Editado por Primavera Labels, Julia Amor juega con la efectividad del dreampop para convertir el mundo en una habitación enamorada que se conecta con una playa artificial, una simulación vital donde el algoritmo siempre esté dispuesto a mostrar una pista de baile al aire libre, con la luna de pinchadiscos. En la onda de la primera Bien Querida, Juniper Moon o Slowdive, belleza encapsulada en vinilo.
Escuchar “Sombra a tu lado”, con el que se abre el disco, es una declaración de intenciones, la máxima de lo electrónico llega al corazón. Cajas de ritmo y bajos mancuanianos para acelerar la niebla sobre un jardín imposible sobre el que gotean los días, con nombre de copla y bombo a negras suena “A tu vera”. “Heridas” había sido el sencillo de lanzamiento, un juego donde los sonidos de finales de los noventa, donde la suavidad brasileña se mezclaba con el tecnopop perezoso encontraban su punto álgido. Como cuando Ana D. se pasaba a la rumba lorquiana con guitarras narcóticas o Teresa Iturrioz mezcla hace arreglos sobre películas de Truffaut. Luz que atrapa el amor y se queda recorriendo un pasillo para siempre, escucha el juego de espejos que es “El reflejo”. Un punto más macarra en los sintetizadores de “lo que pensé que era amor”, más mercurial -por la parte de los planetas perdidos en el sistema solar-, allí donde los sentimientos se filtran en la sangre hasta cambiar su composición. El final, con “Ya no lo siento”, con esa voz evocadora que nos recuerda a Juleel Cruise, con las programaciones de Franco Battiato -qué moderno era hace ya treinta años-, el cierre perfecto para un disco de sabor a bruma y metal tibio.