Algunas palabras sobre Ángeles Fósiles de Alan Moore

Editado por La Felguera, el libro de Alan Moore, “Ángeles Fósiles” es como volver a finales de los setenta, sentarte junto a tu padre, que está leyendo un reluciente ejemplar de “Más allá” o ver los seductores volúmenes de la colección de “Otros mundos” de Plaza y Janés. En todos aparecía la cita Paul Éluard “Existen otros mundos, pero están en este”. Todos con títulos que te atraían, todos con propuestas que acabarían siendo dementes, magufos, mezcla de ciencia y magia, folklore forzado, imaginería que se sostenía solamente sobre el papel. Pero, ¿Y Alan Moore? Él ha definido el inconsciente colectivo de un alto porcentaje de creadores europeos desde La Cosa del Pantano o Watchmen hasta su última obra maestra, Providence. Todos entendemos que existe una cadena de horror social y meta realidad en la que Moore es uno de los sacerdotes principales, como antes lo fue H.P. Lovecraft

Para empezar Moore utiliza el método científico. Enuncia: “La magia era la ciencia del todo”. La paz está en las matemáticas y las matemáticas tienen los números reales. Para entender eso tienes que usar el infinito, las sucesiones convergentes o la pirámide de Teilhard de Chardin. Duchamp y su juego con los vidrios es la encarnación del Arte. El Arte es la Alquimia. Lo demás son hebras de sueños o pesadillas que apenas atrapamos al despertar. Las ilustraciones que acompañan los textos son tan evocadoras que te da la sensación de llevar toda la vida en un lugar, en una zona de percepción simplista. Bucear en los números de Promethea o de Miracle Man (la obra donde las realidades entre el pulp y la vida sin posthumanos incorpora una tercera, la de la existencia con superhéroes “de verdad”, UNA GENIALIDAD que además se adereza con el laberinto legal, elemento prosaico pero que introduce al mejor de los aprendices, al señor Gaiman, en esta ecuación desbocada). La doctrina secreta, lo que había tras las cortinas rojas en la mente de David Lynch, las representaciones de “El árbol de la vida” de la cábala las puedes encontrar en los circuitos básicos de los primeros modelos de la Máquina Universal de Alan Turing o los esquemas con los que Jonathan Hickman construyó su historia-río en Marvel, desde los Cuatro Fantásticos en 2009 hasta las segundas Guerras Secretas. Círculos y líneas que los unen.

«Mi mujer y su cuerpo es arte. El poder del arte frente a la magia. Demonios de Goya y los ángeles de Dante Rossetti. No tenga miedo, le dice la baronesa a Francisco de Goya, yo también los veo, pero intento no hacerles caso. Arte lleva luz a millones de personas y aniquila millones de individuos».

Durante mucho tiempo creí que Alan Moore adoraba a una deidad celta, de la época artúrica, donde se mezclaba paganismo y rebeldía, luego, en vista de que la muerte de Leopoldo María Panero (otro sacerdote, listo él, con dinero suficiente en el banco, a cinco euros el poema, diez si lo escribe él solo) nos demuestra que la religión se combate con psicoanálisis, descubro que para Moore: “La figura de Jesucristo es tan real, simbólicamente poderosa como otras deidades con las que tengo una experiencia limitada”. Así que aquí entra Glycon, conjurado con un libro de Jung -volvemos al inconsciente colectivo anterior.

La magia, la tierra calcinada, los brotes verdad: insectos voraces que salen del cascarón y atraen a los depredadores, es una lucha sin sentido, el darwinismo más básico que existe. Las doctrinas endebles se enfrentan al depredador. Lees magia y piensas en darle tres estrellas. Moore sigue. Moore estuvo allí antes que Arturo, dogmas ancianos y mastodónticos, aquellos que se caían por su propio peso, que dejaban a la carroña, a las moscas, al hueso. Es momento de recordar los demonios que se encontraba La cosa del pantano en su avance hacia el infierno.

En los ochenta existía un magma de caos. Del magma natural del volcán se podía pasar al artificial de la bomba nuclear. ¿Es eso el Doctor Manhattan? ¿Así olvidamos el divismo de los años 50? Desde Inglaterra eran capaces de ver el terror de Vietnam, sencillo, inmediato, nada escapaba a aquella década. Todo se consigue. ¿Qué hubiera pasado si los asesinos en serie y los poetas hubieran tenido un trabajo alimenticio? No hubieran tenido que invocar dioses paganos, hubieran podido dedicarse, como Austin Osman Spare, miembro de la Orden Hermética de la Aurora Dorada, que podría ser inspiración para un spin off de Hellboy con detectives victorianos (ya lo sé, ya sé que ya existen, pero igual tú no, querido lector).

«Una de las frases que mejor ejemplarizan la mezcla entre ocultismo clásico y actitud punk gamberra de Alan Moore es “Un matón a sueldo representa una opción mucho más ética que usar ángeles caídos para que te hagan el trabajo sucio”

Aleister Crowley, un personaje más en las desviaciones originales de la obra magna de Moore (su última gran obra, en mi opinión), “League of Extraordinary Gentlemen” , hace su aparición bajo el heterónimo de Oliver Haddo en la tercera parte de la saga, Century (en la de 1910, mi favorita, aunque si lees 1969 y 2009 no te dejarán mal sabor de boca, eso sí, lleva papel y lápiz para poder seguir la trama y los personajes). En esa saga, por cierto, se incorpora a la Liga Thomas Carnacki, detective de lo sobrenatural creado en 1910 por el británico William Hope Hodgson. Si no lo han leído, se lo recomiendo. La traducción puede ser un poco densa, pero los textos son magníficos y las historias muy curiosas. Me he ido de Crowley, siempre Crowley, el icono pop del mal junto a Manson. Te sale en una serie dedicada a Alfred, el mayordomo de Batman o en la portada de un disco de los Beatles o susurrando letras a Robert Plant y Jimmy Page.

El fascismo está siempre ahí. Moore es un trufero del fascismo. Lo entiende como inherente a la existencia humana. Pero no acabo de entender cómo es capaz de separarlo de la magia. La magia es aleatoria, caprichosa y persigue el control barato… quizá está tan cercana a la religión que se mezcla. Y todos sabemos que de los arquetipos religiosos surgen los mejores dictadores. ¿Es la magia más natural que la anarquía? ¿son conceptos comparables?

Una lucha de gigantes: Ballard caza a Kingsley Amis, Cocteau gana a D.W. Griffith y Hermes Trismegistos se oculta en Zaragoza con su amigo y amante, experto en la cábala Abraham Abulafia. En la Plaza Santa Cruz de Zaragoza, junto al arco del Deán, cerca de donde ponen los puestos del rastro los domingos (allí me amigo Javier Aquilué se hizo con una rana humanoide, una estatua fabricada en G’ll-Hoo, cerca de Surtsey, en la costa de Islandia). El Gólem es el que consigue siempre los mejores precios de los tebeos. Libros de Borges. Las Ficciones de Borges consiguen que la magia se imponga, es la mejor literatura, por encima de cualquier grimorio. O en Escher, y sus juegos matemáticos, el álgebra de dimensiones que no son racionales -y cuando digo racionales hablo de cociente entre números enteros, no de que escapen al conocimiento sensible habitual-. Escucho a Captain Beefheart y alguno de los proyectos paralelos de los miembros de Bauhaus.

Ciencia frente a magia. Aquí nos pilla Moore. Acabo de terminar de leer NOSOTROS de Yevgueni Zamiatin. Es la ciencia euclídea la que lleva a las distopías profundas. Pero en la matemática no euclídea, la que usa sucesiones convergentes de Cauchy para definir los números reales, hay suficiente magia como para convocar a los miembros de la banda punk de John Constantine.

La ciencia tiene a la electricidad devota, mientras que la magia apura sus propios planes.

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