En las aguas que se funden bajo las luces de la discoteca, ahí es dónde nadan los Flash Amazonas, sonido Filadelfia, algún metal perdido, que reluzca, samples y voces distorsionadas por ordenadores antropomorfos. Abre con Panda, pura melaza sacada de los sueños de Plastilina Mosh para meter algo de Jamaica, algo de dulzura de Los Amigos Invisibles en visita a Tokyo Attakai-Toki. Hay un monstruo enamorado que quiere volver a los ochenta y está dispuesto a alimentar todas las percusiones electrónicas con su aliento nuclear. Un poco de los teclados chiclosos de aquel Scary Monsters (and Super Creeps) de David Bowie en Koiki-na-ippiki-ookami para envolvernos en sueños repletos de sodas con colores vistosos, casi de neón estropeado. Seguimos envueltos en una batidora de estilos, un poco de punk sencillito, punk pánico al modo chileno, especiado y con ecos de Objetos Volantes no Identificados, un tormento de casete, una adicción que crece dentro de mí para llevarme a divertidas estructuras de krautrock, como beberse medio litro de pisco y medio litro de sake y pensar que el Aviador DRO fundó una religión antes de inventarse los tranquimacines. Qué bello es descubrir Nuevas estructuras atómicas. Edita (60nice, 2022)
Una caja de ritmos afónica llama la Centralita de Información donde Sergio Algora y Poch componen canciones infantiles y las mandan en sobrecitos cerrados de sidral. Cuando el sueño llega el niño vuelve a ser papá durante unos minutos, todos esperamos Cuando vuelva a ibague en 2060. Dime que el bajo a lo Peter Hook no suena en La reina es un lagarto a lo que te hubiera gustado si hubieras compartido local de ensayo con Los Estómagos o con Sentimiento Muerto o con Dermis Tartú…
Colombia se encuentra con Japón y un instrumental va directo detrás de la máscara que lleva el Dr. Alderete. Paranoia reptilínea propia del Rodrigo Fresán menos serio. Lovecraft alimentándose de chapulines mientras compra en un tianguis un pirata de La Pestilencia y sueña con Marte en Ballroom. Natsukashii keshiki es un parangón de robots con corazones humanos que cantan pop luminoso mientras su inmortalidad los hace llorar. Un poco de guitarra acústica, que no sea todo cacharrería en Hormigas culonas, burbujas de Flaming Lips y aquellos tiempos en los que bajo tierra uno encontraba el mejor ácido. Me sentaré a esperar la rumba de la rumba mientras llega el capítulo final, como una sintonía apócrifa de The Monsters: Cada vez peor. No hay distancia entre los amantes de la serie Z, los chamanes de las tribus digitales surgidas en los últimos chats que sobreviven en la red. Mitos absolutos, hoy Camilo Lara, mañana un simbionte entre Zappa y Bomba Estéreo. Maravilloso disco este Uva-Uva de Flash Amazonas.