Dicen que sobre el pop ya está todo escrito, por eso un buen EP nos alimenta mejor, es más nutritivo, es una trilogía que tiene algo de santidad, de ágape nutritivo: abren con «Sobre la luna«, electricidad acelerada, con ese regusto clásico, de cambio de siglo en la música independiente española, de abulia primaveral constante. Maganto, Marcos Martínez, dobla guitarra y voces para dar un momento de descanso en una miniatura llamada interludio, para volver a más de seis minutos de charanga nocturna, de viaje al final de la noche, «Dejaste entrar» con sus bajos postpunk, el teclado unidireccional en la melodía, parece sed de vampiro que ha perdido la memoria. Aullidos famélicos que tienen algo de llamada lupina en versión andrógina, autopista hacia el lugar que separa el cielo del infierno, crece y decrece como la onda/corpúsculo que no se puede detener con una mano.
El final, con una guitarra épica de palo, con un acorde abierto y una dicción al norte del norte, se llama París-Texas. Recuerda que las arrugas de Nastassja Kinski son como estrellas en el cielo en pleno desierto. Todo será narcótico, entre Monegros y Mojave, cada mota de arena en un desierto es un amor que no funcionó, cada canción que recibe una descarga eléctrica es una oportunidad para volver a empezar. Marcos Martínez había militado en Qualude y FlyingPigMatanza y ahora nos presenta cuatro canciones, un EP delicado, de desarrollos circulares, de mantras poéticos, con la sencillez por bandera y la intensidad como secreto. Largo llanto para estas canciones y sus amanuenses. Edita, claro, Repetidor.