Todos tenemos una historia: Perico Fernández (y José M. Gala)

Cada uno tiene su propia historia. Casi todos la quieren recordar y muy pocos se atreven a contarla. Una noche de septiembre me llegó un correo electrónico de José M. Gala, un escritor madrileño que estaba preparando un libro sobre la rivalidad entre Perico Fernández y Muangsurin. José M. Gala quería centrarse en las dos peleas que el campeón aragonés disputó con el tailandés. José M. Gala publicó aquel libro y yo escribí en el suplemento Artes&Letras una versión recortada de todo lo que me había venido a la cabeza leyendo aquel manuscrito. Cada uno tiene su propia historia. Muchas veces estás llena de canciones. Por si alguien quiere escucharlas aquí dejo la mixtape preparada para la ocasión.

Todos tenemos una historia y la mía comienza el 10 de agosto de 2009. Lo recuerdo porque era el cumpleaños de mi padre y de su hermano gemelo, mi tío Octavio. Nos estábamos sentando a la mesa del restaurante y mi tío dijo: <<Está fuera el campeón, he visto en la entrada a Perico Fernández>>. Después de la comida me acerqué a Perico para que me firmara un autógrafo. Perico se hizo unas fotos conmigo y luego me llevó otro bar para enseñarme sus pinturas y tratar de venderme alguna. Yo no tenía dinero para pagarle lo poco que pedía. El que sí que le compraba muchos cuadros era el escritor y editor David Giménez. David fue uno de los que cuidaron hasta el final a Perico. Lo acompañó en el Festival de Periferias de 2011 en la charla “Pedro Fernández y compañía hablan de Perico Fernández”. En la mesa, junto a Luis Lles, el organizador de aquella edición dedicada a los Outsiders, estaba el rapsoda y director de El Silbo Vulnerado, Luis Felipe Alegre. Un paquete de tabaco y un poco de cariño. Lo que le podía ofrecer un mundo, el de Perico, que llevaba años agotándose.

Cuando José M. Gala me pregunta por Perico Fernández yo recuerdo a Félix Romeo. Félix tenía un cuaderno donde conservaba los autógrafos de personajes a los que admiraba. El de Perico era su mayor tesoro. En el capítulo 117 de su primer libro, Dibujos animados escribe: Nos quedábamos a ver a Perico. Era sábado y después de la película. Solo nos quedábamos por Perico. Ahí estaba repartiendo leña. Mirabas por la ventana y todas las luces estaban encendidas. <<Así, así, Perico>>, se oía como una respiración cortada. Era de noche y mi padre cerraba los puños.


Escribí una canción. Y luego escribí otra más.

«Mi tío Rafa estaba interno en los Corazonistas y mi abuelo Antonio venía desde Zuera, donde vivía, para recoger a su hijo. No eran días festivos, pero mi abuelo sacaba a mi tío y se lo llevaba a su casa. Aquella noche había pelea de Perico. Mi tío veía las peleas de Perico. Y miraba las ventanas de las otras casas. Todas iluminadas. Seguramente también apretaba los puños. Cuando revisas las luces de los patios exteriores, cuando sabes que todo el mundo está viendo la televisión de madrugada».

Hace años que no vivo en Zaragoza. En la capital todo se mueve con la velocidad de un combate de boxeo: lento al principio y, de pronto, tan rápido que no sabes de dónde ha venido el picotazo. Mi madre sale del hospital o vuelve, no lo tengo muy claro y me dice que le han puesto al Salduba el nombre de Perico. Ahora se llama Centro Deportivo Municipal Perico Fernández. Junto a las paredes del Salduba que daban al Paseo Renovales nos juntábamos el poeta y profesor Enrique Cebrián y yo para hablar de Luis Alberto de Cuenca y Julio Anguita mientras esperábamos el autobús que nos llevara a los Marianistas.

Le hablo a José M. Gala del libro La vida en un puño , el primer libro de Mariano Gistaín, escrito junto al periodista deportivo Juan Antonio Ciria sobre la vida de Perico. La biografía aparece por entregas en el periódico El Día durante un caluroso verano de 1987 y luego recopilada en dos tomos dentro de la colección Los libros del día. El Día fue un periódico diario que se editó entre el año 1982 y 1992, tenía profundas vinculaciones con la cultura aragonesa (en especial con la revista Andalán).

Un día en la primavera de 1987 Mariano y Luis ven a Perico con Benito Escriche en un bar. No saben de qué vive Perico. Conocen un libro escrito por el concejal y periodista Alberto Maestro, la primera biografía sobre el boxeador aragonés, pero deciden realizar una serie de entrevistas tanto con Perico como con su entorno de entonces: Paco Millán, el mismo Escriche o personajes muy mediáticos como Mercedes Milá, Pedro Ruiz, los hijos de Martín Miranda, los boxeadores Pedro Carrasco o José Legrá. El escritor y periodista Luis Alegre es el tercer mosquetero del proyecto. Fue un verano de mucho calor el de 1987.

Mariano Gistaín y José Antonio Ciria recorrían España en un 133 amarillo, escribían un capítulo cada uno y los repasaban juntos. Eran tiempos de tipógrafos y de Macintosh Apple para maquetar prestados por el director de la redacción del diario, Plácido Díez. Desde la casa de Mariano Gistaín, en una azotea de Escoriaza y Fabro, los tres veían pasar los trenes por la estación del Portillo y combatían el estío con una manera a modo de ducha. Eso sí que era “La puta calor”, como dijo Perico aquella velada maldita en Bangkok al abandonar el combate. Los ejemplares de Luis Alegre se los quedará años después el escritor Ray Loriga. Loriga escribe letras de canciones que solo suenan en su cabeza y las convierte en peleas de boxeo y novelas. Loriga utiliza el Ray como seudónimo y homenaje al púgil Sugar Ray Robinson.


Yo estuve años buscando mi propia copia. Félix Romeo prometió que me encontraría una en algún rastro o librería de lance pero falleció en 2011 antes de poder cumplir su promesa. Tenía un sexto sentido para encontrar una joya entre un montón de libros. Como otros para esquivar los golpes. Hay una frase de Ray Loriga que me gusta mucho: “No tienes lo que quieres, solo lo que no puedes esquivar”. Fue el escritor Ismael Grasa el que me prestó su ejemplar para que lo leyera y un par de años más tarde pude comprarme uno en una librería de viejo. Desde entonces he ido atesorando todas las copias que voy encontrando. Tengo tres juegos. Seis libros. Tengo tres pares de La vida en un puño.

El libro es parte de una colección barata, popular, en papel prensa, de libros aragoneses. Los de Perico se publicaron en dos tomos con mejor calidad. Y se hicieron cien ejemplares casi de luxe. El día que se publica, en la época que aparece, marca en su final el comienzo de una franca decadencia de Perico Fernández, su último combate es el 30 de agosto de 1987, pero los últimos combates que realiza resultan demasiado decadentes: Púgiles jóvenes que por unas pesetas de la época pueden poner en su currículum que han vencido a un campeón del mundo. Perico es el primer aragonés en divorciarse. Perico adoraba a su hija y pintaba cuadros naif, pintaba al Gordo y al Flaco, Perico tenía todas sus cosas en un camión de mudanza.

Perico Fernández también podría haber sido futbolista. Le gustaba entrenar con Los Zaragüayos. Le gustaba, más bien, irse a tomar copas después de correr cuatro vueltas alrededor de la Ciudad Deportiva. Nino Arrúa, Lobo Diarte y los menos conocidos, Ocampos y Soto. La temporada 73-74 acabaron terceros y al año siguiente alcanzaron el subcampeonato. Fue el año de la victoria 6-1 al Madrid en la penúltima jornada y todos los maestros de escuela en General de Pie llorando de la emoción, sacando sus pañuelos, apurando sus ducados.

El Lobo Diarte se pasó a la canción ligera y en 1976 estaba actuando en el Programa de Televisión de José María Íñigo con un tema llamado Tú volverás. El Lobo Diarte sentado en la vereda de la vida, frente a Tenor Fleta 8, en una Nochevieja, su última Nochevieja en Zaragoza. Luego para Valencia, con el matador Kempes. Mi padre me cuenta que traspasar a Diarte fue una jugada maestra de José Ángel Zalba.

Perico, según José M. Gala, llega a considerar dejar el boxeo para dedicarse a la música. Graba un único single, Fuera de combate/No sé vivir sin ti con ciertos aires a Adriano Celentano.

El tema, por cierto, fue revisado por la banda de garage madrileña The Pleasure Fuckers. Kike Turmix, su cantante, era el espíritu del rock auténtico de Malasaña durante los años del indie. Lo grabaron en un disco llamado Ripped to the hits en 1993. Perico también tiene ofertas para dedicarse al toreo por sus contacto con Benito Escriche.

Todos tienen su historia: mi tío José Mari me cuenta que lo veía más de una y más de dos noches entrando en Parsifal, la mítica discoteca, la sala de fiestas de moda a finales de los setenta, acompañado de Benito Escriche. Si se lo pedían al campeón era capaz de hacer la sombra con las luces de la discoteca. Vivo muy cerca de Calatayud, ahí estuvo Perico en su primer hospicio.

Hubo uno tiempo en el que todo el mundo quería a Perico: en la televisión, en la radio, José María García, Pedro Ruiz y José María Iñigo. Un personaje auténtico, en el límite de la autenticidad y la burla. Dum-Dum Pacheco y Perico Fernández en un lupanar tailandés o filipino o sacado de cualquiera de las películas S, exóticas, lúbricas, de las que había que cruzar la frontera para ir a ver a Francia. Perico y Dum-Dum viviéndolas de verdad. Sueño con un exabrupto patafísico.


Trato de contactar con Fernando Arrabal a través de su editor en España, Raúl Herrero de los Libros del Innombrable. Imagino una instalación, una habitación vacía por completo excepto por una mesita y una televisión encima. La televisión pasa en bucle la pelea de Perico y de Muangsurin. Perico en esas imágenes no se rinde. Sigue y sigue peleando hasta que se impone. Pienso si existen cintas parecidas con el descenso del col de Mente de Luis Ocaña o la final de la Olimpiada de 2008. Pienso en muchas cosas mientras elijo el camino que debo transitar sobre el ajedrezado del suelo.

También pienso que Perico podría haber sido, además de boxeador, pintor, cantante, futbolista y torero, actor. Busco el nombre del cortometraje de Óscar Aibar donde Perico aparece junto a Jorge Sanz o Pere Ponce. Lo localizo en IMD: Chihuahua del año 1991. Dura 14 minutos. Una maleta es el detonante de todo: “Éste es Kid. Nadie sabía exactamente a qué se dedicaba, pero algunos recordaban que, en un tiempo, había sido un buen boxeador”. Óscar Aibar acaba de publicar una novela de ciencia-ficción, La mancha sobre Titán y dicen que cada vez que mira el cielo es para homenajear a Perico, para recordar que nosotros estamos atrapados en la Tierra mientras Perico ha escapado del encierro de la vida. Pero un campeón, un mito, nunca está completo si no hay una caída por el medio, sin abismo no hay luz: en julio de 1975 dejó rodar en Bangkok la corona mundial ante el tailandés Saensak Muangsurin en el octavo asalto. En ese momento no había cumplido los 23.

Agarro un libro de columnas de Manuel Alcántara: El porvenir de ayer es ya recuerdo. Una, publicada en el diario Marca el 12 de septiembre de 1974, Alí es grande dice así: “Jamás decepciona y donde llega él llega el escándalo. Se renueva siempre, sorprende, hace muecas, llora o ríe, pronostica el asalto de su victoria o el porvenir de su raza”.

Félix Romeo, en la biografía que aparecía en el libro colectivo Almanaque: Aftehours editado por Reservoir Books en la primavera de 1999, afirmaba que ese mismo año iba a publicar una novela llamada Boxeo. Dos años más tarde, en su novela Discoteque, uno de los capítulos llevaba como título Cuartero cuenta una historia de boxeo de Torosantos. Un fragmento del texto: “Parecía imposible que Toro pudiera pasar a profesionales. Pero ahí acabó, le salió el miedo. Y eo que no suele tener al campeón del mundo a tu lado cuando estás en el ring, y Toro lo tenia. Perico Fernández se había encariñado de Toro, y quizá desde entonces el miedo entro en él, y todavía no ha salido”.

En la primavera de 2002 sale a la venta Flamingos, el tercer álbum solista de Enrique Bunbury. En las fotos interiores del LP, Bunbury, con el calzón de Benito Escriche, recibe los ánimos de Perico Fernández apoyado en la esquina de un ring. El disco se abre con El club de los imposibles. Se escucha “Esto va a comenzar, vaya mirada se están cruzando los púgiles, suena la campana y comienza el combate”. Más adelante, en Hermosos y malditos, la presentación: “En la velada se enfrentaban el brasileño Joao Henrique, aspirante al título mundial de los superligeros y el campeón mundial de la categoría, Perico Fernández”. Y en los últimos veinte segundos de Contar contigo el éxtasis: “Atención, señoras y señores, es un momento altamente emotivo para el boxeo español, porque podemos tener un campeón del mundo… ¡Campeón Perico Fernández! ¡Campeón del mundo, Campeón del mundo!”

Bunbury organiza peleas de lucha libre como espectáculo previo a sus conciertos del Freak Show en 2005, utilizando una mezcla entre el mítico Circo Price y el viejo Circo Raluy para ambientar el espectáculo. En el capítulo 115 de Dibujos animados, Félix Romeo escribe: “A mi padre le gustaba mucho la lucha. Hablaba de un luchador que se llamaba Lambán. Mi padre había ido con mi madre a ver la lucha Le gustaba Lambán. Lambán tenía la cabeza rapada. Mi padre pasaba el brazo por el hombro de mi madre cuando Lamban lanzaba al encapuchado contra la lona”.Hace mucho que no vivo en Zaragoza».

«Duermo cerca de Calatayud. En la capital todo se mueve con la velocidad de un combate de boxeo: lento al principio y, de pronto, tan rápido que no sabes de dónde ha venido el picotazo. Mi madre sale del hospital o vuelve, no lo tengo muy claro y me dice que le han puesto al Salduba el nombre de Perico. Ahora se llama Centro Deportivo Municipal Perico Fernández. Junto a las paredes del Salduba que daban al Paseo Renovales nos juntábamos el poeta y profesor Enrique Cebrián y yo para hablar de Luis Alberto de Cuenca y Julio Anguita mientras esperábamos el autobús que nos llevara a los Marianistas».

Todos tenemos una historia o la vamos construyendo. Su entrenador, Jesús Couto lo veía comerse unos huevos fritos con chorizo. Conduce un Seat 1430 por Zaragoza sin carnet pero los policías le piden autógrafos. Mariano Gistaín me dice: Perico nos daba la época, el sentimiento, la conexión con el Zaragoza, con la propia ciudad. Con el Papagayo, con el reloj que le promete Franco, con la foto que le pide Johan Cruyff el día que viene a jugar con el Barcelona la Romareda… cómo se escapa de Pontoneros cuando está realizando el servicio militar, la misera triste de los talles de ocupación de los huérfanos del Pignatelli. De cómo en los ochenta el alcalde Antonio González Triviño le ofrece desde el Ayuntamiento un puesto de conserje a lo que el púgil contesta con una de sus frases más míticas: Si quieren un portero, que fichen a Zubizarreta.

En 2010 Bunbury grabará El Boxeador, aunque parece que tiene en mente a los otros campeones, los devotos de la Virgen de Guadalupe, Monzón y Ringo Bonarena. Ringo, contaba el compositor Andrés Calamaro, solía decir que la experiencia es un peine que te da la vida cuando te estás quedando calvo. La frase usaba el adjetivo pelado, mucho más porteño.

Este mismo año, mientras dejo atrás el ring de lucha que han montado en la primera edición de El Vive Latino que se celebra en Zaragoza y me acerco al escenario más pequeño para ver al Instituto Mexicano de Sonido me veo rodeado, de pronto, con luchadores con máscaras blancas de El Santo o azules de Blue Demmon pero, también, con gente que viste camisetas rojas con una foto de Perico Fernández el día que se proclamó Campeón del Mundo del superligero, el 21 de septiembre de 1974, en Roma ante al japonés Lion Furuyama.

Todos tenemos una historia. Antón Castro lo entrevista. Antón le ofrece un cigarrillo, todos hemos fumado con el campéon. Perico le dice: “Me encuentro muy solo. Y no me gusta la soledad. Me gusta y no me gusta la ciudad. A veces pienso: “¡Con lo que yo he sido: ahora todo es lamentable! ¿Qué amigos tengo ahora?”. A veces me consuelo a mí mismo y me digo: “Menos mal que he perdido memoria”.

Todos tenemos una historia; hace veinte años de Flamingos. Estos días lo reeditan con horas y horas de extras. El libro Perico&Muangsurin, historia de una loca rivalidad apareció dos días después de que se cumplieran seis años de la muerte del Campeón del Mundo y unos pocos días después del aniversario de la muerte de Félix Romeo. Hace unos meses falleció mi tío Octavio, el hombre que me presentó a Perico Fernández.

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