Veníamos avisados, cuando estrenó “La perra del hortelano”: era el retorno de la voz más representativa del pop español, alejada de modas y artificios, capaz de recorrer un camino angosto en el que el nivel en la creación ha sido siempre superlativo, llegarán en breve nuevos temas. Paprika (editado por Sonido Muchacho) podía traer muchas especias extras, como así ha sido. La Bien Querida o Ana Fernández-Villaverde siempre ha demostrado un inconformismo estilístico, su ductilidad -desde sintetizadores a guitarra española, de copla al afterpunk, de la rumba al tecnopop bailable-, un cambio constante para no salirse de la dirección adecuada, la de la artista más inteligente e inspirada de la escena española.
La recuerdo de otras épocas y otros lugares
Pero no hemos venido a hablar de eso. Y ninguna decepción en la escucha del LP completo: desde el chachachá confesional de “Esto que tengo contigo”, un hit inmediato, rompedor y con un punto de arrebato coplero hasta el tecnopop cálido de escuela mixta (más italodisco que sonido de bajo mancuniano, con algo de Donosti Sound) que es “La voz de tu amo”, incluyendo la lubricidad incontrolable que destila el texto. Una lubricidad a celebrar por el abismo al que las artistas se suelen enfrentar cuando se muestran tan transparentes, aún en las metáforas. Qué hermoso piano, guitarras acústicas abiertas, violines y una estructura de cante jonde, lírica de pop clásico en “Átame”, entre la última Rosenvinge y los tiempos de óperas egipcias.
En “Datbay” la paleta de estilos hace que lo sencillo se convierta en pluralidad, un ritmo de bachata, una sensualidad casi incómoda, ritmos latinos sintéticos, de eso que sobre el alma dejas que crezca hasta que la deja, el alma, completamente excitada. Tropicalismo de tecladillo, pero elegante, como esas dobles y triples voces que elevan el cántico por encima de la bailanta. Y “En la cruz de Santigo” la voz de Santiago Motorizado aporta el contrapunto para el minimalismo salsero, con un piano minúsculo y esa guitarra de punteo limpio tan de La Plata y el penúltimo rock sónico. Jugando en terreno conocido, pero que, de alguna manera, impregna el ADN.
El mismo que la rumba del olvido, con ese fantasma del caño roto que bebe vinagre y emula a María Jiménez, este ADN, el de “Mala hierba”, junta a Ana con Tulsa en un desfile de palmas y cante. Jota de los Planetas se eleva narcótico con “No es lo mismo” en una continuación de telenovela indie sobre la que varias generaciones han edificado su idea del amor. Cerramos con “En paz”, entre la bruma del sueño, el viaje de la ceniza al espacio, con sonido de polvo de estrellas. Un cierre cósmico que dejará satisfecho al fan y hará fan a los olvidados por la vida.