Algunas palabras sobre Palacio mental de Guillaume Contré (2022)

Un detective, un ayudante, un escenario de un crimen. Un universo que se hace añicos, que se deshilacha. Nadie detecta las costuras, el comisario espera fuera. Un ladrillo en la pared que no se mueve. Un ladrillo detenido. Un ladrido. Un ladrillo. Dos risas. Los ladrillos en la pared son inmutables, como lo es la muerte. La estadística es contraria al asesinato. Cuantitativamente opuesta: “La muerte es siempre una sorpresa, aunque sucede todos los días”. Baños sales, detectives y policías. Como una canción de los Clash tocada por Bach. “Imperaba un silencio tan prístico que se hubiera podido decir que la ciudad entera estaba vacía. Pero no lo estaba. La ciudad entera estaba llena”. Un magnífico libro editado por Pre-Textos.

¿Estaba muerto el muerto? Hay algo en la novela que descarta por completo la necesidad de conocer la verdad sobre este particular. La muertes es contagiosa. Uno, ya lo escribe el autor, no se puede quitar la muerte lavándose las manos. También escribe que uno puede ver muchos hombres vivos y olvidarlos todos, pero uno puede ver un cadáver y no olvidarlo nunca. Añado yo: uno puede ver muchos cadáveres, sin rostro ni número, sin clasificación posible. Y olvidarlos también todos.

Afuera la noche estaba terminando de bajar su pesada cortina de hierro, que hizo un ruido seco al tocar el suelo. Al tocar el sueño. Los patrones demuestran que las casualidades no existen. El detective frente al edificio. Un edificio que ha vivido tiempo mejores. Pero también vivirá peores, porque el aspecto es una cuestión de comparativa temporal. Tiene que haber un pasado, un presente y un futuro para exaltar lo perdido y llorar lo que está por perderse. El mismo tiempo que excluye a los hombres, ya que proseguía con indiferencia su camino, dejándolos como juguetes que un niño abandona conforme crece.

Un muerto, y la he escrito, es un número, una estadística. No hay análisis del ahora científico y aséptico. Libre de las más emociones, buscando únicamente las precisas para no resultar robótico. Volvemos al silencio de la ciudad. La ciudad está vacía o viceversa, la ciudad puede estar llena y el murmuro de sus vivos es una manera de no dormir: no nos podemos dejar guiar por esas impresiones. La impresión de un cuerpo sin vida frente a muchos cuerpos con vida.

El detective pensó en una pared infinita tan alta que tapaba la verdad. Se preguntó de qué lado estaba. Él y la verdad. De qué lado estaba la verdad, de qué lado estaba él y no supo encontrar la verdad. Se encontraría la verdad y no sabría qué preguntarle. Necesitaba prepararse y se dio cuenta de que no sabía nada. Lados y encuentros.

El quejido del muerto, la velocidad a la hora de morir, una vez que mueres ¿existe alguna prisa real? Para ti, cadáver, para ti muerto, seguro que no. Los que dejaste atrás tienen ganas de olvidarte, de acabar el papeleo y los lloros. Lágrimas para los que se quedan, los que tienen que echar arena, rellenar el agujero en la tierra bajo la lluvia. Gotas y lágrimas que se mezclan y nadie tiene ganas de escribir ningún aleluya.

Ciudad al otro lado, el número de ladrillos, ladrillos de arenas, motas o granos de arenas, inabarcables, infinitos, transfinitos, de densidad variable, las cortaduras de Dedekind sin conocerse entre sí, ¿Dónde está el comienzo del laberinto? No no puede perderse en él si no se encuentra primero. Encontrarse, encontrar una entrada para perderse en un laberinto. Plano y mapa que se despliega. Enhebra gangrena, óxido, gente en el periódico desconocida, mucha más gente desconocida que conocida. Una pared, una mancha, las formas de las manchas son innumerables, continentes de cuadros abstractos: un catálogo de manchas realizadas con la lógica del azar, imprudentes, aspiradoras al funcionariado formal de un catálogo general de formas reales.

Es un libro de pensamiento. Es un libro de manchas y automatismo. De huellas. De lo que hay tras las huellas, las pupilas, los archipiélagos que completan las islas. La aridez de una mente que no quiere esperar ni ser esperada. Las páginas borbotean. Las frases ayudan a otras frases, el detective podrá resolver tu nudo, escritor. Te escribe a ti, Guillaume Contré, que conoce los entresijos del Buenos Aires de César Aira y del Montevideo de Mario Levrero. Ausente de guías, la ciudad se pliega sobre sí misma, como Lisboa en Muñoz Molina o Venecia en Agustín Fernández-Mallo. Los pliegues se repiten un millón de veces, de manera fractal, hasta terminar ocupando una sola habitación, ni una más. Los minutos de las páginas de este “Palacio Mental” son mínimos. Llegas a dudar de si los personajes ejecutan alguna acción. Tus ojos no se detienen. Tu mente analiza cada sentencia. Porque en este libro maravilloso cada frase esconde una historia, cada párrafo una novela distinta. Las dimensiones del mundo son excusa para el encaje de las cosas. Un Universo con una teoría completa, consistente, una teoría que solo se cumple dentro de la habitación.

«Mancha-culpa-ladrillo-tabaco-muerto (¡Qué atrás en esta sucesión/lista!)-teléfono (último hilo que nos mantiene unidos a la cordura social). “Acaso su asistente era realmente un lazarillo y él un pobre ciego perdido en un mundo de apariencias”. Tres páginas después se llega la negrura de la noche, aunque al detective le pareció oír el crujir de la ciudad aplastada por la oscuridad. Manos frías-mármol-civilizaciones agotadas-muerte-vivo de manos frías».

Un listado de huesos en la Tierra. Tantos como novelas inacabadas, como relatos sin final, huesos que atraviesan el corazón de los enamorados no correspondidos “Existían pasillos para meterse en las paredes de los otros?” De los huesos a los dedos que tocan un cuchillo, son más que los que besan unos labios al azar. No los labios de una mujer bella o los de una abuela con cientos de nietos. Unos labios cualquiera entrelazados a los dedos que abrazaron alguna vez un cuchillo. Una sucesión de dudas que conforman la construcción del detective: “Se preguntó si el tiempo sin tiempo de los muertos era mejor que el tiempo largo de los vivos y no supo reaccionar”. Si hemos de comparar dedos sobre cuchillos, labios que besan, día de un muerto contra la suma de todos los días de la tierra (usar el adjetivo largo que me produce una cierta extrañeza).

Casualidades, en la lucha de la realidad con la estadística termina imponiéndose el sueño. Otro mango. Una pistola. Limpiar de polvo con más polvo. Que el olvido reine. Una pistola es una de las cosas que divide al mundo, a las personas: los que han sostenido una y los que no lo han hecho. No importa la intención, duración o carga. Solo sostenerla. Yo sí he sostenido una. Yo la sostuve. Pero esa es una historia que va en una de esas novelas que sin concluir que el frío de la noche, que el viento de la ciudad, destapa cada día. “Solo los vivos tenían derecho a quejarse de la muerte”.

«Y la historia se va hacia el humo. Pipa, paz y tabaco. El humo es parte de la ilusión, del truco barato que es una novela. Esta novela marca la velocidad de las cosas, la del cerebro del lector. Es difícil distinguir sueño de vida. ¿Estaba muerto el muerto? ¿Y qué sucede con nosotros, Contré?»

Vivimos en un mundo de misteriosos rostros intercambiables, donde las posibilidades son infinitas y toda la estadística aumenta hasta caer sobre ti con la fuerza de la distribución estocástica, resulta inquietante porque la vida es inquietud y tu risa molesta. No parece la tuya. Todo acabará unificado y los rasgos no serán definitorios. Se dijo que la simetría no lo justificaba todo. Razonamiento sobre la simetría tendría que ser simétrico, equilibrado, sin atributos que destaquen. Platillo que sostiene ideas, platillo que se deja llevar, que se descompensa cuando las ideas que sostiene son distintas.

De pronto, un camino. De pronto no es todo habitación. Su palacio mental tiene ventanas y puertas, pero el frío y el calor derretían los recuerdos y los moldeaban al gusto de alguien que permanecía ausente. ¿pero quién podría ausentarse si solo era él quien podía acceder a aquel lugar? (“UN SILENCIO NEUTRO COMO LA PINTURA FRESCA”). Dentro de sí flotar es la única opción, porque tocar el suelo con su cuerpo, en sí mismo, provocaría una revuelta en los axiomas de la existencia. Tres meses de mareo. Prisión para los que desean estar encerrados.

Un libro excepcional, una prosa densa y nutritiva, un autor salvaje que no tiene que acudir a la ametralladora ni a las poses sobre el teclado, solo la mente atrapada, solamente las sinapsis hechas literatura.El tiempo detenido entre el interruptor y la luz.

Escribe aquí tu comentario





    Normas para comentar en 20minutos.es

    • Antes de enviar su comentario lee atentamente las normas para comentar en 20minutos.es.
    • Esta es la opinión de los internautas, no la de 20minutos.es.
    • No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
    • Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
    • Por favor, céntrate en el tema.
    • Algunos blogs tienen moderación previa, ten paciencia si no ves tu comentario.

    Información sobre el tratamiento de sus datos personales

    En cumplimiento de lo dispuesto en el Reglamento (UE) 2016/679 del Parlamento Europeo y del Consejo de 27 de abril de 2016 relativo a la protección de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de datos personales y a la libre circulación de estos datos, y Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales le informamos que los datos de carácter personal que nos facilite en este formulario de contacto serán tratados de forma confidencial y quedarán incorporados a la correspondiente actividad de tratamiento titularidad de 20 MINUTOS EDITORA, S.L, con la única finalidad de gestionar los comentarios aportados al blog por Ud. Asimismo, de prestar su consentimiento le enviaremos comunicaciones comerciales electrónicas de productos y servicios propios o de terceros.

    No está permitido escribir comentarios por menores de 14 años. Si detectamos el envío de comentario de un usuario menor de esta edad será suprimido, así como sus datos personales.

    Algunos datos personales pueden ser objeto de tratamiento a través de la instalación de cookies y de tecnologías de tracking, así como a través de su acceso a esta web desde sus canales en redes sociales. Le rogamos consulte para una más detallada información nuestra Política de Privacidad y nuestra Política de Cookies.

    Los datos personales se conservarán indefinidamente hasta que solicite su supresión.

    Puede ejercer sus derechos de acceso, rectificación, supresión y portabilidad de sus datos, de limitación y oposición a su tratamiento, así como a no ser objeto de decisiones basadas únicamente en el tratamiento automatizado de sus datos, cuando procedan, ante el responsable citado en la dirección dpo@henneo.com

    Le informamos igualmente que puede presentar una reclamación ante la Agencia Española de Protección de Datos, si no está satisfecho con en el ejercicio de sus derechos.