Miqui contra el mundo: la huella de los Smiths en España

Hoy no podía faltar un hilo musical en este Motel Margot: solo amor y belleza en 180 segundos

Uno siempre termina volviendo a los Smiths de un modo u otro. Los meses de la pandemia me los pasé recuperando el libro The Smihs (música, política y deseo) editado por Errata Naturae en 2014. Fueron los días en los que England is mine me había decepcionado y todavía no había llegado a mis ojos la montaña rusa de despropósitos que era Shoplifters of the World. Aunque vista en la distancia la primera tiene algo más de punk, de John Constantine, de Neil Gaiman inventando Mitos de Lovecraft en el mundo de Conan Doyle y Morrissey tocando las teclas de su olivetti como si fuera el piano infinito que define el mundo. En la película England is mine la llegada de Johnny Marr se convierte en un momento tenso cuando empieza a toquetear sus singles de vinilo. La elección -que no se ve en pantalla- parece satisfacer a Morrissey, transmutado en James Dean y contemplando al teddy boy que va a convertir sus melodías y sus versos en canciones. Que en 2021 para lo único que se han puesto de acuerdo Morrissey&Marr haya sido para permitir semejante exabrupto como es Shoplifters of the World me hace sentirme todavía peor con England is mine.

Retomo el libro coordinado por Fruela Fernández. Tomé apuntes en un cuaderno con tapas de personajes de Marvel. No encuentro las notas. Recuerdo que todavía no estaba en modo “hazme casito” con Víctor Lenore, pero fue la parte que más me interesó de todos los textos españoles. La motivación política de Morrissey, la encendida teoría de izquierda absoluta que los autores británicos defienden resulta más bien un deseo que una realidad, como si apretando mucho los puños la Internacional sonara menos destructiva -o, vamos a reducir el discurso, si haces fuerza con el sobaco con el termómetro la fiebre sube y puede que te puedas escaquear de ir a clase-. ¿Es Morrissey un personaje de izquierda? ¿Es importante comparado con la trascendencia de sus canciones? ¿se puede permitir a una persona, a un artista, evolucionar ideológicamente y seguir siendo válida su obra anterior y la posterior?

España en los ochenta. Comenzamos por Mario Pacheco y el catálogo de Nuevos Medios. Porque Mario sabía lo que se traía entre manos. Que el catálogo de los Smiths estuviera en Nuevos Medios vía Rough Trade no es casualidad. Mario Pacheco apostaba por lo más exquisito del pop (tenemos el ejemplo en su importante aportación al nacional con Golpes Bajos o La Mode, solo con esos dos podría pasar a la historia), incluyendo la efervescencia de Manchester, con el sello de la Factory (el single de New Order y demás fijaciones de Tony Wilson), publicando en 1985 el Meat is murder que traería a la banda mancuniana a Madrid en el mítico concierto emitido por televisión español, con entrevista a Morrissey y Marr de Paloma Chamorro incluida. Pero The Smiths no son la banda a seguir por la nueva ola española de los ochenta. El siniestrismo campa a sus anchas y las guitarras limpias y las letras poéticas no encuentran su lugar entre los que podríamos considerar más afines a ese sonido en nuestro país. Pienso en Nacha Pop o los Secretos, los primeros más interesados en el pop anfetamínico de Paul Collins y el Pub Pop y los hermanos Urquijo pivotando entre sonidos americanos y entregándose, como amanuenses exquisitos de canciones, a todo tipo de fronteras en sus preciosistas entregas. ¿Quién podríamos situar como satélites que orbitan alrededor de la nova Morrissey? Quizá los mismos que hemos comentado antes, con los que compartían discográfica, Germán Coppini -además de ese guiño sobre las tablas de percusiones y falta de destreza con los instrumentos clásicos, guitarra y piano, en ambos casos- o Fernando Márquez “El Zurdo”, pero con La Mode entregada a los sintetizadores, el Futurismo falangista y la fascinante excursión al lado más limpio del Warhol neoyorquino. Nos quedamos sin referentes. O quizá simplemente había que esperar a que la semilla creciera.

Nada en los ochenta, ¿esperamos a los noventa o la semilla ya está plantada? Compré el libro de Luis Troquel, editado por Cátedra en su colección Rock&pop hace muchos años en la librería Cálamo de Zaragoza. A pesar de leerlo con devoción religiosa me costó darme cuenta de que Steven Patrick no era Paul -no ayudaba la portada del primer LP- y que no fue el mancuaniano el que animó a dejar las drogas a Nico.

«Me gustaba la idea de que Marr pusiera música a los poemas de Morrissey, porque esa era la idea que yo tenía de banda, de mi propia banda, claro. No llegué nunca a los falsetes de Morrissey pero engañé a suficientes guitarristas como para grabar varios discos«.

El libro de Troquel, escrito a modo de diario de fan, me recuerda a mis conversaciones sobre The Smiths con Sergio Algora unos años más tarde: Sergio me contaba que cuando trabajaba en Plasticland y, sobre todo, algunos años antes, esperaban la llegada de los singles de The Smiths como si fuera maná. ¿Hay alguna generación ahí fuera que haya podido estar en la misma situación?

Hace no demasiado descubrí que fue el letrista que acompañaba a Erentxun aquellos días, JM Corman, el que le había propuesto hacer un tema de The Smiths en su primer LP en solitario Naufragios, e, incluso, le había grabado una selección de temas para que viera cuál le gustaba más. Yo que pensaba que Mikel era un fanático de los de Manchester y casi se lo dejaron en bandeja. Pero lo cierto es que con su torso, la camisa abierta, los colgantes sacados de un mercadillo y los vaqueros rotos, lo bordaba en el videoclip. Y la adaptación tenía algo. Yo, solo en la cama de la casa de mis tíos en el Moncayo, volvía con el walkman una y otra vez al tema. Lo cierto es que nunca he tenido la edición ni en cinta ni en cedé, solo hace unos años en vinilo. Tenía buenos temas aquel disco, pero no era Morrissey, ni lo fue en el siguiente, cuando trató de repetir la jugada con Everyday is like sunday.

No le quedó mal, pero estaba trabajando con arcilla de la buena. Lo raro es estropearlo. Si hasta los mariachi en Méxicos consiguen emocionarte con eso de Bomb, bomb, Nuclear Bomb. Seguía a los Smiths y me compré dos cedés en la vieja tienda de Linacero, el primer con aquella jugosa portada de Joe Dallesandro ( little Joe ) en la película Flesh . Lo bueno es que la película la dirigía otro Morrissey, Paul, amigo de Andy Warhol -y de Nico, a la que convenció para dejar las drogas, creo que lo he comentado antes-, me rompió la cabeza Still ill y What different does it make. Luego pasamos a The Queen is dead. Y el libro de Luis Troquel. Porque tuve una epifanía. Sabía que Morrissey me hablaba a mí, pero el acento era muy cerrado y aunque yo sacaba dieces en la escuela el inglés se me quedaba en un siete como mucho.

Un fotograma fugaz en La pistola de mi hermano, la fallida adaptación de Caídos del cielo de Ray Loriga mostraba un plano con el vinilo de The world wont´listen; un recopilatorio de singles y caras B. Loriga lo comentaba en una entrevista, por si no te habías dado cuenta. Hablaba de la metáfora de la portada, del sufrimiento adolescente… vale lo que te tú digas. Yo me lo creía todo, si lo decía Ray Loriga en 1997 me lo creía absolutamente todo. Fui a Discusatix, la tienda de vinilos de segunda mano más importante de la ciudad. Busqué en las cubetas… los discos de The Smiths estaban caros, eran difíciles de conseguir (hasta hace un par de años no conseguí un ejemplar del primero en una tienda del rastro de Madrid, The Queen is dead me lo trajo mi hermana de Londres) y ese, aunque estaba, lo que estaba era por las nubes.

No sé si ahorré, esperé o algo sucedió pero cuando tuve que pinchar años después en vinilo en un sitio que se llamaba La casa magnética, allí llevaba mi LP de The Smiths. Siempre ponía Panic, porque para las horas que eran entraba muy bien y yo, con la cantidad de whisky que podía llevar en aquel momento, me tenía que conformar muchas veces con poner la primera de la cara A. Si era un recopilatorio tampoco te estabas jugando mucho el tipo. Unos años más tardes y tras varios cubatas sobre el vinilo, dando vueltas y más vueltas, como si fuera un restaurante oriental de esos de buffet libre en cinta, acabó derramándose la sustancia y hay partes que el mundo ya no escuchará jamás. Al menos de esa copia.

Repito, quizá Sergio Algora, Miqui Puig, Antonio Luque o Nacho Vegas. Esperar un single, ni un LP, con su cara A y su cara B y que, como decía Sergio, cada una era mejor que la anterior. En la entrada del 20 de abril de 1984 comenta la colaboración entre The Smiths y Sandie Shaw. Unos años más tarde escribí un pequeño relato para el programa de Miqui Puig, Can Tuyus, en Xarxa Radio en el que narraba ese encuentro, más bien esa llamada entre Mozzer y su compinche y la diva de Puppet on the string. También escribí otro cuento sobre Bob Dylan viajando al futuro desde los días de sus grabaciones con Johnny Cash hasta los ochenta para disparar sobre el Bob de chaleco sin camiseta y botas por fuera con guitarras solistas de Mark Knopfler -aunque la foto dura es con Tom Petty y ese sí que parece seguir molando a día de hoy-. Me estoy yendo de la historia.

Qué tal si la pongo aquí? Agosto de 2012

«La diva estaba preparándose un té en la cocina de su casa. Caminaba descalza por el pasillo con la taza de té en la mano cuando sonó el teléfono. Aceleró su paso para alcanzar el auricular justo antes del cuarto toque. Sus hijos veían la televisión sentados a los pies del sofá y tuvo que pedirles que bajaran un poco el volumen.
-Dígame
-Perdón, buenas tardes-una voz joven y nerviosa acumulaba palabras al otro lado de la línea-¿Es usted la señorita Shaw?
– Sí, soy Sandie Shaw y ¿usted es?
– Eh, sí, Mrs Shaw, me llamo Johnny Marr y toco la guitarra en una banda que se llama The Smiths, no sé si nos conoce…
– No, no tengo el placer, ¿perdone, cómo ha conseguido este número?
Al otro lado de la línea Johnny Marr aparta a Morrissey que, a pesar de no haber querido ponerse al teléfono no paraba de decirle cosas al oído:
-Johnny, dile que tenemos una canción que se llama Jeane…pero díselo, Johnny, dile que hemos escrito una canción para ella…pero que puede cantar cualquiera, cualquier canción…
– Steve -todo el mundo sabe cuánto odia Morrissey que lo llamen por su nombre de pila- si no te calles no nos va a hacer ni caso
– Pero dile…
Sandie Shaw se impacienta sus hijos querían ver los dibujos animados, el té se le enfriaba y había un jovencito al otro lado de la línea que quería convencerla para que volviera a cantar. ¿The Smiths? No le sonaban de nada…qué nombre tan vulgar pensó.
-Mire, estoy ocupada, voy a colgar.
-No, no, por favor, espere…ahora se pone el cantante, ya verá, es una canción preciosa…la hemos escrito para usted.
Marr le ofreció el teléfono a Morrissey que, tímido, muy tímido, negó con la cabeza. No se pondría al teléfono por nada del mundo y menos si estaba Sandie Shaw al otro lado. Marr, cabreándose por momentos y sin acabar de ver el sentido punk del asunto volvió a intentarlo:
-Mrs.Shaw, mire, somos grandes fans suyos y nos gustaría mucho que, por lo menos, escuchara la canción que hemos escrito. (Dile que tenemos más, que puede cantar la que quiera…cállate Steven)
Sandie Shaw, un poco sorprendida por la insistencia de aquellos muchachos y con ganas de terminarse el té antes de que se convirtiera en un líquido helado imposible de beber, contesta:
-Está bien, escucharé la canción…
Y el resto es historia».

Escuchar a JM Corman que le había grabado una cinta a Mikel Erentxun antes de que hiciera la versión de There is a light that never goes out en Naufragios. ¿Es cierto? Locura de éxito. Una canción perfecta. ¿Es la canción más perfecta de la historia? Nunca fue single de vinilo. Y luego, insistir en el tercer disco con Everyday is like sunday. ¿Qué piensa Mikel de esto? ¿Y Diego Vasallo? La pregunta es… ¿Qué piensa Miqui Puig? Si utilizamos el método científico para conseguir resultados que puedan ser publicados en revistas especializadas descubriremos que dos discos, el último de los Sencillos como banda, Colección de favoritas de 1999 y el primero solista de Miqui Puig, Casualidades de 2004 es lo más cercano que tenemos en nuestro país a la imaginería y el sonido The Smiths/Morrissey.

«Escuchas esas canciones, las favoritas, las casualidades y todo es cotidianidad bien entendida, letras que son costumbrismo, de la noche de vodka con tónica a la mañana de pan recién horneado y zumo de naranja. Siempre hay algo oculto tras las sábanas de Morrissey y los cuadernos de Miqui. ¿Serán lágrimas u otros fluidos? ¿Cómo distinguirlos?»

Miqui Puig vs Morrissey. Los dos les gusta seleccionar canciones de otros, grabar cintas, organizar sus discos, sus libros. Miqui y Morrissey, los dos anhelan la vuelta a una sociedad más pura, de valores reales, auténticos, alejada de la postmodernidad: amistad, familia, barrio, calles, lugares donde juntarse a jugar al billar, habitaciones donde no entra más luz que la que emanan los vinilos, el sonido de las teclas, otra vez. Morrissey y Miqui escribiendo fanzines. Subiendo a un tren que les lleve a la tienda de discos. Eligiendo, New York Dolls o Derribos Arias. Da igual, lo importante es que sea bello. Guardando los éxitos de Sandie Shaw y Jeanette. Soñando cantar con ellas alguna vez.

Morrissey construye su escenario en la Manchester devastada por el acero y el carbón, Miqui por los clubes que se llevó por delante las Olimpiadas. Que pague la Thatcher, que pagui Pujol. Miqui en moto camino de la Casa de la Bomba, del Turó Park, siguiendo las huellas de Casavella mientras escribía Quédate. Luego cada uno de ellos tenía sus propios pisos francos en Londres y Madrid. Porque tenían claro sus orígenes pero también que la comodidad de la Factory o los aullidos del garaje no iban a convertirlos en mitos. Miqui en un cercanías con un EP de Derribos Arias y una coca cola fría cuando se confundían los ochenta y los noventa. Morrissey tecleando con furia sobre muñecas de Nueva York que jugaban con agujas pero nunca arreglaban sus vestidos.

En Colección de favoritas hay canciones atrapadas en el ámbar, Barcelona, drama, revival, charcos que llegarán hasta Casualidades, Cosmos, Sideral, las chicas con las que nunca te casarás, La Paloma, los amigos muertos, Jorge, Sergio, Sebas, Ángel. La conexión con Zaragoza. Hay un gusto por los violines y las limusinas, por Randy Newman y Henri Mancini, por tomar un baño con tiempo, elegir camisa, dudar entre corbata o pañuelo. Camilo Sesto, el Scott Walker español, de ahí pasamos a Jacques Brel y Amsterdam. Ciudades con puerto. Como Manchester, como Barcelona. Aunque el puerto de Manchester esté a más de sesenta kilómetros de la costa. Lo importante es lo que hay bajo los canales, los puentes, las esquinas de los estibadores, el porcentaje de bombillas rotas en las farolas municipales.

«El viento en Maudlin Street, las pastillas extrañas, los kebabs de madrugada, gafas de pasta con los cristales rotos, James Dean, memoria de la adolescencia, dejar pasar las modas, sí al Scalextrix. Elegir entre Roy Orbison y Elvis Presley».

Leer los créditos de los discos es un costumbre que no debería perderse y ayudar a entender una cierta continuidad entre sonido y propuestas. En Colección de favoritas Miqui se acompaña de Marc Botey en la guitarra y de Joan Ramón Bernabé en los teclados que dan forma más técnica a las melodías que se gestan en la cabeza de Puig. En Casualidades ambos reaparecen componiendo los temas del disco junto con Miqui. Hablamos de continuidad, no mimetismo. Porque no es lo mismo Strangeways, Here We Come que Viva Hate. Aunque en el primero ya está Stephen Street programando -oh, pecado mortal-, un caja de ritmos y arreglando las cuerdas de algunos de los temas, mientras que en el segundo es compositor principal de la parte musical después de pasarle unas cintas de cassette con algunos esbozos de temas a Morrissey. Existe una grabación del primer concierto solista de Morrissey que se llega a confundir con el último de The Smiths, aunque en realidad simplemente fue que en 1988, con Viva Hate en el aire, Morrissey echó mano de la sección rítmica de su banda y del guitarra rítmico que había apoyado a la banda en directo durante las últimas giras, Craig Gannon. Llegan a tocar en el bis “Sweet and tender holligan”.

La última gira de los Sencillos pasó por Zaragoza. Tocaron en La casa del loco para un puñado de personas. Había unos cuantos fieles y varios que se convirtieron en adeptos aquella noche. Como he escrito en otras ocasiones no hay nada como disolver a tu banda para que en tu primer gira en solitario te pidan las canciones del grupo, las mismas canciones que no fueron a escuchar en los paupérrimos conciertos que cerraron el proyecto. En aquella gira de Colección de Favoritas Miqui tocaba con su banda Friday I´m in love de The Cure. Esto podría ser un asterisco en la relación Morrissey vs Miqui. Si lees el libro de Luis Troquel hay un extracto de una entrevista al vocalista: “Si estuvieras en una habitación con Robert Smith, Mark E. Smith y una Smith and Wesson cargada, ¿quién caería primero?, a lo que Morrissey contesta: los pondría en fila de tal forma que la bala penetrara a los dos”. Y luego prohíbe comer carne en sus conciertos. Prohíbe asar carne en sus conciertos. Solo le gusta el olor de la carne humana quemada. Pero a los divos no se les discute, solo se les reza. Por cierto, no acaba aquí las referencias a Robert Smith en la entrevista: “Robert Smith empezó a llevar collares y fotografiarse con flores cuando salieron los Smiths lo que es bastante curioso. Creo que él nos apoya bastante, pero a mí nunca me gustó The Cure”. Seguimos.


El paralelismo es doliente: en Colección de favoritas hay un tema dedicado a Sandie Shaw y en Casualidades Miqui saca de sus cuarteles de invierno -casi Fortaleza de la Soledad, en realidad-, a Jeanette, con su fragilidad mediática que esconde una voz y una belleza entre el Swinging London y la playa que cantaba Marie Laforet, entre la Hardy y Julie London. A Miqui y a Morrissey les gustan las canciones de los demás. Ambos han editado compilaciones varias con algunos de sus temas favoritos. Tengo que buscar entre los cajones porque la de Miqui es una auténtica rareza y la guardé con tanto cuidado que ahora mismo no sé dónde está. Ginebra y sopa. Las canciones de los demás pueden ser tan bellas como las nuestras.

Morrissey escribía antes de cantar. Miqui canta y escribe. Si la biografía fanzinera de los New York Dolls y sus cartas al New Musical Express hablan del comportamiento obsesivo con la canción pop, con el single de 45 rpm como objeto casi religioso, la literatura de Miqui alcanzará cotas cualitativamente superiores tras sus años como guionista y presentador del programa de radio Can Tuyus donde diariamente los textos con los que acompañaba entrevistas y canciones fueron la semilla de los personajes y las historias que alimentaron los dos discos del renacimiento en la segunda década del siglo para Miqui: después del fallido Miope de 2008, sus fans tuvimos que esperar casi diez años para que llegara Escuela de capataces en 2017 y 15 canciones de amor, barro y motocicletas en 2019. La segunda venida, la resurrección salvaje. Pero no estamos para hablar de cómo Miqui recibió por ósmosis inspiración narrativa de sus amigos Miqui Otero y Kiko Amat, estamos hablando del estudio científico que une su carrera con la de Morrissey.

El porcentaje baja por la mayor apertura de miras por parte de Miqui a la hora de acercarse a otros estilos proscritos por Morrissey en sus temas: tecnopop, música disco y funk… además de, evidentemente, la rumba y la parte más canalla de Barcelona Norte. Ahí Puig no tiene miramientos, se desenvuelve entre sintetizadores analógicos y pluggins de última generación junto con las guitarras sacadas de lo más profundo de los mercados pulgas londinenses. Siempre, siempre, la idea es que la galleta del single de Northern Soul esté arrancada para que el que baila no te pueda copiar la sesión. Morrissey se negaría a bailar. El baile solo es un especie de exorcismo. Cuando Morrissey mutó de James Dean a una especie de toyboy de camisa abierta, abalorios y flores, era tan masculino como Ian Mcculloch haciendo versiones de Leonard Cohen.

¿Es el mismo personaje el que protagoniza las canciones de Miqui y de Morrissey? Es una amalgama de ambos, un extraño situacionismo, anarquismo obrero que no desprecia la buena vida por su conciencia de clase, puños en altos que sirven tanto para golpear como para emocionarse con la canción que suena, en tu casa, en el pub, en la tasca o en alguno de los clubes de moda de Barcelona. Mantienen una relación de cercanía y castidad, de amor imposible, siempre los dedos a punto de alcanzar el deseo, la distancia, como en las canciones de los Smiths, ¿Será Morrissey el que sufre, el que proclama que Inglaterra es suya, el que envidia a sus amigos, el que se fustiga en silencio por amagos de pederastia? No es una historia, es crecer con las canciones. Sacar a Morrissey de casa, meter a Miqui en la suya. Estamos hablando de entre 1986 y 2004. No de hoy. Para hablar de hoy tendría que volverme loco, ver a Morrissey envuelto en la bandera española y a Miqui dando forma a sus figurantes, que son rasgueos de pluma en un cuadernillo tamaño cuartilla mientras graba canciones para una pista de baile vacía.

Después de su historia, toca la tuya: ¿Puedo decir que los Smiths salvaron mi vida? No. Pero sí que hicieron que el dolor y la melancolía se impregnaran de un poco más de luz. Terminé casado con una mujer que se sabía sus canciones. Eso sí que ha sido mi mayor éxito. Y que me paguen por escribir esto el segundo. Cuando pinchaba en el Bacharach esperaba que viniera mi novia, la que luego fue mi mujer, la madre de mi hijo… esperaba para ponerle This charming man. Era su favorita. Llevaba un grandes éxitos. Eran todas buenas pero pocas las elegidas. Muchas veces se hacían las tres de la mañana y echaban la persiana y todavía no había llegado. Entonces cerraba con There is a light that never goes out. Dejaba la canción puesta en el la pletina y salía a bailar con la gente que quedaba.

Cosas que pueden llevar a obsesionar a un fan de The Smiths: el placer culpable de la versión de How soon is now como sintonía de Embrujadas de los Love spit love -y el que diga lo contrario miente, quizá puedes elegir entre Alessia Milano y Brenda pero es es tu problema-, la banda de macarras chicanos rockabillys que acompañan a Morrissey en su época angelina, que en México tengan una banda tributo en español llamada Mexrrissey -tras la que esta mi amado Camilo Lara, responsable de mezclar bolero y electrónica en su proyecto Instituto Mexicano del Sonido– y que grabó un LP en 2016 llamado No manchester.

Cuando Suede, antes de grabar su primer single, estaban buscando batería -y Justine de Elastica era la guitarra rítmica todavía-, apareció Mike Joyce para hacer una puebla y Brett Anderson y Bernard Buttler se pusieron tan nerviosos que estuvieron a punto de tirar la caja de ritmos por la ventana. Menos mal que le hicieron hacer una prueba y el pobre Joyce no la pasó. Eran otros tiempos. Finalmente en un número de Confesiones de Margot ya escribí un artículo-happening en el que basándome en el tema Morrissey de Leo García, incluido en su primer LP solista, Mar, montaba ilustraciones con paint en collages de quinta bajo el título de “Tú también puedes ser Morrissey”.

«Una de esas siluetas masacradas con programas de edición para profesores de secundaria con los dedos llenos de tiza servía como modelo para una camiseta que compré para mi hijo. El tupé de Morrissey. Nunca se la puso. La pandemia descontroló los tiempos. Mi hijo lleva tres años sin celebrar su cumpleaños. Escribo esto enfermo y confinado. Soñaba con ser Leo García».

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Se mezclan realidad y deseo. Buenos Aires, Manchester y Barcelona. Zaragoza. España, Argentina, Mexico, Los Ángeles, Albion. Escuchen a Miqui. Sean felices.

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