El año de la rata de Mariana Enríquez&Dr.Alderete (Libros del Zorro Rojo, 2021) parte2

Pueden leer la primera parte aquí

y escuchar la mixtape aquí

Trozos de la revista de Zona de Obras, una postal rota de luchadores mexicanos, azul y rojo, numerada, la máscara del Santo, las otras máscaras baratas, Lost Acapulco, el cd Bikini de Zona de obras, la dos ediciones del Mantra de Rodrigo Fresán, el capítulo de The Strain donde Guillermo del Toro hace una película del Ángel Plateado con Santiago Segura de malo, el terror argentino y ese tebeo extrañísimo que se llama Kriptonita. KALIMÁN EL TERRIBLE (que luchó contra Galactus).

La editorial es Libros del Zorro Rojo

 

El Doctor dibujaba apartando restos, haciendo control de daños, sus dibujos entregan formas voluptuosas atrapadas en plásticos, luminiscentes para que los objetos volantes identificados las encuentren desde las alturas. Ascetas de la realidad deportadas hasta escenarios prefabricados: juguetes y miniaturas, volvemos al tianguis que se celebra el primer domingo de cada mes en una de las lunas de Titán. Formas prehispánicas que en su misma naturaleza violenta buscan, amenazantes practicantes para su culto. El año de la rata es un libro lleno de divinidades en potencia que, entre sus páginas y más allá, harán lo que sea para conseguir devotos seguidores para su culto. Sexo, sustitutos del sexo, alteraciones del sexo, cualquier combo reverberante es un placer para el Doctor, que se mostró en toda su plenitud en un dibujo a tinta que deslizó bajo la puerta de Marina.

Con Tessa sabemos que el negocio de las grabaciones perdidas sigue siendo eso, un buen negocio, un negocio rentable, al menos, el metraje recuperado, puedes elegir una cajonera en una casa perdida en las afueras o un site de la deep web donde se guardan las películas apócrifas de Russ Meyer o el registro de una pelea prohibida entre El Santo y Elvis Presley, con las Daianas enviando rayos de amor convulsos a los espectadores haciendo que en el visionario confundas a los rivales con Alberto Olmedo y Carlos Monzón.

«La Ocampo, la Pizarnik, la cámara de Sara Facio recogiendo las colillas del faso de la poetisa antes de introducirse en un mar de anfetaminas. Menos mal que internet es grande, es infinita, como el espacio exterior, allí econtrará nuestra Tessa enormes cantidades de potenciales devotos de su nueva religión».

¿Es el libro más sexual de Marina? ¿Fue el encierro durante la pandamia o la influencia de los muñecos del Doctor que la llevaron a cambiar lo perverso por lo carnal? ¿le grabó casetes con grupos tributo a «Las víctimas del Doctor Cerebro»? Todo es sexo plastificado, algo pánico, como un happening de Topor, algo de mirar, todos devorados y soretes, vampiresas y licántropos. Baile sexual, una epidemia endémica, la comida es el apocalipsis, el neón iluminado avisa: Motel Fetish, dame valium, dame otro, dame el tercero, tengo receta, es una carta de amor de mi médico, la doctora Roberta me dispensa química, pronto lo harán en los kioskos, como las milanesas: «Deme una caja de diazepam y la Pelos».

Me arranco las muelas porque no disfruto del subidón, prefiero el momento en el que desaparece el dolor. Volver al teléfono fijo como hemos vuelto a los vinilos, a las pieles de los dinosaurios, volver a Blue Demon y al viejo proyecto de Pipo y Charly, Cerebrus. Volver a Titanes en el Ring.

¿Las Daianas son brujas o santeras? Se pregunta Luca Prodan en una habitación del Sheraton de Río de Janeiro mientras espera que el servicio de habitaciones le devuelva la bandera planchadita, planchadita. Agua ancestral con ginebra y tramadol. Capturar una Daiana es como coger con un cactus, ¿podría inventar la historia el dibujante o siempre está a merced de la narradora? Mientras escrito esto me estoy quitando tiempo para mi obra eterna e imposible. Hablo de viajes en el espacio que duran mil generaciones a velocidades por debajo de la de la luz. Oesterheld te dirá que ya está todo inventado y quizá tenga razón. Dos pastillas para dormir a pesar de llevar levantado desde las seis y media de la mañana. Nadie me quitará en este viernes sin alcohol el placer de la somnolencia.

Abducidos y reptilianos, cuando uno piensa, cuando está leyendo solo, parece que Mariana entra en un brote psicótico, en una selva de paranoia perfectamente urdida por un convaleciente Ira Levin recién llegado de las selvas del Brasil, mezclando lo mejor de cada casa: Hitler, la Antártida, la teoría de la Tierra hueca y reptilianos, muchos reptilianos. Vuelvo a comienzo del siglo, a los suplementos de cómic de Zona de Obras que coordianaba el Doctor, en el que nos descubrió que en un momento entre The boys next door y The Birthday Party, Nick Cave fue sustituido por un reptil humanoide.

La presencia de reptiles en los tebeos del Doctor es habitual. Existen incluso rumores que él mismo lo sea y que el sonido de la música surf es lo único que le permite contraer su máscara/rostro con libertad y no ser reconocido. Si algún día se quita la máscara de Blue Demmon y le notan cara de hambriento le lanzan una cobaya y que la naturaleza siga su curso. La naturaleza extraterrestre, digo. ¿Y si el número de dedos no es el correcto? ¿debemos realizar una purga previa? Me da la sensación de que el control de la polidactilia es algo que preocupa más a los pediatras de lo que parece, ¿tendrán algún aviso de los hombres de negro del Gobierno? ¿o son experiencias previas que terminan en confusos episodios de posesión? En cada mano, lo primero que hizo mi tío, fue comprobar que mi hijo tenía cinco dedos. Luego siguió por sus dos pies. No había más extremidades que controlar, eso me dejó bastante aliviado.

El viaje junto a las Damas de Piedra continua a lo largo de la novela, de la sucesión de estampas, de la parte más visceralmente devota. Como una banda en la carretera, no sé si he nombrado ya The Medicine Show Revue en la que solo están Joni Mitchell, Scarlet Rivera y Joan Baez con Allen Ginsberg llevando las maletas y los bongos. La gata, la gatubela es parte del combo. Sufre adicción al tramadol. Por eso la considero parte de mí mismo. Como a la mujer trans. Tuve durante años un poster de Johny Guitar en la pared de mi habitación. Era un piso compartido. Los gatos entraban y si no cerrabas la puerta se orinaban en la cama. Hay una teoría sobre el tercer ojo y sobre el cuarto ojo y, en general, al final de los setenta, uno podría encontrar ideas al respecto del número de ojos que deseara: teníamos a Juanjosé Benítez, a Pier Doménico Colosimo y a Fabio Zerpa.

«Las daianas que no cubren el rostro no siguen el camino, nowayjosé, ¿Cuánto costará que entre en la cultura popular el mandaloriano? Sin máscara las Daianas son poco más que sirenas aburridas, deplorables experimentos de tortura para el pajillero medio, ¿le preguntaste al mandaloriano por la morena líder los alienígenas invasores de V? , qué belleza carnal de caderas, giros asintomáticos, aires de la Gestapo».

El Theremin es un instrumento de conquista soviético, una manera de alterar los campos magnéticos que conforman el entramado de nuestras almas, un arma perfecta para favorecer el ateísmo y, posiblemente la masonería, entre los aficionados al ruidismo. Pienso en Justo Bagüeste y en Martin Rev. Todos podríamos ser agentes comunistas, enterrados bajo una tarta de mil hojas, con una superficie blanca de nieve y otra de secretos, otra blanca y otra de secretos y en la parte de arriba una cereza que, más bien es una especie de sirena que anuncia la cantidad de radiación. Normalmente está muy por encima de la que es capaz de soportar el ser humano y eso nos hace pensar que somos agentes durmientes con injertos de ADN reptiliano extraído de las lagartijas supervivientes en Prípiat. Pienso en Morgana, una pinchadiscos que vive en un pueblo cerca de Alburquerque, tocando el Theremin sobre un directo de Lydia Lunch mientras maquina cómo convencer al mundo occidental de que Kalibán es un héroe de la cultura pop a la altura del Cid Campeador.

Estoy con los dolores de espalda. Darme con un látigo para que el placer acuda al acabar. Opiáceos con tacones altos y medias de rejilla. William Burroughs se ríe de Octavio Gómez Milián porque de hizo adicto al tramadol después de años de malas posturas sentado horas y horas en un asiento, en una mesa, con apuntes sobre geometría y teoría de números. Un adicto a las pastillas Pez sabor láudano con su oposición aprobada. En el reflejo del escritorio se ven los ojos de un adicto mezclados con los de un profesor de matemáticas miope.

Las Damas reaparecen porque es necesario un espectáculo mejor y las Daianas se le sientan a Octavio en las rodillas y le pasan sensualmente por la cara, su enorme talonario de recetas. Un espectáculo superior. Mejoraré cuando viva, cuando salga de la habitación, cuando escape de las náuseas mañaneras, cuando viva otra vez dentro de la mutación que era mi ciudad, pasado y futuro.


«No quiero hoy, quiero un destino, quiero el momento en el que en la autopista entre Salem´s Lot y Zaragoza haya bares de carretera y moteles y las gasolineras ofrecan aperitivos con sabor a barbacoa y no exista más la señal de tráfico que promete gasolina, comida, cama y descanso. Todos los que dicen: «En este sitio se debe comer bien, está lleno de camiones». Todos muertos».

Kalimán es un yonqui. Buenos Aires fuera de foco, Misteriosa Buenos Aires de Manuel Mújica Martínez, la Frecuencia Kirlian, la Historia de lo oculto de Cristian Ponce, el barrio del Once, el barrio de Flores, César Aira, vampiros y fantasmas, petisos asesinos que cuelgan de los barrios dispuestos a beberse de la sangre de los chavos que reparten pizza, los asesinatos del delivery, sin explicación clara. El Necronomicón en la Biblioteca de Buenos Aires encargado por Jorge Luis Borges. El primer disco de Pequeña Orquesta Reincidentes

Las máquinas que se esconden en lo más profundo de la Ciudad Ausente de Ricardo Piglia, el culto al Aquamosh en los tianguis del DF, la Santa Muerte, el niño de Aterrados que bebe un vaso de leche antes de que lo metan en una heladera, eso se lo han copiado a Mariana de uno de sus cuentos, el de los huesitos del niño, el Chapulín colorado es un zombie, un muerto viviente, una garrapata que no cabe en su unifermo de superhéroe. Compro una casete de Instituto Mexicano de Sonido y en la cara B hay unas grabaciones piratas de las Damas de Piedra. Son todo versiones de Gilda.

Gracias a la editorial y a Rubén de Zona de Obras que abrió un universo paralelo por el que se introdujeron las figuras de Alderete y a Mariano Gistaín que me susurró al oído el nombre de Mariana Enríquez

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