La editorial Sexto Piso ha publicado una de esas novelas de terror distópico que tienen más de reflexión ética que de puro miedo. Este Donantes de Sueño es un modelo literario que profundiza en una situación que podría producirse, una desviación, un nuevo miedo que atrapa a la humanidad. La Humanidad con mayúscula, extendida a lo largo de todo el planeta. Pero no solo es la tierra, el suelo, el día a día: es la noche, el momento primordial en el que el dolor y el pánico se crecen por la pátina desviada que trae la oscuridad.
Profundos insomnes que deambulan al borde de la muerte física, segados por la psicosis neurológica de un apagón deforme, que ahoga y arrastra. Montajes y apaños, donaciones y robos, química y paparruchas. Todo convive en el deambular de la protagonista, sumida en un estadio de duermevela emocional, atrapada, como todos los que se encuentran en el momento bisagra, entre el ayer y el mañana, viviendo el hoy con unas reglas nuevas.
Donantes de sueño tiene paralelismo con la plaga del SIDA, tiene donantes pútridos, sueños en mal estado, pureza, mercado negro, parques de atracciones abandonados, sustancias disueltas en grandes frascos de mentiras, campos de amapolas donde el jugo blanco es una promesa de salvación tóxica. Donantes de sueño viene alabada por el propio Stephen King, el conductor maestro de todos los miedos de occidente en los últimos diez lustros. Veteranos en el Mekong, hombres maduros que recuerdan sus pesadillas con Freddy Krueger, el universitario que nunca aprueba la selectividad, caer y caer hacia el abismo y no despertar. Mundos nocturnos en las afueras de las ciudades, como un fentanilo de sugerentes plumas blancas, mercenarios y mecenas. Claustrofia y tragedia. Grupos que se suicidan en una tormenta de paranoia. Siempre sin zapatos. Infección en los viales. Paranoia. Sí, repito, paranoia.
Todos hemos convivido con las sensaciones que deambulan en este libro: la epidemia cosifica sensaciones que se han convertido en fantasmas que deambulan y que solo podemos detectar por el rabillo del ojo. Recuerdos fugaces, monstruos bajo la cama, dientes que se caen, cuerpos desnudos expuestos en público. Niños que no duermen, que siempre han vivido en un mundo sin sueños. Química que te transporta desde el cierre hasta la apertura, el párpado como una persiana. Siempre hay codicia, si algo vale, alguien lo compra: órganos o sueños. ¿Quién dice dónde empieza la vida y comienza el sueño? ¿Dónde está lo real, en el lugar donde habita la felicidad o en el que escapamos del terror? ¿Está usted, de verdad, despierto?
Un libro fascinante, lleno de puertas misteriosas, de sugerentes situaciones que animan a la reflexión.