Algunas palabras sobre Querido callo de Aline Kominsky-Crumb

Querid0 Callo con mayúsculas para el Callo. El callo es una creadora, una destructora del orden establecido, una mujer que usaba lo que tenía cerca, lo que manejaba cada día: tinta, miedos, vino, sustancias, sexo y fanzines. Querido callo de Aline Kominsky-Crumb, una antología de la obra de la historietista de referencia de la contracultura norteamericana ha sido editada por RESERVOIR BOOKS.

En una funeraria, la mujer de Crumb es otro personaje, no es Callo. Callo es bella, es curvilínea y odia la música pop con tanta fuerza como hace con los discos de piedra. Los de 78 r.p.m. Ella ama los tebeos underground, llevar faldas o pantalones ajustados. Evitar la coca, rozarse con los porros. Ella estaba allí. Mientras unos se dejaban llevar por el ácido lisérgico, otros salvaban el mundo con papelinas y, los que quedaban, buscan en las armas la solución a los problemas que provocaban las armas, Callo se regocijaba de su misma desazón. Muerte, cartón, 1978, el año el que nací. El negocio de la muerte se alimentaba del cáncer de pulmón, la sobredosis de jaco y algunos accidente con armas de fuego. Accidentes que llevaban a una muerte gratificante. Jerry García, déjame dormir. Cuando Callo se fue a dormir Jerry seguía ahí, cuando se despertó el solo no había terminado. Fotocopias y grapas. Besos con sabor a cerveza caliente, a último autobús de vuelta a las afueras, robar una tarta, robar una torta.

foto de Javier Aquilué

Muerte y judaísmo, el cáncer de los genios. Todos los genios tienen miedo a morir pronto. “Ojalá tuviera un disco mejor”, escuchar a Crumb, verle volver con los dedos manchados del polvo de las cubetas, pensar que esos dedos te van a tocar. Es contracultura, amor por los tebeos y los vinilos. Esperar con tu hijo la vuelta de lo analógico. Un valium y un viaje a Acapulco. No puedo comprar una cosa, no puedo alquilar un piso, el moho me ha dejado marcas por todos lados. El judaísmo otra vez, la culpa, la comida, el vino barato, la contracultura se agota, como se agota la cerveza fría. Ser un icono sin estar preparada. Ella sonríe, ella aguanta, porque es Callo. No sabe que unas décadas después escribiré sobre ella.

foto de Javier Aquilué

En Europa están fascinados por su obras, por la obra Callo y su pelo rizado y su cuerpo de Woody Allen replicante… la buscan en las fiestas George Harrison, Dan Aykroyd (podría haber sido una Blues Brother, una blues Sister más bien o la cazafantasmas versión jewish, la cuarta), le sienta mal el vino barato pero eso no le impide seguir bebiéndolo. En eso está cerca de Charles Bukowski. Cada vez me aburre más Bukowski y me acelera Robert. Más los cromos de Robert, la manera en la que Callo grapa los fanzines. El señor Callo se cuela en los baños de chicas como si no fuera su derecho y en la Escuela de Arte se pelea con lo figurativo, el punto de fuga y la perspectiva. Monigotes enfrentándose en las esquinas de los cuadernos con los emisarios del aprendizaje formal. Callo tiene la sensación de llegar siempre tarde a todos los sitios. Callo se convierte en una mujer de su tiempo, de todos los tiempos, en realidad. Si leen a las mujeres de hoy, a las escritoras de hoy, todas dejan por escrito que están llegando tarde a donde quiera que van. Estás en el Lower Manhattan y te gustaría hacértelo con Diane di Prima pero ella no quiere salir en estas páginas, quiere su propia habitación en el Motel Margot.

Dice Callo: “Si no puedo estar en la vanguardia porque va muy deprisa, me encargaré yo de marcar el ritmo”. Así nace el arte, así nace Callo. En 1972, con Robert Crumb (¡Quizá encuentre discos antiguos judíos en Nueva York!) Callo tiene un primer marido con muchos juguetes, más figuras que una juguetería, uno se rompe, tienen parejas que mezclar, salió de allí hacia San Francisco. En Frisco, Callo y Crumb se enamorarán. Un chute en un garaje y una contradicción. Callo estuvo en un campamento para adolescentes con exceso de peso. Escapaban de noche. Cuando tiene una hija se convierte en su madre. Compulsiva, amigas de Callo, se juntan para bailar como en “Flashdance” y se arreglan. Ya solo la miran porque parece una comunista.

«Callo se acabó la película. La bolsa de patatas está vacía, como la botella de vino barato. Mírala, Callo resume el deseo del hombre. Elige entre yogurt desnatado y helado de chocolate. Cada cucharada de dulce es el abrazo de su madre. Amistades de patatas, vino y marihuana. Callo, mi callo».

Querido Callo es la obra magna de la contracultura femenina de los setenta. Las inseguridades se acumulan cincuenta, sesenta años más tarde. Una mujer bella para los hombres, horrible para ella misma, que ama y busca el amor. El suelo es tan frágil como exasperante el talento de Aline Kominsky-Crump. Ella, Callo, Aline fue la editora de Weirdo, la antología de tebeos alternativos que había fundado Crumb, tomando el relevo de Peter Bagge. Ella sabía lo tenía entre manos. Espero que tú, si me lees, sepas de lo que estoy hablando.

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