrar el manantial de la vida. Pero, Octavio, y Betty Boo. Betty Boo podría ser Cecilia Roth o podría ser Natalia Drago. Porque las percusiones y las guitarras épicas son una amenaza desvelada a la señorita (no señora) Trueno negro. No me toques las palmas que me pierdo. Si saben cómo pongo para qué me invitan, hierro, níquel, cromo y otros elementos de la Tabla Periódica. Como si fumáramos tierras raras. Amor y más amor cuando ya parecía la mina agotada. Flequillo negro, esencia del cielo que se mezcla con esa inflexión de Luzbel.

La luna enamorada, de Pedro Salinas desgarrado, en sangre, quiere ser Jota, Coloso y ella Kitty Pride. Y Cecilia con una peluca negra leyendo el tebeo de Vértice en el que Harry Osborn se hace adicto a la benzedrina. Qué bello este momento intermedio.

No hay interludio. Hay un sencillo. Hay un recorte, una mixtape, una idea que ha vuelto. Un buen día para Iván. Arrebato. El tema. Las referencias. No ocultamos nada. Porro y plata. Jack Kerouac y los Subterráneos (el nombre original con el que soñaban Jota y Florent de chavales antes de que llegara la Rosenvinge y se lo llevara todo por delante). Pero el beatnik favorito de Iván Zulueta todos hubiéramos pensado que era William S. Burroughs.

Tú eres un listillo, Octavio. Pienso en Lou Reed en la STAR, todos pensando que el rock empezaba en el 72. Un tótem, como volver hacia atrás, como Gretel en la canción de Golpes Bajos haciéndose la toilette (“Le va a estallar la cabeza como no deje de beber”). El maquillaje sobre la cara de la hija de María Dolores Pradera. Larios y amor.

Interludio 2: mi amigo Rubén iba a marcharse demasiado pronto. Hablamos de morfina. Hablamos de tramadol. El peor dolor no es físico. El peor dolor es el olvido. Me pide que escriba algo sobre el tema: Se unen como las malas semillas para dar luz a un derivado opiáceo del arte: Jota retoma la obra de Zulueta y mezcla Arrebato con su Un buen día: lo contempla la Transición y el fin de siglo. Un juego de espejos, que seduce como el hambre, proyectado en la pared, reinventando aquellas noches de Jota y Erik con las de José Sigardo y Pedro, en simbiosis total entre la realidad y la ficción, la letra y la imagen. Sutil y perverso, Jota llena de guiños la reinterpretación de su tema con las alas del ángel caído Zulueta.

Luego hablaremos de las caras B. O de las Zeta. O ya estamos hablando de ellas. Y es que me he saltado “Era una flecha”. He ordenado a mi gusto, como ha hecho Jota con las imágenes de Zulueta, las canciones de la vida/muerte de este proyecto. Todo espera ser revelado. Todo es, en definitiva, química sobre química, sin más. Y volvemos a la Argentina. Y volvemos a las versiones. Ya no está El Torta ni el Duende Verde, por el barrio, deepcamboya, una grabadora portátil en cuatro pistas.

Metamorfosis del acento, porque es un tema original de OK Pirámides. De un disco de 2014. El mismo año que el de los 107 Faunos. En 2014 Jota compró vinilos y vendió su corazón al cruzar el charco. El charco es un océano en el que los ríos llevan sangre y las avenidas plata. Sí, plata otra vez.



Interludio 3:
Mi amigo Rubén presentó su discografía Plan B en un mini cd que cabía en el hueco pequeño del reproductor. Salían Babasónicos, Daniel Melero, Suarez, Pánico, Estelares y Victoria Abril. Luego Victoria Abril se cambió a Victoria Mil porque a la actriz no le gustaba. Era el año 1998. Era el número 12. Yo tenía veinte años. Julián Della Paolera estaba en todos aquellos sitios. Y ahora vuelve. Cinco lustros después.

Sigo con “Era una flecha”, con metamorfosis de acento, profundo y achacoso, arrastrando una batería narcótica en el corazón, en el corazón de Jota, como guiado por la caja de ritmos más barata que encuentres, la que había en la canción original de OK Pirámides. De los arreglos que llegan del piso decimotercero y los ladridos que tiene alguien con una foto del Daniel Melero de la época de Conga en un altar improvisado (aunque no crea en ello, en los altares improvisados, digo).

Amén y Jaleo en la calle, ahí tienes el camino hacia las películas, hacia la película, el ocho, el super ocho, el guiño final, el tabaco, Will Moré, Un, dos, trés, a José María Íñigo se le cae el bisoñé cuando le hace efecto el chino. Está en directo, directísimo, dobla las guitarras eléctricas como Uri Gëller las cucharas. Abre la vena, todas mis novias están vestidas de venas, todas se quieren casar conmigo, leche batida, la nuez amarga. Y la versión de Ode to Street Hassle, esos discos de Lou Reed de los ochenta, cuando su novia marcaba paquete, cuando la máscara azul nos llevaba de parque de atracciones en parque de atracciones. Waltzing Matilda se casó con Jesús y el niño que nació pidió el ingreso en los Caníbales de María Caníbal.

La Antártida empieza aquí, Jota. Tú lo sabes, yo lo sé, en Mi ego está en babia me encuentro a Manuel Huerga, a las guitarras más limpias en años, el Necromicón donde se guardaban las viejas historias de Zulueta, los habitantes de Jurelandia, Poch, Peter Pan y las fiestas que se daban Corey Haim y Corey Feldman en las tiendas de tebeos mientras evitaban a los vampiros.

Y aún hay más canciones sueltas, las caras B que no escucharás si no tienes una manta y una aguja. Un diamante y un plato. Las luces de neón que iluminan el Londres de Ian Sinclair, Berlin junto al muro o la modelo alemana que se marchó a Glaswow para huir del mono.


Y la cara B de “Tormenta eléctrica”, que es una versión del polvo de ángel, sobre papel albal, reynolds, como el de perico (con mayúscula o con minúscula). Todo son partes de versiones imposibles, de casetes y mixtapes. Dile a Bambino que me eche a mí la culpa.

Y el hijo tocaba la guitarra en aquello de «Last night she said «Oh, baby, I feel so down»

Hay un millón de muertos empastados tras la pared blanca. Sin esa pureza no se puede proyectar bien, ni seguir rebuscando en los cajones. Jota ha montado una banda, ha hecho las canciones con retales e inspiración, ha propuesto a sus seguidores su propio jotaverse. Yo he intentado aprobar primero de jotaverse. No sé si lo habré conseguido.

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